Amor Abundante
De Libros y Sermones BÃblicos
Por R.C. Sproul
sobre Amor de Dios
Una parte de la serie Article
Traducción por Ruth Lyssette Santos Westphal
Complacencia de Amor
En la monumental biografía de Jonathan Edwards, George Marsden cita un pasaje de la Narrativa Personal de Edwards: “Desde que llegué a esta ciudad (Northampton), comúnmente he tenido una dulce complacencia en Dios en vista de sus gloriosas perfecciones, y la excelencia de Jesucristo. Dios me ha parecido, un ser glorioso y amoroso principalmente a consecuencia de su Santidad. La Santidad de Dios siempre me ha parecido el más amoroso de sus atributos” (p. 112).
Si tomamos nota del lenguaje de Edwards, la elección de sus palabras para describir su delicioso embelesamiento en la gloria de Dios, observamos su énfasis en la dulzura, amor y excelencia de Dios. El reporta que disfruta una “dulce complacencia” en Dios. ¿Qué quiere decir? ¿El término complacencia no es una palabra que utilicemos para describir un cierto engreimiento, el descansar en los laureles de uno mismo, un tipo de inercia perezosa que presta atención a un tipo de satisfacción superficial? Quizá. Pero aquí vemos un ejemplo vívido de cómo las palabras algunas veces cambian su significado con el tiempo.
Lo que Edwards quiso decir con “dulce complacencia” no tuvo nada que ver con una dosis contemporánea de engreimiento. En su lugar, tuvo que ver con sentido de placer. Este “placer” no debe ser entendido en un sentido tonto hedonista, o sensual, sino una delicia la cual es soberanamente placentera para el alma.
Las raíces de este significado de “complacencia” (complacency) son trazadas por el diccionario Oxford de Inglés (vol. 3), donde el significado principal que se da es “el hecho o estado de estar complacido con una cosa o persona”. Se citan referencias para este uso de John Milton, Richard Baxter y J. Mason. Mason se cita, “Dios no puede tomar una verdadera complacencia en cualquiera, sino en aquellos que son como él”.
Yo detallo el uso anterior del inglés de la palabra complacencia porque es usado en una forma crucial en el lenguaje de la historia y la teología ortodoxa. Cuando se habla del amor de Dios, distinguimos entre tres tipos de ese amor – el amor de la benevolencia, el amor de la beneficencia y el amor de la complacencia. La razón para estas distinciones es para hacer notar las diferentes maneras en la cual Dios ama a toda la gente, en un sentido, y la manera especial que El ama Su gente, los redimidos.
Benevolencia de Amor
La palabra Benevolencia se deriva del prefijo en Latín bene, el cual significa “bien”, o “bueno”, y es la raíz para la palabra voluntad. Las criaturas que ejercitan la facultad de la voluntad mediante la toma de decisiones son llamadas criaturas con libre albedrio. Aún cuando Dios no es una criatura, El es un ser de libre albedrio en la medida que El también tiene la facultad de la voluntad.
Todos estamos familiarizados con el relato de Lucas sobre el nacimiento de Jesús en el que los ejércitos celestiales alaban a Dios declarando: “Gloria a Dios en las alturas. Y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace” (Lucas 2:8-14 LBLA). Aún cuando algunos alegan que la bendición es dada a los hombres de buena voluntad, el significado de raíz es el mismo. El amor de la benevolencia es la cualidad de buena voluntad hacia otros. El nuevo testamento está repleto con referencias de la buena voluntad de Dios a toda la humanidad inclusive en nuestras caídas. Aún cuando Satanás es un ser malévolo (uno que abriga la mala voluntad tanto hacia nosotros como hacia Dios), nunca se podrá decir propiamente de Dios, que El es malévolo. El no tiene malicia en Su pureza, no hay malicia en Sus acciones. Dios no se “deleita” en la muerte del malvado – aún cuando El la declara. Sus juicios sobre la maldad están enraizados en Su honradez, no en alguna malicia distorsionada en Su carácter. Así como un juez terrenal lamenta cuando manda al culpable al castigo, Dios se regocija en la justicia de ello pero no obtiene satisfacción del dolor de aquellos castigados justamente.
El amor de la benevolencia o buena voluntad, se extiende a toda la gente sin distinción. Dios es amoroso, en este sentido, aún con los condenados.
Beneficencia de Amor
Este tipo de amor, el amor de la beneficencia, está estrechamente vinculado con la benevolencia de amor. La diferencia entre benevolencia y beneficencia es la diferencia entre disposición y acción. Puedo sentirme bien dispuesto hacia alguien, pero mi buena voluntad permanece desconocida hasta que o al menos yo la manifieste mediante alguna acción. Comúnmente asociamos la beneficencia con actos de bondad o caridad. Nos damos cuenta aquí que la misma palabra “caridad” es comúnmente usada como sinónimo de amor. En el sentido de la beneficencia, los actos de bondad son actos de amor de beneficencia.
Jesús enfatizó este aspecto del amor de Dios en la enseñanza concerniente a aquellos que se benefician de la providencia de Dios: “Habeís oído que se dijo, ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen, para que seaís hijosde vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porqué si amaís a los que os aman, ¿que recompensa teneís?” (Mateo 5:43 ff LBLA)
En este pasaje, Jesús impone la práctica del amor nuestros enemigos. Dese cuenta que este amor no está definido en términos de sentimientos tibios, cariñosos o sanguíneos sino en términos de comportamiento. En este contexto, el amor es más un verbo que un sustantivo. Amar nuestros enemigos es ser amorosos hacia ellos. Implica hacerles el bien.
En este aspecto, el amor que debemos mostrar es un reflejo del amor de Dios hacia Sus enemigos. A aquellos que lo odian y lo maldicen a Él, Él les muestra el amor de la beneficencia. La benevolencia de Dios (buena voluntad) se demuestra por Su beneficencia (acciones bondadosas). Su sol y lluvia son dados de igual manera al justo y al injusto.
Vemos que el benevolente amor de Dios y Su amor benéfico son universales. Se extienden a toda la humanidad.
Pero aquí está la principal diferencia entre estos tipos de amor y el amor de la complacencia de Dios. La complacencia de su amor no es universal, ni es incondicional. Tristemente, en nuestro tiempo, el glorioso carácter de este tipo de amor divino es rutinariamente negado u oscurecido por una manta de universalización del amor de Dios. Para anunciar a la gente indiscriminadamente que Dios los ama “incondicionalmente” (sin distinguir de manera cuidadosa entre los tipos distintivos de amor divino) es promover un peligroso falso sentido de seguridad en los oyentes.
El amor de la complacencia de Dios es la delicia y el placer especial que Él toma primero que nada en Su Hijo unigénito. Es Cristo quien es el amado por el Padre, supremamente; Él es el Hijo en cual el Padre está “complacido”.
Por adopción en Cristo, cada creyente participa en este amor divino de la complacencia. Es el amor disfrutado por Jacobo, pero no por Esaú. Este amor está reservado para el redimido en el cual Dios se deleita – no porque haya nada inherentemente amable o delicioso en nosotros – pero estamos tan unidos a Cristo, el Amado del Padre, que el amor que el Padre tiene por su Hijo se derrama sobre nosotros. El amor de Dios es tan complaciente y dulce para Él mismo – y para nosotros – como Jonathan Edwards lo entendió tan bien.
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