Antes de Ser Madre
De Libros y Sermones BÃblicos
Traducción por Débora Ester Baigorri
Por Michele Morin
sobre Santificación y Crecimiento
Contenido |
Tres Lecciones para Madres Jóvenes
Cuando tenía 21 años, los comentarios nostálgicos de mis amigas casadas me habían vacunado contra la amenaza del matrimonio: "Ahora puedes hacer esto, pero espera a que estés casada y tengas hijos . . .” Pintaron un cuadro de un mundo reducido y restringido sin velas perfumadas (¡llama expuesta peligrosa!), sin posibilidades de viajar (¡muy complicado!) y sin estanterías en orden (¡los chicos destruyen todo!).
Cuando finalmente me casé y comencé una familia, había decidido demostrarles que era todo lo contrario. Hice todo lo que podía para demostrarles que nada había cambiado en mi vida. Por supuesto, tuvimos un bebé pero asegurábamos a nuestro primer hijo en su asiento de cincuenta libras y hacíamos viajes largos en auto. Nos metíamos en tiendas de antigüedades y pasábamos los sábados trabajando juntos en el patio. Recibíamos huéspedes en nuestra casa, que necesitaba refacciones, y les dábamos de comer de lo producido en nuestro jardín. ¡Lo hicimos! La vida continuó sin cambios a excepción de mí que me sentía todo el tiempo agotada.
Hoy, casi treinta años más tarde, quiero servirle a esa mujer cansada una tasa de té caliente, sentarnos frente a frente en una mesa y con voz suave decirle que la negación no es para siempre. Esa palabra puede ser liberadora dicha en el momento justo. Le diría que se acostumbrara a la incertidumbre en los pequeños detalles y que se enfocara en entender la soberanía de Dios en cada etapa de la vida. Después le haría ver tres perspectivas que obtuve siendo madre y que me habría gustado conocer desde un principio .
Lección 1: Que la verdad sea tu hogar.
Cada día debemos decidir si vamos a quedarnos en los aspectos positivos o en los aspectos negativos de ese día. ¿Elegiremos enfocarnos en publicidades de campaña negativas, incendios descontrolados en la zona Nor-Oeste del Pacífico y asuntos que hemos planificado pero que no podemos controlar o echaremos toda nuestra ansiedad sobre el Dios del universo? Podríamos usar el lenguage del apóstol Pablo y denominarlo como poniendo "todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5).
Si esto te parece imposible, entonces estás en el camino correcto. Pablo no era un gurú autosuficiente y aunque conocía sus fortalezas y podía emplearlas cuando quisiera (¡y nosotros también!) en ninguna parte de las Esrituras leemos que el mensaje del cristianismo es un proyecto de automejora. La disciplina de nuestra mente, emociones y voluntad es solo una batalla en el combate corriente del creyente y Dios nos ha equipado con armas que son efectivas para esa batalla espiritual. El Salmo 1 describe la senda del justo como una senda inmersa en la verdad bíblica. La palabra de Dios es objeto de meditación permanente y deleite.
Durante un febrero largo, sola con mis cuatro hijos y una seguidilla de virus estomacal, descubrí que las dosis permanentes de la verdad del evangelio eran mucho más efectivas que la cafeína o la charla con una amiga. Inclusive el Hijo de Dios mientras estuvo en la tierra usó la escritura como un arma potente contra el mal, y él es nuestro ejemplo. Se trata de que en tu vida le des más lugar a la verdad que a las hadas chillonas de la muerte dentro de tu cabeza.
Nuestros corazones necesitan un bello horizonte de verdad que nos guíe para estimular nuestros esfuerzos, mientras enfrentamos la monotonía interminable de cocinar y lavar la ropa. El amor de Cristo alimentado con el conocimiento bíblico motiva a la obediencia diaria e inspira al sano anhelo de su regreso.
Lección 2: Eres más de lo que haces.
Como creyentes, abrazamos la verdad de que nuestra salvación nos es dada por gracia pero cuando se trata de vivir la vida cristiana no estamos tan seguros. Las madres nuevas pueden ser algunos de los peores fariseos. Pañales de tela versus descartables, lactancia materna o leche de fórmula y algunas veces cómo educamos a nuestros hijos son los puntos por los cuales nos dividimos y juzgamos una a la otra.
Elegí dejar de trabajar fuera de casa después de que nació nuestro hijo más grande y desde que empezamos a educar a nuestros hijos en casa, archivé mi currículum por más de veinte años. Cada vez que me permitía "caminar . . . en el consejo de los malos", me sentía culpable por mi elección (Salmo 1:1). ¿Quizás podía "tenerlo todo" realmente? ¿Me he perdido algo por no tener una carrera?
Después, al escuchar otra canción diferente pero equivocada, comencé a definirme como "mamá ama de casa", y adopté esa forma de identidad como la más importante. Fui tentada a condenar las elecciones de otras mamás, y ese hábito de comparar levantó murallas a mi alrededor en vez de vías de comprensión que podrían haber sido mucho más redentoras.
Pude encontrar gracia en "deleitarme en la ley del Señor" y concentrarme en quién es Dios y eso me permitió aceptar quién era yo (Salmos 1:2). Ya sea que estés en casa todo el tiempo o que tengas algún tipo de empleo, tu trabajo no te define. Puedes preparar de antemano la lista de compras y el menú para cada día y para todo el mes o puedes planificar tu mejor comida parada frente a la heladera abierta. Puedes pasar la aspiradora a diario, dirigir una jornada milagrosa de lavado de dos días y hasta elaborar una agenda codificada con colores de las actividades familiares y ponerla en la pared de tu cocina. O puedes funcionar muy bien sobre la marcha y sentir que la planificación de antemano te encarcela.
No hay una fórmula para ser madres perfectas. Nunca serás una esposa o madre perfecta, pero podrías enloquecer a tu familia mientras tratas de serlo. Hubo suficiente gracia abundante y gratuita cuando Dios llegó a tu vida. ¿Por qué de repente podría faltar?
Lección 3: Construir hábitos en los que puedas recaer.
Cuando estés cansada, agotada emocionalmente o simplemente sin prestar atención, recaerás en tus hábitos. Las prácticas espirituales consolidadas le dan a la mente un buen lugar para dirigirse y por lo tanto pueden guiar el corazón hacia su objetivo justo. La bendición de tener raíces consolidadas se promete a los que meditan en las escrituras "de día y de noche" (Salmos 1:2 y3). Cuento era una madre joven, yo quería tener mis raíces en la verdad, ser una mujer estable y confiable día tras día, y así llevar a mis hijos a transicionar de la dependencia parental a la dependencia de Dios.
Memorizar el Salmo 103 le dio palabras de alabanza a mi cerebro cansado. Aprender el Salmo 91 me dio la seguridad de que Dios es fiel. Sumergirme en la verdad de Romanos 8 fortaleció mi confianza en que el amor de Dios persistente e incansable fluía para mí y mi familia. La verdad que exhibe el Salmo 1 fue la que me impulsó a vivir una vida justa como madre.
Por supuesto que la maternidad no es el camino que lleva a la santificación pero sus desafíos me hicieron depender más de Dios y vivir el milagro de la verdadera justificación que solo el Espíritu Santo puede producir en mí. Por ejemplo, el hábito de la confesión prepara el camino para la comunicación clara con Dios y con otras personas. El hábito de recibir cada día las misericordias nuevas de Dios hace mucho más fácil que podamos extender gracia y perdón a nuestra familia a medida que transcurre el día.
Un día tu familia crecerá y querrás que haya crecido también tu sabiduría para orar y aconsejar a cada uno. Tu camino de fe va a continuar. Lo sé porque yo misma todavía hoy soy una obra en proceso, todavía dependiendo de la gracia, todavía apegándome a la verdad como el único hogar seguro para mi mente y corazón. Dios tiene más gracia de lo que podríamos imaginar para esto y para lo que pueda venir.
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