Atrévete a confiar en Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Desiring God Staff sobre Sufrimiento
Traducción por Esther Lequipe
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Cómo lamentarse bien
Llegamos a este mundo con un llanto. Aunque ninguno de nosotros recuerda ese momento, el primer sonido que pronunciamos después de salir de los confines cálidos y protegidos del vientre de nuestra madre fue una ruidosa protesta. Llegamos llorando. Llorar es humano.
Sin embargo, no somos la única parte del orden creado que expresa tristeza. El apóstol Pablo dice que toda la creación gime (Romanos 8:22, LBLA). Conjuntamente con la caída de Adán, el mundo creado se corrompió con los efectos quebrantados del pecado. La muerte es el principal recordatorio de que algo no está bien con el mundo. Pero existen otros ejemplos: el cáncer, las adicciones, los matrimonios fracasados, los conflictos en las relaciones, la soledad y el abuso.
No paramos de llorar después de nacer. Eso continúa porque el mundo está quebrantado. Si bien las lágrimas y la tristeza son parte de nuestra humanidad, existe un lenguaje de oración en la Biblia que a menudo es descuidado en nuestro recorrido a través de este mundo quebrantado: el lamento.
¿Qué es el lamento?
Ahora bien, lamentarse no es lo mismo que llorar. Es diferente. Y es únicamente cristiano.
La Biblia está llena del cántico de la tristeza. Más de un tercio de los Salmos son lamentos. El libro de Lamentaciones llora por la destrucción de Jerusalén. Jesús se lamentó en las últimas horas de su vida.
Pero lamentarse es diferente que llorar porque lamentarse es una forma de orar. Es más que solo una expresión de dolor o un desahogo de emociones. El lamento le habla a Dios sobre el dolor. Y tiene solamente un propósito: la confianza. Es una invitación divina para expresar nuestros temores, frustraciones y tristezas con el propósito de ayudarnos a renovar nuestra confianza en Dios.
Cuatro elementos del lamento
Como se ilustra en Salmos 13, la mayoría de los lamentos presentan cuatro elementos esenciales:
Volverse hacia Dios. Un lamento a menudo comienza con dirigirse a Dios: "¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?" (Salmos 13:1, LBLA). El punto es que la persona con dolor elige hablar con Dios sobre lo que está sucediendo.
Traer tu queja. Cada lamento presenta algún tipo de queja: “¿Hasta cuándo he de tomar consejo en mi alma, teniendo pesar en mi corazón todo el día? ¿Hasta cuándo mi enemigo se enaltecerá sobre mí?" (Salmos 13:2). Más que una representación pecaminosa de nuestra ira, el lamento bíblico identifica de manera humilde y honesta, el dolor, las preguntas y las frustraciones que asolan nuestras almas.
Pedir ayuda audazmente. Buscar la ayuda de Dios cuando tenemos dolor es un acto de fe: “Considera y respóndeme, oh Señor, Dios mío; ilumina mis ojos, no sea que duerma el sueño de la muerte; no sea que mi enemigo diga: Lo he vencido; y mis adversarios se regocijen cuando yo sea sacudido" (Salmos 13:3–4). La tristeza incesante puede crear un silencio mortal al rendirnos ante la desesperación ("no hay esperanza") o la negación ("todo está bien"). Pero el lamento nos invita a atrevernos a confiar en las promesas de Dios mientras pedimos Su ayuda.
Elegir confiar. Este es el destino de nuestros lamentos. Todos los caminos llevan aquí: Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se regocijará en tu salvación. Cantaré al Señor, porque me ha colmado de bienes” (Salmo 13:5–6). Más allá de las etapas de la aflicción, este lenguaje de oración nos dispone a renovar nuestro compromiso de confiar en Dios a medida que navegamos por el quebrantamiento de la vida.
El lamento es el lenguaje de oración para el pueblo de Dios porque viven en un mundo corrompido por el pecado. Es la forma en que hablamos con Dios sobre nuestras tristezas a medida que renovamos nuestra confianza en Su cuidado soberano. Llorar es humano, pero lamentarse es de cristianos.
¿Por qué el lamento es de cristianos?
La práctica del lamento es una de las acciones con más fundamento teológico que una persona puede realizar. Si bien llorar es esencial para la humanidad, los cristianos se lamentan porque saben que Dios es soberano y bueno. Los cristianos conocen Sus promesas en las Escrituras. Creemos en el poder libertador de Dios. Sabemos que la tumba está vacía y Jesús está vivo.
Y, sin embargo, aún experimentamos dolor y tristeza. El lamento es el lenguaje para vivir entre los polos de una vida dura y confiar en la soberanía de Dios. Es una forma de oración para los que esperan el día en que Jesús regresará y hará que todo esté bien. Los cristianos no solo lloramos; anhelamos que Dios le ponga fin al dolor.
En las oraciones de lamento se necesita tener fe. Hablar con Dios en vez de enojarse o amargarse pecaminosamente requiere convicción bíblica. Presentar las complicadas luchas de tu alma y luego pedir, una y otra vez, que Dios te ayude requiere una sólida sujeción teológica. Los lamentos se dirigen hacia Dios cuando el dolor te tienta a huir de Él.
Los lamentos interpretan el mundo a través de una lente bíblica. Los cristianos nos lamentamos porque conocemos el largo curso del plan de Dios: la creación, la caída, el rescate y la restauración. Conocemos la causa de todo lamento: el pecado. Y leemos en Apocalipsis sobre el fin de todos los lamentos:
Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. (Apocalipsis 21:4)
Por lo tanto, los cristianos no solo lamentamos el quebrantamiento del mundo, sino que también anhelamos el día en que cese todo llanto. Nos preguntamos: "¿Hasta cuándo, oh Señor?" (Salmos 13:1). Cualquiera puede llorar. Pero solo los cristianos podemos lamentarnos fielmente.
Aprende a lamentarte
Como la vida está llena de tristezas, y dado que la Biblia es clara sobre el plan de Dios, los cristianos debemos ser lamentadores competentes. Debemos hablar constantemente con Dios sobre nuestras penas y luchas. Los cristianos debemos aprender a lamentarnos.
Una forma de comenzar sería leer más regularmente los Salmos de lamentos. Comienza con los Salmos 10, 13, 22 y 77. Y luego pasa a los otros cuarenta y más lamentos en el libro de los Salmos. Encontrarás salmos de lamentos para el dolor personal y el sufrimiento colectivo. Hay lamentos para los momentos de arrepentimiento y para cuando anhelas justicia. A medida que vayas leyendo estos salmos, te identificarás con algunas frases. Probablemente te sorprendas cuán conectado estás con las palabras que lees. Los lamentos tienden a volverse personales rápidamente.
Otro enfoque sería estudiar un salmo de lamento buscando cada uno de los cuatro elementos mencionados: recurrir a Dios, presentar tu queja, pedir audazmente y elegir confiar. Una vez que encuentres ejemplos de cada elemento, considera escribir tu propio lamento. Procura seguir la fluidez del texto mientras le cuentas a Dios sobre tus luchas. Recuerda que cada salmo fue escrito por una persona real con problemas reales. Escribir tu propio lamento combina perfectamente la rica teología con las emociones reales.
Hasta que Jesús regrese, el mundo estará marcado por las lágrimas. Continuarán naciendo bebés y su primer llanto anunciará su llegada a un mundo quebrantado. Llorar es humano, pero lamentarse es de cristianos.
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