Cómo cambian (otras) personas

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English: How (Other) People Change

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Por Josh Squires sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Romina Mendoza


Contenido

Caminar con los seres queridos a través de cinco etapas

¿Estoy ayudando o lastimando? ¿Apoyando o posibilitando?

Los padres, amigos y familiares de la iglesia se encuentran a menudo en esta situación precaria. Alguien que conocemos y amamos está presa del pecado. Agonizamos por si la ayuda que podríamos ofrecer serviría para que encuentren su libertad, o precisamente los alejaría más de ella.

Sabemos que el amor no permite que ignoremos simplemente la situación. Las Escrituras llaman a los cristianos a soportar las cargas de los otros entre sí en medio del caos y de los desastres de la vida, especialmente en las épocas más oscuras (véase Gálatas 6:2, Colosenses 3:13, 1 Pedro 4:10, y otros). Somos llamados a realizar esta acción con prudencia y cuidado, de manera que nosotros no seamos arrastrados a la tentación (Gálatas 6:1), pero también apelando continuamente a que los otros cambien (Gálatas 6:5).

¿Pero qué quiere decir esto de manera práctica? ¿Podemos distinguir siquiera cuando es probable que nuestras palabras o acciones ayuden en la lucha contra el pecado o que lo propicien involuntariamente de algún modo?

Lo que no puedes hacer

En primer lugar, algunas advertencias. Aunque no vas a encontrar la frase “Etapas del cambio” en ninguna parte de las Escrituras, quiero presentarte un paradigma probado y conocido entre los consejeros de todo el mundo, puesto que para mí personalmente ha sido útil como pastor, consejero y cristiano. Se llama “Modelo de las etapas del cambio de Prochaska & DiClemente (1983).”

Ahora bien, hay que decir desde el principio que el Espíritu Santo puede y obra como quiere. Puede hacer que los corazones y las mentes cambien en un segundo. No necesita seguir un patrón concreto, ni adoptar un conjunto de pautas o etapas. Es libre de cambiarte a ti o a otra persona que amas cuando y como elija. Y si él se opone al cambio, no hay nada que tú o yo podamos hacer para cambiar, independiente de las veces que haya funcionado antes una estrategia de asesoramiento.

También debe mencionarse por adelantado que tú no eres responsable del cambio de otras personas. Eso es algo entre ellos y Dios (Gálatas 6:4–5). Sin embargo, tú eres responsable de amarlos (Juan 13:34–35) como hermano o hermana en Cristo, incluyendo, hacer todo lo que esté en tus manos para retarles y animarles a caminar siguiendo el evangelio (Gálatas 2:14).

Teniendo en cuenta estas cuestiones, te presentamos las cinco etapas típicas del cambio, con una orientación sobre lo que puedes hacer o rezar por alguien en cada etapa.

Etapa 1: Pre-contemplación

En esta etapa, la gente no piensa ni siquiera en el cambio. Cualquiera que sea el comportamiento pecaminoso que practiquen, lo están disfrutando tanto que el precio de la rendición y del cambio les parece demasiado caro. Cuando alguien se encuentra en esta etapa, deberíamos establecer unos límites convenientes y saludables para protegernos a nosotros mismos y a los demás. No podemos esperar que no pequen cuando ni ellos mismos ven el motivo para cambiar. Si ellos quebrantan estos límites, nosotros establecemos y aplicamos resultados consecuentes.

Vemos este tipo de límite en 1 Corintios 5 cuando el apóstol Pablo exhorta a los creyentes a alejarse de un pecador sexual impenitente (1 Corintios 5:1–5). El consejo de Pablo estaba claro: un límite (tú no puedes ser parte de la comunidad cristiana) y un resultado (serás entregado al diablo) con un propósito (que tu alma se salve el día del Señor). La iglesia quería que el hombre cambiara y se reconciliase, pero para lograr eso tenían que apartarlo de su comunidad, definir y advertirle de las terribles consecuencias del pecado impenitente.

¿Cómo podemos ayudar en esta etapa?

Conversando con ellos y explicándoles lo que ves. Algunas veces es obvio y otras, no. La mayoría de las veces cuando estamos en esta etapa, a ellos les da igual. No obstante, una comunicación honesta y abierta sobre el pecado que tú estás viendo es crucial. ¿Cómo está impactando negativamente en ellos o en otras personas? ¿Qué te gustaría ver en su lugar? ¿Cuáles son las consecuencias que podrían esperar si continúan por la senda actual? Esta etapa puede ser especialmente difícil por dos motivos.

En primer lugar, si tú eres el que sugiere el cambio probablemente estás en una etapa diferente a la de ellos, en tu propia lucha con el pecado. La distancia con respecto a ellos en madurez y piedad puede crear en ti expectativas poco saludables o en ellos, un amargo resentimiento. Por tanto, nos desgastamos intentando forzar a los otros a cambiar cuando, francamente, ellos no quieren. En esta etapa la gente podría querer tu dinero, tu tiempo, tu piedad, tu aprobación u otra cosa, pero lo que no quieren es cambiar. Si, para empezar, tu amigo o persona querida no comienza a reflexionar, por sí misma, sobre la razón por la que debería cambiar, todos los argumentos convincentes y recursos valiosos que tengas probablemente resultarán ineficaces.

En segundo lugar, cuando los que ayudan comienzan a sentir que pierden el tiempo–cuando el cambio no se produce de forma inmediata o rápida- comenzamos a infligir un castigo. La diferencia aquí es sutil. Podemos pasar de forma imperceptible de pensar en lo que es mejor para las personas a hacerles pagar por lo que nos han hecho a nosotros. Al hacerlo, traspasamos la línea de la consecuencia hacia el castigo.

¿Cómo podemos rezar en esta etapa?

Cuando alguien ni siquiera ha reconocido la necesidad del cambio, rezamos a los cielos para que el Señor a través del Espíritu Santo abra sus ojos y condene sus conciencias (Juan 16:8). Por lo general es mejor mantener en secreto estas oraciones. Si le hacemos saber a esa persona que rezamos a Dios por ella para que cambie cuando para empezar ella misma no ve la necesidad del cambio, es más probable que sus pasos díscolos se fortalezcan en lugar de cambiar de dirección.

Etapa 2: Contemplación

En esta etapa, la gente realmente comienza a pensar en el cambio. Es decir, ahora se percatan de que el trabajo se justifica con el cambio. Todavía no están convencidos de que el cambio sea necesario, pero están dispuestos a considerarlo. Cuando alguien está en esta etapa, podemos ayudarle a sopesar la tradicional lista de ventajas y desventajas para que avancen hacia un arrepentimiento más completo.

¿Cómo podemos ayudar en esta etapa?

Honestidad. Ser honesto (casi hasta un punto de brutalidad) en esta etapa producirá beneficios más tarde. Nos metemos en líos al alabar los pros en exceso e infravaloramos los contras. Si no estamos dispuestos a ser honestos sobre el precio del cambio, entonces perdemos credibilidad. Comenzamos a parecer “estafadores”, -promocionando las maravillas de una cura milagrosa, mientras minimizamos los efectos secundarios.

En su lugar, debemos ser como el médico que le dice a su paciente, “Esto puede ser doloroso, pero valdrá la pena”. El cambio normalmente requiere dolor. Los cristianos entienden esto y lo reciben con los brazos abiertos tanto como el que más. Nuestro cambio más importante se logra a través de un dolor insoportable y a un costo elevado (Romanos 6:23; 2 Corintios 5:21; Hebreos 10:10; 1 Pedro 3:18).

¿Cómo podemos rezar en esta etapa?

En este punto, podemos rezar a Dios para que en sus corazones crezcan las semillas de la convicción y para que nos conceda paciencia y humildad mientras esperamos. Es tan difícil no intentar y hacerse con las riendas del control- para abstenernos de elaborar la estrategia de ventas perfecta o encontrar una estrategia a “prueba de fallas”. Con independencia de si Dios otorga a nuestros seres queridos la capacidad de cambiar, la confesión de su soberanía y de nuestra impotencia es una gran bendición en el proceso. Descansa en su poder y bondad, porque él es el único capaz de salvar, no nosotros (Isaías 12:1–2).

Etapa 3: Preparación

En esta etapa, la gente está convencida de que el cambio es necesario, pero todavía tienen que alcanzarlo. La duración de esta etapa varía. Algunas veces la gente quiere implementar el cambio inmediatamente, otras veces la gente necesita más tiempo. Nuestro objetivo en esta etapa es ayudarles a elaborar un plan para conocer cuál será el resultado del cambio, si bien no debemos entrar en demasiados pormenores para no agobiarles.

¿Cómo podemos ayudar en esta etapa?

Ayudándoles a planear cuidadosamente cómo sería la vida en un futuro cercano y en futuro más remoto. ¿Tendrán que someterse a algún tipo de tratamiento? ¿Necesitan crearse nuevos hábitos? Dentro de un año cuando el cambio se haya vuelto rutina, ¿qué provocará la recaída? ¿Cómo se evitará? Intenta planificar basándote en información, si bien no hay forma de pronosticar todo. Hay que saber que las cosas no terminan exactamente de la manera en que se planifican.

Los mayores errores que se cometen en esta etapa son la excesiva preparación y el agobio, o pasar por alto esta etapa y no realizar ninguna preparación en absoluto. No intentamos preparar el plan perfecto; simplemente estamos intentando encontrar un plan que funcione.

¿Cómo podemos rezar en esta etapa?

En esta etapa le pedimos a Dios sabiduría. Quizás no podamos predecir cada uno de los obstáculos que se nos interponen en nuestro camino para el cambio; sin embargo, queremos que Dios nos ayude en todo lo que sea posible a preverlos. Sabiendo que nuestros planes no llegan a nada sin la bendición del Señor (Lucas 12:13–21), queremos suplicar por el discernimiento investido del poder del Espíritu que ha sido iluminado por la palabra de Dios. Necesitamos sabiduría para ayudar a nuestros seres queridos a hacer los planes y preparativos del camino que tienen por delante (Proverbios 6:6–11).

Etapa 4: Acción

En esta etapa la gente comienza el proceso real de cambio. En algunos casos las Etapas 2–4 avanzan rápidamente. Hay momentos en los que las personas son condenadas por algo y simplemente deciden cambiar, pero en contadas ocasiones sucede esto. Normalmente la gente necesita fijar un momento donde saben que comenzará un nuevo comportamiento. Esta es la razón principal por la que son tan famosas las resoluciones de Año nuevo. El comienzo de otro año ofrece un punto de partida perfecto que facilita el seguimiento del cambio.

¿Cómo podemos ayudar en esta etapa?

Ahora asumimos la función de dar ánimos. Nuestro familiar necesitará esperanza, consuelo y fuerzas cuando el camino se haga difícil. El precio del cambio es caro, por ello no debemos extrañarnos cuando la gente empiece a sentirse desanimada. Vendrá muy bien estar a su lado y decirles, Nosotros sabíamos que esto pasaría y nos hemos preparado para ello.

También esta es la etapa donde comenzamos a relajar los límites que establecimos en la Etapa 1. Cuando había consecuencias apropiadas para las decisiones equivocadas, ahora debería haber recompensas apropiadas para las decisiones favorables. Como dice Ligon Duncan, “Es en el marco de la obediencia al pacto con Dios donde abundan las bendiciones del pacto”. Incluso el Señor reconoce que somos personas frágiles y débiles que necesitamos apoyo y recompensas por nuestro duro trabajo (Lucas19:11–19).

¿Cómo podemos rezar en esta etapa?

En esta etapa, le pedimos a Dios los regalos de la compasión y del ánimo. Por una parte, queremos pedirle energía para apoyar a nuestros seres queridos cuando se sientan abrumados, conservando la fuerza espiritual y emocional para poder escuchar con atención y soportar sus pesadas cargas. Al mismo tiempo, queremos seguir recordándoles a estas personas los increíbles recursos que tienen en Cristo y la necesidad que tienen ellos de asumir cada vez más responsabilidades para su propio desarrollo y crecimiento (Filipenses 2:12–13), por supuesto dentro del contexto de la sana comunidad cristiana.

Etapa 5: Mantenimiento

En esta etapa la gente se esfuerza para pasar de una acción novedosa a un hábito arraigado. Esta es la etapa más larga y la que presenta más probabilidad de recaída. Puede tardar de seis semanas a seis años dependiendo de diferentes factores.

¿Cómo podemos ayudar en esta etapa?

El cambio no sólo es difícil de alcanzar, sino que quizás resulta más difícil de mantener. La gente necesitará aliento continuo. Normalmente, por esta época, sirviéndonos de referente la sexta semana, comenzamos a avanzar en nuestras vidas. Asumimos que el cambio se ha producido ahora. Con frecuencia esto de repente deja a las personas que luchan por poner en marcha el cambio en un estado de soledad y agobio.

Hay un umbral justo antes de que el cambio se convierta en hábito donde la perseverancia se siente un imposible. La cantidad de esfuerzo que conlleva continuar con un nuevo comportamiento ya no parece merecer la pena. La economía del cambio parece insolvente. De ahí que los planes y las celebraciones sean tan importantes. Mientras nuestros seres queridos continúan logrando hitos predeterminados nosotros necesitamos seguir observando y regocijarnos. No es que cada uno de los días tenga que ser una fiesta, pero unas sencillas palabras de reconocimiento son una potente herramienta para un cambio duradero.

Dar elogios, en cambio, carece de valor sin nuestro continuo compromiso con la plegaría dedicada. En la medida en que nos acordamos de rezar por ellos diariamente, de esmerarnos en estar pendientes de ellos, seremos más misericordiosos al escucharlos y estaremos más exultantes cuando celebraremos la gracia de Dios con ellos.

¿Cómo podemos rezar en esta etapa?

Para tal fin, nuestras plegarias en esta etapa comienzan a centrarse en la gracia que nos ayuda a resistir- la gracia que necesitamos para superar las dificultades inevitables que surgen de forma imprevista. Reconocemos que no podemos predecir o planificar nuestro futuro a la perfección. Si nuestro ser querido va a perseverar, necesitará la fuerza, la sabiduría y la ayuda de un Dios imperturbable (Salmos 55:22).

El cambio siempre es duro

El cambio es duro. Para todos los implicados. Los padres están destrozados viendo cómo sus hijos eligen el sexo, las drogas o el alcohol frente al regocijo eterno del evangelio. Los amigos se sienten asolados por la culpa al ver a su amigo descender por el camino de la autodestrucción en vez de caminar por el sendero de la vida. Las iglesias viven un estado de confusión y angustia cuando los creyentes practicantes eligen abiertamente el pecado mortal por encima de su amado Salvador.

Todos ellos quieren saber lo que realmente significa - prácticamente en el momento- ayudar a otra persona a cambiar. Algunas veces aguantamos pacientemente a un hermano o hermana, dispuestos a pasar por alto una ofensa. Otras veces necesitamos reprenderles tiernamente y responsabilizarles. ¿Esta vez de qué se trata? ¿Estoy ayudando o permitiendo?

No siempre es fácil distinguir. Pero este esbozo podrá ayudarte a evaluar cuándo alguien está realmente interesado en ser diferente de cuándo sólo quiere que le ayudes a evitar las últimas consecuencias de sus malas decisiones. No es infalible, pero, como pastor y consejero, me ha ayudado muchísimo.

La buena noticia es que ver el esfuerzo diario, agotador y lento de alguien que atraviesa un momento de cambio difícil no puede competir con la gracia del Espíritu de Dios que se vive en cada momento del proceso. Con la ayuda de Dios, simplemente nos podemos sentir favorecidos y en una situación en la que podemos repercutir de forma positiva y para siempre en la vida de nuestros seres queridos.


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