Ciegos a Nuestra Ceguera

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English: Blind to Our Blindness

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Manuel Bento Falcón


¿De verdad te conoces a ti mismo tan bien como crees? Terminé mi último artículo pidiéndote que considerases la advertencia crítica y progresiva de Hebreos 3:12-13, parafraseada como, "Mirad que ninguno de vosotros tenga un corazón malo---incrédulo---apartándose---endurecido." Es una imagen de lo que el pecado hace si no se detecta, se expone y se abandona. El proceso de endurecimiento del corazón comienza mucho antes de que el endurecimiento se convierta en obvio.

Todo comienza dando cabida al pecado. Debido a que soy un creyente y a que el corazón de piedra ha sido retirado de mí y reemplazado por un corazón de carne, mi conciencia me molesta cuando peco. Este es el ministerio hermoso de convicción del Espíritu Santo. Cuando la conciencia es activada y molestada, debo tomar uno de entre dos caminos. El primero y mejor camino es admitir que lo que he hecho está mal y posicionarme de nuevo bajo las misericordias justificadoras de Cristo, recibiendo su perdón. O puedo levantar algún sistema de auto-expiación que esencialmente argumente en favor de la justicia de lo que he hecho. Estoy haciéndome sentir bien acerca de lo que Dios dice que no está bien. Estoy participando en mi propia ceguera espiritual. Cualquiera que aún viva en pecado es alguien con experiencia en auto-engañarse.

El pastor que acaba de enfadarse durante una reunión de ancianos se dirá a si mismo que simplemente estaba hablando como uno de los profetas de Dios "¡Así dice el Señor!" El marido y la esposa que estaban murmurando sobre alguien en su pequeño grupo se dirán a sí mismos que simplemente estaban haciendo una petición de oración detallada. El hombre de negocios tacaño que lucha contra el dar se dirá a si mismo que solamente está siendo un buen administrador de los recursos que Dios le ha encomendado. Todos tenemos una habilidad perversa para hacernos sentir bien acerca de lo que no está bien.

Los Siguientes Pasos del Endurecimiento

De eso se trata exactamente el siguiente paso en el proceso de endurecimiento. La incredulidad captura lo que hacemos para cubrir nuestro pecado y defiende nuestra justicia. En lugar de una fe simple y descansar en la Palabra de Dios y la gracia suficiente de Cristo, nos decimos a nosotros mismos que realmente no somos pecadores necesitados de misericordia perdonadora en esta cuestión particular. Nuestros argumentos auto-expiatorios son actos de orgullo, rebelión e incredulidad.

Este orgullo a nivel de calle, esta rebelión e incredulidad invariablemente dará al pecado más lugar para operar. Debido a que no hemos confesado, no nos hemos arrepentido, y no hemos buscado la gracia perdonadora, transformadora, fortalecedora y libertadora que necesitamos, nos hemos abierto a más de la desagradable obra del pecado. El tercer paso en esta triste progresión, el apartarse, captura bien esto. Cuando cortamos la cuerda que nos conecta con la Escritura y el descanso en la gracia de Cristo, siempre terminamos alejándonos más.

Finalmente terminamos con un corazón endurecido. Lo que una vez nos molestaba ya no nos molesta más. Lo que una vez activó nuestra conciencia ya no parece hacerlo más. Estamos en una posición que da miedo. El corazón es duro y resistente al cambio, y ha dejado de ser tierno y de responder al apretón de las manos del Espíritu. Nos sentimos bien con el mal de nuestras manos y corazones. ¿Puede existir una posición más peligrosa que esta?

Fundamentalmente Engañoso

Seré sincero en esto. He estado en esa posición como pastor. Mantenía una amarga lista de faltas contra la gente de mi congregación, e intentaba estar a bien con ella. Murmuraba contra la gente a la que estaba llamado a cuidar, y no me importaba. Era envidioso del ministerio de otros, y no me entristecía por ello. En ocasiones prediqué para ganar el respeto de alguien de mi congregación y no lo vi como idolatría.

Necesitamos la teología del pecado remanente que tiene el escritor de Hebreos. Esencialmente dice que el pecado es fundamentalmente engañoso. Nunca entenderás la advertencia de este pasaje y el llamado que le sigue hasta que entiendas la teología de la ceguera espiritual, que es el epicentro de esta advertencia.

El pecado es engañoso. ¿A quien engaña primero? no tengo dificultad en reconocer el pecado de la gente que me rodea, pero puedo estar bastante poco preparado cuando otros señalan mi pecado. El pecado engaña a diez de cada diez personas de las que leen esta columna. La ceguera espiritual no es como la ceguera física. Cuando estás ciego físicamente, sabes que estás ciego, así que compensas por ese significativo defecto físico. Pero la gente ciega espiritualmente no solo está ciega, además está ciega a su propia ceguera. Creen que ven bien. Así que la persona ciega espiritualmente camina por ahí con el engaño de que nadie tiene una visión más precisa de si mismo que él.

Nunca serás mayor que tu necesidad por el ministerio del cuerpo de Cristo. La pregunta importante es, "¿Quién es el que te ayudará a ver lo que tú no ves si se te deja solo?" El ministerio dador de vista que todo creyente necesita es de lo que trata el resto del pasaje en Hebreos 3 y es lo que consideraré en mi siguiente columna.


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