Como Evitar el Pecado de la Soberbia, Especialmente Cuando Has Sido Elogiado
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Orgullo
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Katie Muirhead
Diez Cosas Que Yo Hago
Me viene a la mente que no soy auto-existente; sólo el trino Dios lo es. Sólo Dios es absoluto, y yo soy resultado del absoluto. Me recuerdo a mi mismo que soy completamente dependiente de Dios por mi origen y por mi existencia presente y futura. Me viene esto a la memoria y reflexiono sobre la verdad de esta realidad.
Recuerdo que por naturaleza soy un pecador depravado y que en medio de todos mis pecados he tratado a Dios con rebeldía, prefiriendo otras cosas en vez de su gloria. Tengo en cuenta que nunca he hecho una buena obra por la cual no me tenga que arrepentir. Cada una de estas faltas tiene fallas porque la perfección es mandatoria. Así que me doy cuenta que Dios me debe nada más que dolor en esta vida y en la siguiente.
Considero que esta condición mía es tan desesperante que sólo puede ser remediada al costo de la horrible muerte del Hijo de Dios, para llevar mi castigo y proveer mi rectitud. Y yo me regocijo en el perdón y la rectitud que ya son mías en Cristo.
Yo medito en la Escritura que dice, “Revestíos todos de humildad unos a los otros, porque ‘Dios se opone a los soberbios pero le da gracia a los humildes.’ Humíllense, además, bajo la poderosa mano de Dios para que en el momento apropiado él os exalte” (1 Pedro 5:5-6; Santiago 4:6-10). Y “Aquel que es el menor entre vosotros es en verdad el mayor” (Lucas 9:48; Marcos 9:35; Mateo 20:26)
Yo pido en oración que los ojos de mi corazón vean estas verdades bíblicas por lo que en realidad son.
Yo le pido a Dios que me haga no sólo verlas pero también sentirlas con la mansedumbre, la humildad y el quebrantamiento que corresponden a su verdadero peso.
Renuncio a los deseos de elogio, notoriedad y estima y cuando los veo crecer en mi yo digo; “¡No! En el nombre de Jesús, salgan de mi mente!” Y refresco mi mente con oración hacia la belleza, verdad y precio de Cristo.
Intento recibir toda crítica –de amigo o enemigo- con la presunción que hay certeza y cierta verdad de la que puedo beneficiarme. “Sean prontos para escuchar, lentos para hablar, lentos para la ira” (Santiago 1:19).
Yo lucho por cultivar un regocijo en Cristo, en su sabiduría, en su poder, justicia y amor que satisfacen mucho más que los placeres de los elogios humanos, con la meta que, por el Espíritu, me será concedido el milagro del perdón propio en la admiración de Cristo, y en el amor hacia la gente.
Finalmente, a menudo frecuento leer las obras de aquellos escritores antiguos que conocieron a Dios llegando a las profundidades que la mayoría de la gente es incapaz de alcanzar. Uno de estos escritores es Jonathan Edwards quien al describir la humildad; despierta los más profundos deseos en mí, por ejemplo, cuando él le escribe a la Sra. Peperell en Noviembre 28 de 1751, acerca de Cristo.
El en verdad posee la infinita majestad, para inspirarnos reverencia y adoración, sin embargo esa gloria no debe asustarnos, porque la presenciamos acompañando la humildad, la mansedumbre y la dulce condescendencia. Podemos sentir la más profunda reverencia y humildad, sin embargo nuestros corazones serán llevados dulce y poderosamente a la intimidad libre, confidencial y deliciosa. El temor, tan natural inspirado por su grandeza, desaparece por la contemplación de su amabilidad y humildad, mientras que la familiaridad, la cual aparece desde este contexto del amor característico de su carácter, hace que este temor se evite por la conciencia de su infinita majestad y gloria; y la vista de todas sus perfecciones unidas; nos llena con la dulce sorpresa y la confianza humilde, en el amor reverente y la deliciosa adoración (Obras, Vol. 1 (Edinburgh: El estandarte de la verdad), p. cxxxix)
Desando olvidarme y atesorar a Cristo y amarte.
Pastor John
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