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English: Compromising Truth and Practice

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Por Walter Chantry sobre Cultura
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Antes de que Jesús ascendiera a los Cielos, le dijo a Sus discípulos: “Recibiréis poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la Tierra.” (Hechos 1:8). Ser testigos de quién era Jesús y lo que nos enseñó tenía que ser intercultural. Como Sus discípulos se enfrentaban a nuevos cambios sociales y culturales, se esperaba que se aferraran rápidamente a la fe y a la rectitud, para poder ser las luces brillantes de Su reino en todo el mundo.

En la actualidad, están teniendo lugar cambios rápidos en todo el mundo, dentro de los cuales debemos llevar a cabo nuestra Gran Comisión. El mundo sigue marcado por hombres que son “amantes de sí mismos”, “amantes del dinero” o “amantes del placer” en vez de ser “amantes de Dios” (2 Tim.3) Estas tendencias de la naturaleza humana degradada, constantemente encuentran nuevas maneras de manifestarse en cada sociedad de la tierra. Allí adonde abunda el pecado es donde existe una necesidad extrema que los testigos de Jesús sean contraculturales.

Los cambios sociales en América son tan rápidos, que muy pocos se dan cuenta de la presión que ejercen sobre los Cristianos y sus iglesias. En los últimos cincuenta años, incluso el sentido de pertenecer a una comunidad ha desaparecido en gran medida. La atracción que causan las zonas rurales lleva a algunos Cristianos a construir casas bonitas, cerca de campos y arroyos. Pero, a veces, encuentran empleos que están a horas de distancia de esas casas. Al mismo tiempo, una iglesia que satisfaga sus necesidades puede estar a una hora o más de trayecto, en sentido contrario al lugar de trabajo.

Como no hay una planificación adecuada que mida esas consecuencias, son muy pocos los fieles que pueden asistir a los servicios de la iglesia en forma habitual. Simplemente, esto les demandaría más tiempo de viaje, que el tiempo que estarían en la asamblea de los santos. Las iglesias cancelan las reuniones de oración, porque a la mayoría les resulta poco práctico asistir ahora. En consecuencia, en vez de tres o cuatro sesiones de enseñanza de la Palabra de Dios, el número se reduce a una por semana. Esto ocurre en un momento en el que necesitamos predicar más, no menos. Constantemente, los niños aprenden, por experiencia y por el ejemplo de sus padres, que ir a la iglesia más o menos una vez por semana es normal.

Algunos suplementan sus dietas espirituales escuchando a sus predicadores favoritos por medio de CD s, iPod s, o en línea. Con frecuencia, hacen intercambio de ideas en blogs o mediante otros contactos computarizados anónimos. A veces, estos hábitos reemplazan la costumbre de congregarse (Hebreos 10:25), como ordenan las Escrituras. Pero, las transmisiones electrónicas no pueden igualar la presencia del Espíritu Santo en una congregación de santos. Además, se dejan de lado importantes aspectos de exhortaciones y asistencia pastoral.

Hace cincuenta años, ese aislamiento y falta de testimonio en la comunidad de uno no era común. Es mucho más difícil ser testigos viviendo en una casa con poco más de un dormitorio, un cuarto para la computadora, y quizás, con una sala de estudios familiar, y al mismo tiempo pasar innumerables horas en las carreteras viajando de aquí para allá.

Otro cambio, del que muchos no se dan cuenta que nos presiona, es la inmensa variedad de enseñanzas dentro de los círculos evangélicos. Como los Cristianos enseñan varias doctrinas se piensa que no tiene ninguna importancia en qué grupo de doctrinas creemos. No queremos discutir las enseñanzas conflictivas entre “nosotros cuando deseamos la unidad entre el disminuido número de Cristianos en nuestra nación. Resulta muy satisfactorio ser muy inclusivos para aumentar nuestros números. Con esa actitud liberal, las doctrinas, a las que debemos aferrarnos como algo precioso, se abandonan frecuentemente.

El Catolicismo Romano, desde hace tiempo, ha afirmado que sigue otras autoridades además de las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. En contraste, el Protestantismo, en el tiempo de la Reforma, plantó su bandera con la inscripción “Sólo las Escrituras”. Es esencial, para la naturaleza misma de nuestra herencia Protestante, que cada artículo sobre la fe y el comportamiento cristianos se establezca sobre las bases de las enseñanzas de las Escrituras. Primero, Timoteo 3:17 enseña que las Escrituras hacen a los hombres de Dios “perfectos, totalmente equipados para toda buena obra”. Martin Lutero confesó valerosamente esta base del pensamiento protestante en la famosa frase.” Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios”. No obstante, en la actualidad, numerosos Cristianos carismáticos se aferran a fuentes de revelación diferentes a la Biblia, sin embargo pretenden ser Protestantes o Protestantes Reformados; muchos lo aceptan como si “Sólo las Escrituras” fuera un elemento no esencial de nuestra teología.

El dispensacionalismo es otra forma de teología, desarrollada siglos después de la Reforma. En el siglo dieciséis, durante los conflictos con Roma, los Reformadores insistían que la salvación les llegaba a los pecadores perdidos únicamente por la fe en Cristo sólo. Con el advenimiento del dispensacionalismo, algunos evangelistas empezaron a enseñar que, en otros tiempos a lo largo de la historia, se ofrecía una manera diferente de salvación, que estaba basada en obras y no enfocada en Cristo. Hoy día, muchos enseñan que los judíos se pueden salvar sin fe en Cristo y sin bautismo en Su iglesia. La salvación, solamente por medio de la fe en Cristo sólo, es únicamente para los gentiles. A pesar de todo, hay consentimiento entre aquellos que sostienen tales enseñanzas y se llaman a sí mismos Reformadores o Protestantes, aunque esas enseñanzas sean ajenas a la Reforma. ¿Es esta cuestión un desacuerdo menor para dejarlo de lado y así poder tener una comunión y cooperación cristiana más amplia?

Empecemos por preguntarnos cuáles son los principios determinantes de la tradición reformadora. ¿Cuáles son las cuestiones vitales de las que somos testigos?

Las iglesias no sólo están perdiendo su testimonio mediante la adaptación a nuevas tendencias entre los “evangelistas”, sino que también están transformándose, en conformidad con el mundo. Se está reestructurando nada menos que el orden clerical, para complacer a la siempre insistente voz del feminismo. El apóstol dijo: “No permito que la mujer enseñe al hombre y ejerza autoridad sobre él” (1 Tim.2:12). Numerosas denominaciones “Reformadas” hacen “diáconos” a las mujeres, como hacían los liberales hace años. En el pasado, cuando ocurrían estos cambios dentro de las iglesias, el siguiente paso a seguir era la aceptación de mujeres en calidad de ancianas. Cuando las actitudes seculares significan tanto en la iglesia Reformada de Roma y de Norteamérica, aquellos que tienen una postura favorable hacia los homosexuales también empiezan a presionar a la iglesia. La tendencia es hacer silencio sobre Génesis 19, Romanos 1 y 1 Corintios 6. Después de todo, hay tanto todavía en la Biblia para enseñar, ¿porqué no descartamos lo que se expresa allí? ¿Habrá un testimonio permanente para los homosexuales? O ¿habrá un ocultamiento antes de que la sociedad reclame también por esto?

Hay cambios constantes dentro y alrededor de las iglesias. Entre los años 1875-1930, se produjeron grandes cambios cuando el liberalismo absorbió numerosas secciones de las, entonces llamadas, iglesias Reformadas. Desde 1950 hasta ahora, se produjo una renovada enseñanza de” Sólo las Escrituras”. Sólo Cristo, sólo fe, sólo gracia y sólo la Gloria de Dios. ¿Seguirá siendo ésta nuestra posición? Ya se están haciendo concesiones.

¿Qué nos tendrá guardado el destino? ¿Seremos testigos? ¿Cuánto de la persona, la obra, las enseñanzas de Jesús es vital para nosotros? ¿O para nuestra iglesia?

“Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fueras del mundo, el mundo amaría lo que es suyo. Pero no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia” (Juan 15: 18-19). Y algunas veces, también las iglesias van a despreciar nuestra posición.


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