Cuándo No Debemos Creer en un Ángel
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Falsa Enseñanza
Una parte de la serie Galatians: Broken by His Cross Healed by His Spirit
Traducción por Maria del Carmen Zanassi
Gálatas 1:6-10
“Me maravilla que hayáis abandonado tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente – que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero, si aún nosotros o un ángel del cielo os anunciáramos otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema. ¿Busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres no sería siervo de Cristo”.
La verdad que subyace en este pasaje es que hay un solo evangelio. Hay tres manifestaciones que se desarrollan a partir de esta verdad, es trascendental que las escuchemos y que creamos en ellas, porque nada las ha cambiado desde los tiempos de Pablo hasta la actualidad. La primera es que sorprende cuando una persona escucha el evangelio y cree, pero después se aparta de él (1:6-7). La segunda es que el que rechaza el evangelio es condenado por Dios, ya sea un ángel o un apóstol (1:8,9). La tercera es que el siervo del evangelio busca agradar únicamente a Dios, no a los hombres.
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Hay un solo Evangelio
El texto no define al evangelio, lo que lo define es el resto del libro. Por lo tanto no nos concentraremos en su contenido sino en su trascendencia. En primer lugar, la verdad fundamental de este pasaje. Hay un solo evangelio. En el versículo 6, Pablo dice que los Gálatas se están alejando para seguir un “evangelio diferente”. En el versículo 7, Pablo corrige una falsa impresión. No quiso decir que hay varios evangelios posibles y que ellos simplemente eligieron uno entre las diferentes opciones. En el versículo 7, dice precisamente: “En realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio”. Este versículo es muy claro: No hay otro evangelio que no sea el que él les predicó y el cual recibieron. Como los versículos 6 y 7 lo aclaran, hay quienes presentan sus ideas como evangelios, pero esas son perversiones.
Las consecuencias de este texto son muy importantes para nuestro tiempo. El texto es una negación radical y directa de un pluralismo que dice que todos tomamos diferentes caminos que nos conducen al cielo, pero que nuestro punto de llegada es el mismo. Hay formas populares de este universalismo, hay formas técnicas y académicas, pero no hay un universalismo bíblico – es decir, no hay una enseñanza bíblica que establezca que una persona que rechaza el evangelio se pueda salvar. Además del Cristianismo, hay otras religiones, además de Jesucristo hay otros líderes, pero no hay otro evangelio, no hay otras buenas nuevas de salvación.
Lo que hace tan poderosa a esa verdad fundamental en este texto es que ese “evangelio diferente” en las iglesias de Galacia no era una religión de otra región. Era una falsificación cercana a lo real. El versículo 7 manifiesta que los que pervertían el evangelio eran cristianos creyentes. Probablemente, pertenecían a la iglesia de Jerusalén y conocían a sus líderes (2:12). Este “evangelio diferente” no era de la clase del budismo, hinduismo o islamismo. Era una distorsión interna. Lo promovieron los hombres que se llamaban a sí mismos “hermanos” cristianos (2:4)
Otra consecuencia de los versículos 6 y 7 es que la madurez doctrinal no es un lujo para Bethlehem. Es una necesidad. Si un “evangelio diferente”, que no es evangelio sino solo una deformación, puede originarse dentro de la iglesia debemos tener el propósito de ser rigurosos y sagaces en nuestro conocimiento doctrinal. En 1 Corintios 14:20, Pablo dijo: “Hermanos, no sean como niños para juzgar; séanlo para la malicia, pero juzguen como personas maduras”. Gálatas es uno de los mejores libros de la Biblia para ayudarnos a refinar y clarificar lo que significa la esencia del evangelio, la cual no se puede reemplazar ni alterar. Hay un modelo trágico en las iglesias y en la historia. La renovación irrumpe en una iglesia o una era a través de encuentros nuevos con el evangelio y el Espíritu. Los corazones se colman del amor de Cristo y las palabras rebozan de alabanzas. Se genera preocupación por el evangelismo y la justicia. En todas las inspiraciones gloriosas del corazón se origina una avidez por el perfeccionamiento doctrinal. Una doctrina clara requiere del pensamiento y el pensamiento es el enemigo del sentimiento, por lo tanto se lo rechaza. Se ha extendido el sentido de que el Espíritu Santo protegerá a la iglesia de todo error, por lo tanto, se considera que el estudio y el pensamiento afectan la alegría y la fe. Lo que resulta de esto es que, durante una generación, surgen personas cuya comprensión de las enseñanzas bíblicas es tan confusa e imprecisa, que son blancos fáciles para la herejía en Galacia. Esto se origina justamente entre ellos. En Hechos 20:30, Pablo le dijo a los ancianos de Éfeso: “De entre vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos”. En el versículo 27, dice que él cumplió en prepararlos “al declararles todo el propósito de Dios”. Espero poder decir lo mismo de Bethlehem algún día. “No rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios”.
La verdad fundamental del pasaje (Gálatas 1: 6-10) es que no hay otro evangelio. Las dos consecuencias que tenemos que entender son que el universalismo está equivocado (no hay muchos caminos que llevan al cielo, solamente hay uno) y que el cuidado riguroso por la claridad y la fidelidad doctrinal es fundamental en el largo camino de la vida de la iglesia.
Apartarse es Sorprendente
La primera de estas tres afirmaciones, que surgen de esta verdad fundamental, es que resulta sorprendente que una persona primero crea en un evangelio y luego se aleje de él. En el versículo 6 Pablo dice: “Me maravillo que abandonéis tan pronto al que os llamó, por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente”. En este versículo se encuentran dos razones implícitas de porqué es sorprendente que se vuelvan a otro evangelio.
La primera razón: se alejan del llamado de Dios. “Abandonáis al que os llamó”. No es solo una doctrina o una idea lo que rechazan. No sean víctimas del concepto por el cual la inquietud por la doctrina es impersonal. El evangelio es la buena nueva más personal del llamado de Dios. Si siguen un evangelio diferente, se apartan de Dios, y eso es sorprendente. La segunda razón por la cual seguir otro evangelio resulta sorprendente es porque significa apartarse de la gracia. En Gálatas 5:4, Pablo describe lo que está pasando de esta manera: “De Cristo os habéis separado, vosotros que procuráis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído”. Simplemente, Pablo está anonadado porque, poco después de su magnífica descripción de la crucifixión de Cristo por los pecados que habían cometido, ellos siguieron otro evangelio. En 3:1, él dice: “¡Oh, Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, ante quienes Jesucristo fue presentado públicamente como crucificado?”. Pueden imaginarse a Pablo de vuelta en Antioquía, escuchando atónito los informes sobre las iglesias de Galacia que se apartan de Dios y de la gracia de Cristo, tomándose la cabeza con las manos y preguntándose si su trabajo fue en vano. Sorprendía en ese entonces y sorprende hoy que cualquiera que escuche la mejor noticia del mundo (Dios nos ofrece esperanza y perdón plenos y sin límites) se vuelva a otro evangelio, que no es evangelio en absoluto.
El rechazo conduce a la condenación de Dios
La segunda afirmación que surge de la verdad fundamental que establece que no hay otro evangelio es que el rechazo del evangelio pone a una persona bajo la condenación de Dios. Los versículos 8 y 9 dicen: “Si aún nosotros o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. Como hemos dicho antes, también repito ahora, si algunos os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema”. La palabra que se repite es anatema (condenado). Cuando a una persona se la considera anatema, se la separa de Cristo (Romanos 9:3) y se la condena al castigo eterno. En 2 Tesalonicenses 1:9, Pablo dice que aquellos que no obedecen el evangelio de Nuestro Señor Jesús “sufrirán el castigo de la destrucción eterna, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”.Cuando una persona rechaza el evangelio, que es el legado sin límites y misericordioso del perdón de Dios y su reinado, permanece bajo la condenación divina por sus pecados – la perspectiva aterradora de un tormento que no tiene fin. La razón por la cual dije que esta condenación permanece en aquel que rechaza el evangelio y no solo en los falsos maestros, de los que hablan estos versículos, es porque Pablo usa la misma palabra en 1 Corintios 16:22. “Si alguno no ama al Señor, que sea anatema”.
Pablo no considera al evangelio como un algodón de azúcar. No ofrece sonrisas empalagosas para la polémica y dice: “A cada uno lo suyo”. Para Pablo, el evangelio de Cristo es el punto en el cual la impresionante vida de Dios toca la vida de este vil mundo de pecado. Cuando esa oferta de gracia eterna dirigida a criaturas que no lo merecen absolutamente, como nosotros, se rechaza o se pervierte para satisfacer nuestro orgullo, alguien, en algún lugar, debe estar enfurecido por este crimen abominable. Tenemos que meditar mucho sobre el horror que significa rechazar el evangelio. Satanás hace todo lo posible en la televisión y en la radio para crear en nosotros una mente tan trivial, tan banal, tan insignificante y tan mundana que nos encontramos incapaces de darnos cuenta lo aterradora que es la palabra anatema. Tenemos que resguardarnos del entretenimiento que nos bombardea con la negación de la eternidad. Tenemos que cultivar una imaginación infantil y pura que escuche la palabra anatema de la misma manera que un niño, por primera vez, escucha el estruendo de un trueno, siente un terremoto o experimenta una tormenta en el mar. La Biblia no nos revela la condenación eterna de Dios de una manera que nos aburra y demos vuelta la página. La ira de Dios se revela para sacudir a los no creyentes y sacarlos de su estupor, alejar la arrogancia del camino de los cristianos y despojarlos de su orgullosa manera de hablar. No traten los versículos 8 y 9 superficialmente tan aprisa. Hay mucho que queda allí de humildad, de aleccionador y santificante. Mediten estas cosas con tranquilidad.
Buscar Complacer a Dios, no a los Hombres
Finalmente, la tercera afirmación que surge de la verdad fundamental que hay un solo evangelio es que el siervo del evangelio busca complacer a Dios, no a los hombres. Versículo 10: “¿Busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo”. En los versículos 8 y 9 Pablo había dicho algo que no le haría ganar muchos amigos. A la mayoría no le agrada escuchar a alguien hablar de condenación eterna. En el versículo 10, Pablo da cuenta de la razón por la cual está dispuesto a hablar de esa manera. La razón es que en su lista de prioridades, lo primero es servir a Cristo y no agradar a la gente. Cuando se pervierte el evangelio hay dos cosas que están en cuestión: Una es la gloria de Cristo y la otra es la salvación de los pecadores. Si se desvía el evangelio, se deshonra la absoluta suficiencia de la obra de Cristo y se obstruye el camino de los pecadores a la salvación. Por consiguiente, para servir a Cristo – acrecentar su gloria y lograr su propósito de salvación- Pablo tiene que oponerse a la perversión del evangelio con toda su fuerza, le guste o no a la gente. Para la gloria de Cristo (6:14) y por el bien de aquellos que aún creen en el evangelio (2:5), Pablo está dispuesto a hablar de una verdad desagradable.
La lección que debemos aprender del versículo 10, no es que cuanto más se desagrada a la gente más espiritual se es. Enajenar a la gente, nunca fue el objetivo de Pablo. Por el contrario, en 1 Corintios 10:31f, dice: “Hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis motivo de tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios, así como también yo procuro agradar a todos en todo, no buscando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos”- En Romanos, 15:2f, él dice: “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación; pues ni Cristo se agradó a sí mismo, como está escrito: ´Los vituperios de los que te injuriaban cayeron sobre mí’”. En otras palabras, es bueno agradar a la gente siempre que sea un medio para su salvación, su edificación y para la gloria de Dios. Esto requiere un corazón de una sabiduría espiritual profunda para saber cuándo enojarse y decir: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos!”, y cuando llorar y decir: “Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus pollitos bajo sus alas, y no quisiste”. “Qué vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada persona” (Colosenses 4:6).
Para mí, la consecuencia más apasionante del versículo 10 es esta: La plenitud del señorío de Dios es gloriosamente liberadora: Me libera de la preocupación de agradar a las personas aquí y allá. Trae unidad e integridad a mi vida. Cuando se vive para agradar solo a una persona, todo lo que uno hace está integrado porque se relaciona con una persona. ¿Voy a ver esta película? ¿Leo este libro? ¿Compro esto? ¿Acepto este trabajo? ¿Salgo en esta fecha? ¿Me caso con esta persona? Qué liberación se siente al saber que hay solo una persona a quien agradar en cada decisión de la vida –Jesús. A veces, agradarle a Él, le va a agradar a otros. Otras veces no, y eso va a doler. Pero la alegría profunda de una vida resuelta vale la pena.
Para resumir: La verdad fundamental de este pasaje es que el evangelio es uno y solo uno. Por lo tanto, resulta sorprendente alejarse de él – alejarse del llamado de Dios y alejarse de la gracia en Cristo. No solo es sorprendente, es trágico – porque la persona que rechaza el evangelio es anatema, condenada y apartada de Dios. Pero, por otro lado, si aceptan el único evangelio verdadero, no solo Dios perdona todos sus pecados, sino que sus vidas se colman de una apasionante unidad, integridad y libertad porque solo hay una persona a la cual agradar, Jesucristo, y Él únicamente desea lo mejor para ustedes.
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