Declaración sobre el divorcio y el nuevo matrimonio en la vida de la Iglesia Bautista Bethlehem

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English: A Statement on Divorce & Remarriage in the Life of Bethlehem Baptist Church

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Por John Piper sobre Divorcio & Nuevo Matrimonio

Traducción por Herta Nava


Esta declaración sobre el divorcio y el nuevo matrimonio es el producto de varios años de estudio y discusión por parte del Consejo de Diáconos de la Iglesia Bautista Bethlehem. La aprobación final del texto actual se produjo el 2 de mayo de 1989. Se debe considerar como la declaración oficial del Consejo que rige a la iglesia bajo la autoridad de Jesucristo y la congregación. Aunque existen aspectos de esta declaración que no forman parte de las convicciones personales de algunos diáconos y pastores, todos estamos de acuerdo es que esta declaración es la guía de la iglesia para la membresía y la disciplina. Con preferencia, debería leerse en conexión con el documento, The Meaning of Membership and Church Accountability (El significado de membresía y responsabilidad en la iglesia).

Contenido

Parte 1

Introducción

El divorcio es doloroso. En el plano emocional, es más devastador que la muerte de un cónyuge. Por lo general, pasan muchos años antes de que se alcance un acuerdo y muchos otros en reajustarse. El trastorno que causa en la vida de las personas es inmenso. El sentimiento de fracaso, culpa y temor son tortura para el alma. Como el salmista escribe, noche tras noche el esposo o esposa se acuesta con lágrimas en los ojos. El desempeño en el trabajo se hace difícil. La gente se aproxima o se aparta con sentimientos de duda y la soledad puede tornarse insoportable. La sensación de un futuro destruido puede consumirlo todo. Las contiendas frente al juez agravan la miseria personal.

Por otra parte, los niños a menudo se encuentran en una situación desesperante. Los padres conservan la esperanza de que las cicatrices no los dejen impedidos o arruinen sus propios matrimonios algún día. Las tensiones sobre la custodia y la manutención financiera profundizan las heridas durante años. Luego están los derechos de visita, incómodos y artificiales, que pueden extender la tragedia durante décadas.

A causa de éstos y muchos otros factores, las personas de corazón sensible lloran con aquellos que lloran y tratan de no agrandar la pena. A veces esta atención se confunde con compromiso. Las personas creen que la preocupación con amor es incompatible con la confrontación, que la ternura de Jesús y la dureza de sus exigencias no pueden ser ambas amor. Pero ciertamente eso no es correcto.

Jesús se preocupaba por los demás de manera extraordinaria. Su enseñanza sobre el divorcio y las nuevas nupcias también era firme: "Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe" (Marcos 10:9). De hecho, la confrontación firme y con amor fundada en las exigencias de Cristo ES una manera de preocuparse por los demás, puesto que una decisión que se basa en el pecado hace tanto daño a una persona como el sufrimiento emocional.

El gran desafío para la iglesia frente al divorcio y el nuevo matrimonio es amar bíblicamente. Juan escribió: "En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos” (1 Juan 5:2). En otras palabras, la prueba de amor verdadero hacia las personas no es solo la compasión de corazón sino también velar que el comportamiento esté conforme a los mandamientos de Dios. El gran desafío es armonizar las lágrimas de compasión con el amor firme de la obediencia. Este acto por sí solo honrará a Cristo y preservará la salud espiritual y poder de la iglesia.

¿Por qué existe una preocupación especial por el divorcio y el nuevo matrimonio?

Existen al menos nueve razones para dedicar un documento especial sobre nuestra posición al respecto.

  1. Las personas que llegan a Bethlehem quieren saber cuál es nuestra postura con respecto a este tema.
  2. En la misma iglesia, la gente necesita claridad sobre lo que piensa el liderazgo y cuál es la posición de la iglesia.
  3. El divorcio involucra un pecado mucho más destructivo que otros. El daño que causa un matrimonio destruido a los cónyuges, los niños y la red de relaciones los rodea es inmenso.
  4. El divorcio se expone a la luz pública debido a que nuestra sociedad considera que se debe tratar en las cortes civiles.
  5. El matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio involucra votos solemnes y una unión física sagrada que no se da en ninguna otra relación.
  6. Entre todas las relaciones, el matrimonio tiene un carácter único puesto que está apartado por Dios para mostrar al mundo la relación entre su Hijo y su novia, la iglesia (Efesios 5:21-33). Por lo tanto, entre todos los vínculos humanos, la ruptura del mismo se convierte en un hecho extraordinario.
  7. El divorcio es parte de ese grupo de hechos que una vez que ocurren son muy difíciles de revertir. Decir "lo siento" puede compensar por muchos pecados contra otra persona. Pero el divorcio y nuevo matrimonio no pueden convertirse en algo correcto de la misma manera.
  8. El divorcio es planificado y con intencionalidad de uno o los dos cónyuges. No es lo mismo que un hábito contra el que uno lucha y tiene sus éxitos y fracasos.
  9. El divorcio ha alcanzado proporciones epidémicas en nuestra cultura al punto que incluso líderes seculares están buscando una manera de promover y preservar la estabilidad del hogar.

¿Es el divorcio o nuevo casamiento aquel pecado que no tiene perdón?

Cuando se empieza a hablar del divorcio de esta manera, es común que las personas pregunten si el divorcio es el pecado imperdonable. La respuesta está en los siguientes textos.

"...y sin derramamiento de sangre no hay perdón" (Hebreos 9:22).

"(Jesús dijo) porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados" (Mateo 26:28).

"...todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados" (Hechos 10:43).

"En verdad os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con las que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que es culpable de pecado eterno" (Marcos 3:28-29.).

"Abandone el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar" (Isaías 55:7).

"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9).

A partir de estas promesas maravillosas aprendemos que el perdón de los pecados está disponible gracias a la sangre derramada por Jesucristo. El perdón está disponible para todos los pecados, sin excepción. El perdón se recibe gratuitamente a través de la confianza en Cristo. Confiar en Cristo implica confesar el pecado como tal y apartarse del mismo para volverse a los caminos de Dios con gozo.

El único pecado que no tiene perdón es aquel que nos negamos a confesar y abandonar. Cometemos pecado imperdonable cuando nos aferramos a un pecado durante tanto tiempo y de manera tan tenaz que ya no podemos confesarlo y apartarnos del mismo. La blasfemia contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31) es la resistencia a su trabajo de convicción al punto que se da por vencido dejando al pecador indefenso por su dureza de corazón.

Ni el divorcio ni el nuevo casamiento son en sí pecados imperdonables peores que el matar, robar, mentir o codiciar. "Todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres". Dios es fiel y justo para perdonar; Él honrará el sacrificio de su Hijo en todos los que confiesan su pecado y ponen su esperanza en la obra de salvación de Cristo.

El perdón NO es incondicional; está condicionado. Esto no quiere decir que se puede ganar. Quiere decir que el perdón es dado a quienes verdaderamente confían en Cristo. La confianza no es un acto por el cual se puede ganar algo sino que coloca la importancia en el valor de la gracia de Dios, no el valor de nuestras obras. Pero la confianza no es una mera aceptación de los hechos bíblicos. Implica una afirmación abundante de la voluntad de Cristo. Por lo tanto, confiar en Cristo implica confesar el pecado y armase para luchar contra el mismo.

Así, la forma más severa de disciplina de la iglesia (la excomunión) nunca es una simple respuesta al pecado pasado. Es siempre una reacción al pecado que una persona continúa afirmando o practicando. Ningún pecado pasado que se ha confesado, abandonado y al que se ha renunciado constituye base para recibir disciplina de parte de la iglesia.

Por lo tanto, el pecado marital se encuentra en la misma categoría que mentir, matar y robar cuando se trata de la disciplina de la iglesia y la membresía. Si alguno ha mentido, matado, robado o se ha divorciado de manera ilegítima, el asunto no es si puede recibir perdón. El asunto es si admite que lo que ha hecho es pecado. ¿Ha renunciado al mismo? ¿Hace lo necesario para corregir la situación?

Si se supiera que una persona de la iglesia afirma que mentir, matar o robar es una conducta apropiada para un cristiano, esa persona sería pasible de recibir disciplina de parte de la iglesia. No es porque ha mentido, matado o robado en el pasado que no puede ser perdonado sino porque camina afirmando en el PRESENTE que lo que es pecado no lo es.

O si una persona estuviera abiertamente planeando mentir, matar o robar con la intención de recibir perdón fácil después, esa persona sería pasible de recibir disciplina de parte de la iglesia.

De esta manera, el divorcio ilegítimo y el nuevo casamiento NO se encuentran en una categoría aparte. No son pecados imperdonables. Cuando se trata de disciplina de la iglesia y membresía, se deben tratar de la misma manera que se tratan otros pecados públicos.

Lo que hace del divorcio y el nuevo casamiento un tema de especial preocupación en la iglesia es que raramente alguien afirmará que mentir, matar y robar es correcto. Sin embargo, las personas a menudo afirman que divorciarse y casarse de nuevo es correcto.

En otras palabras, lo que causa conflicto generalmente no es el hecho de que el divorcio y el nuevo casamiento sean pecados imperdonables sino el hecho de que se reconozcan del todo como pecados, que se deben confesar (si ocurrieron en el pasado) y evitar (en el futuro).

Si una persona ha robado en el pasado y quiere unirse a la iglesia, nadie puede decir que afirmamos que el robo es un pecado imperdonable, siempre y cuando insistamos en que en que esa persona confiese su pecado y empiece a restituir a aquellos que ha defraudado. Un pecado no es imperdonable porque se puede confesar como pecado, renunciar al mismo como opción y corregir sus consecuencias (en lo posible).

Lo mismo sucede con el divorcio ilegítimo o las nuevas nupcias. No debería ser razón para mantener a nadie alejado de la iglesia ni para echarlo de la misma, ni más ni menos que otra persona con una vida pasada de robo. Sin embargo, debe existir una confesión de corazón del pecado cometido, un acto de renuncia y una afirmación de lo que es correcto, al igual que con otros pecados del pasado.

Cuando afirmamos el pacto de la iglesia, no solo afirmamos lo que nos comprometemos a hacer. También afirmamos lo que creemos que debe hacerse. En otras palabras, la membresía en la iglesia es un compromiso que implica compartir convicciones sobre lo que es correcto e incorrecto con respecto a la conducta (pacto de la iglesia) al igual que respecto a la doctrina (declaración de la fe). Sin esta convicción compartida, se pierde la posibilidad de que los unos pidan cuentas a los otros.

Entonces, el punto crucial con respecto el divorcio y el nuevo casamiento en Bethlehem es aquello en lo que podemos estar de acuerdo a partir de la Escritura con respecto a lo que está bien y lo que está mal. ¿Existe divorcio legítimo o nuevo casamiento en términos bíblicos que no sea pecado y que no necesite que lo confesemos y nos apartemos? Si es así, ¿cuáles son las circunstancias que lo definen?

Diversidad de puntos de vista en Bethlehem y la iglesia en general

Entre los miembros de Bethlehem en 1989 no existía unanimidad con respecto a la pregunta sobre qué divorcios y qué nuevos casamientos estarían permitidos bíblicamente. Esta falta de unanimidad es un reflejo de la iglesia evangélica en el mundo.

Los académicos evangélicos no están de acuerdo. John Murray escribió una obra sobre el tema, llamada Divorce (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian and Reformed Pub. Co., 1961). En este libro, Murray defiende que el divorcio y el nuevo casamiento están permitidos bíblicamente cuando el cónyuge ha cometido adulterio o cuando uno de ellos abandona al otro de su propia voluntad y en forma definitiva.

Por otro lado, Heth y Gordon Wenham escribieron un libro llamado Jesus and Divorce (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1984) en el que sostienen que mientras que el divorcio puede ser inevitable a veces, contraer nupcias mientras los cónyuges aún viven es incorrecto. Existen muchos otros libros que defienden ambas posiciones. [1]

Esta falta de consenso actual entre cristianos evangélicos también refleja las posturas históricas que se han adoptado durante siglos. La postura histórica protestante que defendía John Murray se consagró en la Confesión de Westminster (Westminster Confession) de 1647. La sección relevante dice lo siguiente:

En el caso de adulterio después del casamiento, es legal que la parte inocente demande el divorcio y luego del mismo se case nuevamente, como si la parte que ha cometido la ofensa hubiese fallecido. (Artículo 24, párrafo 5) [2]

Es interesante que cuando los bautistas de Inglaterra adaptaron la Confesión de Westminster para su propio uso en la Segunda Confesión de Londres de 1689, este párrafo que permitía el divorcio y nuevo casamiento fue suprimido de la sección sobre el matrimonio. [3]

Todavía más sorprendente e incriminante es el siguiente hecho: "Durante los cinco primeros siglos (entre los cristianos) todos los escritores griegos y latinos a excepción de uno estaban de acuerdo en que el nuevo casamiento luego del divorcio, sea cual sea la razón, era adulterio. El vínculo del matrimonio se consideraba como la unión de ambas partes hasta la muerte de uno de los cónyuges". [4]

Esto es todavía más sorprendente si se considera el hecho de que tanto judíos como romanos de ese tiempo permitían el divorcio y el nuevo casamiento. Los seguidores de Jesús se mostraban firmes contra esta cultura con su prohibición radical del nuevo casamiento. A pesar de este estándar extraordinariamente alto y contrario a la cultura, la iglesia creció como fuego fuera de control durante 400 años.

Muchos de los líderes en Bethlehem comparten este consenso con los primeros cristianos y mantienen que el nuevo casamiento después del divorcio es incorrecto si los esposos aún viven. Los esfuerzos del pastor Piper para entender las enseñanzas bíblicas con respecto al divorcio y el nuevo casamiento lo llevaron a esta conclusión algunos años atrás. [5] Mientras que no considera esta posición como la norma para el personal, diáconos o la iglesia, es la guía para su propio trabajo de consejería, predicación y oficiamiento de matrimonios. De la misma manera, la misma libertad de consciencia se aplica a los demás pastores.

Si queremos ser una iglesia fundada en la Biblia, una iglesia con responsabilidad compartida y una disciplina apropiada, la pregunta que se debe plantear es: ¿en qué convicciones con respecto al divorcio y al nuevo matrimonio podemos coincidir como iglesia para que sean el fundamento de nuestra responsabilidad y disciplina?

Cuando el Pacto de la Iglesia obliga a cada miembro a ser "fiel en sus compromisos" y a "sostener la alabanza, ordenanzas y disciplina (de la iglesia)", ¿qué entenderemos sobre la fidelidad en el compromiso realizado a través de los votos matrimoniales?

La disciplina de la iglesia no se puede basar en las convicciones de un pastor o de un pequeño grupo de líderes. La Biblia dice que un caso de disciplina debe ponerse a consideración "de la iglesia" (Mateo 18:17). Esto quiere decir que bajo la autoridad del Señor, la iglesia es la corte final de apelación en todo asunto de disciplina. Esto solo es posible si el liderazgo y la iglesia están de acuerdo en gran parte con el asunto en cuestión.

No se puede pedir a nadie en posición de liderazgo que actúe en contra de su consciencia (Romanos 14). Por lo tanto, cada pastor enseñará, aconsejará y oficiará matrimonios de acuerdo a su convicción personal dentro de los parámetros de esta declaración. Sin embargo, en lo que se refiere a membresía y disciplina en la iglesia, debemos estar de acuerdo en un nivel de expectativa en las relaciones conyugales que ninguna persona en Bethlehem pueda violar mientras que sea un miembro en regla.

En otras palabras, lo que necesitamos es una declaración sobre la clase de divorcio y nuevo casamiento que la iglesia, como cuerpo interesado y responsable, considere como claramente fuera de los límites de lo aceptable bíblicamente.

Aclaremos nuevamente lo que se ha dicho anteriormente: NO existe divorcio o nuevo casamiento pasado que constituya en sí motivo de disciplina de parte de la iglesia. Ninguno de los miembros de Bethlehem que están divorciados o casados nuevamente será disciplinado automáticamente porque su divorcio y nuevo casamiento caen en una categoría que se considera no bíblica en la presente declaración. Una expresión de genuino arrepentimiento por el pecado cometido es todo lo que se necesita para resolver el asunto y hacer de la persona un miembro en regla.

Inclusive si una persona que ya es miembro de Bethlehem entra en la pequeña minoría que no puede cumplir ni siquiera con las expectativas mínimas de esta declaración, no será sujeta a disciplina o exclusión de la membresía por esa razón, debido a que se unió a la iglesia durante un tiempo en el que no se le hizo conocer estas expectativas. Nuestra oración es que todos los hermanos y hermanas divorciados y casados de nuevo estarán de acuerdo en afirmar esta declaración con gusto ya sea porque creen que su situación fue legítima bíblicamente o porque ahora ven que no lo era y están genuinamente arrepentidos de esta situación pasada..

Parte 2

Reglas generales para la responsabilidad compartida

El matrimonio es una relación humana dispuesta e instituida por Dios (Malaquías 2:14-16). [6] Su diseño original era un hombre y una mujer unidos por un pacto y en una unión de carácter sexual de por vida (Génesis 2:23-4). La relación era un misterio que simbolizaba de forma física la relación entre Dios y su pueblo (Efesios 5:21-33; Isaías 54:5; Óseas 2:14-23; Ezequiel 16; Jeremías 3:20). Por lo tanto, Dios detesta el divorcio por las consecuencias que tiene en las personas y en la gloria de su propio pacto con la iglesia.

Sin embargo, debido al engaño, el poder del pecado y los remanentes de corrupción en nuestros propios corazones, el divorcio todavía ocurre en las vidas de algunos cristianos. Una persona cristiana madura puede ser traicionada por un cónyuge desobediente o no creyente. Dos creyentes que profesan la fe pueden alejarse tanto del Señor que no reconozcan más en sus corazones la autoridad del Señor Jesús o la naturaleza vinculante de su pacto de matrimonio.

La iglesia, como familia espiritual con un compromiso radical con Cristo y amor sincero los unos por los otros, debe estar lista para ministrar perdón, sanidad, reprensión, disciplina, corrección y restauración a sus miembros siempre que sea apropiado. Las reglas generales de nuestra convivencia se encuentran en el Pacto de la Iglesia y los Reglamentos de la Iglesia y se explican en el documento: "THE MEANING OF MEMBERSHIP AND ACCOUNTABILITY IN BETHLEHEM BAPTIST CHURCH." Se necesitan reglas específicas con respecto al divorcio y nuevo casamiento y éstas se indican a continuación.

Las siguientes reglas deben leerse bajo la luz y el espíritu de las páginas introductorias precedentes.

Es necesario tomar en cuenta que para muchos de nosotros en la iglesia, representan una exigencia mínima de lo que se espera de los cristianos y una flexibilización de los estándares bíblicos. Incluso los que afirmamos que su base es enteramente bíblica podemos imaginar a una pareja de casados que han evitado previamente el divorcio gracias a la convicción de que sería contrario a la Escritura, que ahora se animan a hacerlo porque ven una "salida" en alguna de las declaraciones siguientes. Ninguno de nosotros quiere que estas reglas promuevan el divorcio o debiliten el compromiso que Dios quiere que tengamos con nuestro pacto de matrimonio.

Para promover la lectura conciente y aplicación cuidadosa de las declaraciones siguientes, incluiremos notas que muestran las diferencias entre nosotros. De esta manera, evitaremos dar la impresión de que todas las declaraciones son consideradas como posiciones ideales.

Las reglas

1. Un creyente y un no creyente no deberían unirse en matrimonio (1 Cor. 7:39; 2 Cor. 6:14-15).

2. Puesto que la muerte rompe vínculo del matrimonio (Rom. 7:2-3; 1 Cor. 7:39), el nuevo matrimonio es permitido sin pecado a un creyente viudo o viuda si el matrimonio es con otro creyente.

3. El divorcio se puede permitir cuando uno de los cónyuges abandona la relación, comete adulterio o cuando existe peligro debido al abuso (1 Cor. 7:15; Mateo 19:9; 1 Cor. 7:11). [7] Aquí no estamos hablando del nuevo matrimonio (ver #4 y #5). Simplemente reconocemos que existen ocasiones en las que la Biblia permite la separación.

Algunos de nosotros queremos enfatizar que el "divorcio" en esta declaración no debería implicar un fin definitivo y permanente de la relación mientras que los esposos están vivos y no se han casado nuevamente. Incluso luego de largo tiempo de separación y enemistad, la reconciliación puede suceder, al igual que el pueblo de Dios regresó al Señor luego de ciertos períodos de caprichos (Óseas 2:14-23). Otros entre nosotros queremos resaltar que el divorcio definitivo está permitido en ciertos casos y éste deja al cónyuge que ha sido abandonado o abusado libre para casarse nuevamente (ver #5).

Queremos enfatizar que todos estamos de acuerdo en que la frase "podría permitirse" incluye la posibilidad de que una indagación revele que el cónyuge abandonado se involucró en comportamiento inadecuado que provocó la partida del otro cónyuge, de modo que un cambio es necesario en el hogar en lugar de un divorcio.

Además, queremos enfatizar que el perdón y la reconciliación entre esposos que han pecado es preferible a la separación o el divorcio, incluso cuando ha habido adulterio. Esto se puede inferir del texto en Mateo 18:21-22: "Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mi que yo haya de perdonarlo? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete". (Ver Lucas 17:3-4)

4. Se puede considerar que el nuevo casamiento del cónyuge agraviado y divorciado rompe con el vínculo del matrimonio anterior de manera que el cónyuge que no se ha casado y cuyo comportamiento no justificó el divorcio en términos bíblicos, podría quedar libre para casarse nuevamente con un creyente (Mateo 19:9), si él o ella ha confesado todos los pecados conocidos en el divorcio y ha hecho un progreso significativo para vencer cualquier comportamiento o actitud destructiva.

Aquellos que tenemos estándares más estrictos para el nuevo matrimonio reconocemos las diferencias de convicción sinceras en la iglesia por lo que consentimos en estos momentos no hacerlos normativos para todo el cuerpo. Otros entre nosotros que consideramos esta cuarta declaración totalmente bíblica, respetamos a aquellos con una interpretación más estricta y no exigimos ni esperamos que actúen en contra de sus conciencias de ninguna manera cuando se trata de asistir, apoyar o llevar a cabo actos de matrimonio que consideran contrarios a la Escritura.

Todos nosotros exhortamos a cada miembro que contempla un nuevo matrimonio a embarcarse en oración y a estudiar todas las Escrituras pertinentes, con el único propósito de glorificar a Dios a través de una obediencia completa a su palabra. Se deben considerar con juicio los argumentos en contra y a favor del nuevo matrimonio.

Más aún, queremos afirmar lo bueno y bello de una vida de castidad al servicio de Dios tanto antes como después del matrimonio. Se recomienda en 1 Corintios 7:7, 11,32-35, y se resalta con los ejemplos de Jesús, Pablo y cientos de otros grandes santos que no se casaron.

5. Luego de haber realizado esfuerzos serios para reconciliarse, los cónyuges a los que nos referimos en la regla #3 pueden, junto con el liderazgo de la iglesia, considerar sus matrimonios como disueltos sin posibilidad de reconciliación. En tales casos, el nuevo matrimonio podría ser un paso legítimo, si se ha considerado que esto cortaría toda posibilidad de reconciliación que Dios podría aún estar dispuesto a producir.

Esta regla es para algunos de nosotros la concesión más difícil de hacer. El nuevo matrimonio luego que uno de los cónyuges divorciados se casa de nuevo (ver #4) tiene al menos a su favor que la posibilidad de reconciliación fue cortada antes definitivamente. Pero mientras que el cónyuge todavía no se vuelto a casar y está con vida, la reconciliación todavía es posible bíblicamente. Esto hace muy difícil para algunos de nosotros el consentir un paso que definitivamente separa lo que Dios dispuso como permanente y que todavía podría ser permanente (1 Corintios 7:10-11).

Otros creemos que 1 Corintios 7:15 ("...si el que no es creyente se separa, que se separe; en tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz") da libertad al cristiano para casarse de nuevo si es abandonado. También creemos que el negar la posibilidad de casarse de nuevo pone una tensión injustificada en la castidad de la persona divorciada que puede no tener el don de la castidad (1 Corintios 7:7).

Pero todos estamos de acuerdo en que se deben hacer serios esfuerzos para la reconciliación, incluyendo la intervención de la iglesia si es necesario, antes de que cualquier cónyuge separado se resigne al solterío o quede libre para casarse nuevamente.

6. Los cónyuges agraviados a los que nos referimos en #3 (que eran culpables de abandono, adulterio o abuso) deben arrepentirse y reconciliarse con Dios y con sus cónyuges (1 Corintios 7:11; 1 Juan 1:9). Si es muy tarde porque sus cónyuges se han casado nuevamente, deberían mantenerse solteros(as) porque dejaron su primer matrimonio sin justificación bíblica (Mateo 19:9; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:11).

7. Si un segundo matrimonio termina en muerte o divorcio, en este caso al viudo(a) no le es permitido regresar al primer matrimonio (Deut. 24:1-4).

8. Las personas que se vuelven a casar después de divorciarse renunciarán a las posiciones de liderazgo oficial en Bethlehem que corresponden a los roles de ancianos o diáconos (1 Tim. 3:2, 12).

9. El tiempo que ha pasado y el cambio de situación de no creyente a creyente no afecta la aplicación de las reglas para el divorcio y nuevo casamiento (Ver Mateo 19:4-6 que resalta que los matrimonios perdurables son parte del plan de Dios para toda la creación humana, no solo para las personas redimidas).


[1] Por ejemplo, en la corriente más indulgente sobre el nuevo matrimonio tenemos a Larry Richards, Remarriage: A Healing Gift from God (Waco: Word Books, 1981); y en el lado más estricto a J. Carl Laney, The Divorce Myth (Minneapolis: Bethany House Publishers, 1981); y Geoffrey W. Bromiley, God and Marriage (Grand Rapids: Eerdmans Publishing Co., 1980).

[2] Se encuentra en Philip Schaff, Creeds of Christendom, vol. 3, (Grand Rapids: Baker Book House, 1977), p. 656.

[3] Ver William Lumpkin, ed. Baptist Confessions of Faith (Valley Forge: Judson Press, 1959), pp. 284-5.

[4] La evidencia se encuentra compilada en Heth and Wenham, Jesus and Divorce, pp. 19-44. La cita se tomó de la p. 22. Algunos de los escritores con esta perspectiva son Hermas, Justino Mártir, Atenágoras, Teófilo de Antioquia, Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano, Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno, Teodoro de Mopsuestia, Juan Crisóstomo, Ambrosio de Milán, Jerónimo, etc. Una excepción fue Ambrosiaster.

[5] El resumen de ese estudio se puede leer en "DIVORCE AND REMARRIAGE: A Position Paper" (21 de julio de 1986), disponible en la oficina de archivos de la iglesia. De la misma manera, Tom Schreiner, miembro de la iglesia y profesor de la escuela dominical en Bethlehem y profesor en el Seminario de Bethel llegó a la misma conclusión independientemente. Su estudio lleva por nombre "DIVORCE AND REMARRIAGE: BIBLICAL AND PASTORAL CONSIDERATIONS."

[6] "Porque el Señor ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto. Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así. Prestad atención, pues, a vuestro espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud. Porque yo detesto el divorcio -- dice el Señor, Dios de Israel, y al que cubre de iniquidad su vestidura -- dice el Señor de los Ejércitos --. "Prestad atención, pues, a vuestro espíritu y no seáis desleales".

[7] Nota: No todos nosotros queremos utilizar Mateo 19:9 como justificación para esta declaración, puesto que creemos que la "cláusula de excepción" en este verso ("excepto la falta de castidad") se refiere a la fornicación y no al adulterio y tiene la intención de exonerar a aquellos que, como José en Mateo 1:19, rompen el compromiso debido a la infidelidad del otro. Otros creemos que se refiere al adulterio en el matrimonio y que tiene la intención de exonerar a aquellos que se divorcian y se vuelven a casar luego que el cónyuge ha sido infiel y no ha habido arrepentimiento.


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