Dios, engrandece mi amor por Ti
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Carlos Diaz
Todo comienza con deleite. La vida cristiana que el Nuevo Testamento describe simplemente no puede vivirse si nuestros corazones no aman y atesoran a Dios.
- Nadie vende todo lo que tiene por un campo, a menos que éste contenga un tesoro mucho más valioso (Mateo 13:44).
- Nadie abandona el pecado para confiar y obedecer a Jesús, a menos que su salvación proponga mayor placer que el pecado (Lucas 19:8-10).
- Nadie querrá -y nadie puede- acercarse a Dios sin creer que Él recompensa ricamente a aquellos que le buscan (Hebreos 11:6).
- Nadie cuenta su propia rectitud como pérdida, a menos que crean que la rectitud de Jesús es lo único que le otorga la alegría inexpresable de conocer al Padre (Filipenses 3:9-10).
- Nadie deja sus “casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras” por causa de Jesús sin el incentivo de una recompensa mucho más grande (Mateo 19:29).
- Nadie sufre voluntariamente por causa de Jesús, a menos que crea que sus angustias no son dignas de ser comparadas con el peso eterno de gloria que le espera (2 Corintios 4:17).
- Nadie acoge voluntariamente el martirio por causa de Jesús, a menos que considere la muerte como una ganancia (Filipenses 1:21).
Lo que conduce la vida cristiana es el gran gozo puesto ante nosotros (Hebreos 12:2), causándonos que olvidemos lo que yace atrás y avanzar hacia la meta por el premio eterno de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:13–14). El enfoque del cristiano hacia la vida es obtener la resurrección de la muerte “por cualquier medio posible” (Filipenses 3:11). Cueste lo que cueste.
Y sólo podemos vivir de esta forma cuando la Resurrección y la Vida es el deleite principal de nuestros corazones (Juan 11:25). Porque es imposible adorar con todo nuestro corazón a alguien con el que nuestro corazón no se deleite (Lucas 12:34).
Cada acto de obediencia hacia Dios, incluyendo amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y amar a nuestros enemigos, depende de obedecer el mandamiento más grande de amar a Dios con todo nuestro corazón (Lucas 10:27; Lucas 6:35). Esa es la razón por la que la Biblia habla del deleite en Dios como algo de gran importancia, no opcional: “Pon tu delicia en el Señor” (Salmos 37:4, LBLA).
Dios desea ensanchar nuestros corazones
Pueden estar desmotivados en este punto, dado que su capacidad de deleitarse en Dios parece muy pequeña. No desesperen o se azoten con condenación. Me siento de la misma forma, y así se siente cada cristiano que he conocido. Todos necesitamos y deseamos más amor por Dios.
Y aquí están las fantásticas buenas nuevas: Dios desea ensanchar nuestra capacidad de un amor lleno de gozo por Él. Él expresa esto claramente mediante las oraciones que vemos a través de las Escrituras. El apóstol Pablo ama orar por más, tanto para sí mismo como para sus iglesias. Así es como él oraba por los Filipenses:
Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin de que escojáis lo mejor, para que seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios. (Filipenses 1:9-11, LBLA)
Y escuchemos como ora por los Efesios:
No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones; pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder. (Efesios 1:16-19)
¿Eso no es esperanzador? Pablo desea que los Efesios vean y conozcan más de la gloria para que así experimenten más gozo en la agraciada y generosa herencia que Dios les está entregando. Y luego, en la misma carta, él ora,
que os conceda, conforme a las riquezas de su gloria [la del Padre], ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:16-19)
Esta no fue solo la oración de Pablo por los Efesios; es el deseo de Dios para nosotros hoy. Él desea que nosotros tengamos más fortaleza, capacidades engrandecidas para conocer el amor de Cristo y disfrutar más de su plenitud, ya que más de la plenitud de Dios significa un amor más grandioso por Él. Y un amor más grandioso por Él significa más deleite en Él. Y mientras más grande sea nuestro deleite en Él, más fácil será su yugo y sus mandamientos se volverán menos gravosos (Mateo 11:30; 1 Juan 5:3), porque Dios ha ensanchado nuestro corazón (Salmos 119:32).
Lo que sea necesario, Señor, más deleite
No estamos destinados a vivir el resto de nuestras vidas con un pequeño amor y poca fe. Dios desea más para nosotros, y Él desea que nosotros lo pidamos con perseverancia, incluso con atrevimiento (Lucas 11:8-9). Así que pidamos y no desmayemos en nuestro corazón hasta que Él responda (Lucas 18:1). -
Padre Celestial, perdónanos por tener mucho menos amor por ti del que te mereces (Romanos 3:23), y gracias por cubrir este penoso pecado con la preciosa sangre de Jesús (1 Juan 1:9). ¡Nos arrepentimos! Danos la gracia de amarte a Tí, a tu Hijo, y a tu Espíritu Santo con todos nuestros corazones. Pero no deseamos sencillamente amarte con la capacidad actual de nuestros corazones; queremos que nuestros corazones sean ensanchados. Así que, cueste lo que cueste, Señor, aumenta nuestro deleite en Ti como el más grandioso tesoro de nuestros corazones. En el poderoso nombre y por el amor de Jesús, Amén.
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