Dios Quiere que te Quejes
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Natalia Micaela Moreno
Salmos 142:1–2, LBLA,
"Clamo al Señor con mi voz; con mi voz suplico al Señor."
"Delante de Él expongo mi queja; en su presencia manifiesto mi angustia.”"
Vivir en esta era es experimentar problemas frecuentemente. Estamos preocupados por dentro y estamos preocupados por fuera. Nuestros problemas abarcan el espectro de lo trivial a lo traumático. Y esos varios tipos de problemas — Santiago los llama pruebas (Santiago 1:2, LBLA) — son de esperarse. Ellos no nos tienen que sorprender (1 Pedro 4:12, LBLA).
Y para ayudarnos a enfrentar fielmente esos problemas, Dios nos dio un regalo muy precioso: los Salmos de Lamento. Los Salmos son las oraciones e himnos que Dios eligió para enseñarnos cómo expresarnos hacia Él en alabanza. Son la palabra de Dios y las oraciones del hombre, como dice Bonhoeffer. Y alrededor de un tercio de ellos son lamentos.
En estos lamentos el escritor derrama hacia Dios su tristeza (Salmo 137), enojo (Salmo 140), miedo (Salmo 69), anhelo (Salmo 85), confusión (Salmo 102), desolación (Salmo 22), arrepentimiento (Salmo 51), decepción (Salmo 74), o depresión (Salmo 88) tanto por causa de males externos o de males internos u oscuridad.
Algo que esto implica es que Dios espera que experimentemos dolor frecuentemente y por lo tanto que expresemos frecuentemente nuestro dolor hacia Él. Dios quiere que derramemos nuestros reclamos hacia Él y le contemos nuestros problemas (Salmos 142:2). Él quiere que lo hagamos en privado, como David hizo cuando escribió el Salmo 142 en la cueva de Adulam (1 Samuel 22). Y quiere que lo hagamos en grupo, como cuando la gente de Israel cantó el Salmo 142 en conjunto. Él quiere que le digamos exactamente cómo se siente (“no hay quien cuide de mi alma,” Salmos 142:4, LBLA). Y Él quiere que recordemos que a pesar de cómo las cosas se vean y se sientan ahora mismo, por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas (2 Pedro 1:4, LBLA), algún día esos problemas ya no nos afligirán (“tú me colmarás de bendiciones,” Salmos 142:7, LBLA).
Los Salmos de Lamento son tesoros para los santos. Ellos dan voz inspirada a nuestras almas preocupadas. Ellos nos dan un modelo de cómo quejarse a Dios en una forma que lo honre. Y ellos mismos son expresiones del cuidado y la compasión de Dios hacia nosotros porque en ellos vemos que no estamos tan solos como nos sentimos y que Dios de hecho lo entiende.
Y si tenemos orejas para escuchar, los Salmos de Lamento también nos guardan de una escatología exagerada en estos tiempos. Dios no siempre tiene la intención de que sus santos experimenten prosperidad. Como nos recuerdan estos salmos, Jesús dijo: "En el mundo tenéis tribulación." Para que nos podamos quejar a Él.
Pero aprende de los salmistas cómo quejarte fielmente. Recuerda nuestra gran esperanza, ya que Jesús también dijo: “pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, LBLA).
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