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English: Love Seeking Understanding

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Trinidad
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Javier Matus


Una meditación sobre la Trinidad

El lenguaje humano nunca es totalmente suficiente para comunicar la vida personal. El cómo me siento cuando miro a los cuatro hijos dejando atrás su infancia no se puede expresar en su totalidad con palabras. Pero todavía intentamos. Balbuceamos. Usamos metáforas (es como tirar cosas por la borda en un viaje). Escribimos poemas y canciones. La insuficiencia del idioma sólo es superada por su indispensabilidad. ¿Qué más tenemos? Insuficiente no significa inútil. El idioma no puede expresar todo lo que hay, pero lo que expresa puede ser verdadero y valioso.

Así es el hablar de la Trinidad. No hay duda de que siempre sobrepasará nuestro entendimiento total. No hay duda que nuestro idioma es insuficiente para expresar esta profunda realidad. Sin embargo, la profundidad y el valor de la Trinidad es precisamente el por qué debemos hablar. Tú no tiras a la basura el poema de amor porque no está a la altura del amor. Es precioso, no obstante. Así es la doctrina de la Trinidad.

En pocas palabras (siguiendo a Jonathan Edwards), describiría a la Trinidad así: El Padre es Dios que existe en forma primitiva, sin origen y en la más absoluta. El Hijo es Dios eternamente generado por el Padre que tiene una idea o imagen clara y distinta de Sí Mismo, tanto que Su imagen o reflejo de Sí Mismo es Dios —el Hijo. El Espíritu Santo es Dios existiendo como el Espíritu infinito de amor y deleite que fluye eternamente entre el Hijo y el Padre.

El Padre siempre ha existido. Y nunca hubo un tiempo en que no tenía una idea o imagen de Sí Mismo perfectamente exacta y completa. Este es el Hijo que, por tanto, es igualmente eterno con el Padre. “La idea de Dios de Sí Mismo es absolutamente perfecta y por lo tanto es una imagen expresa y perfecta de Él, exactamente como Él en cada aspecto; no hay nada en el patrón excepto lo que está en la representación —sustancia, vida, poder ni ninguna otra cosa…Pero lo que es la expresa y perfecta imagen de Dios en cada aspecto como Él, es Dios a todos los efectos…” (Jonathan Edwards, Ensayo Sobre la Trinidad, pág. 101). Los pasajes bíblicos que apuntan a este entendimiento de Dios Hijo son 2 Corintios 4:4; Filipenses 2:6; Colosenses 1:15; Hebreos 1:3.

Cuando se dice que Dios “es amor” (1 Juan 4:7, 16), debemos pensar que siempre ha habido dos Personas en Dios entre los cuales el amor pudiera fluir. Y las Escrituras enseñan claramente que el Padre ama al Hijo (Mateo 3:17; Efesios 1:6; Juan 5:20; 17:26) y el Hijo ama al Padre (Juan 14:31). El amor infinito de Dios para Su propia gloria (Isaías 48:11) estaba satisfecho desde la eternidad en su contemplación y disfrute de Su propia imagen gloriosa en la persona de Su Hijo.

Por lo tanto, el Padre y el Hijo nunca existieron sin un deleite y amor infinito fluyendo entre ellos. No era posible que pudieran ser indiferentes a la gloria del otro. 1 Juan 4:12-13 muestra que el amor que es Dios (v. 7) es el Espíritu Santo: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y Su amor se ha perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en Él…en que nos ha dado de Su Espíritu.”

El Espíritu de Dios es el río de amor y deleite que fluye entre Dios Padre y Dios Hijo. El Espíritu Santo es el espíritu del cuerpo de la Deidad. En respuesta a la gloria infinita de cada uno, el Padre y el Hijo ponen todo lo que son en el acto de amor. Y por lo tanto, el Espíritu es todo lo que son y existe como una Persona en su propio derecho, aunque uno con el Padre y el Hijo.

Palpamos. Balbuceamos. Buscamos maneras de decir el misterio. ¿Por qué? Porque algo ha sucedido antes. El enamorarse siempre precede a los poemas de amor (no importa lo mal que sean).

Claritas quaerens intellectum,

El Pastor John


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