El Camino Probado hacia la Salud Mental

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English: The Proven Path to Mental Health

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por María Veiga


¿Es la religión perjudicial para nuestra salud mental? Los ateos populares suelen afirmarlo. Algunos incluso llegan a afirmar que enseñar religión a los niños es en realidad una forma de abuso, al menos cualquier religión que enseñe una doctrina de pecado y castigo divino. Afirman que dicha enseñanza impone una gran culpa y luego las traumatiza con el terrible miedo a la amenaza del infierno. ¿Cómo podría esto no dañar psicológicamente a las personas?

Me alegra que se plantee la pregunta, especialmente por parte de aquellos cuya propia cosmovisión exige que las personas acepten su absoluta falta de sentido existencial: que la vida es fundamentalmente una lucha brutal por sobrevivir y transmitir los genes. Que el amor, la compasión y el bienestar psicológico son, en la raíz, adaptaciones seleccionadas naturalmente para alentarnos a preservar el ADN. Que el bien y el mal son solo construcciones psicológicas humanas. Que toda nuestra actividad frenética y la transmisión de genes son, en última instancia, inútiles, ya que tarde o temprano el homo sapiens sufrirá la extinción de la especie. Y que al cosmos no le importa absolutamente nada de esto. La vida es una cinta transportadora genética hacia la extinción, ¿y esto promueve el bienestar psicológico? Si el ateísmo es cierto, tiene sentido que los humanos sean casi universalmente religiosos: un "espejismo divino" ayudaría a las personas a afrontar una realidad desesperanzada.

De hecho, es difícil exagerar la importancia de la esperanza para la salud mental humana. En vista de esto, debemos preguntarnos qué cosmovisión ofrece a las personas la esperanza más saludable desde el punto de vista mental. Porque la necesidad de esperanza de la psique humana, si bien no es en sí misma una prueba, es un indicador de la realidad última.

Contenido

Por qué todo se desmorona

Para abordar esto, primero debemos comenzar con una dicotomía diferente. Trazar la línea entre religión y no religión es simplemente una forma en que los ateos enmarcan el argumento en su propio beneficio. Es necesario trazar la línea entre la verdad y la falsedad.

Creo que todos podemos estar de acuerdo (excepto, quizás, los posmodernistas extremos) en que creer en cualquier cosmovisión falsa tendrá un efecto psicológico perjudicial en nosotros, porque nuestra cosmovisión moldea cómo vivimos y nos relacionamos con los demás. Así pues, cualquier falsa cosmovisión, ya sea religiosa o no, nos perjudicará. Si el ateísmo no es cierto, y existen argumentos contundentes en su contra y una creciente evidencia científica que debilita sus afirmaciones, aún queda un mundo de religiones diversas y contradictorias entre las que discernir.

Preguntarse sobre la salud mental es realmente útil en este punto porque, insisto, lo que mejor atiende nuestras necesidades psicológicas puede no demostrar la validez de una cosmovisión, pero sí apunta a algo. Y si tuviéramos que resumir en una palabra lo que nos hace, en toda nuestra complejidad psicológica, más sanos mentalmente, sería esto: esperanza. La psique humana está diseñada para funcionar con esperanza. Cuanto más esperanzados somos, más sanos mentalmente somos. Cuanto menos esperanzados somos, más se nos desmorona la vida.

Indicador Saludable de Esperanza

Nuestra psique, nuestro ser interior, nuestra alma son máquinas de esperanza. Nuestra psique quema esperanza como nuestro cuerpo quema energía. Y así como nuestros cuerpos se debilitan cuando nos falta energía, cuando nos falta esperanza empezamos a sentirnos desanimados, incluso desesperados. Todas las cosas maravillosas que nos han sucedido en el pasado no alimentarán nuestra esperanza si nuestro futuro se ve sombrío. Podemos estar agradecidos por el pasado. Pero debemos tener esperanza en el futuro para seguir adelante.

Cuando tenemos esperanza, el mundo se llena de maravillas y posibilidades. Tenemos empuje y curiosidad. No queremos desperdiciar nuestras vidas. Asumimos desafíos y vemos la adversidad como algo que hay que superar. Pero cuando nos falta esperanza, el mundo se convierte en un lugar temible y amenazante, lleno de futilidad caótica. La desesperanza mina nuestro deseo y nuestro empuje. Nos roba el interés y el apetito. Solo queremos acurrucarnos y proteger nuestro ser interior, nuestras almas.

Esto hace que la salud mental de la esperanza sea un poderoso indicador de la realidad. Significa que estamos diseñados para tener esperanza. Y la esperanza es lo que sentimos sobre el futuro. Pero la única manera de tener esperanza en el futuro es si creemos que el futuro es prometedor. Lo que significa que estamos diseñados para creer en promesas.

Diseñados para vivir por la fe

En otras palabras, estamos diseñados para ser criaturas que viven por la fe. Y aquí es donde el ateísmo realmente falla como indicador de la realidad última. Lo único que ofrece en términos de salud mental es autonomía. Eres libre de hacer lo que quieras, pero debes construir tu casa autónoma, en palabras de Bertand Russell, sobre "los cimientos inquebrantables de la desesperación universal". Esto no funciona para nosotros psicológicamente. Quienes creen que Dios es un engaño, entonces, deben construir algún tipo de esperanza o el suicidio será cada vez más atractivo.

Lo que nos impulsa es la esperanza en un futuro alimentado por promesas. Por naturaleza, no estamos diseñados para “vivir solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Deuteronomio 8:3; Mateo 4:4). Así que, desde una perspectiva general de salud mental humana, la pregunta es: ¿qué promesas nos dan la esperanza más sana y sólida?

Anhelamos la redención

Esa pregunta no es difícil de responder. Nos recorre el día a día y recorre los mitos, leyendas, historias, canciones y poemas que más hemos amado en todas las culturas y épocas: la redención. Anhelamos que el bien triunfe sobre el mal. Anhelamos que la justicia triunfe sobre la injusticia. Y anhelamos el perdón personal y la liberación de la culpa; no la culpa que la religión humana nos ha impuesto, sino la culpa de la depravación que llevamos dentro y de las cosas que hemos hecho, dicho y pensado, y que nos mortificaría que alguien más descubriera. Las doctrinas del pecado y el castigo divino solo son psicológicamente dañinas si son falsas. Pero si son verdaderas, si Dios existe, y somos pecadores, y Dios traerá el triunfo del bien sobre el mal y el triunfo de la justicia sobre la injusticia, incluyendo darnos a los pecadores lo que merecemos, no son dañinas, sino necesidades urgentes.

Y ninguna religión ni sistema de creencias en la historia de la humanidad aborda la depravación y la injusticia humanas de maneras tan acordes con nuestra experiencia de la realidad, y al mismo tiempo nos ofrece tanta esperanza en promesas tan maravillosas, casi increíbles y preciosas, como el cristianismo.

El cristianismo nos identifica como lo que ya sabemos que somos: pecadores. Nos dice cuál es la paga de nuestro pecado, y que nuestros pecados son aún peores de lo que pensábamos porque nuestro Creador es mucho más santo de lo que pensábamos. Nos dice que nuestro Creador no solo es santo y perfectamente justo, sino que su gracia supera nuestra comprensión y nos ha permitido escapar de su justo juicio contra nosotros al pagar él mismo la deuda de nuestro pecado y absorber su ira, haciéndonos posible alcanzar lo que todos anhelamos: redención y vida eterna, libres de pecado y en plena comunión restaurada con nuestro Creador y Redentor.

El cristianismo resulta ser la historia de redención más grande y hermosa jamás contada. Aborda todas nuestras necesidades y anhelos más profundos. Nos ofrece a todos la mayor esperanza, sin importar quiénes seamos ni lo mal que hayamos estado. Cuando se cree de forma holística y se vive con constancia, el cristianismo produce las personas mentalmente más sanas que la historia haya conocido.

El corazón de la salud mental

El corazón de nuestra salud mental se encuentra aquí: «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús» (Romanos 3:23-24). Y aquí: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá generosamente, junto con él, todas las cosas?” (Romanos 8:31-32).

Y aquí: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6).

Y aquí: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, mediante oración y ruego, con acción de gracias, presenten sus peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).

Y aquí: “No se turben sus corazones. Creed en Dios; creed también en mí” (Juan 14:1).

Y en cientos de otras promesas esperanzadoras de la Biblia.

Desconectados de Dios

No es la religión lo que nos daña, sino la incredulidad. Todo se desmorona cuando no creemos en Dios porque el fundamento de nuestra esperanza se erosiona. Desconectados de Dios, nuestros corazones, mentes y cuerpos están inquietos. Cuanta más incredulidad opera en nosotros, más desordenados y mentalmente enfermos nos volvemos. Pero cuanto más confiamos en Dios, más abundamos en esperanza, sin importar nuestras circunstancias, sin importar lo sombrío que se vea el momento (Romanos 15:13).

El corazón humano está diseñado para amar a Dios más que a nadie, y nunca es más feliz que cuando lo hace. El alma humana está diseñada para encontrar su descanso en las promesas que Dios mismo nos hace. La psique humana está diseñada para encontrar su seguridad en la aceptación y el amor incondicionales de su Creador. Y el cuerpo humano está diseñado para funcionar mejor cuando el corazón, el alma y la mente funcionan en armonía, con amor y confianza en Dios.

El camino comprobado hacia una salud mental más plena es una confianza sólida y holística, en todo y en cada circunstancia, en el Dios trino cristiano.


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