El Diablo Colgará De Su Propia Horca
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Javier Matus
“Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Corintios 1:25). Esa frase del apóstol Pablo, con simplicidad poética, captura el por qué la historia redentora se ha desarrollado de las maneras extrañas e improbables en las que lo ha hecho.
Entretejido a través de las Escrituras y la historia de la iglesia, hay un patrón consistente y contraintuitivo: Dios cede las posiciones de mayor poder e influencia y riqueza mundanas a Sus enemigos —aquellos que “consultarán unidos… contra Jehová y contra Su Ungido” (Salmo 2:2)— y luego, por los medios más improbables e inesperados, Él derroca a Sus enemigos y redime a Su pueblo. Él permite que Amán construya la horca y luego lo cuelga en ella.
Tú recuerdas a Amán. Él es el villano en el relato bíblico de Ester, el drama histórico hecho-para-película que se desarrolló principalmente en la capital persa de Susa —hoy, la ciudad iraní de Shush— en el siglo V a. de C. Esta historia es un arquetipo del patrón bíblico, la gran historia en miniatura.
El mal asciende al poder
La crisis en el centro de la historia es que los judíos que viven en el imperio medo-persa bajo el gobierno del rey Asuero (o Jerjes I) se encuentran al borde de la aniquilación debido a la malevolencia de un hombre: Amán.
Amán fue uno de los funcionarios de la corte del rey. Y en algún momento, “el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él” (Ester 3:1). En aquellos días, la posición de Amán se llamaba Gran Visir. Era el segundo al mando y el consejero más confiable del rey.
Amán amaba su posición poderosa, lucrativa y exaltada. Por orden directa del rey, uno de los beneficios agradables era que cada vez que entraba o salía de la puerta del palacio, los súbditos del rey tenían que inclinarse ante él, reconociendo la superioridad de Amán (Ester 3:2). Pero un hombre le negó ese beneficio, lo que le provocó una ira mortal (Ester 3:5).
Gente débil en lugares improbables
Mardoqueo era un judío que vivía en Susa gracias al programa de deportación de Nabucodonosor una generación antes (Ester 2:5–6). No tenía posición de poder o influencia social. Todo lo que sabemos es que antes de los eventos centrales de la historia, Mardoqueo estaba “criando” a su prima hermana, Hadasa (cuyo nombre persa era Ester), como su propia hija, porque había quedado huérfana (Ester 2:7), lo que significaba que la muchacha probablemente todavía estaba en su adolescencia cuando le sucedió lo inesperado.
Como parte de la casa de Mardoqueo, Ester también vivía en el anonimato. Ella resultó ser excepcionalmente hermosa (Ester 2:7), pero a nadie le habría pasado por la mente que su belleza resultaría en una poderosa influencia política con el rey. Y luego ocurrió algo inusual: la exreina se negó a obedecer una orden del rey y, por lo tanto, fue divorciada de manera real (Ester 1). Como resultado, se organizó en todo el reino un concurso de belleza de quién será la próxima reina. Y Ester, sin conexiones poderosas, ni de ninguna familia noble (1 Corintios 1:26), ganó.
De hecho, nadie en la corte parece preocuparse en absoluto por sus conexiones familiares. Mardoqueo parece no tener acceso privilegiado a la corte. Así que, siendo un padre adoptivo amoroso, concienzudo y preocupado, se colocó regularmente cerca de la puerta del palacio para que pudiera vigilar el bienestar de Ester lo mejor que podía (Ester 2:11, 21; 3:3). Y esto resultó en consecuencias providenciales inesperadas, una maravillosa y otra terrible y luego maravillosa.
La maravillosa consecuencia fue que un día, Mardoqueo descubrió un complot de asesinato contra el rey, lo reveló y salvó la vida del rey (Ester 2:19–22). Pero aparentemente el rey rápidamente lo olvidó —aunque el hecho fue registrado en “el libro [del rey] de las memorias y crónicas” (Ester 6:1). A pesar de su fidelidad, Mardoqueo seguía siendo otro sirviente anónimo que se paseaba por la puerta del palacio. Las puertas donde Amán entraba y salía regularmente.
El mal hace su movimiento
Así que sabemos que Amán disfrutaba de cuando todos se inclinaban ante el más excelente Visir al llegar y salir. El problema era que no todos se inclinaban. Mardoqueo, debido a sus convicciones religiosas judías, se negó a honrar a Amán de una manera que creía que solo Dios debía ser honrado. Amán fue informado y se ofendió por esto (Ester 3:2–4).
Luego viene un giro extraño en la historia: una vez que Amán descubrió que Mardoqueo era judío, su ira se volvió genocida —decidió que cada judío en el reino debía morir (Ester 3:5–6). ¿Por qué esta reacción exagerada? El autor anónimo del libro de Ester nos da una pista, pero más sobre eso en un momento.
Paciente en su resentimiento letal, Amán esperó un momento oportuno, luego cuidadosamente trató de persuadir al rey para que codificara su complot de exterminio judío en un decreto real, irrevocable y bien financiado. El rey fue persuadido y puso su anillo en la cera (Ester 3:8–13).
Ahora el escenario estaba preparado. Amán había asegurado todo el poder político, la coerción legislativa, la influencia sociocultural y los recursos financieros para llevar a cabo esta masacre en masa. Solo un acto de Dios podría salvar al pueblo de Dios que peligraba.
Un vistazo detrás de la historia
Ahora, volviendo a la pregunta: ¿por qué matar a toda persona judía? Bueno, tal vez el ego personal de Amán era así de grande. Pero el autor deja caer una pista, para aquellos que conocen sus Biblias, de que algo más grande se estaba desarrollando —una providencial historia de fondo.
Se nos dice que Amán era un “agagueo” (Ester 3:1). Agag fue el rey amalecita cuyo ejército fue aniquilado por el ejército israelita bajo el mando del rey Saúl y él mismo fue ejecutado por el profeta Samuel (1 Samuel 15). En otras palabras, Amán era de ascendencia amalecita.
Esto podría explicar el odio profundamente arraigado de Amán hacia los judíos: el deseo de venganza étnica. Pero creo que la inclusión de este detalle genealógico tuvo menos que ver con informar a los lectores sobre el problema de Amán con los judíos, y más con recordarles a los lectores sobre el problema de Dios con Amalec:
Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación” (Éxodo 17:14–16).
Dios también tiene un libro de las memorias y crónicas. El linaje “agagueo” de Amán nos recuerda que hay una lucha más grande entre el bien y el mal que la que ocurre en Susa. Ester es una historia dentro de una historia mucho más grande. Mantén los ojos abiertos cuando leas la Biblia. Dios está en los detalles (incluso cuando no se Le menciona).
La liberación más improbable
Todo parecía ir bien para Amán. Él parecía (y se sentía) seguro en su posición de poder, honor y riqueza. El día de la muerte de los judíos estaba programado. Y para darse una recompensa especial, tenía una horca extravagante de veintitrés metros construida para poder saborear plenamente la muerte de Mardoqueo (Ester 5:14).
Y luego los acontecimientos giraron sobre la bisagra providencial: inesperadamente, de repente, en un solo día todo se desmoronó.
Comenzó con un ataque real de insomnio. Incapaz de dormir, el rey decidió repasar “el libro de las memorias y crónicas”. Y, por casualidad, se dio cuenta de que había olvidado el memorable hecho de Mardoqueo de salvar su vida —el hombre nunca había sido recompensado (Ester 6:1–4). ¡Este descuido necesitaba rectificarse de inmediato! Y, por casualidad, Amán llegó temprano al palacio y ofreció un excelente consejo sobre cómo deben ser honrados los hombres en los que el rey se deleita, lo que resultó en que el Gran Visir honrara pública y generosamente a Mardoqueo en la ciudad —un mal presagio, como lo señaló la propia esposa de Amán (Ester 6:13).
Entonces, esa tarde, cayó la gran bomba. La reina resultó ser uno de los judíos que Amán había condenado a muerte. Inmediatamente, Amán se transformó del funcionario más confiable del rey en su enemigo más traidor (Ester 7:1–8). Y cuando parecía que las cosas no podían empeorar, ¡la reina resultó ser la hija adoptiva de Mardoqueo!
La historia termina con el asesino amalecita columpiándose en la horca que había construido para el judío fiel, y los judíos del reino repentinamente se cubrieron de favor real reconocido públicamente y fueron facultados para defenderse plenamente, convirtiendo su día del juicio final en un Día V. Y para agregar al final feliz, Mardoqueo asumió la posición del Gran Visir del rey del difunto y deshonrado Amán.
El diablo va a colgar
Esta historia de redención, la clase de historia que tanto amamos, la clase de historia que resuena con algo profundo, muy dentro de nosotros, es un tipo, una sombra de la Gran Historia de la redención. Una historia en la que “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:27).
Dios cedió todas las posiciones de poder, influencia y recursos mundiales al diablo (1 Juan 5:19). Luego, cuando Él vino al mundo para redimir a Su pueblo, casi nadie, incluso de Su propio pueblo étnico, Lo reconoció (Juan 1:10–11). Él vino de una ciudad despreciada que nadie esperaba (Juan 1:46), eligió discípulos que nadie esperaba y realizó Su obra más importante a través de medios que nadie esperaba. ¿Dios en la cruz y Dios en una tumba? Nunca se había visto tan débil la posición de Dios; y nunca tan fuerte la de los enemigos. Y nunca un enemigo había calculado tan terriblemente mal.
En cualquier momento, las cosas pueden parecer muy desalentadoras. Nuestro punto de vista siempre es muy limitado. Dependiendo de cuándo y dónde vivamos, puede parecer que el mal satánico va a derrotar al bien de Dios. Pero no te desanimes. No olvides la trama. Está sucediendo una historia más grande que la que estamos viendo.
Sí, ora y ayuna y actúa con el valor exigido, incluso si perecer es una posibilidad muy real (Ester 4:16). Se acerca un momento en que los eventos girarán sobre una bisagra providencial, y Dios enviará la liberación de Su pueblo, muy probablemente desde un lugar totalmente inesperado. Y, como Jess Ray canta tan conmovedoramente, “el diablo va a colgar en su propia horca”.
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