El Fin Del Descontento

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English: The End of Discontentment

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Hedonismo Cristiano

Traducción por Javier Matus

Usted fue creado para otro mundo. Es por eso que el espejismo del contentamiento en las cosas terrenales siempre se disipa tan pronto se acerca uno a donde pareció aparecer.

Esta experiencia repetida hace cínica a la gente. El contentamiento es un cuento de hadas, ellos piensan, que no se encuentra en el mundo real. Están en parte correctos y en parte muy mal. El contentamiento realmente existe y su fuente es la fuente de todos los grandes cuentos de hadas. Simplemente no lo encontrará en los placeres de este mundo. Esos placeres no están destinados a satisfacer; están destinados a apuntar hacia la satisfacción.

Si usted abraza esta verdad obtendrá el final de su descontento. Porque su descontento tiene un fin, y si usted persigue este fin correctamente, un día su descontento terminará.

El Cuento de Hadas del Contentamiento

Había una vez, cuando el mundo era joven —no sólo joven-nuevo, sino joven-inocente— el rey y la reina de los vivos vivían contentos en el jardín de Dios. Tenían todo lo que necesitaban, por lo que no necesitaban mucho, al menos no según nuestros estándares. Porque tenían infinitamente más: caminaban cada día con su Creador. Y Él infundía su cada momento y cada movimiento con significado. Amaban y confiaban en Él como los hijos perfectos aman y confían en un padre perfecto. No vivían del fruto, sino de toda palabra que salía de la boca de Dios.

Luego vino un día fatídico cuando el rey y la reina de los vivos optaron por comer el solitario fruto, prohibido por la palabra de Dios. Ellos creían que había más vida en el fruto que en la Palabra de Vida. Pero había muerte en el fruto, una muerte que significaba más que la mortalidad. El contentamiento que buscaban en el fruto murió mientras comían. En un momento perdieron su inocencia y envejecieron —envejecieron con un conocimiento mucho más malo que bueno— y el mundo joven envejeció con ellos.

Entonces terminaron los maravillosos días del contentamiento significativo cuando todo lo que necesitaban era Dios y lo que Él proveía y les prometía. Entonces comenzaron los vanos días descontentos de correr tras el viento. El cuento de hadas se convirtió en una pesadilla.

Pero aunque los hijos caídos dejaron su perfección fiel, el Padre-Creador se mantuvo perfecto y en perfecto amor firme inmediatamente puso en marcha la eucatástrofe de redención que desharía la catástrofe que el rey y la reina habían traído sobre sí mismos y todos sus descendientes. Para cualquiera de ellos dispuestos a confiar totalmente en Él otra vez, Dios mismo soportaría el castigo justo que había pronunciado contra ellos y los restauraría a la perfección sin pecado, a la inmortalidad y todo el contentamiento en Él que posiblemente podrían contener.

Y como una gran misericordia a ellos en su estado caído y rebelde, hizo su aflicción del descontento crónica y que nunca se apaga como una pista: sería un recordatorio constante de que existe el contentamiento y una indicación de dónde se encuentra.

Su Descontento Tiene Un Final

Y este es el final —la meta— de su descontento: es un recordatorio misericordiosamente frustrante, crónico y diario que el fruto de los árboles del mundo nunca puede reemplazar a Dios. No pueden y nunca fueron hechos para hacerlo. C. S. Lewis lo dijo hermosamente:

“Si encuentro en mí un deseo que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo. Si ninguno de mis placeres terrenales lo satisface, eso no prueba que el universo es un fraude. Probablemente los placeres terrenales nunca fueron hechos para satisfacerlo, pero sólo para despertarlo, para sugerir la cosa real.” (Cristianismo… ¡Y nada más!, 136-137)

Leamos la última frase de nuevo:

“Probablemente los placeres terrenales nunca fueron hechos para satisfacerlo, pero sólo para despertarlo, para sugerir la cosa real.”

Esta visión profunda no sólo nos ayuda a entender el papel de los placeres terrenales, sino que también nos ayuda a comprender la única manera en que realmente podemos disfrutar de los placeres terrenales: como señales hacia Dios. Eso es lo que Pablo quiso dejar en claro cuando escribió a Timoteo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17).

Las cosas puramente agradables vienen de Dios. Pero al igual que Adán y Eva que pusieron su esperanza en el fruto prohibido para hacerlos contentos con la semejanza a Dios, si ponemos nuestra esperanza en el dinero para hacernos contentos de ser capaces de comprar cosas agradables, todo se hace contraproducente. El dinero podría agotarse. Pero incluso si no, lo que nos da el pleno disfrute en el breve tiempo de conservación de las buenas cosas de la tierra es el saber que Dios, nuestra eterna fuente inagotable, los está proveyendo.

Las buenas cosas de la tierra no pueden satisfacer su deseo crónico de contentamiento. Están diseñadas para despertar su deseo para que recuerde que está hecho para otro mundo.

El Fin De Su Descontento

Asumiendo que confía en Jesucristo para el perdón de los pecados y en todas Sus promesas a usted, incluyendo la vida eterna, vendrá un día cuando el descontento inquieto que experimenta ahora será erradicado y no habrá que buscar el contentamiento en ninguna cosa excepto Dios. Disfrutará al máximo de todas las cosas por causa de Dios y sólo por Su causa.

La Biblia nos dice que podemos experimentar el contentamiento en la tierra, aunque no es el contentamiento pleno del cielo. John Piper lo describe como “contentamiento insatisfecho” porque ve a Cristo como la mayor ganancia (Filipenses 3:8) y confía y se apoya plenamente en las promesas de Dios, aún en medio de un mundo roto y constantemente necesitado. Aun así, esta es la mejor satisfacción en este mundo, una prueba del cielo que nos libera para vivir con sencillez (1 Timoteo 6:8; Hebreos 13:5) e incluso soportar el sufrimiento (Filipenses 4:11-13; 2 Corintios 12:10) en la tierra, porque para nosotros vivir es Cristo y el morir es ganancia (Filipenses 1:21).

Somos creados para otro mundo. Y el final de nuestro descontento actual es para señalarnos al punto final eterno de nuestro descontento.


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