El Nuevo Testamento en Tres Palabras
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre El Evangelio
Una parte de la serie Message Excerpt
Traducción por Javier Matus
Transcripción de audio
En Su gran misericordia, Dios Mismo entró en la historia en la persona de Su Hijo y adquirió una naturaleza humana para que pudiera soportar Su propia ira por nosotros y acercarnos a Sí Mismo en gozo eterno. Qué evangelio tan descabelladamente glorioso.
El mundo nunca ha concebido tal cosa de que Dios está enojado con ellos, y Él Se ha vestido de carne humana para interceptar Su ira para que no caiga sobre nadie que esté en Jesús. Eso es tan glorioso que está por las nubes. Solo tienes que creer toda la realidad que hay detrás de ello. No tiene ningún sentido si no tienes la cosmovisión que acabo de describir desde el primer punto.
Ahora, ¿dónde veo eso en Romanos? Romanos 8:32 dice que Dios “no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que Lo entregó por todos nosotros”. Dios tuvo un Hijo eterno, la representación exacta del Padre, y Se viste de carne humana, Se convierte en un hombre y entrega a Su Hijo en la muerte. Y luego considera Romanos 5:8: “Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Si sales de aquí y dices que solo hablamos de la ira, entonces diría que simplemente no sabes lo que es el amor de Dios a menos que sepas la magnitud de Su ira. No sabes lo que es el amor de Dios. El mundo habla del amor de Dios, pero no tienen ni idea de qué es el amor de Dios. Este es el amor de Dios: mientras aún éramos pecadores que merecíamos la ira, Cristo, el Hijo de Dios, enviado por Dios en amor, murió por nosotros. Cargó la ira de Dios por nosotros —cargó con nuestra culpa; tomó nuestro pecado.
¿Qué pasó cuando murió Jesús? ¿Qué sucedió cuando murió el Hijo de Dios? Romanos 8:3: “Enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”.
Pablo tuvo que decir semejanza de carne de pecado porque dijo de pecado y Jesús no cometió pecado. Pero Él Se veía como si fuera tal como nosotros. Él era como nosotros en todos los sentidos excepto en el pecado —y estaba vestido como divinidad. ¿Puedes parafrasear ese texto? Jesús Se vistió de carne. Él Se vistió de carne y Dios condenó el pecado en esa carne. ¿La carne de quién? La carne de Jesús, el Hijo de Dios. ¿El pecado de quién? Él no tenía ninguno. ¿Cómo puedes condenar el pecado en la carne de Jesús cuando Él no tuvo ninguno? Nuestro pecado.
J. I. Packer resume todo el Nuevo Testamento con propiciación por sustitución. Él considera eso como todo el mensaje. La propiciación, que significa la condenación de Dios, merecida por los pecadores, cae sobre un sustituto. Este es un amor indescriptible: Dios Se sustituye a Sí Mismo en Su Hijo para cargar nuestra condena, Su ira. Él condenó el pecado en la carne —nuestro pecado.
O mira a Romanos 3:25: “Dios puso [a Cristo] como propiciación”. Eso es una eliminación de la ira, algo que absorbe la ira por Su sangre, Su muerte. “[Esto era] para manifestar Su justicia, a causa de haber pasado por alto, en Su paciencia, los pecados pasados”. Puede que tengas una cosmovisión mundana e ingenua de Dios que dice que Él simplemente puede dejar pasar por alto el pecado, que puede barrer el pecado bajo la alfombra del universo. No, Él no puede hacer eso —no con Su carácter de santidad y justicia. Todo pecado será castigado ya sea en la cruz o en el infierno. Ningún pecado queda sin castigo.
Entonces, en la obra de Cristo, todo se logra para que los pecadores sean justificados y la ira de Dios sea satisfecha, por eso cantamos que la ira de Dios fue satisfecha en la cruz cuando Jesús murió. Romanos 5:9 une la ira y la obra de Cristo: “Pues mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por Él seremos salvos de la ira”.
Esa es la ira de los últimos tiempos. Y te diré; hay ocasiones, incluso después de haber sido cristiano por más de sesenta años, en que eso me asusta muchísimo. Y tengo que luchar por la fe de que soy salvo. Me levanto por la mañana y me siento vulnerable. Me siento inadecuado. Me siento culpable. Tengo que predicarme el evangelio a mí mismo. Es como si el diablo se especializara en flechas matutinas. Es una cosa terrible, la ira de Dios, y necesitarás la cobertura de la cruz hasta el día de tu muerte.
Entonces, no hay ira ni condenación para los que están en Cristo (Romanos 8:1). Y el efecto final de este mensaje o esta gran obra de Dios en Cristo en la cruz es que Dios es glorificado en nuestro gozo eterno en Su gloria. Estoy pensando en Romanos 5:2: “Por Quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
Entonces, el gozo que tenemos en esta vida de sufrimiento es un gozo en la esperanza de estar perfectamente satisfechos en la gloria de Dios para siempre. Él nos salvó para eso. La razón por la que soy un hedonista cristiano es que creo que los dos grandes anhelos del universo se satisfacen de esta manera —los de Dios y los míos. Quiero ser feliz para siempre. No quiero sufrir para siempre. Solo soy normal. No quiero sufrir para siempre. Quiero ser feliz. Y Dios quiere ser glorificado para siempre. Esa es Su máxima prioridad.
Y Él ha ordenado una manera por la que, a través de Cristo, un pecador como yo puede glorificarlo al estar satisfecho en Él. Dios Mismo se convierte en mi satisfacción. Él se convierte en mi gozo. Y nada Lo hace lucir mejor que cuando es mi tesoro supremo.
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