El Pacto de Abraham I
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Ligonier Ministries Staff
sobre Los Pactos
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Javier Matus
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gén. 12:2-3).
- Génesis 12:1-3
Cuando Adán rompió el pacto de obras, toda la humanidad fue enviada lejos de la misericordiosa presencia de Dios. Pero Dios no se contentó con dejarnos en tal estado. En cambio, Él promulgó un pacto de gracia que rectificaría la transgresión de Adán. Este pacto de gracia se despliega a través de una serie de pactos sucesivos menores. El primero de ellos es el pacto de Noé en el que Dios se comprometió a preservar la estabilidad de la naturaleza para que Él pueda obrar Su plan de redención.
Ni una sola persona del Antiguo Testamento se asocia más con el pacto de la gracia que Abraham. Es primero a este hombre a quien Dios deja claro que Él traerá un gran número de personas a Sí mismo. Es en este encuentro con Abraham que vemos uno de los mayores ejemplos de que Dios, y solamente Dios, asegura el éxito del pacto.
Primero leemos de Abraham y de las promesas que se le da en Génesis 12:1-3. Dios baja a una tierra pagana y, con toda probabilidad, a una familia pagana, y llama a Abram para Sí mismo (v. 1). Incluso antes de que el pacto haya sido promulgado formalmente, la gracia de Dios está obrando para redimir a un pueblo que Él ha escogido. A Abram se le promete una buena tierra (v. 1), una gran nación, un gran nombre y una gran bendición que se extenderá primero a él (v. 2) y luego a todas las familias de la tierra (v. 3).
Brinquemos ahora hasta Génesis 15:1-6, donde en el versículo 1 Dios promete darle a Abram una gran recompensa. Sin embargo, Abram está un poco consternado, y da a suponer que la recompensa de Dios no le serviría a su familia ya que él no tiene un heredero natural (vv. 2-3). Dios responde que Abram no necesitará hacer a su siervo su heredero, porque, a cambio, se le dará muchos descendientes (vv. 4-5).
Abram creyó que a él se le daría muchos descendientes, y fue contado justo por Dios (15:6). Dios declaró a Abraham como justo por causa de la fe de Abraham en Dios para cumplir Sus promesas. Al igual que Abraham, Dios nos cuenta como justos sólo por causa de nuestra fe en la persona y obra de Cristo Jesús. La promesa de descendientes no se cumplió hasta Abram era muy viejo (21:2). Esto nos muestra que Abram tuvo que confiar solamente en Dios para que las promesas del pacto llegasen a cumplirse. Mañana examinaremos el pacto de Abraham con más detalle y veremos cómo es solamente Dios el que garantiza su cumplimiento.
Coram Deo
Nunca vamos a traer el reino de Dios por nosotros mismos. Nosotros, al igual que Abraham, dependemos totalmente de Dios para que todas Sus promesas se cumplan. Él las cumplirá con o sin nosotros. A medida que busque servir al Señor, recuerde que Dios puede traer el reino sin usted, pero ha determinado, por la gracia, utilizarlo de todos modos.
Pasajes para Estudio Adicional
Ex. 2:23-25
Isa. 1:25-27
Juan 8:56-58
Gal. 3:29
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