El Pecado De No Hacer Nada

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English: The Sin of Doing Nothing

© Desiring God

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Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Natalia Micaela Moreno


A menudo he fallado en reconocer, y mucho menos soportar, la tentación de amar mi vida en este mundo. Esto se muestra no en los grandes actos de pecado que cometo, sino en el bien que no realizo. He sido culpable de lo que Charles Spurgeon llamaba “el pecado de no hacer nada.”

El pecado, como se entiende clásicamente, no es solo el hacer el mal (comisión), sino también fracasar en hacer el bien (omisión). Tiendo a preocuparme más por el primero que por el segundo. En una cultura que aún navega bajo la apariencia de una moral teísta, tendemos a juzgarnos a nosotros mismos por lo que hacemos en lugar de por lo que dejamos sin hacer. Pero las guerras no se ganan solo con la defensa.

Y qué gloriosas líneas de batalla para excusarse. ¿No es nuestro mayor privilegio participar? Mirar detrás de las paredes de la fortaleza habría sido suficiente; tocar las trompetas y asistir a las banderas, un honor. Pero ser convocado por el rey mismo, ser equipado en su armadura, recibir una familia junto con la que marchar adelante, y almas perdidas para ganar: ¿cómo podríamos resistirnos? El Conquistador, el Rey, el León de la tribu de Judá, está en el centro de la batalla. ¿No ansía tu cuerpo unirse a él?

Para aquellos de nosotros que nos hemos establecido y vuelto regordetes, tenemos mucho que aprender de los hombres de Rubén y Gad, dos tribus israelitas que vacilaron en el límite de la Tierra Prometida. Fueron tentados con el pecado de omisión, “el pecado de no hacer nada”, el pecado de dejar sus armas antes de que la guerra hubiera terminado y el pueblo de Dios poseyera la tierra. Mientras que la inactividad en la misión de Dios puede ser tratada como inofensiva, Dios la trata como un pecado grave, y así debemos hacerlo nosotros.

Las Tribus que No se Movían

Estas dos tribus, los hombres de Rubén y Gad, eran de los doce que marcharon detrás de Moisés hacia la Tierra Prometida. Cuando eran niños, estos hombres salieron de Egipto a través de dinteles sangrientos y un mar dividido. Cuando llegaron a la mayoría de edad, lucharon contra Sehón y Og en el desierto. Su generación, a diferencia de sus padres, demostró ser fiel en la campaña de Dios para ir a la Tierra Prometida.

Pero ahora, llegaron a una tierra agradable y adecuada a sus necesidades y se sentirían tentados a no continuar en su misión. Estos hombres no querían la ciudad en el monte, la tierra que fluye leche y miel; querían tierra para pastar. Así que le pidieron a Moisés ser relevados de sus deberes:

La tierra que el Señor conquistó delante de la congregación de Israel es tierra para ganado; y tus siervos tienen ganado. Si hemos hallado gracia ante tus ojos, que se dé esta tierra a tus siervos como posesión; no nos hagas pasar el Jordán. (Números 32:4–5, LBLA)

Una petición simple. Una solicitud bastante educada. Pero Dios Y Moisés no lo vieron de esta manera. Y los hombres de Dios de hoy, establecidos en tierras adecuadas como EE.UU., necesitan escuchar su respuesta.

El Pecado De No Hacer Nada

Moisés responde a la gente de Gad y Rubén,

¿Irán vuestros hermanos a la guerra, mientras vosotros os quedáis aquí? ¿Por qué desalentáis a los hijos de Israel a fin de que no pasen a la tierra que el Señor les ha dado?
Esto es lo que vuestros padres hicieron cuando los envié de Cades-barnea a ver la tierra. . . . Y he aquí, vosotros os habéis levantado en lugar de vuestros padres, prole de hombres pecadores, para añadir aún más a la ardiente ira del Señor contra Israel. Pues si dejáis de seguirle, otra vez os abandonará en el desierto, y destruiréis a todo este pueblo. (Números 32:6–8, 14–15)

Noten tres cargos en su contra.

Abandonaron su misión.

Mientras que las diez tribus irían a la batalla, Gad y Rubén se describen como aquellos que simplemente "se quedarían allí. “¿Irán vuestros hermanos a la guerra, mientras vosotros os quedáis aquí?” Estos guerreros no tenían la intención de simplemente “quedarse allí.” Por el contrario, estarían ocupados pastando rebaños, construyendo casas, fortificando su ciudad y transformando la tierra en un lugar adecuado para vivir.

No eran el tipo de hombres perezosos o cobardes que simplemente se sentaban y miraban mientras sus hermanos se lanzaban al combate. Sin embargo, al retirarse de la Gran Comisión en cuestión para pastorear a sus ovejas, así es precisamente como Moisés los describe. Él los retrata como perdiendo su tiempo porque estaban haciendo mal uso del mismo.

Sin importar lo ocupados que estuvieran con otras cosas, cosas respetables, el retrato de ellos en las Sagradas Escrituras de Dios sería el mero hecho de ponerse en cuclillas juntos sin hacer nada importante mientras permanecían retirados.

Has hecho daño a tus compañeros soldados.

Tal imagen desalentaría a las otras tribus de hacer lo que Dios les llamó. Moisés pregunta,

¿Por qué desalentáis a los hijos de Israel a fin de que no pasen a la tierra que el Señor les ha dado?

La no participación no es neutral. Como cualquier atleta o soldado o miembro de la familia sabe, la apatía de uno afecta la resolución de todos. Rubén y Gad amenazaron no solo con pecar ellos mismos, sino también con hacer más difícil que otros obedecieran. Las otras tribus no estarían en plena fuerza contra las naciones más grandes, ya establecidas en la tierra.

Has pecado contra el Señor.

Tenían un parecido desleal con sus antepasados. Moisés se apresuró a señalarlo: “Esto es lo que vuestros padres hicieron cuando los envié de Cades-barnea a ver la tierra.”

Sus padres fueron a espiar la tierra, y todos menos Caleb y Josué regresaron con un informe que desalentó al pueblo de salir y tomar la tierra jurada a Abraham. Sus padres viajaron al borde de Canaán también y se voltearon cuando Dios los llamó adelante. Sus padres eran demasiado tímidos, y ahora estaban demasiado cómodos.

En respuesta, Moisés no se anduvo con rodeos. Él los llama una generación de víboras, hombres pecadores, que enviarían a Israel a vagar en el desierto hasta la muerte si hicieran este mal a los ojos del Señor (Números 32:15). Cada hombre debía continuar la misión hasta que todas las tribus poseyeran su herencia. Deben arrepentirse del pecado de no hacer nada y marchar con el pueblo de Dios.

Cómo se Arrepienten los que No Hacen Nada

Los hombres de Rubén y Gad de hecho se arrepienten de su pecado.

Edificaremos aquí apriscos para nuestro ganado y ciudades para nuestros pequeños; pero nosotros nos armaremos para ir delante de los hijos de Israel hasta que los introduzcamos en su lugar. . . . No volveremos a nuestros hogares hasta que cada uno de los hijos de Israel haya ocupado su heredad. (Números 32:16–18)

Ellos construirían y se asentarían, pero primero pelearían.

Y el Señor les hace cumplir esto, requiriendo que cada soldado tome su arma y cruce a través del Jordán “delante del Señor” hasta que la tierra sea sometida ante los ojos de Yahvé (Números 32:20–24). Si no cumplían lo que habían prometido, escucharían las inquietantes palabras de Moisés siguiendo sus pasos al retirarse: "Mirad, habréis pecado ante el Señor, y tened por seguro que vuestro pecado os alcanzará." (Números 32:23).

¿Sólo Nos Sentamos Aquí?

Dios todavía puede hacernos a muchos de nosotros, hombres modernos de Gad y Rubén, la única pregunta para cortar en el corazón de nuestra hombría: “¿Irán vuestros hermanos a la guerra, mientras vosotros os quedáis aquí?”

Demasiados de nosotros (yo incluido) hemos encontrado nuestros hogares en el Occidente. Disfrutamos de la libertad religiosa y oramos, “Venga Tu reino”, de vez en cuando. Tenemos a nuestra esposa, dos hijos, y una existencia agradable; ocupada, sin duda, con algo bueno. Nosotros no molestamos ni al mundo ni al diablo, y no a cambio no estamos en muchos problemas. Dejemos que Satanás nos ofrezca tierra para que el ganado paste, una comida caliente, una cama cálida, y nos sentaremos contentamente y no cruzaremos el río.

Pero nuestro Rey nos ha dado una misión.

Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:18–20)

Esta misión aún no está completa. Nuestros juramentos aún no se han cumplido. No todos los elegidos de Dios tienen su herencia. Nuestra conquista aún no es total, permanecemos en el lado equivocado del Jordán. “Onward Christian soldiers, marching as to war” (hacia adelante, soldados cristianos, marchando hacia la guerra) es la letra que nos legaron manos callosas. Pero la naturaleza de reposo de demasiados hombres en las iglesias hace pensar que se nos dijo, “Sentaos soldados cristianos, hasta que vuestro asiento esté adolorido.”

Combatir el pecado de hacer nada es rechazar involucrarse en actividades civiles. Para no distraerse de servir al Rey y a nuestro país celestial. Para no perder de vista la misión, sin importar qué otras actividades que valgan la pena se nos presenten. Recordar que el matrimonio y la familia son parte de la misión, no la misión misma. No podemos descansar hasta que Cristo tenga las almas por las que murió. La santidad espera en el frente de batalla. Nuestra llamada, nuestro privilegio, nuestra alegría es hacia adelante.


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