El Perdón: La Clave Para la Unidad Pastoral
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral
Traducción por Manuel Bento Falcón
Algo que puedes saber de cierto, pastor, es que en el transcurso de tu ministerio pecarán contra ti. Serás mal entendido, falsamente acusado, e injustamente juzgado. A menudo sucederá en tus relaciones con aquellos a los que ministras. Cuando eso pase puedes elegir llevar cuenta de ello. Puedes ceder a la tentación de castigar a la otra persona. Puedes elegir que la decepción se convierta en distancia, que el afecto se convierta en disgusto, y que el compañerismo en el ministerio se transforme en la búsqueda de una forma de escape. Puedes probar la triste cosecha del distanciamiento relacional en el que tantos equipos ministeriales de iglesias viven, o puedes plantar mejor semilla y celebrar una cosecha mucho mejor. La cosecha del perdón, enraizada en el perdón de Dios hacia ti, es el tipo de relación ministerial que todo el mundo quiere.
'El perdón estimula el aprecio y el afecto.Cuando perdonamos diariamente a la gente con la que vivimos y ministramos, no los miramos a través de la lente de sus peores fallos y debilidades más grandes. Conforme hablamos con honestidad, lloramos y oramos, nos arrepentimos y reconciliamos, nuestro aprecio unos por otros y nuestro afecto se profundiza. Dejamos de mirar a la otra persona como un enemigo. Dejamos de protegernos a nosotros mismos de aquellos que trabajan y viven más cerca de nosotros y comenzamos a trabajar juntos para construir muros de defensa contra las muchas amenazas a las relaciones ministeriales que existen en este mundo caído.
El perdón produce paciencia. Al responder a la manera de Dios en un estilo de vida diario de confesión y perdón, comenzamos a experimentar cosas que nunca pensábamos ver en nuestras relaciones. Comenzamos a ver como los malos patrones se rompen, comenzamos a vernos unos a otros cambiar, y comenzamos a ver el amor que se había vuelto frío convertirse otra vez en nuevo y vibrante. Cuando experimentamos momentos difíciles y Dios nos da la gracia para no dar lugar a las poderosas emociones y deseos que nos llevarían en la dirección equivocada, experimentamos el rescate y la ayuda práctica que su sabiduría nos da una y otra vez. Todo esto significa que nunca más entramos en pánico cuando algo malo sucede entre nosotros y aquellos con los que o a los que ministramos. Nunca más tomamos el asunto en nuestras manos en medio del pánico del dolor y el castigo. Nunca más intentamos ser la conciencia del otro o juzgar. No, estamos mucho más relajados frente al fallo y deseosos de seguir pacientemente el plan de comprometerse, confrontar, confesar y perdonar de Dios. Las dificultades de las relaciones ministeriales nos han ayudado de forma práctica a ver que su gracia es mayor que cualquier dificultad que vayamos a enfrentar nunca en nuestras relaciones. Así que podemos descansar y esperar, sabiendo que Dios está obrando, incluso cuando las relaciones ministeriales nos han dejado exhaustos y desanimados, y que Él no dejará de obrar hasta que su obra en nosotros y nuestras relaciones esté completa.
El perdón es la tierra fértil en la que la unidad en las relaciones crece. Cuando estás viviendo cada día en el patrón de confesión y perdón del evangelio como pastor, estás abandonando tu manera de hacer las cosas por una manera mejor. Tus relaciones dejan de ser una competición diaria por quién tiene el poder y quién es el que va a llevar la razón. Dejas de ver a la otra persona como una amenaza, preguntándote cuando volverá a meterse en medio de los deseos y metas de tu ministerio. No te obsesionas con tu comodidad, placer y tranquilidad y con el miedo a cómo o cuando serán interrumpidos por la gente que tienes alrededor. No, el perdón nos pone en sintonía con los demás. Ambos habéis sometido los deseos a los deseos de Otro. Dejáis de intentar construir vuestros propios y pequeños reinos ministeriales. Ahora trabajáis juntos para el reino de Dios. Ahora vivís con el mismo conjunto de expectativas y reglas. Ahora tenéis la misma manera de pensar y de enfrentar los problemas. Y juntos celebráis lo que Dios os ha dado, sabiendo juntos que nunca lo podríais haber hecho por vosotros mismos. Ahora experimentáis unidad como nunca antes, porque la gracia perdonadora os ha liberado para un propósito mayor y un mejor plan diario.
Recuerda, Dios pone gente en nuestras vidas no solo para ayudar a acelerar nuestros planes ministeriales, sino para mostrarnos una manera mejor de su gracia. Así que aprendemos a hacer la guerra, pero ya no más unos contra otros. Juntos batallamos al único Enemigo que está tras nosotros y nuestro ministerio. Al hacer esto, nos volvemos agradecidos de que la gracia nos haya liberado de la guerra de unos contra otros en la que solíamos ser tan buenos.
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