El Problema de Cambiar Tesoros

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English: The Problem of Shifting Treasure

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Noris La Valle

Después del servicio dominical de la mañana, me preguntó si podía concertar una cita conmigo. Pensé que se había sentido conmovido por mi sermón y deseaba ayuda para aplicar las verdades a los detalles de su vida cotidiana. Lo que realmente quería era decirme era cuán malos – de hecho dijo "penosos"- eran mis sermones. También dijo que hablaba por otras personas que sentían de la misma manera. Me sentí lastimado, por supuesto, pero continué preparándome igual que lo había hecho la semana anterior.

El domingo siguiente, cuando me levanté para decir mi prédica y presté atención a los oyentes, la cabeza de todos en la congregación era de tamaño normal, ¡excepto la de este tipo! Su cabeza parecía enorme, con los ojos como los de la "Mona Lisa" que parecían mirarme fijamente desde todos los ángulos. En cierta forma inadvertidamente, se había provocado un leve cambio en la motivación de mi corazón. Si, deseaba mantenerme fiel al texto y explicar el evangelio con claridad, pero también quería algo más. Me había propuesto ganarme a este hombre. Me había propuesto que iba a venir y decirme, "Paul, estaba equivocado, realmente eres un predicador espectacular". Me preparé y me comuniqué con él mentalmente.

La invasión del reino de la individualidad en el ministerio es realmente un asunto de cambiar tesoros. Habiendo sido llamado a que todo lo que digo y hago sea gobernado por los tesoros del cielo dirigidos por la gracia y centralizados en Cristo, mi ministerio comienza a ser moldeado por un catálogo de tesoros ligados a la tierra. Mi ministerio comienza a ser moldeado por sutiles pero formativos cambios en la clase de tesoro que gobierna mi corazón, y por lo tanto, modela mis palabras y mi comportamiento. Las cosas comienzan a ir más allá de su verdadera importancia, como lo hacen cuando comienzan a controlar los pensamientos y los deseos de mi corazón, y de esta forma, moldean la forma en que llevo adelante mi ministerio. Permítanme sugerirles solo cinco de una larga lista de posibles cambios de tesoros que fácilmente pueden ocurrir en el corazón de cualquier pastor.

1. Identidad: De la identidad en Cristo hasta la identidad en el ministerio

En el ministerio pastoral, es muy tentador buscar en forma horizontal por lo que ya se nos ha dado en Cristo. Es posible ser un pastor y un amnésico de identidad funcional. Cuando lo soy, comienzo a necesitar que mi valía, sentido íntimo de bienestar, significado y propósito se vean afirmados por las personas y los programas de la iglesia. Más que la esperanza y el coraje que provienen de descansar en mi identidad en Cristo, mi ministerio se vuelve capturado y moldeado por el tesoro de una serie de afirmaciones horizontales temporales sobre mi mérito y valor. Esto me despoja de audacia ministerial y me hace concentrar demasiado en la respuesta de las personas de mi círculo ministerial.

2. Madurez: Mi bienestar espiritual no está definido por el espejo de la Palabra sino por mi ministerio.

La capacidad para entender la Biblia no debe confundirse con madurez cristiana. La precisión homilética no es lo mismo que la santidad. La pericia teológica es muy diferente de la santidad práctica. El liderazgo exitoso no es lo mismo que un corazón para Cristo. El crecimiento de mi influencia no debe confundirse con el crecimiento en gracia. Es tentador permitir que ocurra un cambio en la forma en que evalúo mi madurez como pastor. Más que vivir con una profunda necesidad de una continua operación de la gracia en propio corazón, comienzo, por la experiencia y el éxito de mi ministerio, a verme más maduro de lo que realmente soy. Debido a estos sentimientos de éxito, no me siento bajo mi propia prédica; no predico por medio de un corazón encantador, tierno y humilde; no busco el ministerio del cuerpo de Cristo. Esto permite que mi preparación sea menos ferviente y que mi opinión sobre los demás sea más crítica.

3. Reputación: De un ministerio que está formado por el celo por la reputación de Cristo a un ministerio formado por mi apetito por el elogio de la gente

Mi ministerio debería estar funcionalmente motivado por la gloria de Cristo, por el hecho de que su fama sea conocida por más y más gente, y que juntos, pudiéramos conocer en forma práctica lo que significa someterse a su señorío. En cambio, mi ministerio se ve seducido por el tesoro de mi propia reputación. Mi corazón comienza a verse atrapado por el deseo de ser estimado por los demás, por el aguijón de sentirme necesario, por el encanto de sobresalir en la multitud, por la gloria de estar a cargo, y por el poder de tener la razón. Esto me dificulta admitir que estoy equivocado, someterme al consejo de los demás, resignar el control, no tener que ganar el día y probar que estoy acertado. Me dificulta aceptar la culpa o compartir el crédito, y me hace sentir menos apasionado sobre el ministerio como un proceso colaborador en el cuerpo de Cristo.

4. Esencialidad: De un descanso en la presencia esencial de Jesús el Mesías a comenzar a verme como un medio demasiado esencial de lo que Dios está haciendo.

Donde otrora me veía como una de las muchas herramientas en la caja de herramientas del reino de Dios, ahora comienzo a verme como algo muy central, muy importante para lo que Dios está haciendo en mi escenario local. En vez de descansar en la persona y en la labor del Mesías, comienzo a cargar el peso del crecimiento individual y colectivo de la gente de Dios en mis propios hombros. Esto me hace desvalorizar la importancia de los dones y del ministerio de otros, y me tienta a atribuirme más de lo que soy capaz de soportar. Inadvertidamente he comenzado a tratar de ser el Mesías en vez de descansar en mi identidad como una herramienta en sus fieles y poderosas manos.

5. Confianza: De un ministerio que emerge de la humilde confianza en la gracia transformadora a comenzar a tener mucha seguridad en mi experiencia y en mis dones.

La longevidad y el éxito en el ministerio es una cosa buena; pero también puede ser peligroso para el corazón de un pastor. Todos podemos confiar demasiado en nosotros mismos. Un cambio en la confianza comienza a surgir desde el tesoro de la humilde confianza en el poder para rescatar, perdonar, transformar e impartir gracia, a comenzar a descansar en mi propio conocimiento, habilidades, dones y experiencia. A causa de esto no me lamento lo suficiente, no oro lo suficiente, no me preparo lo suficiente, no confieso lo suficiente y no escucho a los demás lo suficiente. He comenzado a asignarme capacidades que no tengo, y a causa de ello, no administro mi propio sentido de necesidad de la gracia de Cristo, y no busco ayuda en los demás.

En cada área es tentador para mi ministerio ser moldeado por un cambio en la confianza en el tesoro de la implacable gracia de Jesús, el Redentor, a la esperanza en los tesoros terrenales, los cuales Él nos recuerda (Mat. 6) que son temporales por naturaleza y no tienen la capacidad para concedernos lo que estamos buscando. ¿Sería posible que estos cambios de tesoros conduzcan a tantos problemas institucionales familiares y resquebrajamientos relacionales en el ministerio? ¿Sería posible que estos cambios provoquen que el ministerio se convirtiera en una carga en vez de la alegría que realmente es?

Los tesoros del reino del interés personal son más seductores y poderosos cuando, como pastor, pierdo de vista las glorias de lo que se me dado en Cristo. Cuando hago esto, comienzo a pensar en mí como un pobre cuando la gracia me ha hecho rico, y busco riquezas en lugares donde simplemente no pueden encontrarse. Pero no necesito escaparme avergonzado ni entrar en pánico, porque la gracia de la cruz también ha cubierto esta batalla, y volverá a trabajar nuevamente para rescatarme de mí mismo.


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