El Sufrimiento siempre te cambia
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento
Traducción por Natalia Micaela Moreno
Hace muchos años, una cercana amiga mía se alejó de la fé.
Todavía recuerdo nuestra última conversación sobre Dios, me contaba que Él no había venido por ella. Ella había orado y le había pedido que cambiara su situación, pero las cosas continuaron empeorando. Ella me preguntó enojada "¿Es así como un Dios bueno trata a sus hijos?" y comenzó a listar todo lo que Dios no había hecho por ella, a pesar de su fidelidad. Ella estaba cansada de hacer lo correcto porque eso no la había llevado a ningún lado.
Puedo entender cómo se sintió mi amiga. Yo también tuve contratos silenciosos, unilaterales con Dios donde traté de llevar una vida recta esperando que Dios me bendijera resolviendo todos mis problemas como recompensa — especialmente si oraba y leía la Biblia. Después de convertirme en cristiana de adolescente, estaba segura de que Dios me había prometido una vida fácil y todo lo que yo tenía que hacer era vivirla.
Por años sentí que Dios cumplió su parte, pero mi confianza se erosionó después de mi primer aborto espontáneo. No se suponía que esto me pasara. Entonces una crisis matrimonial casi me deshizo, y justo cuando empezaba a sanar, nuestro pequeño hijo murió de repente.
Lo que el Sufrimiento Produjo en Mí
Cada vez que algo más salió mal, rogué a Dios que lo arreglara, que quitara el dolor, que restaurara las cosas a como eran antes. Cuando las cosas siguieron empeorando, dejé de hablarle a Dios, enojada, preguntándome si siquiera estaba escuchando.
Me di cuenta, de todas formas, como Pedro, de que no había a dónde ir, porque solo Jesús tenía las palabras de vida eterna (Juan 6:68, LBLA). Grité a Dios pidiéndole que me ayudara a confiar en Él, a reconectar, y a encontrar esperanza en lo que parecía una oscuridad impenetrable. Necesitaba paz y no la pude encontrar en ningún lado que no fuera Cristo. Fue cuando mi fé cambió radicalmente. Encontré una paz inexplicable y una esperanza que no había experimentado antes — mi vida libre de problemas no había producido nada más que el disfrute del presente. Pero el sufrimiento estaba produciendo algo inquebrantable.
El sufrimiento es un catalizador que nos fuerza a movernos en una dirección u otra. Nadie sale del sufrimiento sin cambios.
El Sufrimiento Siempre Te Cambia
Pablo dice, "Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado." (Romanos 5:2-5, LBLA)
Aquí, el sufrimiento del cristiano al final resultará en una esperanza que no nos desilusionará. Pero no vamos directamente desde el sufrimiento a la esperanza. Para algunos, como mi amiga, el sufrimiento lleva a la rebelión y el enojo, aplastando sus esperanzas, no reforzándolas. ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué el sufrimiento incrementa la fé y la esperanza en Dios para algunos y las destruye para otros?
He reflexionado sobre esa pregunta por años. Estoy agradecida de que Dios decidiera revelarse ante mí a través del sufrimiento, pero aún así me lamenté al ver a otros solo ver el sufrimiento y no al Dios amoroso detrás de él. Algo que lo diferencia está en cómo entendemos y experimentamos la esperanza y el sufrimiento en nuestro camino con Dios.
Cómo Encontrar Esperanza en el Sufrimiento
Para encontrar esperanza en el sufrimiento, esta no puede estar atada a un resultado específico. Mi esperanza no es que mi situación salga de una cierta manera, o que Dios me dé exactamente lo que quiero, sino más bien que Dios hará lo que es mejor para mí. Es una esperanza viviente en un Salvador que me ama, no un resultado que siento que me es debido. Necesito confiar en que Dios no permitiría nada que no fuera lo mejor para mí, y en que todo en mi vida fue puesto allí por mi bien (Romanos 8:28). El amor de Dios fue vertido en mí, y las Escrituras proclaman ese amor. La cruz lo muestra y el Espíritu Santo lo sella.
Pero si no confío en Dios y creo en que me ama, no veré cómo mi sufrimiento pordría ser bueno. En el momento, es doloroso; ciertamente no se siente bien. Empezaré a dudar de la fidelidad de Dios y su amor basada en lo que puedo ver y en si Dios responde a mis plegarias de la manera que deseo. Me alejaré antes de ver el final, experimentando la peor parte de mis pruebas sin siquiera llegar a la parte buena. No veré nada por lo que regocijarme y mi sufrimiento parecerá no tener motivo.
Pero cuando mi esperanza reside en un Dios que sé que me ama, Dios me moldea a través de mis pruebas. Cuando mi hijo murió, mi fé fue perturbada, y dudé de todo a mi alrededor. Pero cuando le rogué a Dios, Él y su amor se vertieron en mí. Mi fé se volvió más fuerte.
Así que, cuando supe de mi debilitante enfermedad años después, estuve ansiosa al principio, pero recordé cuan fiel Dios había sido conmigo. No tuve pánico; sabía por experiencia que Dios me daría todo lo que necesitara. Las Escrituras nos recuerdan que ser abrumados y desamparados por la vida puede fortalecer nuestra fé (2 Corintios 1:8-9, LBLA). Esto se debe a que las pruebas más profundas hacen que confiemos no en nosotros mismos, sino en Dios que levanta los muertos. Mientras más enfrentemos con Cristo y lo encontremos suficiente, más fuerte se volverá nuestra fé.
Fuego de Fundidor
Esta resistencia produce carácter. El sufrimiento suavisa mis esquinas duras, me hace más juicioso, y me ayuda a valorar a las personas por sobre las cosas. Me fuerza a concentrarme en lo que es importante en mi vida.
Como resultado, soy más compasiva, más autocontrolada, más contenta, más devota, más apasionada por la Biblia, y más emocionada por el cielo de lo que hubiera sido si nada hubiera pasado. Por mi cuenta, sería más irritable, crítica e impaciente de lo que ya soy, pero mis limitaciones físicas me están enseñando amabilidad, paciencia y gracia. Todo mi sufrimiento ha sido una oportunidad para crecer.
Mi esperanza está en que algún día contemplaré la gloria de Dios y seré transformada (2 Corintios 3:18, LBLA), el sufrimiento me da una probada de ambos. A pesar de que no veo lo que espero (Romanos 8:24, LBLA), las promesas de Dios en las Escrituras y mi experiencia de primera mano de su fidelidad me aseguran de que no seré decepcionada. He probado esa fidelidad en los más profundos, más traicioneros valles donde la presencia de Dios ha disuelto mi miedo (Salmos 23:4), así que estoy segura de que sus promesas nunca fallarán.
De modo que puedo regocijarme en mi sufrimiento, sabiendo que Dios lo está usando para producir en mí lo que no pude producir por mí misma. Mi fé es más fuerte, mi carácter se parece más al de Cristo y mi esperanza es más segura. Le agradezco a Dios que mientras confiemos en Él, confiados en que está haciendo lo mejor para nosotros, el sufrimiento de verdad producirá esperanza.
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