El Sufrimiento y la Gloria de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por R.C. Sproul sobre Sufrimiento
Traducción por Laura Coloma
Una vez visité a una mujer que estaba muriendo de cáncer uterino. Estaba muy angustiada, pero no solamente por su sufrimiento físico. Me explicó que había tenido un aborto cuando joven y estaba convencida de que su enfermedad era una consecuencia directa de eso. En resumen, pensaba que su cáncer era el juicio de Dios sobre ella.
La respuesta común de un pastor a una pregunta tan dolorosa por parte de alguien que está al borde de la muerte es decir que su sufrimiento no es el juicio de Dios por su pecado. Pero tenía que ser honesto, así que le respondí que no sabía. Tal vez fue el juicio de Dios, pero quizás no. No puedo entender el consejo secreto de Dios o leer la mano invisible de Su providencia, así que no sabía por qué sufría. Sin embargo, sabía que cualquiera que fuese la razón, había una respuesta para su culpa. Hablamos de la misericordia de Cristo y de la cruz y murió en fe.
La pregunta que hizo esta mujer la hacen todos los días quienes sufren una pena. La menciona uno de los pasajes más difíciles del Nuevo Testamento. En Juan 9, leemos: “Al pasar Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? Jesús respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.” (vv. 1-3).
¿Por qué los discípulos de Jesús pensaron que la raíz de la ceguera de este hombre era su pecado o el de sus padres? Seguro tenían cierta base para suponer eso, ya que las Escrituras, a partir del relato de la caída en adelante, dejan claro que la razón por la cual existen en el mundo el sufrimiento, la enfermedad y la muerte es el pecado. Los discípulos tenían razón al pensar que de alguna manera el pecado tenía que ver con el sufrimiento de este hombre. Además, hay ejemplos en la Biblia en donde Dios causa sufrimiento debido a pecados específicos. En el antiguo Israel, Dios castiga a Miriam, hermana de Moisés, con lepra porque dudó del papel de Moisés como vocero de Dios (Núm. 12:1-10). De igual manera, Dios cobró la vida del hijo de Betsabé por los pecados de David (2 Sam. 12:14-18). El niño fue castigado, no por algo que él hizo, sino por el resultado directo del juicio de Dios sobre David.
Sin embargo, los discípulos cometieron el error de particularizar la relación general entre el pecado y el sufrimiento. Supusieron que había una relación directa entre el pecado del hombre ciego y su sufrimiento. ¿Acaso no leyeron el libro de Job, que trata de un hombre que aunque inocente fue castigado severamente por Dios? Los discípulos se equivocaron al reducir las opciones a dos cuando había otra alternativa. Hicieron la pregunta a Jesús de una manera disyuntiva, cometiendo el error lógico del falso dilema, al suponer que el pecado del hombre o de sus padres era el causante de su ceguera.
Los discípulos también parecen suponer que todo el que tiene una pena sufre en proporción directa al pecado cometido. Nuevamente, el libro de Job echa por tierra esa conclusión, ya que el grado de sufrimiento al cual Job fue llamado a llevar fue enorme en comparación al sufrimiento y las penas de otros mucho más culpables que él.
Nunca debemos llegar a la conclusión de que una incidencia particular de sufrimiento es una respuesta directa o corresponde directamente a un pecado en particular de una persona. La historia del hombre que nació ciego hace esta observación.
Nuestro Señor respondió la pregunta de los discípulos corrigiendo la suposición falsa de que la ceguera del hombre era consecuencia directa de sus pecados o los de sus padres. El Señor les aseguró que el hombre nació ciego no porque Dios lo castigara a él o a sus padres. Había otra razón. Y porque en este caso existía otra razón, siempre debe haber otra razón para las penas que Dios nos llama a soportar.
Jesús le respondió a Sus discípulos diciendo, “ Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.” (v. 3). ¿Qué quiso decir? En pocas palabras, Jesús dijo que el hombre nació ciego para sanarlo en el momento justo, como testimonio de Su poder y divinidad. Nuestro Señor mostró Su identidad como Salvador e Hijo de Dios en esta sanación.
Cuando sufrimos, debemos confiar en que Dios sabe lo que hace, y que trabaja en y a través del dolor y el sufrimiento de Su gente para santificarla y por Su gloria. Es difícil soportar un sufrimiento largo, pero esta dificultad se ve aliviada cuando escuchamos a nuestro Señor explicar el misterio en el caso del hombre que nació ciego, a quien Dios llamó a sufrir por muchos años por la gloria de Jesús.
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