El Tipo de Padre que Él Es
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jonathan Parnell sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Paola Montano
El castillo quedó destrozado. Con solo una mirada, se notaba que fue grave.
La puerta principal estaba completamente expuesta. Las cadenas que una vez sostuvieron el intimidante puente levadizo ahora estaban rotas. La torre del tambor, que había resistido la destrucción más obvia, tenía sus murallas aplastadas, tan aplastadas que casi podrías escuchar en tu cabeza el sonido que debe haber hecho en el momento del golpe.
Esta cosa debe haber sido arrojada por las escaleras, pensé. Era demasiado obvio. Aparte de su apariencia, el castillo de madera que sostenía en mis manos había estado a unos pocos pies del último escalón que conducía al sótano, el sótano que funciona como el área de juegos de los niños.
Sí, seguramente esta cosa fue arrojada por estos escalones, dije de nuevo, sin querer que fuera verdad. Así que llamé a los niños y les pregunté.
"¿Tiraron el castillo por las escaleras?”
"Sí, lo hicimos", dijo voluntariamente el portavoz de cinco años.
"¿Qué? ¿Tiraron el castillo por las escaleras?” Tartamudeé y exclamé de nuevo, examinando el juguete más de cerca, notando la bisagra del piano doblada. "¿Lo tiraste hacia abajo? ¿Cuántas veces?”
"Cuatro o cinco", respondió el portavoz, pero más avergonzado.
Todavía no lo podía creer. Estos chicos son salvajes. Animales.
Estaba tan enojado para decir algo, así que solo expresé mi disgusto y los envié a un juicio inminente. Me senté en el último escalón mirando el castillo y preguntándome si el pegamento para madera podría ayudar en algo, sintiéndome triste por todo el asunto.
Algo de Nuevo
Ese castillo fue el primer gran regalo que mi esposa y yo le dimos a nuestros hijos. Por supuesto que hay juguetes baratos y baratijas que los niños reciben desde el principio, pero luego están los juguetes legítimos, esos que los padres buscan, que te hace sentir especialmente bien dárselos. Inversiones. Este fue el primer juguete de ese tipo. Y además de eso, se lo habíamos regalado hace unas pocas Navidades atrás, comprándolo con un escaso presupuesto familiar de un seminarista de tiempo completo. Así que no estaba realmente enojado ahí en las escaleras. Me sentía herido.
La ingratitud puede hacerte eso. Es doloroso. Y para empeorar, me senté en el último escalón con un presentimiento inquietante. Mis hijos harán esto de nuevo. Puede que no sean los juguetes, o la ingratitud, o la imprudencia malcriada, sino algo. Es algo.
Una vez, una madre sabia y experimentada le dijo a mi esposa que los niños rompen tu corazón. Ella no quería ser Debbie Downer, simplemente estaba siendo honesta. Después de todo, es parte del amor, al menos en términos humanos. C.S. Lewis dice que "amar es ser vulnerable”. Claro, esperamos que nuestros hijos nunca se equivoquen. Esperamos que sus vidas sean tan perfectas como las pegatinas de parachoques y las calcomanías con figuras de palitos parecen prometer. Pero incluso si es así, criar a nuestros hijos nunca es una inversión segura. Lee la Biblia. Los niños pueden causarle dolor a sus padres. También alegría, sí, mucha alegría. Pero también dolor. Y en la mayoría de los casos, es una combinación de ambos.
Mejor Que Nuevo
Sentado al pie de esos escalones, no puedo imaginar qué dolor podría haber en el camino. Oro para que Dios guíe a nuestros hijos en el camino de la sabiduría, la verdad y la vida. Oro y guío a mi familia en esa dirección tanto como pueda. Pero no sé lo que ellos harán. La única pregunta que puedo responder es qué haré yo. ¿Qué clase de padre seré? Y en cuanto a mí y mi casa, reconstruiré el castillo. Habrá disciplina, sin duda. No hay nada bueno en lo que hicieron. Pero rápidamente, iré por el pegamento para madera y los tornillos, y lo volveré a armar.
Porque alguna vez yo recibí regalos y no dije gracias. Tomé todo lo que Dios me dio y no lo honré como Dios. He destrozado mi vida tirándola por las escaleras unas cuatro o cinco veces, o más. Y tomó mis pedazos rotos, oscurecidos y tontos, y los sostuvo en sus manos. Siendo yo obstinado, Él me tomó en sus manos soberanas, sus manos misericordiosas, y dijo, "que de las tinieblas resplandeciera la luz” (2 Corintios 4:6, LBLA). Él juntó mis piezas. Quedé como nuevo, y aún mejor. Redimido y completado. Porque ese es el tipo de Padre que Él es.
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