El peligro en nuestras devociones diarias
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por María Veiga
¿Realmente necesitamos leer la Biblia todos los días?
Bienaventurado el hombre que lo hace (Salmo 1:1). “En la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Salmo 1:2). Las palabras de Dios reavivan el alma, dan sabiduría, alegran el corazón, iluminan los ojos y perduran para siempre (Salmo 19:7-9). “Deseables son más que el oro, mucho oro afinado; más dulces que la miel y que destila del panal” (Salmo 19:10).
La necesidad es la pregunta equivocada. ¿Por qué no querríamos dedicar tiempo a un libro como ese todos los días?
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El problema potencial de nuestro privilegio
Si dedicamos tiempo a estar con Dios en su libro, seremos recompensados. Pero las recompensas de nuestra meditación —ver más de Dios mismo— pueden ser sorprendentemente peligrosas. El conocimiento puede corromper y distraer si no sabemos qué hacer con él. “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Corintios 8:1). Pablo deja claro que podemos tener “todo el conocimiento” (1 Corintios 13:2), pero no el amor. Y el conocimiento sin amor nos deja “sin nada” (1 Corintios 13:2).
“Solo la oración puede transformar la información en intimidad”. Tweet Share on Facebook Entonces, ¿cómo acumulamos conocimiento sobre Dios sin alejarnos de él? ¿Cómo evitamos que nuestras devociones diarias sean (espiritualmente) peligrosas? David Mathis y Jonathan Parnell nos ofrecen ayuda práctica en su libro “Cómo mantenerse cristiano en el seminario”. El título parece exclusivo para seminaristas, pero estas setenta y dos páginas son innegablemente relevantes para cualquiera que estudie la Biblia, ya sea para una carrera de cuatro años o simplemente para un ritmo regular de devociones personales.
1. Maravíllate ante la gracia.
Una defensa contra el orgullo y la complacencia en nuestra lectura bíblica es aprender a asombrarnos siempre de lo que aprendemos sobre Dios y nunca de cuánto sabemos. Maravíllate ante Dios, especialmente ante su gracia. Mathis escribe: “Gracia: a pesar de nuestra rebelión, cubriendo nuestro pasado, inundando nuestro presente y creciendo para siempre en el futuro. Que Dios nunca te deje enfriar ante su gracia” (33).
Hoy en día, tenemos a nuestro alcance una riqueza inusual y creciente de información sobre Dios y el evangelio. La Biblia en sí misma merece toda una vida y más de estudio, pero también estamos inundados de sermones, artículos, blogs y redes sociales. “Toda esta información, todo el acceso sin esfuerzo a la verdad sobre Dios, paraliza nuestra sensación de milagro” (Parnell, 42). Maravíllate por completo de que incluso conocemos a este Dios y de que nos ama con tanta seguridad y sacrificio como lo hace.
2. Mantente dependiente de Dios.
¿Quieres perder a Dios en tu lectura bíblica? Evita la oración. Este es el camino hacia un corazón que ama lo que lee. Parnell dice: “El Apocalipsis, repleto de asombro, está destinado a la comunión” (46) y: “Debes detenerte y orar, porque solo la oración puede transformar la información en intimidad” (48). Dios nos dio la Biblia para que pudiéramos tenerlo, y lo encontramos cuando le ofrecemos su verdad y nuestro corazón en oración.
“La oración es nuestra participación en la comunión que Dios ha logrado” (47). Piénsalo. Cuando inclinamos la cabeza con fe, nos unimos a la historia más grande jamás contada, viviendo el amor de Dios por los pecadores quebrantados al enviar a su Hijo a morir por nosotros. El lugar de oración es lo más cerca que podemos estar de Dios en este mundo. Cuando evitamos la oración, nuestras preciosas doctrinas inevitablemente nos enorgullecerán. Pídele a Dios que se haga tan grande en tu corazón como lo hace en tu mente.
3. Mantente enfocado en Jesús.
Una manera de mantener nuestro tiempo en las Escrituras devocional y personal es buscar a Jesús con persistencia. Parnell escribe: “El ancla que puede mantener nuestros corazones firmes en medio de todo el estudio es la determinación de que Jesús debe ser probado y atesorado por nosotros y a través de nosotros” (Parnell, 27). Cada vez que pasamos una página, buscamos algo —mejor, alguien— para ver y disfrutar de una manera nueva o fresca.
Mathies añade: “Las Escrituras, correctamente entendidas con Jesús como centro, nutren tu corazón y agudizan tu mente, para que puedas ensayar la verdad del evangelio con textura, intensidad y definición, con frescura y poder” (39). La Biblia nos ofrece un perfil completo, complejo y diverso de la persona más importante y más satisfactoria que jamás haya pisado esta tierra. Mantente enfocado en Jesús, y te resultará difícil no conmoverte con más conocimiento sobre él.
Saber qué hacer con el conocimiento
La realidad es que cualquiera que lea la Biblia con regularidad experimenta los peligros que conlleva el conocimiento. No tenemos que sentarnos con doctores para aprender muchas cosas profundas y poderosas sobre Dios. Pero ¿amaremos y viviremos lo que aprendamos?
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