En cualquier cosa en que tu corazón te condene

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Greg Morse
Indice de Autores
Leer más sobre Santificación y Crecimiento
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: When Your Heart Condemns You

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Débora Ester Baigorri


El apóstol Juan escribe «en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene...» y con esa frase nos llena de angustia. (1 Juan 3:20). ¿Alguna vez sentiste que tu corazón te condenaba y encerraba tu felicidad en un ataúd? ¿Alguna vez sentiste que tu corazón reproducía tu pecado como en el cine y te hacía verlo repetidamente?

«En cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene». Esto significa: Has pecado y lo sabes. Esto no se refiere a que otra persona juegue con tus sentimientos o difame tus motivos. Se refiere a ti, a tu propio corazón; tu propia conciencia. El corazón que conocía tus secretos desde que comenzó la tentación ahora te apunta con el dedo. Cuando resurges del pecado, ahí está esperando. Pasado el momento, acabada la noche, con voz baja pregunta: ¿Cómo pudiste?

«En cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene», verdaderamente, constantemente y sin lástima, su voz nos amenaza con maldiciones. «Maldito serás en la ciudad y maldito serás en el campo. . . . Maldito serás cuando entres y maldito serás cuando salgas». (Deuteronomio 28:16, 19). Nos condena, ¿pero está equivocado? Habla más claro de lo que nos gustaría, más fuerte de lo que podamos soportar, con más exactitud de lo que deseáramos que fuera cierto. Ahora bien, ¿qué podemos responder? ¿Cómo pudimos ir en contra de Dios, nuestro Padre celestial, nuestro Amigo que fue traspasado, nuestro Espíritu Santo al que hemos contristado? Oímos el canto del gallo, somos confrontados. Lo que habíamos determinado ha caído por el suelo, hemos olvidado a nuestro Salvador. Ahora ¿qué?

Contenido

Cómo asegurar nuestro corazón

En aguas progundas, el apostol Juan busca asegurar el corazón genuino del cristiano.

En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él; en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene; porque Dios es mayor que nuestro corazón y sabe todas las cosas. (1 Juan 3:20).

Juan, como un pastor comprensivo, se acerca al alma angustiada y busca elevar el corazón del hijo al Padre. Hasta sacaría tu pie de la red, si pudiera. Él conoce la manera en que nuestros corazones, ya sensibilizados por lo que hemos hecho, nos atan y abusan de nosotros. Nos golpean varias veces con una caña como queriendo recuperar el tiempo perdido. El celo a causa de nuestro pecado lo consume; sus golpes pueden dejarnos una marca como una renguera.

Juan interviene en este asunto y nos muestra tres puntos a considerar: a) nuestro corazón olvida; b) hay uno que conoce todo; y c) nos recuerda quién es más grande que nuestro corazón.

1. Nuestros corazones olvidan

En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él.

Tu corazón te condena porque aunque has estado velando en los últimos meses, entraste en la pornografía. Cometiste adulterio en tu corazón, y quizás ya eras un hombre casado y un padre. ¿Cómo podrías mirar a tu hija, a tu esposa o al Señor a los ojos después de mirar aquello que han visto tus ojos? ¿Es este el comportamiento de un verdadero cristiano? Tu corazón te condena.

Los corazones que se sensibilizan por el pecado son un don de Dios (Ezequiel 36:26), aunque los corazones llenos de dolor piadoso suelen fijarse en la transgresión y olvidan lo que Dios está haciendo además en nuestras vidas. Lo único que el corazón logra ver es culpa, no crecimiento; fruto del pecado, no fruto del Espíritu. Nuestros corazones muy entusiasmados empuñan la vara para condenación, mientras que Jesús pretende lograr una vida disciplinada.

Así es que Juan es el que muestra un panorama de lo que Dios está haciendo en nosotros. «En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él» (1 Juan 3:19) ; ¿cómo? Cuando mostramos amor por nuestros hermanos no de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad (1 Juan 3:18). Amar al pueblo de Dios nos hace recordar que Dios realmente está trabajando en nosotros. Servir al pueblo de Cristo, darles de comer, visitarlos cuando están enfermos o en prisión, orar por ellos, adorar, llorar y gozarnos con ellos son todas evidencias de que lo que hemos hecho al más pequeño de nuestros hermanos en Cirsto, lo hemos hecho por Cristo (Mateo 25:31–40). Un examen a nuestra vida de amor en el Señor debería persuadir a nuestros corazones mientras estamos sumergidos en el fango de algún pecado reciente. «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos». (1 Juan 3:14).

Juan desea animar a cada hijo e hija de Dios que se encuentra en pecado, pero en su carta él da una definición cuidadosa de quiénes son esos hijos e hijas. Nos da un ánimo que tiene un precio. El no dice: «Dios te ama y te perdona, aunque continúes practicando ese pecado, caminando en oscuridad y sin amor evidente por el pueblo de Cristo». Sino que es como escribe James Alexander: «El remordimiento sin arrepentimiento y el desprecio sin enmienda, son azotes espantosos». (Thoughts on Preaching [Reflexiones sobre la predicación], 42). Juan se horrorizaría al verte asegurado en esta vida, pero condenado en la siguiente.

Sin embargo, él tendría a todos los verdaderos hijos de Dios asegurados. Y la evidencia real, aunque imperfecta, del amor forjado por el Espíritu reafirma nuestros corazones delante de Dios.

2. Lo que Dios conoce

Dios es mayor que nuestro corazón y él sabe todas las cosas.

Juan instruye a los santos que han caído a considerar todas las pruebas. Aquí encontramos un antídoto perfecto para una introspección miope de un corazón oprimido. Considera la labor del Espíritu Santo en tu vida y considera el fruto real del amor a Dios y al hombre que cuelga de sus ramas; fruto que, gracias a Dios, es sobrenatural. Puedes considerar todas las pruebas (no suposiciones) porque Juan nos dice que Dios sí lo hace. Dios es mayor que nuestros corazones y él sabe todas las cosas.

Tu corazón no lo sabe todo y a menudo olvida lo que sí sabe. Dios sí sabe todas las cosas y no olvida. Él ve más que nuestra caída reciente (el pecado que rompe tu corazón y te hace derramar lágrimas); e inclusive en el remordimiento, él ve una nueva vida y un nuevo fruto que rinde honor a su amado Hijo y al Espíritu que mora en el corazón. El ve lo que hiciste anoche, y ve arrepentimiento en la mañana. El vio que la semana pasada hubo apatía, lujuria, enojo, codicia, resistencia a su presencia, pero también ve que durante el último año hubo crecimiento en pureza, evangelismo, servicio a la congregación local, autocontrol, oración y conocimiento de Jesucristo.

En Pedro tenemos un ejemplo para entender cómo el conocimiento total de Dios, y no solo de nuestra caída, conforta al hijo de Dios. Tres negaciones y muchas acusaciones del corazón más tarde, Pedro sale del agua fría para encontrarse con Jesús en la costa para desayunar. Tres negaciones son seguidas por tres afirmaciones. Pero, mientras Jesús pregunta tres veces: «Pedro, ¿me amas?» ¿Qué dice Pedro? No dice «Creo que sí, Señor» o por lo menos «Sí, Señor, te amo». Tres veces él afirma que el Señor conoce ese amor. En cuanto a la tercera vez,

leemos que Pedro se entristeció porque el Señor le preguntó por tercera vez: «¿Me amas?», a lo que él respondió: «Señor, tú sabes todo; tú sabes que te amo». (Juan 21:17)

Si él dejaba que su corazón considerara solo sus tres negaciones, podría haber tenido el final de Judas. Pero el Señor había orado por él y sabía que las negaciones de Pedro eran solo un triste capítulo de una historia más larga. Pedro realmente amaba al Señor y tranquilizó su corazón al ver que el Señor lo sabía también. Dios es mayor que nuestros corazones y él sabe todas las cosas.

3. Más grande que todo

Dios es mayor que nuestro corazón y sabe todas las cosas.

Finalmente, Juan desea ofrecernos otro argumento que limita la violencia de nuestros corazones hacia nosotros mismos: Dios es mayor que nuestro corazón. Nuestro corazón no es el juez, gracias a Dios. Con nuestro corazón lo único que podemos esperar es que se aplique justicia. Nos condenaríamos a nosotros mismos. Y si nosotros pudiéramos condenarnos a nosotros mismos, ¿por qué no lo haría un Dios que es santo? Porque Dios, que sabe todas las cosas, no solo lo que acabamos de hacer y no solo que de verdad amamos a su pueblo a pesar de lo que hayamos hecho, sino que él sabe lo que él ha hecho.

Y, ¿qué ha hecho? Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. (Juan 3:17). ¿Qué ha hecho? No eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. (Romanos 8:32). Si Dios es por ti, ¿tu corazón podría tener éxito en ir contra ti? Si el olvidara su misericordia hacia nosotros, eso significaría que también olvidaría a su amado Hijo y permanecería sordo a la intercesión que su Hijo hace por nosotros.

«Padre, ya que tu amor eligió libremente a este hijo, ya que hemos llevado a cabo la redención de aquella hija desde antes que ella naciera, derrama nuevamente tu misericordia. ¿Acaso no nos hemos ocupado completamente del pecado? ¿No cargaste todo sobre mí? ¿Fallé al separar de ellos su condenación así como el Este está lejos del Occidente? Démosle al cielo la oportunidad de cantar de nuestra gran salvación».

El Padre recibe semejante plegaria con gran satisfacción. Este es el Dios que es mayor que tu corazón. Sus caminos de misericordia no son tus caminos, y tampoco sus pensamientos de la gracia son tu expectativa de la gracia. Sus caminos de gracia son más altos que los del hombre, como los cielos son más altos que la tierra y un ángel más grande que una hormiga.

Vuelve a él, vuelve a casa con él, aunque tu corazón te repita que eres indigno de ser llamado su hijo. Levanta tu vista: él corre hacia ti, ordena que se traiga una vestimenta y un anillo. El te tranquiliza con su amor.

¿Has hecho algo incorrecto y tu corazón de condena? Estás perdonado; Dios es mayor que tu corazón. Las palabras que habla tu corazón son tajantes; él tiene el mazo. Si escuchas a tu corazón hasta podrías ser castigado. Pero en Cristo no eres condenado. Amados, «En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene; porque Dios es mayor que nuestro corazón y sabe todas las cosas». (1 Juan 3:19–20).


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas