Encontrar coraje en la sombra del cáncer

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English: Finding Courage in the Shadow of Cancer

© Desiring God

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Por Leslie Schmucker sobre Sufrimiento

Traducción por Bradley Sullivan


Hace siete años, tuve cáncer: fue raro, de rápido crecimiento, y vino de nada. A pesar de mi confianza en Cristo, y sabiendo que estaría con él si este cáncer me quitara la vida, el miedo que me sentía era persistente y, en algunos días terribles, paralizante.

El miedo es una respuesta profundamente desagradable, incluso si es profundamente humano. En la Biblia, el mandamiento de “no temer” aplica a una miríada de situaciones: ejércitos que avanzan, pruebas que presionan, autoridades que arrestan, ángeles que aparecen e incluso que Jesús se materialice. Cuando el Cristo resucitado repentinamente se paró en la habitación cerrada con los discípulos, sus primeras palabras a ellos fueron “Paz a vosotros” (Juan 20:19). En otras palabras, Calmaos. No hay ninguna necesidad de temer.

Pero, ¿cómo obedecemos el mandato de Dios de no temer cuando el sentimiento nos abruma?

Estar en la cuerda floja

Imagina que has sido desafiado de caminar en una cuerda floja que cruza una sección del gran Cañón. Estarías 1.500 pies en el aire, enfrentado con un camino de 1.400 pies sobre un cable de dos pulgadas, golpeado por los vientos de 30 millas por hora. Si tienes éxito, te garantizas seguridad financiera para la vida.

Aprendas que estarías entrenado y guiado por Nick Wallenda, el funambulista experto, que ha realizado con éxito este y otros caminos igualmente espantosos. Tienes plena confianza que no te caerás porque Nick tomará todas las precauciones para llevarte seguramente al otro lado. Decides de confiar en Nick porque es confiable, y accedes de caminar en la cuerda floja.

¿Piensas por un momento que, a pesar de tu plena confianza en Nick, no te sentirás alguna medida de miedo mientras recorres ese cable? ¡Por supuesto que lo harás! Pero a medida que crezca su confianza en la guía, su seguridad calmará gradualmente el miedo a medida que avance con valentía y fortaleza, completando el desafío y reclamando el premio.

Pero hay más. El gran Cañón es precioso. Con Nick detrás de ti, y a pesar de las mariposas intensas en la panza, puedes mirar hacia arriba y disfrutar de la vista a través del peligro de la tarea. Puedes apreciar la panorámica, el río abajo, el cielo azul increíble, y el blanco absoluto de las nubes distendidas. Podrías ver a un águila en su nido o ser testigo de un muflón trepando por la escarpada pared del acantilado. Observarías maravillas que nunca habrías visto si no hubieras tomado el desafío del camino.

El miedo se inclina ante la fe

Enfrentarse al cáncer era como estar en la cuerda floja. Sabía que Dios estaba detrás de mí (y adelante de mí), pero la intensidad del miedo lo hacía difícil de confiar en él. Sin embargo, la alegría que superó ese miedo y impregnó mi alma vino con meditar en la seguridad de Dios de que su gracia es realmente suficiente para mí (2 Corintios 12:9). Si moría, si vivía, si sufría, si mi calidad de vida disminuía, todavía lo tenía (Hebreos 13:5). Finalmente, la emoción de miedo se inclinó ante la acción divina de coraje. Una paz profunda y satisfecha silenció y se mezcló con el sentimiento intenso de temor, y podría caminar con seguridad al otro lado.

A causa de mi coraje avivado con gracia, podía mirar hacia arriba y ver la belleza absoluta en la habilidad de los médicos, la amabilidad de las enfermeras, y la camaradería de mis copacientes en el centro de cáncer. La gracia común se volvió personal, y el miedo – aunque todavía me lo sentía hasta cierto punto – se volvió oscuro junto a la grandeza de Dios y su inmenso y peculiar amor para mí.

Solo porque sentimos cierta medida de miedo no significa que no tengamos fe; solo significa que nuestra fe aún no es perfecta. Nuestra carne temporal está rota y débil, y Dios lo sabe. Eso es “(p)orque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Como miramos hacia Dios en fe, su espíritu nos da la fuerza de actuar desde una perspectiva eterna y para resistir acobardarnos en nuestra fragilidad temporal.

Empieza a caminar

Por supuesto, hay un miedo que tenemos que poseer: un sentimiento reminiscente del miedo increíble que enfrentaríamos mientras estamos parados en una cenefa de nailon sobre el gran Cañón. Eso es el miedo en la presencia de un Dios sagrado (Salmo 102:15). Dios tiene la intención de que provea de este miedo increíble a nuestras almas.

Sin embargo, frente a todos nuestros temores terrenales, Dios tiene la intención de que confiemos en su promesa en Josué 1:9: “¿No te lo he ordenado yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”. Aunque podemos tener miedo, no debemos permitir que ese miedo determine cómo actuamos. Nuestro Dios nos está guiando en la cuerda floja, y él mismo calmará nuestros temores al tomar su mano y empezar a caminar.



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