Entre Leones

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English: Among Lions

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Por Charles H. Spurgeon sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles


"Mi alma está entre leones." Salmo 57: 4. (La Biblia de las Américas)

Algunos de ustedes no podrían decir esto, y deberían estar sumamente agradecidos por no estar obligados a decirlo. Dichosos los jóvenes que tienen padres piadosos y viven en familias cristianas. Deberían crecer como flores en un invernáculo, en el que se desconocen las heladas destructoras y las ráfagas congelantes. Viven en circunstancias muy favorables. Casi podría decirse que su alma está entre ángeles, pues viven allí donde Dios es adorado, donde la oración familiar no es olvidada, donde pueden contar con una guía amable en la hora de dificultad y consuelo en el tiempo de prueba. Ustedes moran donde los ángeles van y vienen, y donde Dios mismo se digna morar. ¡Cuán agradecidos deberían estar y cuán santos deberían ser!

Quiero que aquellos que viven donde todo lo que les rodea les sirve de ayuda, recuerden a los muchos agraciados que moran donde todo les sirve de obstáculo. Quienes viven cerca de la Puerta Hermosa del templo no deben olvidar a los muchos que gimen entre las tiendas de Cedar. Si tu alma no está entre leones, alaba a Dios por ello; y, luego, ten compasión de aquellos que se quejan tristemente:

"Mi alma ha habitado largamente
Con el que odia la paz;
Yo quiero paz; pero cuando hablo,
Ellos están prestos para la batalla."

Dice el deber cristiano: "Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos"; y siempre que nuestras propias circunstancias favorables nos conduzcan a olvidar a quienes son perseguidos y probados, nuestras propias misericordias estarían obrando en nuestro perjuicio. "Somos un solo cuerpo." Si un miembro sufre, todos los demás miembros deben sufrir con él; y, por ello, vamos a volver nuestros pensamientos hacia nuestros hermanos perseguidos en este día, para que nuestras súplicas unidas los sostengan en medio de sus dificultades y los liberen, si el Señor se agradara en hacerlo.

¿Cuándo puede un cristiano decir en verdad: "Mi alma está entre leones"? Tal es el caso cuando, ya sea porque provengamos de familias impías o porque debamos ganar nuestro sustento diario entre gente inconversa y malvada, estemos sujetos a reproche y reprensión, y burlas y guasa por causa de Jesucristo. Entonces podemos decir: "Mi alma está entre leones."

Muchas personas de esta congregación, conocidos míos, son los únicos miembros de sus respectivas familias a quienes Dios ha llamado. Yo bendigo Su nombre porque a menudo está tomando a uno de un hogar, y a un miembro de una familia, para llevarlos a Jesús. Alguna persona que está muy lejos de ser cristiana, podría entrar aquí por pura curiosidad, pero Dios se encuentra con ella y se convierte en el primero de sus parientes y amigos que dirá: "Yo soy de Jehová."

Frecuentemente, cuando los convertidos vienen a compartir con nosotros, nos dicen: "no sé de nadie de mi familia que haya hecho alguna profesión de piedad: todos ellos se oponen a mí." En un caso así, el alma está entre leones, y es muy duro y agobiante encontrarse en tal posición. Haríamos bien en compadecer a una esposa piadosa que esté ligada a un marido impío. ¡Ay!, frecuentemente es un borracho cuya oposición equivale a brutalidad. Un espíritu dulce y amoroso, que debería ser abrigado como una tierna flor, es magullado y hollado y conducido a sufrir hasta que el corazón grita adolorido: "Mi alma está entre leones." Poco sabemos nosotros de los martirios vitalicios que soportan muchas mujeres piadosas.

Los hijos tienen que soportar también lo mismo cuando, por la gracia divina, son separados de familias depravadas y perversas. Hace sólo unos cuantos días conocí a una mujer que ama al Señor. Pensé que si hubiese sido mi hija, me habría regocijado sobremanera por su piedad dulce y gentil, pero su padre le dijo: "si asistes a tal y tal lugar de adoración, debes abandonar nuestro hogar. Nosotros no creemos en estas cosas, y no podemos tolerar que vivas con nosotros si crees en ellas." Yo vi el dolor que ese estado de cosas le estaba provocando, y aunque no podía cambiarlo, me dolió mucho. Ay de aquellos que tiranizan a los pequeñitos de mi Señor.

Nadie sabe lo que los obreros piadosos tienen que aguantar de sus compañeros de trabajo. Hay algunos talleres en los que hay libertad religiosa, pero frecuentemente la mayoría de los obreros de esta ciudad son grandes tiranos en materia de religión. Se los digo en su cara. Si un hombre bebe con ellos, y blasfema con ellos, lo admiten como compañero; pero cuando un hombre confiesa que teme a Dios, le hacen la vida muy difícil.

Yo te pregunto, amigo, ¿acaso no tiene alguien tanto derecho de orar como tú lo tienes de blasfemar? ¿Y acaso no tiene él, el mismo derecho a creer en Dios que tú tienes a no creer? ¡Este es un país maravillosamente libre! ¡Es un país maravillosamente libre! Es casi tan libre como era Estados Unidos en los viejos tiempos, cuando cualquiera tenía libertad de vapulear a su propio esclavo negro; pues el obrero reclama ahora libertad para reírse de cualquier otro obrero que decida ser sobrio y religioso, y hasta llega a insultarlo.

Existen grandes fábricas por toda la ciudad de Londres, en las que un cristiano tiene que aguantar desprecios desde la mañana a la noche y soportar burlas que no deberían golpear el rostro de hombres honestos, y que no existirían del todo, si los británicos fuesen tan amantes de la libertad como profesan serlo. Ellos declaran que nunca serían esclavos; pero son esclavos, esclavos de su propia impiedad y borrachera, la gran mayoría de ellos; y los hombres alcanzan su libertad únicamente cuando llega la gracia divina y rompe la cadena. Cuando un hombre serio determina con firmeza servir a Dios, parecería que los de mala calaña deban ponerle su pie encima, y tratarlo con toda clase de indignidades que la malicia pudiera fraguar.

Podría ser que lo hagan para divertirse, pero la víctima no lo siente así. No me digan que la persecución concluyó cuando el último mártir fue quemado en la hoguera. Hay mártires que tienen que sufrir la hoguera alimentada por el fuego lento de crueles burlas día tras día; y yo bendigo a Dios porque la antigua firmeza todavía permanece entre nosotros, y porque todavía sobrevive el viejo espíritu, de tal forma que los hombres desafían las risas burlonas y la calumnia y persisten en su camino.

Yo podría contarles historias que los conmoverían y los deleitarían, de lo que dice y hace el orden común de los obreros ingleses en contra de quienes profesan la religión, y cuán valerosamente los justos y los verdaderos hombres soportan todo, y, a la larga, vencen también, y muchas veces influencian a sus compañeros para que confiesen su misma fe. Ellos nos llaman a todos farsantes e hipócritas, y cosas parecidas, pero saben que no somos así, y si tuviesen un gramo de hombría cesarían de decir esas mentiras.

El verdadero británico reconoce para otros la misma libertad que reclama para sí, y si decide no ser religioso, se levanta como un hombre para defender los derechos que tienen los demás de ser religiosos, si así lo decidieran. Entonces, obreros británicos, ¿cuándo los veremos haciendo esto?

El texto habla de un alma entre los leones. ¿Por qué el salmista los llamó leones? "Perros" sería un buen nombre con el que merecerían ser llamados. ¿Por qué habría de llamarlos leones? Porque, a veces, el cristiano está expuesto a enfrentarse con enemigos que son muy poderosos -quizá dueños de mandíbulas muy fuertes- fuertes para morder, desgarrar y desmembrar.

A veces, el cristiano está expuesto a personas que rugen estrepitosamente sus infidelidades y sus blasfemias contra Cristo, y es algo terrible estar entre leones como esos. El león no solamente es poderoso sino cruel; y es una crueldad real la que sujeta a hombres bien intencionados al reproche y a la falsedad.

Los enemigos de Cristo y de Su pueblo son a menudo tan crueles como leones, y nos matarían si la ley se los permitiera. El león es una criatura de gran astucia, que se desliza furtivamente, y luego da un súbito salto; y de la misma manera el impío se desliza agazapado hacia el cristiano, y, si es posible, salta sobre él para atraparlo en un momento de descuido. Si se imaginan descubrir una falta en él, ¡le caen encima con todo su peso! Los impíos vigilan a los justos, y si pudieran atraparlos en su lenguaje, si pudieran hacerlos enojar, u obligarlos a decir una palabra impropia, cuán ávidamente les darían un zarpazo. Engrandecen su falta, la ponen bajo un microscopio sumamente potente, y arman un alboroto por ello. "¡Repórtenlo! ¡Repórtenlo!", -dicen- "¡queremos que se sepa!" Cualquier cosa en contra de un auténtico hijo de Dios, es una dulce fruta para ellos.

Quienes son vigilados diariamente, censurados diariamente, ultrajados diariamente, obstaculizados diariamente en todo lo que es bueno y agraciado, van con lágrimas en los ojos delante del Dios que sirven y claman: "Mi alma está entre leones."

Es a ellos a quienes me dirijo en este día, inicialmente un poco a manera de consuelo, y a continuación un poco a manera de advertencia.

I. Primero, A MANERA DE CONSUELO. Tú estás entre leones, mi querido y joven amigo; entoncestendrás comunión con tu Señor y con Su iglesia. Cada día domingo, y cada vez que nos reunamos, esta bendición es pronunciada sobre ti, para que goces de la comunión con el Espíritu Santo. La comunión con el Espíritu Santo te lleva a la comunión con Jesús, y esto involucra que seas conformado a Sus sufrimientos.

Ahora, tu Señor estuvo entre leones. Los hombres en Su día no tenían ninguna buena palabra para Él. Si al Padre de familia llamaron Beelzebú, no podrían llamarte jamás con un nombre peor que ese. Decían que era un hombre comilón y bebedor de vino; tal vez podrían decir lo mismo de ti, y sería igualmente falso. No tienes que avergonzarte porque te arrojen la misma mugre que arrojaron a tu Señor; y si alguna vez sucediera que fueses despojado de todo, y se levantaran falsos testigos en tu contra, e incluso fueras condenado como criminal y llevado a la ejecución, aun así tu porción no sería peor que la Suya. Recuerden que ustedes son los seguidores de un Señor Crucificado, y no pueden esperar ser los consentidos del mundo.

Si ustedes son cristianos, la inspirada descripción de la vida cristiana es tomar la cruz. ¿Acaso esperan ser mecidos sobre las rodillas de ese mismo mundo impío que colgó a su Señor en el patíbulo? No; ustedes saben que quien es amigo del mundo es enemigo de Dios. Esta verdad es inmutable. La afirmación: "maquina el impío contra el justo, y cruje contra él sus dientes" es tan cierta hoy, como lo fue en años remotos.

Ustedes podrían seleccionar una religión de moda, y atravesar el mundo confortablemente con ella; pero si poseyeran la verdadera fe, tendrían que luchar por ella. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no son del mundo, antes Él los eligió del mundo, por eso el mundo los aborrece.

Cuando el lugareño pasa caminando por la estrecha calle, los perros no le ladran, pues lo conocen muy bien; pero cuando pasa un extraño, en seguida se ponen a ladrar. Por esto sabrás si eres un ciudadano del mundo o un peregrino que va camino a la tierra mejor.

Tampoco estaba solo tu Señor. Recuerda la larga línea de profetas que fueron antes de Cristo. ¿Cuál de ellos fue recibido con honor? ¿Acaso no apedrearon a uno, y mataron al otro con la espada, y cortaron en pedazos a uno con una sierra, y eliminaron a todos los demás? Ustedes saben que la marcha de los fieles puede rastrearse por su sangre.

Y después que el Señor ascendió al cielo, ¿cómo trató el mundo a la iglesia? En las calles de Roma, y en todas las grandes ciudades, a menudo se escuchó el grito fiero: "¡los cristianos a los leones! ¡Los cristianos a los leones! ¡Los cristianos a los leones!" En altas horas de la noche los hombres gritan: "¡fuego!", cuando una casa está en llamas; o una turba grita: "¡pan!", si se está muriendo de hambre; pero en la vieja Roma, el grito más amado para el corazón de los romanos, y el más expresivo de su horrible enemistad con el bien, era "¡los cristianos a los leones!"

De todos los espectáculos intrépidos que el Imperio Romano vio alguna vez, el que excitaba al populacho por sobre los demás, era ver a toda una familia: un hombre y su esposa, tal vez, y una hija mayor y un hijo, y tres o cuatro niños, todos marchando hacia la arena, y que abrieran la gran puerta, para que pudieran salir veloces los leones y se abalanzaran sobre ellos, y los despedazaran.

¿Qué daño habían hecho? Habían perdonado a sus enemigos. Ese era uno de sus grandes pecados. Rehusaban adorar a los dioses de madera y de piedra. Rehusaban blasfemar el nombre de Jesús a quien amaban, pues Él les había enseñado a amarse los unos a los otros, y a amar a toda la humanidad. Por cosas como estas, los hombres alzaban el grito de: "¡los cristianos a los leones! ¡Los cristianos a los leones!"

A todo lo largo de la historia, este ha sido el grito del mundo contra todos los que han seguido fielmente los pasos de Jesucristo. Justo ahora, la mano misericordiosa de la providencia ha impedido la persecución abierta, pero si esa mano fuese retirada, el viejo espíritu bramaría de nuevo. La simiente de la serpiente odia todavía a la simiente de la mujer; y si el dragón antiguo no estuviese encadenado, devoraría al hijo varón, como ha intentado hacerlo muchas veces.

No se engañen, pues de una forma o de otra, el viejo aullido de: "¡los cristianos a los leones!", pronto se escucharía en Londres si el poder todopoderoso no estuviera sentado en el trono y reprimiera la ira del hombre.

Ustedes que tienen que sufrir una medida de persecución por causa de Cristo, deben estar muy contentos por ello, pues son considerados dignos no solamente de ser cristianos, sino de sufrir por causa de Cristo. Les ruego que no sean indignos de su supremo llamamiento, sino que sufran penalidades como buenos soldados de Jesucristo. En estas aflicciones están teniendo comunión con su cabeza y con Su cuerpo místico; por tanto, no se avergüencen.

Aquí tienen otro pensamiento. Si están entre leones, deberían ser conducidos más cerca de su Dios. Cuando tenían una gran cantidad de amigos, se podían regocijar con ellos; pero ahora que ellos se han vuelto en su contra, y que ustedes han comprendido esta verdad: "los enemigos del hombre serán los de su casa," ¿qué deben hacer? Bien, pues, acercarse más a Dios de lo que lo hubieren hecho jamás.

Jesucristo amó de tal manera a Su iglesia que, cuando miraba a Sus pobres discípulos dijo: "He aquí mi madre y mis hermanos." Ustedes deberían hacer lo que hizo su Maestro: convertir a su iglesia en su padre y su madre y su hermana y su hermano; es más, mejor aún, hacer que Cristo sea todos ellos y mucho más para ustedes. Hagan que el Señor sea todo lo que los más queridos mortales podrían ser y mucho más. Canten ese verso encantador, que es uno de mis favoritos, pues fue muy precioso para mí en días lejanos:

"Si sobre mi rostro, por causa de Tu amado nombre,
Caen la vergüenza y los reproches,
Saludo al reproche y doy la bienvenida a la vergüenza,
Si Tú te acuerdas de mí."

Asegúrense de que viven cerca de Dios. Todos los cristianos deberían hacerlo, pero cada falsa acusación, cada comentario cáustico, cada frase cortante, deberían conducirlos más cerca del pecho de su Padre. Entre más los censuren, más constantemente deberían morar bajo el refugio de Sus sagradas alas, y encontrar su gozo en el Señor.

Y, habiéndose acercado a Cristo, permítanme decirles, a manera de consejo y a manera de consuelo también, que deben esforzarse por estar muy tranquilos y felices. No se preocupen. Denle a la burla la menor importancia posible. Es algo grandioso tener un oído sordo. Procuren hacerse sordos a la calumnia y al reproche, como lo hizo el salmista cuando dijo: "Soy, pues, como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay reprensión."

Un ojo ciego para ver la insensatez de los enemigos es, a menudo, más útil para un hombre, que dos ojos que siempre está mirando con recelo a su alrededor. No vean todo, no oigan todo. Cuando se hable una palabra dura, no la escuchen; si no pueden evitarlo, olvídenla tan pronto como puedan.

Ama más entre menos te amen: retribuye la enemistad con amor. Ascuas amontonarás sobre ellos si no devuelves esas frases duras excepto mediante un acto de amabilidad. No te defiendas casi nunca: es un desperdicio de aliento, y es echar perlas delante de los cerdos.

Aguanta una y otra vez. Recuerda que nuestro Señor nos ha enviado como ovejas en medio de lobos, y las ovejas no se pueden defender a sí mismas. El lobo puede comerse a todas ovejas si quisiera; pero, ¿no ven que hay más ovejas que lobos ahora en el mundo, diez mil ovejas por cada lobo? Aunque los lobos se comieron su ración, y aunque no se ha dado nunca el caso que una oveja devorara a un lobo, sin embargo, las ovejas están aquí, y los lobos han desaparecido. Las ovejas han logrado esa victoria: y también lo hará el pequeño rebaño de Cristo.

El yunque es golpeado por el martillo, mas el yunque no devuelve los golpes nunca, y, sin embargo, el yunque desgasta al martillo. La paciencia desconcierta a la furia y vence a la malicia. El principio de no resistencia involucra una resistencia que es irresistible. La paciencia firme que no puede ser provocada, sino que, como Jesús, cuando es vilipendiada no devuelve el ultraje, tiene la seguridad de conquistar.

Esto es lo que ustedes que son perseguidos, necesitan aprender: que entre más metidos estén entre leones, más deben acercarse a su Dios, y así estar más tranquilos, y ser más pacientes cuando más se enfurezcan los hombres en su contra.

Un tercer elemento de consuelo es este: por favor, recuerden que, aunque su alma esté entre leones, los leones están encadenados. Cuando Daniel fue echado en el foso de los leones, los leones estaban hambrientos y lo habrían devorado pronto; pero ustedes saben por qué razón no pudieron tocarlo. Ah, el ángel llegó. Justo cuando los fieros leones estaban a punto de atacar a Daniel, descendió veloz del cielo, y se puso enfrente de ellos. "¡Silencio!", -gritó- y ellos se quedaron inmóviles como una piedra. Eso dice el texto: "Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones." Ellos tenían dientes poderosos, pero sus bocas estaban cerradas.

Si el Señor puede cerrar fácilmente la boca de un león, puede cerrar igual de fácil la boca de un hombre impío. Él puede remediar todos tus problemas en un instante, si lo quisiera, y puede darte un camino allanado hacia el cielo, si le agradara; sólo recuerda que si todo fuere allanado en el camino al cielo, el cielo no sería tan dulce al final, y no tendríamos una oportunidad de exhibir esas gracias cristianas que son manifestadas y educadas por la oposición del mundo.

Dios no apagará el fuego de la persecución, pues consume nuestra escoria; pero moderará su poder de tal forma que ningún grano del metal puro se pierda. Los leones están encadenados, querido amigo; no pueden ir más allá de lo que Dios les permita. Lo más que pueden hacer en este país, como una regla, es rugir, pero no pueden morder; y el rugido no rompe los huesos; entonces, ¿por qué tener miedo? El hombre que teme que se rían de él, no es ni medio hombre, y casi merece el escarnio que recibe.

No se preocupen por lo que les digan. Las palabras no les podrán hacer daño. Endurezcan su espíritu ante eso, y sopórtenlo con gallardía. Cuando su corazón desfallezca, vayan y díganselo a su Señor; y luego prosigan, calmados como era su Señor, no temiendo nada, pues Dios los sostendrá. Los leones podrán rugir, pero no pueden despedazar. No les tengan miedo.

Otro hecho para su consuelo es este: cuando su alma esté entre leones, hay otro león allí junto a los leones visibles. ¿Nunca han oído hablar de Él? Es el León de la tribu de Judá. ¡Cuán tranquilo está! ¡Cuán pacientemente espera al lado de Sus siervos! La burla, el escarnio y el ruido continúan, pero Él está quieto. Bastaría que quisiera, si lo considerase conveniente, -y si no fuera por su paciencia superlativa- y sólo tendría que levantarse por un instante, y todos nuestros enemigos serían destruidos.

Nuestro grandioso Señor y Rey pudo haber estado acompañado de veinte legiones de ángeles cuando se encontraba en el huerto, esperando una señal de Su dedo, pero Él decidió continuar siendo un hombre solitario y sufriente. Si Él quisiese en este día, podría barrer a los impíos como tamo delante del viento: Su longanimidad es para su salvación, si en alguna manera se volvieran y se arrepintieran. Si su fe fuera como debería ser, sería un gran gozo para ustedes saber que Él siempre está con ustedes, que siempre está cerca de ustedes.

Si alguna vez pareciera no estar presente con algunos de Sus siervos, nunca estará lejos de Sus siervos perseguidos. Pregúntenle a los Covenanters (firmantes del pacto escocés de la reforma religiosa) entre los musgos y los montes, y ellos les responderán que nunca experimentaron domingos semejantes en Escocia, como cuando se congregaban entre los riscos, y disponían de vigías que les advertían de la llegada de los dragones de Claverhouse. Cuando retumbó la palabra predicada por Cargill o Cameron, vino acompañada de gran poder. Cuán dulcemente estaba presente el bendito Esposo con su iglesia perseguida entre aquellas colinas.

No hay nunca un momento mejor para ver al Hijo de Dios, que cuando el mundo calienta el horno siete veces más de lo acostumbrado. Allí está el horno ardiente. Vé y ponte en su boca y mira hacia adentro. Echaron en él a tres hombres atados, con todo y mantos y turbantes y la llama era tan fuerte que mató a los soldados que los habían echado dentro. ¡Pero, miren! ¿Acaso no pueden verlo? El propio Nabucodonosor se acerca a mirar. ¡Vean cuán grandemente se asombra! Llama a los que le rodean, y les pregunta: "¿No echamos a tres varones atados dentro del fuego? Miren ustedes, hay cuatro. El aspecto del cuarto es extraño y misterioso. Están caminando sobre los carbones como si caminasen en un jardín de flores. Parecen llenos de deleite, y caminan tranquilamente como conversan los hombres en sus jardines al aire del día; y ¡ese cuarto -ese misterioso cuarto- es semejante al Hijo de Dios!"

Ah, Nabucodonosor, tú has visto una visión que ha sido vista a menudo en otras partes. Cuando el pueblo de Dios está en el horno, el Hijo de Dios está también en el horno. Él no dejará solos a aquellos que no lo abandonan. Si nos asimos a Él, tengan la seguridad de que Él se asirá a nosotros hasta el fin. Entonces, no teman a los leones. Nuestro Sansón se volverá contra ellos, y los destrozará en un instante si la hora es llegada.

"El tremendo nombre de Jesús
Pone en huída a todos nuestros enemigos;
Jesús, el manso, el Cordero indignado,
Un león es en la batalla. Enfrentados a todas las huestes del infierno,
A todas las huestes del infierno derrotamos;
Y venciéndolas, por medio de la sangre de Jesús
Proseguimos con nuestra conquista."

Además, quiero consolarlos con esta palabra: ustedes, cuyas almas están entre leones, deben recordar que saldrán ilesos del foso de los leones. Daniel fue echado en el foso. Darío no pudo dormir esa noche, y no esperaba encontrar ningún hueso de Daniel cuando fue en la mañana, y, por eso comenzó a llamarlo a voces. Cuán sorprendido se quedaría cuando Daniel respondió que su Dios lo había preservado. Cuán agradecido estaría de sacarlo del foso.

Tú también, amado hijo de Dios, saldrás ileso del foso. Habrá una resurrección de los cuerpos del pueblo de Dios al final, y habrá una resurrección para sus reputaciones también. El calumniador podrá difamar el carácter de un hombre verdadero, pero ni un solo carácter de los hombres verdaderos será enterrado jamás lo suficiente para que se pudra. Su justicia se proyectará como luz, y su juicio como el mediodía. No necesitan tener miedo, sino que, así como Daniel salió del foso hacia la dignidad, así todo hombre que sufra por Cristo recibirá honor y gloria e inmortalidad "en aquel día."

Recuerden que si están entre leones ahora, se aproxima rápidamente el día cuando estarán entre ángeles. Nuestro Dios y Señor, después de estar en el desierto con las bestias salvajes, vio que "vinieron ángeles y le servían." Una visitación así espera a todos los creyentes. Qué cambio experimentaron esos mártires que tomaron un ardiente desayuno en la tierra, pero cenaron con Cristo ese mismo día después de viajar a la gloria en un carro de fuego.

Si tienen que sufrir ahora todo lo que sea posible que la venganza descargue en ustedes por causa de Cristo, lo considerarán como nada después que hayan estado cinco minutos en el cielo. Ciertamente será un tema de congratulación, que se les haya permitido alguna vez ser considerados dignos, en su humilde medida, de sufrir por causa de Cristo. Por tanto, consuélense, jóvenes, y prosigan su marcha con paso heroico.

Veo presentes a un soldado o dos aquí esta noche, y estoy muy contento de que tengamos generalmente un bloque de uniformes rojos en la congregación. Yo sé que en los cuarteles es muy difícil que un cristiano dé testimonio de Jesucristo. Muchísimos soldados cristianos han encontrado que su camino como cristianos es extremadamente difícil; han tenido que navegar muy cuidadosamente, como un barco entre torpedos, y sólo la gracia divina los ha mantenido protegidos.

Algunos de ustedes que residen en grandes establecimientos donde duermen en habitaciones con muchas otras personas, encuentran difícil incluso arrodillarse para orar. Sin embargo, procuren hacerlo. Háganlo desde el principio, valerosamente, y continúen con esa práctica. Nunca se avergüencen de sus colores. Comiencen como intentan continuar; y continúen como comenzaron. Si comienzan a conferenciar, pronto perderán todo el respeto de ellos, y ustedes mismos empeorarían las cosas; pero, permítanme suplicarles, en el nombre de Jesucristo, que sean firmes y constantes hasta la muerte. Consuélense porque no les ha ocurrido nada nuevo. No es una novedad que los seguidores de Jesús sean ridiculizados y despreciados.

Él vino a echar fuego en la tierra, y ese fuego fue encendido desde hace cerca de dos mil años. La senda ardiente es el viejo camino de la iglesia militante; por tanto, písenla, y estén contentos porque se les permita seguir a los héroes del cielo en su vía sagrada.

II. Ahora, una cuantas palabras A MANERA DE ADVERTENCIA.

Por supuesto que esto no atañe a todos los presentes. Yo espero que muchos de ustedes habiten entre los piadosos. Aun así, hay algunos cuyas almas están entre leones, y a ellos les doy este consejo.

Primero, si habitan entre leones, no deben irritarlos. Si me encontrara entre leones, no los molestaría: me cuidaría de no provocarlos si fuesen crueles y fieros. He conocido a algunos, que espero que sean cristianos, que han actuado muy imprudentemente, y así han empeorado las cosas para ellos mismos.

Existe tal cosa como meter a la religión en las gargantas de las personas por la fuerza, o intentar hacerlo; y pueden poner una cara muy larga e increpar a la gente para que adopte la religión. Eso no funcionará. Nadie ha sido jamás llevado a la fuerza a Cristo, y nunca se dará el caso. Algunos son muy tercos, y no hacen concesiones a otras personas: estos podrán ser buenos, pero no son sabios. Lo que es una regla para ti y para mí, no necesariamente es una regla para todo el mundo.

El otro domingo dijimos que no deberíamos pensar comer lo que le damos a los cerdos; pero no por eso decimos: "estos cerdos no deben tener su baño." No, no; es lo suficientemente bueno para ellos. Que se bañen. Y en cuanto a la gente mundana y sus diversiones, que las tengan, pobres tipos. No cuentan con ninguna otra cosa; entonces, que disfruten su júbilo. Yo no tocaría sus gozos, ni ustedes tampoco, pues no serían un placer para nosotros; pero, como hombres nacidos de nuevo, no vayan a establecerse ustedes mismos como una norma de lo que debería ser el pecador ordinario, muerto en el pecado. Él no puede cumplir con nuestra norma.

No estés perpetuamente encontrando fallas: eso equivale a jalarle los bigotes al león, y con toda seguridad la criatura te rugirá. Si tu alma está entre leones, sé suave, sé amable, sé prudente, sé tierno. Algunas veces guarda silencio: una buena palabra está en la punta de tu lengua, pero hay momentos en los que no debes decirla: por tu vida no debes decirla, pues despertaría a los leones y haría más daño del necesario.

Algunas veces una verdad necesita ser defendida; pero, hermano inexperto e imprudente, no trates de defenderla, pues no tienes la fuerza. El campeón de la infidelidad reta a uno que sea débil y sin instrucción, y le vence, y el que da un paso al frente valerosamente, es derrotado en el argumento. No tenía el suficiente nivel de conocimiento, y por eso fue derrotado: y luego, ¿qué diría su adversario? Pues bien, se jactaría porque la verdad fue refutada y porque Cristo fue derrotado. Nada de eso.

El imperio británico no fue derrotado cuando un regimiento de nuestros soldados fue asesinado en Isandula; y la verdad y la causa de Cristo no son derrotadas cuando algún débil campeón lleno de celo se apresura al frente cuando debió permanecer en la retaguardia. No abundo en este punto, porque no contamos con mucho celo atolondrado en nuestros días, y sería una lástima frenar el celo honesto que queda; pero aun así, tenemos el texto que dice: "Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas." Pónganse el dedo en los labios cuando estén irritados. No pueden hablar con pertinencia cuando están perturbados y propensos a enojarse. Permanezcan tranquilos y esperen el momento propicio.

Muchas personas harían mayor bien para la causa de Dios si no irritaran a los impíos. Déjenlos solos: busquen su salvación amorosa y tiernamente; pero cuando sus esfuerzos de hacerles bien sólo los provoquen a pecar, busquen otras opciones. No sigan haciendo lo que les molesta; inventen otro método. Yo creo que algunos cristianos generan la mitad de la oposición que reciben del mundo, por su propio mal genio y su estupidez. Ellos generan el conflicto: sus acciones parecerían decir: "¿quién quiere pelear conmigo?", y luego, por supuesto, alguien agarra el tolete. No actúen insensatamente; pero si su alma está entre leones, y ellos permanecen tranquilos, no los exciten innecesariamente.

En segundo lugar, si su alma está entre leones,no rujan ustedes, pues eso es muy fácil de hacer. Hemos conocido a algunos, que esperamos que sean cristianos, que se ha enfrentado a injuria tras injuria, a duras palabras tras duras palabras, a amargos comentarios tras amargos comentarios. Los impíos son leones y ustedes no; no traten de enfrentarse con ellos a su propio nivel. Nunca rugirán tan bien como lo hacen ellos. Si tú eres un cristiano, no tienes la destreza de rugir. Déjalos que ellos lo hagan. Tu manera de enfrentarlos no es perdiendo tu compostura ni ultrajando a tus antagonistas, y de esta manera volverte tú mismo un león; sino debes vencerlos con benevolencia, paciencia, amabilidad y amor.

Les ruego, amados hermanos y hermanas que tengan mucho que soportar por causa de Cristo, que no se amargue su espíritu. Hay una tendencia en la era de los mártires a volverse obstinado y belicoso. No debe ser así. Amor, amor, amor; y entre más sean provocados, más deben amar. Vence con el bien el mal. Considero necesario mencionar estas advertencias, porque yo sé que muchos las requieren.

Además, si su alma está entre leones: entonces, no sean cobardes. ¿No han oído nunca que un león le tiene miedo a un hombre cuando le mira fijamente a la cara? No estoy muy seguro acerca de ese trozo de historia natural; pero estoy convencido que es verdad en cuanto al mundo impío. Si el hombre se comporta con tranquilidad, si es inconmovible, determinado, resuelto y firme, vencerá al adversario. "Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él." Si cedes en lo poco, tendrás luego que ceder en lo mucho. Si le das al mundo una pulgada, si le das la mano, se tomará el codo, tan cierto como que vives. Si no cedes ni una pulgada, es más, ni siquiera un grano de cebada, sino que te mantienes firme, Dios te ayudará. Lo que se necesita es valor.

El mundo, después de poco tiempo, dice de un hombre: "no tiene caso reírse de él; a él no le importa. No tiene caso ponerle molestos apodos; él sólo te sonreirá. No tiene caso ser su enemigo, pues él no será tu enemigo. Solamente será tu amigo." Entonces el mundo susurra: "bien, después de todo, no es un tipo tan malo como pensamos que era; debemos dejar que siga su propio camino."

Hay un gran corazón humano en algún lugar dentro de los hombres, y basta que lo alcances, y después de un tiempo, cuando la verdad y la justicia hayan sufrido, y hayan sido denunciadas, los hombres se voltearán y estarán casi dispuestos a llevar sobre sus hombros, con hosannas, a la misma persona que un poco antes anhelaban crucificar. ¡No seas un cobarde! ¡No seas un cobarde!

"¡Levántate! ¡Levántate por Jesús!
La lucha será breve;
Hoy, el ruido de la batalla,
Mañana, el himno de la victoria."

Aun si la lucha fuese larga, por un Señor como Jesús, sería bueno soportar diez mil años de escarnio, y, además, la recompensa al final nos retribuirá mil veces más.

Si su alma está entre leones, no vayan solos entre ellos. "Entonces, ¿a quién llevaré conmigo?", -preguntará alguno- "no hay otro cristiano en el taller." Lleva al Señor contigo. Asegúrate de hacerlo. Ahora, mi querido amigo, yo sé lo que dijeron ayer, y cómo te chotearon; y tú fuiste mordaz y brusco con ellos, porque no oraste en la mañana como debiste haberlo hecho. Si tu mente hubiera estado más tranquila como fruto de la oración, no les habrías prestado ni la mitad de atención. Toma a tu Señor contigo, y siempre que tengas que hablar, piensa que Él está a tu lado, y procura decir lo que quisieras que Él oyera; y luego, después de haberte defendido, podrás decir: "Buen Señor, creo que no te he deshonrado, pues he hablado Tus palabras."

Oh, si viven entre leones, vivan cerca de Cristo. Aquellos de ustedes que enfrentan oposición se convierten en los mejores cristianos. Muchos que han sido destacados para con Cristo en su vida posterior, han pasado trabajos al principio. "Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud." Si pudiesen traer una aplanadora que les aplanara todo el camino de aquí al cielo, ¿creen que eso sería la solución? Definitivamente no. Uno o dos lugares ásperos son buenos para ustedes, pues prueban y fortalecen los pies de los peregrinos.

Un niño nunca se volverá un hombre si es llevado a todas partes como un bebé. Deben correr solos. Deben aprender las artes de la guerra santa, pues, de lo contrario, no serán aptos para ser soldados de la cruz, ni seguidores del Cordero. Que Su buen Espíritu les ayude a mantenerse en comunión con Cristo, para que Él los guarde y proteja de toda tentación y persecución.

Además, permítanme decirles que si su alma está entre leones, y se sienten muy débiles por ello, se les pide orar al Señor para que los cambie en Su providencia a lugares más tranquilos. Un cristiano no está obligado a soportar la persecución si pudiera evitarlo: "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra." Están autorizados a buscar otra situación. Podría haber razones que justifiquen que permanezcan bajo la prueba, y si así fuera, cuídense de no pasarlas por alto. La prudencia podría conducirlos a evitar la persecución, pero la cobardía no debe mezclarse con la prudencia. Esa oración que dice: "No nos metas en tentación," nos da, por decirlo así, un permiso para salir de lugares donde seamos muy tentados; y algunas veces el cristiano tiene el deber de buscar alguna otra esfera de labor, si pudiera, donde no fuera tan probado.

Un pensamiento más:el acto más valeroso es pedir la gracia para quedarse con los leones y domarlos. "Mi alma está entre leones." Bien, si el Señor te convierte en un domador de leones, ese es precisamente el lugar donde debes estar. En algunos de nuestros distritos de Londres, tan pronto como un hombre es convertido, siente que no puede vivir más allí, y esto hace que el distrito no tenga esperanza.

Mi querido amigo, el señor Orsman, que trabajaba en Golden Laden, como solía llamarse antes, me decía que la suya era una tarea interminable, porque tan pronto como la gente era convertida, decía: "¿quieres que me quede a vivir aquí por más tiempo, en un lugar tan horrible como este?" Ellos sienten naturalmente que como se han vuelto sobrios, y decentes, y respetables, deben cambiarse a una localidad diferente, y lo hacen: pero el resultado es que el viejo lugar no progresa.

Algunas veces el cristiano debe decir: "no: Dios me ha fortalecido en la gracia; me quedaré aquí, y voy a luchar. Estos son leones, pero los domaré. Yo creo que Dios me ha puesto aquí a propósito para llevar a mis compañeros de trabajo al Salvador, y mediante Su gracia lo haré." Ahora, si yo fuese una lámpara, me atrevería a decir que, si pudiera elegir dónde alumbrar, elegiría arder en una calle respetable. Me gustaría esparcir mi luz enfrente del Tabernáculo; pero seguramente si yo fuese una lámpara realmente sensible, me diría: "si sólo hay unas cuantas lámparas, y todas las calles tienen que ser alumbradas, hay más necesidad de alumbrar un barrio bajo o un callejón sin salida que adornar una calle principal, por tanto déjenme brillar en los sitios lúgubres. En un lugar solitario y oscuro donde se podría cometer un crimen, allí déjenme actuar como guardián de la noche y detective del villano." Una sabia lámpara diría: "vine al mundo para alumbrar, y me gustaría alumbrar allí donde la luz sea más necesaria. Cuélguenme en la calle Mint, o en la calle de St. Giles, o por allá lejos, detrás de la calle Kent, donde pueda ser más útil."

Y ahora, pueblo cristiano, ¿tiene algún sentido este consejo? ¿No hay alguna razón en él? ¿No querría su Señor enviarlos donde sean más necesarios, y, por tanto, si su alma está entre leones, no deberían decir: "Gracias a Dios es así? Estas personas no van a vencerme, sino que yo los conquistaré"

¡Qué hermoso espectáculo fue el que exhibieron los hermanos moravos en sus tiempos de grandeza! Ellos no podían desembarcar en una de las islas del Caribe para predicar el Evangelio a los negros habitantes, pues los dueños de las plantaciones no aceptaban a nadie allí excepto esclavos; y dos hermanos se vendieron como esclavos, y vivieron y murieron en la esclavitud, para poder enseñarles a los pobres negros.

Se dice que había un lugar en África donde, las personas que se estaban pudriendo por causa de la lepra y de otras enfermedades, eran encerradas. Dos de estos hermanos escalaron el muro y vieron a estas pobres criaturas, algunas sin piernas, y otras sin brazos. Solicitaron que se les permitiera entrar para ganar sus almas para Cristo, y la respuesta fue: "si entran, no podrían salir otra vez, porque podrían contagiar. Entran para morir, para pudrirse como los leprosos." Estos hombres valerosos entraron y murieron para poder llevar a los leprosos a Cristo.

Yo espero que tengamos todavía algunas gotas de esa grandiosa sangre cristiana en nuestras venas; y si la tuviéramos, sentiríamos que podríamos ir a las puertas del infierno para ganar a un cristiano. No serían semejantes a su Señor, si no estuvieran dispuestos a morir para salvar del infierno a los hombres. Soportarían burlas y escarnios, y los considerarían como nada, si pudieran ganar almas.

Así que quédense donde están, mis hermanos y hermanas más fuertes; y si sus almas están entre leones, quédense y domen a los leones. Sería algo grandioso que vinieran un día a la reunión de la iglesia con dos o tres de sus vecinos de cuya conversión a Cristo ustedes hubieran sido el instrumento. Me gustaría ver marchando a un hombre, si pudiese hacerlo, con un león domado a cada lado. Cuando un hombre ha traído, por la gracia de Dios, a algunos que antes eran borrachos y blasfemos a los pies de Jesús, oh, oh, eso es un gran triunfo.

Ha sido mi oficio durante muchos años ser un domador de leones, y me deleito en ello. Si hubiera un león de ese tipo aquí, quisiera que mi Señor lo domara, y lo condujera a echarse y encorvarse a Sus pies. Ese es el lugar para nosotros, pobres pecadores, a los pies de Cristo. Pero no le tengan miedo a los pecadores, queridos amigos, pues ¿cómo podrían domarlos si tiemblan ante ellos? Salgan a ganarlos en la fortaleza del Dios vivo, y verán que el león se acostará con el cordero, y un niño los pastoreará. Amén y Amén.


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