Ese tipo de felicidad

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English: That Kind of Happy

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Marcia Barrientos


Contenido

Los ojos abiertos del hombre de Salmos 1

Cuando me inscribí en el seminario, pensaba ingenuamente que me graduaría como un experto en la Biblia (después de solo cuatro años). Claro que sabía que seguiría leyéndola el resto de mi vida, incluso a diario, pero supuse que para entonces solo repasaría lo que ya había visto y ya no se me haría difícil.

Pero en menos de una semana, esa ingenua idea se desplomó, se hundió y se ahogó. Y de su tumba surgió un nuevo anhelo: el dichoso convencimiento de que nunca cerraría este libro, de que si seguía leyendo, cada año vería más y no menos. No solo fui incapaz de dominar este libro en cuatro años, sino que llegué a la conclusión de que tampoco podría hacerlo en cuarenta años ni en cuatrocientos, si Dios me concediera siglos. No, durante mi paso por el seminario me enseñaron a dejarme dominar por la Biblia, a estar dispuesto a ser despierto, disciplinado, exhortado y emocionado por ella mientras viva.

El témpano contra el que mi ingenuidad se estrelló dulcemente y se hundió era uno de los hombres más felices que he conocido, un pastor que ha servido durante décadas y ha dedicado muchos de esos años a enseñar a hombres ingenuos como yo a estudiar, vivir y enseñar la palabra de Dios. Han pasado ya diez años desde que terminé el seminario y creo firmemente que nada de lo que aprendí fue más valioso que presenciar, semana tras semana, cómo un Tom Steller humilde, alegre y con los ojos muy abiertos abría la Biblia con nosotros.

Ese tipo de felicidad

Cuando empecé el seminario ya había memorizado el Salmo 1:1–2, pero al conocer al pastor Tom, dos palabras en particular me llevaron hacia una vida plena y más tangible: aventurado y deleite.

¡Cuán aventurado es el hombre
que no anda en el consejo de los impíos,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en silla de los escarnecedores,
sino que en la ley del Señor está su deleite,
y en su ley medita de día y de noche!

Recorrer las Escrituras con el pastor Tom, versículo a versículo, incluso frase a frase, era como probar miel por primera vez. Cuando el rey David dice que los juicios del Señor son "más dulces que la miel y que el destilar del panal", sabemos que la miel es dulce, aun si nunca la hemos probado. Pero probar realmente la miel, hace que un versículo como el Salmo 19:10 resone de verdad. Eso pasó cuando vi a Tom Steller savorear Efesios. Él era (y es) un hombre bendecido, y su deleite en el mundo era casi tangible. Él es ese tipo de felicidad.

¿Quién sabe cuántas veces en su vida ha estudiado Efesios? Y ni siquiera era la primera vez que lo enseñaba. Aun así, llegaba expectante a la clase y se sentaba al borde de su asiento, como si fuera un niño de cinco años esperando por una paleta de helado. Al terminar la clase querías leer más la Biblia porque querías ver más de lo que él veía, sentir lo que él sentía, vivir y pastorear como él lo hacía.

Ese tipo de humildad

Con el tiempo, al escudriñar capítulo tras capítulo con Tom, fuimos descubriendo la razón oculta de su regocijo al leer la Biblia: la humildad. Aun tras leer estos versículos durante años, estudiarlos durante años, incluso enseñarlos durante años, venía a clase a aprender, a ver lo que aún no había visto (o corregir lo que pensaba haber visto). No se confundan, sus convicciones eran profundas y duraderas, pero las compartía con una humildad igualmente profunda y duradera.

No había versículo que le resultara demasiado familiar. No había pregunta que le pareciera amenazadora. No había traducción o interpretación alternativa que descartara con premura. Aunque tenía cincuenta años, le gustaban los descubrimientos tanto o más que a un veinteañero. Él quería ver todo lo que se pudiera ver en estos capítulos, no le importaba cómo los veía o quién los vio primero, ya fuese un pastor o profesor, uno de sus estudiantes o un estudiante de primaria. Atesoraba lo que veía mucho más de lo que lo demostraba.

Con esta singular manera de dejar a un lado la soberbia, puso en práctica lo que John Piper explica sobre la lectura sobrenatural y conmovedora de la Biblia:

Cuando el Espíritu está presente al leer las Escrituras, nos hacemos más humildes, y Cristo es exaltado. Nuestra antigua preferencia por la exaltación propia es reemplazada por la pasión por exaltar a Cristo. Esta nueva pasión es la llave que abre un centenar de ventanas en las Escrituras y permite que entre la luz de la gloria de Dios. (La lectura sobrenatural de la Biblia, pág. 248)

Así parecía estar el salón de Tom, lleno de luz. Cada semana, más ventanas aparecían y se abrían para mostrar una vista vívida y fresca de Dios. Dado que nunca asumió haberlo visto todo, aun en sus capítulos y versículos favoritos, veía más que el resto. Y veía más al día siguiente.

El hombre sin bendición

Por casualidad, durante la primera semana del seminario conocí a otro pastor. Era un pastor jubilado que atendía en el banco de alimentos donde yo trabajaba. Si bien era amable y generoso, él y Tom eran pastores (y cristianos) complementamente diferentes. Tras conocerlos, aprendí que sus muchas e innumerables diferencias se debían de una divergencia subyacente.

Un día, en el banco de alimentos, tras la lectura conjunta de un capítulo diario de la Biblia, hablé con el pastor jubilado sobre algo que habíamos leído esa mañana. En algún punto de la conversación, le pregunté cómo era para él leer la Biblia en la etapa actual de su vida, pues imaginaba que al estar jubilado tendría más tiempo para detenerse, meditar y disfrutar de las Escrituras. Nunca olvidaré lo que me dijo (ni dónde estaba sentado cuando lo dijo):

"Oh, ya no leo mucho la Biblia, solo lo hago cuando estoy aquí en el banco. La he leído completa un montón de veces. Ahora que estoy jubilado, puedo enfocarme en otras cosas".

Este era un hombre que había dedicado su vida vocacional al ministerio cristiano y para quien la Biblia se había vuelto en un libro viejo, inatractivo e incluso innecesario. Aun cuando Dios mismo nos habla en tinta y papel y con maravillas, de alguna manera, él ya había visto suficiente.

Mientras el pastor Tom se despertaba, día tras día, con ventanas nuevas y más amplias, este hombre cerraba las persianas. Si los ojos brillantes de Tom eran un faro imponente de esperanza y recompensa para un aspirante a pastor, los ojos oscuros de este hombre eran una ominosa nube de advertencia.

Cerca de las montañas

El pastor jubilado se autoinculpó, dejando al descubierto una ignorancia vergonzosa y arrogante, pero no es el desconocido que yo desearía que fuera. Quizá no digamos en voz alta lo que él estaba dispuesto a decir, pero nos traicionamos a nosotros mismos cada vez que leemos este libro con premura. Satanás se ubica junto a nuestras ventanas para distraernos, interrumpirnos, burlarse de nosotros, entretenernos. Con sus gafas distorsionadas, hace que los océanos de las Escrituras parezcan dedales y los leones, gatitos. Convierte montañas imponentes en granos de arena.

Pero aun en su mejor momento, Satanás lucha cuesta arriba. El brillo y la belleza de la Biblia resplandecen aun en las cortinas más oscuras. Si nos detenemos un poco para ver lo que hay, con la ayuda del Espíritu, estaremos más cerca de la luz del sol y de la grandeza, de la realidad y de la vitalidad, de la esperanza y de la alegría. La sabiduría promete esta clase de lectura bíblica a los que se acerquen humildes y hambrientos:

Porque si clamas a la inteligencia,
y alzas tu voz al entendimiento,
si la buscas como a plata,
y la procuras como a tesoros escondidos,
entonces entenderás el temor del Señor,
y descubrirás el conocimiento de Dios. (Proverbios 2:3–5)

Espero que tengan un Tom Steller en tu vida, alguien que les abra las ventanas cuando lean la Biblia; que no deje de mirar, preguntar y escuchar; que les ayude a superar obstáculos, a salir de surcos profundos, a atravesar bosques frondosos; que le encante ver cómo descubren más y ver más a través de ustedes.

Y espero que, así como yo, sean ese tipo de felicidad.


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