Estimado cuidador cansado

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English: Dear Weary Caregiver

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Por Jared Mulvihill sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Ian Bepmale


Al igual que usted, soy un compañero cercano de las bendiciones y los desafíos de las tareas de cuidado. Tal vez usted sea el cuidador principal de un cónyuge con una enfermedad terminal. Tal vez esté cuidando a un padre anciano con demencia. O, como mi esposa y yo, tal vez usted sea el cuidador de un niño con necesidades médicas complejas y discapacidades profundas. Nuestro Levi es el mayor de nuestros cuatro hijos. Es un adolescente, pero funciona como un bebé y continúa luchando contra afecciones médicas potencialmente mortales. Independientemente de su situación precisa, los cuidadores comparten cargas y preocupaciones comunes.

Cuidar implica sacrificio, noches de insomnio y días dolorosos. A menudo podemos sentirnos como el salmista que confiesa: "Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche" (Salmo 42:3). ¿Alguna vez pensaste que tu corazón podría doler tanto, que la vida podría volverse tan compleja y exigente? Yo jamás lo imaginé. Tampoco imaginé que podría experimentar una vida tan abundante y un gozo tan grande al rendir mis deseos por otro. A lo largo de los años, mi esposa y yo hemos cuidado de Levi en medio de cinco cirugías a corazón abierto, dependencia de una traqueotomía y un respirador, y, más recientemente, una cirugía cerebral. Sin embargo, no importa la situación, las palabras de Jesús han sonado verdaderas: "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35).

Pero para aquellos (como yo) que necesitan un recordatorio constante, aquí hay tres lecciones que Dios me está enseñando sobre sí mismo y sus caminos mientras cuido a mi hijo. Espero que te animen mientras continúas entregando tu vida al servicio de otro.

Contenido

1. La fidelidad de Dios nos sostiene.

Después de años como cuidador, la fidelidad de Dios no es simplemente algo que reconozco. Es una realidad preciosa y continua que experimento. Que Dios sea fiel significa que es constante. Es perdurable, firme y digno de confianza. Todo lo que dice que será, es; todo lo que dice que hará, lo hace. Siempre.

Como cuidadores, descansamos en la fidelidad de Dios no solo porque ha sido fiel en el pasado, sino también porque promete ser fiel en el presente y en el futuro:

Jehová, no retengas de mí
tus misericordias;
Tu misericordia y tu verdad me guarden
siempre. (Salmo 40:11)

Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios. (Salmo 25:10). Incluso en las dificultades, podemos confesar: "conforme a tu fidelidad me afligiste." (Salmo 119:75). Vemos la fidelidad de Dios principalmente en la cruz de Cristo, pero también en las diez mil formas en que nos cuida en esta vida. Aunque somos probados repetidamente por el fuego, la fidelidad de Dios nos ancla, proporcionando fortaleza y protección a lo largo de nuestros días (Salmo 91:4).

Al final de la era, veremos el cielo abierto y contemplaremos a aquel que "se llama Fiel y Verdadero" (Apocalipsis 19:11). En esta vida y en la vida venidera, Dios siempre será todo lo que promete ser, todo lo que necesitamos que sea. Él es nuestro Capitán y nuestro Rey, nuestro Compañero en el sufrimiento y nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Descanso y nuestra Recompensa. "De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien." (1 Pedro 4:19).

2. El cuidado de Dios nos envuelve.

Existe un dicho que afirma que Dios no te dará más de lo que tú puedas soportar. El dicho es cierto si "tú" significa "tú, facultado por el Espíritu Santo". Pero la Biblia declara enfáticamente que Dios sí nos da más de lo que podemos soportar por nosotros mismos. El apóstol Pablo escribe:

“fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:8–9).

Como cuidador, es probable que Dios te lleve al límite de ti mismo. La altura y la amplitud de tus necesidades a menudo te harán sentir incapaz para el trabajo que Dios te ha encomendado. Pero Dios pretende que tu falta te impulse a su océano de cuidado siempre suficiente e infalible para ti.

Considera los Evangelios. A menudo, las personas que se acercan a Jesús con más fervor son los cuidadores, generalmente padres de niños con una enfermedad o discapacidad. Cuando leo de un padre implorando ayuda a Cristo, me da esperanza de que mi desesperación no es una anomalía. A lo largo de los años, la vida como cuidador ha sido un desafío; ver sufrir a los que amas hace que te duela el corazón. Sin embargo, tanto entonces como ahora, Cristo no desprecia ni ridiculiza a quienes se le acercan en necesidad. En cambio, el patrón del corazón de nuestro Salvador es escuchar y ayudar.

Entonces, durante las noches largas y los días difíciles, no pienses que Dios ha languidecido en su cuidado por ti. Nunca se desmaya ni se cansa. Nunca duerme ni se adormece. Él te ayudará, proveerá para ti, te capacitará y te sostendrá semana tras semana, mes tras mes. Él cuidará de ti cuando te sientas abrumado y solo (1 Pedro 5:7). Él te animará cuando estés cansado (Mateo 11:28–30). Él te consolará cuando estés lleno de dolor (Salmo 34:18). Y él te revivirá una y otra vez: "Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida" (Salmo 71:20). En una palabra, nuestro Dios es un manantial constante que nunca se secará. Es el cuidador definitivo e infalible.

3. Dios mismo es suficiente para nosotros.

Es difícil describir lo que exige la vida diaria de los cuidadores. A menudo, el cuidado es una realidad que dura todo el día y toda la noche. No podemos “fichar salida” ni desconectarnos mentalmente del estado mental de cuidador. Sin embargo, por la gracia de Dios, no hay ningún otro lugar en el que preferiría estar.

¿Por qué? Las complejidades únicas de cuidar a un adolescente de catorce años gravemente discapacitado, médicamente frágil y no verbal, junto con el cuidado de otros tres niños, a menudo pueden sentirse aplastantes. Pero tales desafíos no contradicen el diseño bueno y sabio de Dios para todas las personas (Salmo 139:13–16), su soberanía sobre la enfermedad y la discapacidad (Éxodo 4:11) ni la imagen que coloca en cada persona que forma en el vientre (Génesis 1:27). De hecho, el cuidado ha aumentado mi experiencia de Dios y estas verdades, santificando aún más mi llamado.

En tus propias tareas de cuidado, descansa en la realidad de que en medio de las dificultades de la vida, tienes a Dios. De hecho, es a través de tu situación exacta, por profunda, dura y dolorosa que sea, que Dios te está dando más de sí mismo. En su sabiduría, Dios ha ordenado usar tu cuidado para hacerte más como Cristo. Tan difícil como puede ser abrazar esta verdad, recuerde que en la economía de Dios, el camino hacia arriba es hacia abajo. Los débiles son fuertes. Morir es vivir. Y la pérdida es ganancia.

Por lo tanto, regocíjate en el Dios de tu salvación. Siempre tendrás abundancia en él (Habacuc 3:17–18). Como dice Jesús: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, no tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35). Donde está Dios, no hay necesidad. Él es realmente suficiente.

Siga Adelante

Puede que seas cuidador durante una temporada corta o una década. O tal vez Dios te ha llevado a aguas profundas que durarán la mayor parte de tu vida. Cualquiera que sea la duración de su tarea de cuidado, Dios permanece victoriosamente comprometido con su bien. Él no te ha abandonado como un huérfano, ni te ha dejado a tus propios recursos. Un día, cuando nuestra tarea esté completa y estemos cara a cara con nuestro Rey, creo que miraremos hacia atrás y diremos, como David Livingstone: "Nunca hicimos un sacrificio". Si solo pudiéramos ver que en las alegrías y desafíos del cuidar, Dios "produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Corintios 4:17).

Entonces, querido cuidador, no te rindas. Dios es fiel. Él es cariñoso. Él es suficiente. Realmente es todo lo que ha prometido ser.


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