Evangelizando a quienes creen en el evangelio de la prosperidad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Allen Duty sobre el Evangelismo
Traducción por The Gospel Coalition
Una hermosa mañana de invierno, me encontraba tomando café en mi cafetería favorita mientras leía la Biblia y hacía anotaciones en mi diario personal. Un hombre pasó caminando al lado de mi mesa y, al darse cuenta de que estaba leyendo la Biblia, se acercó para tener una conversación conmigo.
Él me compartió que era miembro de una gran iglesia en el área en donde vivimos (una que predica este "evangelio" de la prosperidad), y me indicó que creía que la Biblia era principalmente un libro acerca de las intenciones de Dios para bendecirnos.
Le contesté que la Biblia es en realidad un libro acerca de quién Dios es, quiénes somos nosotros, y lo que Dios ha hecho para reconciliarnos consigo mismo. Le empecé a compartir el evangelio y le hice ver que a los cristianos se les había prometido el sufrimiento como una parte de lo que significa seguir a Jesús.
Él me respondió diciendo que mientras tengamos fe, Dios nos bendecirá y nos guardará de sufrir. Yo le referí a varios versículos en donde Dios promete que los creyentes sufrirán tanto pruebas ordinarias como persecución específica, y fue en ese momento en dónde alzó sus manos en manera defensiva y dijo, "¡No recibo eso para mi vida!".
Mi esposa y yo recientemente sufrimos la pérdida de un bebé, y me sentí llamado a compartir eso con él. Le expliqué que cuándo nos enfrentamos a ese tipo de pruebas, no podemos simplemente decir, "¡No recibo eso para mi vida!", y hacer que estas desaparezcan. Le compartí también las buenas noticias de que Jesús ha vencido al mundo, y que Él prometió nunca dejarnos o abandonarnos en nuestras pruebas; promesas que nos dan fortaleza durante nuestro sufrimiento.
Creo que mi apertura y el peso de mi prueba lo agarró fuera de guardia, así que él rápidamente expresó sus condolencias y se excusó de la conversación. Sin embargo, toda esta experiencia me dejó con la pregunta: ¿cómo podemos prepararnos mejor para evangelizar a aquellas personas que creen este "evangelio" de la prosperidad?
¿Por qué nos cuesta tanto?
Compartir el Evangelio con personas que han comprado el erróneo mensaje de que Jesús murió para hacernos sanos, ricos y exitosos es retador por muchas razones, pero creo que hay dos principales que merecen atención:
1. El mensaje de la prosperidad apela a la carne.
En primer lugar, el mensaje de la prosperidad apela a la carne. El "evangelio" de la prosperidad capitaliza sobre nuestros deseos naturales por salud, riqueza, y aquellas promesas que nuestro corazón pecaminoso desea. No hay un llamado al arrepentimiento por el pecado; no hay un llamado a negarse a sí mismo, tomar nuestra cruz y seguir a Jesús; no hay un llamado a morir (Marcos 10:34-35).
Como resultado de esto, cuando compartimos el Evangelio con alguien que ha comprado las ideas del "evangelio" de la prosperidad, lo estamos llamando a abandonar su creencia en un mensaje que apela a su carne e intercambiarla por una creencia en un mensaje que no lo hace.
2. Ellos utilizan las mismas palabras que nosotros, pero con un significado distinto.
En segundo lugar, los seguidores del "evangelio" de la prosperidad utilizan las mismas palabras que nosotros, pero con un significado distinto. Por ejemplo, cuándo yo utilizo la palabra fe, me estoy refiriendo al don de Dios que se me ha dado para creer que Su Palabra es verdad y que Su Hijo es el Cristo (1 Corintios 2:14, Juan 6:44 y 65). En cambio, cuando muchos de los creyentes del "evangelio" de la prosperidad usan la palabra fe, se están refiriendo a una herramienta que utilizamos para colocar a Dios en nuestra deuda. La fe es simplemente la moneda que utilizamos para obtener aquello que queremos de Dios.
Otro ejemplo importante es que cuando utilizo la palabra evangelio, me refiero a las buenas nuevas de la vida, muerte y resurrección de Jesús (1 Corintios 15:1-4; Gálatas 2:10-14). Cuando muchos creyentes en el "evangelio" de la prosperidad usan la palabra evangelio, se refieren a las "buenas nuevas" de que Dios desea que estemos sanos y que seamos ricos y prósperos.
Cinco consejos
Pablo es muy claro en afirmar que todos los cristianos, especialmente los pastores, deben hacer trabajo de evangelismo, y de que debemos estar listos "a tiempo y fuera de tiempo" (2 Timoteo 4:1-5). ¿Cómo pues podemos evangelizar a aquellos que creen el falso "evangelio" de la prosperidad?
1. Reconocer en humildad que apartados de la gracia de Dios, nosotros también creeríamos en un falso evangelio
Si es cierto que el "evangelio" de la prosperidad apela a la carne y que todos nacimos muertos en pecado (Efesios 2:1), entonces la gracia de Dios es la única razón por la que reconocemos que este "evangelio" es falso. Esto debe llevarnos a tratar con humildad a aquellos que creen la mentira del "evangelio" de la prosperidad.
2. Afirmar aquello que es cierto en el "evangelio" de la prosperidad
Seamos claros: el "evangelio" de la prosperidad es un falso evangelio. El tema con algo falso es que necesita parecerse lo más posible a lo verdadero para que pueda ser creíble.
En ese sentido, debemos afirmar aquellos puntos que son verdad en el "evangelio" de la prosperidad. El "evangelio" de la prosperidad se fundamenta en una visión teísta del mundo. Afirma correctamente que hay bendiciones en seguir a Jesús, aun en esta vida (Marcos 10:29-30). Está basado en la firme creencia de que Dios escucha y responde a la oración (Santiago 5:16), y también afirma la verdad de que Dios premia la fe (Mateo 9:29). El "evangelio" de la prosperidad no está completamente vacío de verdad, y asumir lo contrario no es correcto y tampoco contribuye a los esfuerzos de evangelismo.
3. Confrontar las mentiras y debilidades del "evangelio" de la prosperidad
Debemos confrontar las mentiras y las debilidades del "evangelio" de la prosperidad. Una peligrosa mentira de este "evangelio" es que la cantidad de tu fe determina lo que recibes de parte de Dios. Sin embargo, la Biblia es clara que es el objeto de nuestra fe, no la cantidad de esta, lo que importa. Si nuestra fe está puesta en ídolos, ellos no nos salvarán; si tenemos aunque sea una pequeña fe en Jesús, Él nos salvará (Juan 14:1-14).
Una debilidad fatal del "evangelio" de la prosperidad es de que no provee ayuda cuando el sufrimiento llega de forma inevitable (Juan 16:33). Si creemos que nuestra fe en Dios nos exime de sufrir, estaremos forzados a creer que Dios nos mintió, que no existe, o que simplemente no tuvimos fe suficiente; y nada de esto es verdad.
4. Sostengamos la esperanza del evangelio bíblico
El evangelio nos dice que no merecemos nada bueno de parte de Dios. Merecemos el castigo eterno por nuestro pecado. Sin embargo Dios, quien es rico en misericordia, nos justifica a través de la fe en la persona y obra de Jesús.
Ya sea que recibamos muchas aparentes bendiciones en esta vida o no, las buenas noticias son que a través de la fe en Cristo, nuestro pecado es perdonado y hemos sido adoptados a la familia de Dios. Este conocimiento nos ayudará a dejar de idolatrar cosas buenas o en perder innecesariamente la motivación cuando no recibimos cosas buenas en esta vida.
5. Vivir una vida generosa que demuestre que nuestro mayor gozo se encuentra en Dios, no en las bendiciones materiales que Dios nos da
Para terminar, vivamos vidas generosas que muestren que nuestro mayor gozo se encuentra en Dios, no en las bendiciones materiales que Él nos da. Si somos convincentes en argumentar desde las Escrituras, pero luego vivimos para adquirir cosas o acumular dinero y posesiones, entonces deshacemos con nuestras vidas lo que hemos logrado con nuestros labios.
Cuando vivimos vidas generosas, dando de la abundancia que Dios nos ha dado, creamos oportunidades para compartir el Evangelio. Pablo escribió: "Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos (2 Corintios 8:9)".
Dar generosamente le muestra a otros que Cristo es nuestro mayor tesoro, y que lo valoramos a Él y a Su obra a favor nuestro por encima de cualquier otra cosa que Dios pueda darnos.
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