Fascinados por su gracia
De Libros y Sermones BÃblicos
Por David Mathis sobre Gracia
Traducción por Eileen Moenne
Todos somos muy propensos a dar por sentado la gracia de Dios. Particularmente, tal vez, cuando nos encontramos avanzando en el entrenamiento teológico formal.
En el peligro central de seminario, se encuentra la posibilidad de tratar con liviandad la gracia de Dios. Sin embargo, vivirlo sanamente trae como resultado precisamente lo contrario.
La centralidad de la gracia
En el cristianismo, la gracia no es algo secundario. En el mismísimo centro de éste, gracias a Jesús, se encuentra el favor extraordinariamente generoso de Dios hacia nosotros, pecadores absolutamente indignos de recibirla. Si perdemos nuestra predilección por la gracia, no sacamos nada con llamarnos cristianos y, mucho menos, con proponernos como líderes en la iglesia.
Pero hay una trampa: no podemos hacernos más susceptibles a la gracia por nuestra propia cuenta. ¿O sí?
Al final, es solo por recibir más de la gracia de Dios que podemos seguir fascinados ante su generosa gracia por nosotros, pecadores. Sin embargo, existen “medios de la gracia” que a Dios le complace usar para mantener a su pueblo fascinado por ésta. Sírvete de esos medios y hazlo orando habitual y conscientemente, algo así: “Dios, mantenme entusiasmado(a) por tu gracia. Ayúdame a asombrarme incansablemente de que, en Jesús, hayas mostrado un favor tan extraordinario hacia rebeldes como yo, tan indignos de recibir tu gracia”.
La gracia y el evangelio
Junto con pedir explícitamente a Dios que nos mantenga fascinados por su gracia, existe otro medio: mantener incansablemente el evangelio al centro de seminario.
El evangelio de Jesús es la fuente de la gracia del cristianismo; la verdadera gracia cristiana siempre está formada por el mensaje del Mesías crucificado por los pecadores. En cada clase y con cada libro, pregunta explícitamente qué relación hay con Jesús y sus buenas noticias para los pecadores. Busca a Jesús en todas las Escrituras. En cada libro de la Biblia, busca atentamente la gracia costosa de Dios. Seminario es una buena oportunidad de profundizar en la gracia de Dios.
Ser sinceros respecto de nuestro pecado
Esto incluye no tenerle miedo a sabernos profundamente pecadores. Mantener el evangelio cerca nos libera para mirar nuestros pecados con sinceridad y ver, con mayor razón, que somos receptores de la gracia.
No tengas miedo de quedarte meditando en textos como Efesios 2:1-3 e identificarte profundamente con “los pecadores”. No pienses principalmente en los demás, sino vete a ti mismo(a) como aquellos “muertos en vuestros delitos y pecados” (versículo 1). Incluso si eres creyente desde que tienes memoria, aún queda suficiente pecado en ti para conocer su insidia y la trayectoria a la que te llevará si no lo dominas. Todos conocemos muy bien “el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (versículo 2). En cierta medida, aún fluye por nuestra venas, incluso teniendo un nuevo corazón que late lleno de la gracia de Dios.
Admitámoslo. Conocemos “las pasiones de nuestra carne”. Viven dentro de nosotros, evidencia de que “éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (versículo 3). La ira omnipotente de Dios estuvo sobre nosotros una vez. Sin Jesús y sin la gracia extraordinaria de Dios, todavía estaría sobre nosotros.
La desbordante gracia de Dios
Por un rato, trata de respirar el sofocante aire del pecado y su justo castigo; luego, siente la desbordante gracia de pasajes como Efesios 2:4-7. A pesar de nuestra vil rebelión y nuestra vacua pobreza espiritual, “Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”.
A pesar de nuestra rebelión. Cubre nuestro pasado. Desborda nuestro presente. Aumenta en el futuro, por siempre. Que Dios nunca nos permita ser indiferentes a su gracia. Incluso (y particularmente) en seminario, nunca dejemos de procurar “perseverar en la gracia de Dios” (Hechos 13:43).
Jamás des la gracia por sentado
Para los cristianos, queda excluido jactarse tanto de nuestra salvación como de todo lo que hacemos, trabajo seminarista incluido. “¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7).
No vivas en el delirio de que seminario te hace crecer automáticamente en la gracia (2 Pedro 3:18). De hecho, seminario puede generar el efecto contrario. Ten cuidado de manejar así cosas tan santas como las Escrituras, la sana doctrina y el mismísimo evangelio. Particularmente, no trates la gracia con ligereza. Por el amor de Dios, por amor a ti mismo y por amor a las personas que algún día servirás, jamás des la gracia por sentado.
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