Inhabilitado por Designio Divino
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Daniel Ritchie sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Silvana Borghi
Contenido |
Mi vida sin brazos pero rica y abundante
De un paso para atrás por un momento e imagine que usted hubiese nacido sin brazos.
Todos los días tienes que hacer las cosas con tus pies. Escribir con tus pies. Comer con tus pies. Poner gasolina en tu auto acostado de espaldas en el piso para levantar la boquilla del surtidor con tus pies. Pagar por un litro de leche en el supermercado llevándolo en tus dientes hasta la registradora y luego sacando de tus zapatos la tarjeta débito y deslizándola por la máquina de tarjetas de banco con los dedos de tus pies.
Esa es mi vida. Cada día es un ejercicio de lo inusual y el mundo reconoce eso. Me quedo mirando fijo al escuchar rudos comentarios, por lo general, una vez al día. Ser niño o adolescente y diferente de todos los demás es una carga terrible. No creía que mi propia vida era preciosa, extraordinaria o santa. Me sentía despreciable y destruido.
Nuevos ojos
Dios me rescató y redimió a los 15 años y, lentamente, comenzó a mostrarme lo preciosa que era mi vida a pesar de mi discapacidad física. En particular, Dios usó la historia de un ciego en el libro de Juan, capítulo 9 para mostrarme la santidad de toda vida, incluso de aquellas con discapacidades de cualquier índole.
- Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? Jesús respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. (Juan 9:1–3)
Luego Jesús sanó al ciego quien, en retribución, proclamó apasionadamente el poder de Jesús. La Iglesia necesita firmemente aprovechar estas lecciones de este breve pasaje en el libro de Juan especialmente en el 45ª (cuadragésimo quinto) aniversario de la horrible decisión del Tribunal Supremo de Roe v. Wade sobre el aborto.
Más que gorriones
¿Quién o qué determina el valor de la vida humana? ¿Es la vida sólo valiosa porque un ser humano puede respirar, caminar o tomar deciciones a conciencia? ¿Es la vida sólo valiosa si la calidad de vida de un individuo alcanza cierto nivel predeterminado?
Le hermosa realidad es que Dios le dio a los humanos valor por crearlos a su propia imagen (Génesis, 1:27). En esta única acción podemos ver a la Trinidad establecer un valor intrínseco a cada persona. Ningún factor externo altera el valor de un ser humano. Cada persona, cada raza, cada nacionalidad representa la obra de Dios.
Tú y yo no tenemos nada que temer en lo que respecta a nuestra importancia y valor. En Mateo 10: 29-31, Jesús declara:
- ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre. Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos.
Podemos recordarnos diariamente a nosotros mismos y a los otros que Dios nos hizo a su imagen. Podemos promover y defender el valor de cada vida humana, independientemente de su raza, religión o antecedentes políticos. Podemos declarar sin vergüenza la verdad de nuestro gran Dios, quien da propósito a toda nuestra vida.
Sin puntadas perdidas
Mientras trataba de ver el valor de mi propia vida, tropecé con lo diferente que yo era de todos los demás que conocía. Pensaba «¿Cómo puede Dios amarme si me hizo tan diferente? Un Dios amoroso y valorador nunca sometería a una persona a nacer tan diferente, ¿verdad?»
Incorrecto.
Mi línea de pensamiento se reflejaba en los pensamientos de los discípulos en Juan 9. Ellos vieron al ciego y asumieron que algún pecado específico había causado su ceguera. Sin embargo, Jesús rápidamente los corrigió diciendo que el ciego no era minusválido por su pecado o el de sus padres, sino por designio divino. Dios creó al hombre para mostrar la gloria de Dios en su ceguera. Los instrumentos para la gloria de Dios pueden expresarse en las personas más inesperadas.
Dios se toma mucho cuidado en la creación de cada persona que ha vivido. No comete errores. No deja que ni siquiera un detalle simple se escape de sus ojos vigilantes. Él ha unido a todas las personas en el tapiz que vemos hoy. (Salmo 139:13) Que las personas hayan nacido con una discapacidad mental o física no significa que a Dios se le haya escapado una puntada en su gran entretejido.
Ceguera, sordera, amputación y deficiencias mentales no quitan ningún valor a la persona. La iglesia debe ser fiel en proclamar y defender que cada niño en camino, a pesar de la discapacidad, tiene derecho a la vida. Cada bebé por nacer puede desplegar el milagro de Dios.
Incluso lo más importante, cada persona con discapacidad necesita desesperadamente el amor de Jesús. Ahí es donde nos comenzamos a hacer preguntas difíciles sobre nosotros mismos y la Iglesia. ¿Amo a mi sobrino autista como Cristo lo haría? ¿Estoy sirviendo a las familias que tienen hijos con capacidades diferentes orando por ellos o amándolos de manera activa?
La Iglesia debe defender la santidad de la vida por cada persona con discapacidad en el vientre de su madre y también en sus comunidades. Que podamos afirmar su valor personal al mismo tiempo que proclamamos su valor eterno en el Evangelio.
Llamado y Autorizado
Una de las maneras de amar a nuestros hermanos y hermanas con capacidades diferentes es brindarle la posibilidad de glorificar a Dios dentro de la Iglesia. El hombre del libro de Juan capítulo 9, era ciego para dar a conocer las obra de Dios. Yo nací sin brazos para que la gloria de Dios pueda ser conocida a través de mi cuerpo físico.
¿Cuántas personas en nuestras Iglesias podemos poner a un lado (abierta o sutilmente) porque son paralíticos, ciegos o autistas? Si ellos son valiosos para Dios, hagamos lo que esté a nuestro alcance para servirlos en la Iglesia y darles oportunidades de servir a la Iglesia. Son tan llamados a ir y hacer discípulos como cualquier persona sana.
De hecho, ellos podrían estar más calificados para proclamar la gracia y la misericordia de Dios. La aflicción les ha permitido a muchos de ellos probar la gracia de Dios en maneras que pocos de nosotros pueden entender. Dios nos consuela en nuestras heridas así que podemos dar el mismo consuelo a los demás (2 Corintios1:4) Hay una dulce comprensión del consuelo y la gracia cuando alguien ha sido envuelto en el dolor y aún así puede cantar la misericordia de Dios.
Así que podemos trabajar para contarle a todas las personas la preciosidad de estos hermanos y les podemos dar todas las oportunidades de mostrar las obras de Dios.
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