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English: Jesus Our Forerunner

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Por Ligonier Ministries Staff sobre Jesucristo
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Javier Matus


“Donde Jesús entró por nosotros como percusor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”
- Hebreos 6:19-20

Hace miles de años, Dios llamó a Abraham y le prometió bendecir y multiplicar su familia. Aunque la promesa de bendición debió ser suficiente para que Abraham creyera, Dios sabía que vendrían dudas, así que más tarde hizo un juramento confirmando la promesa (Hebreos 6:13-17). La promesa y el juramento fueron dados para motivar a los hijos de Abraham a asirse a su esperanza (v. 18). Nosotros quienes amamos a Cristo somos los verdaderos hijos de Abraham y tenemos estas dos cosas inmutables para motivar nuestra perseverancia.

Aunque la promesa y el juramento nos ofrecen ánimo, no son en sí lo que nos estabiliza en medio del trabajo y la tribulación. Sólo sirven para motivarnos a aferrarnos a “la segura y firme ancla del alma,” o la esperanza que entra en el lugar paradisíaco detrás del velo (v. 19).

Habiéndonos advertido acerca de la apostasía de la nueva alianza, el autor ahora nos anima describiendo la esperanza que es el ancla de nuestras almas. Tal esperanza no es una mera ilusión, sino que es algo que brota de la confianza en Dios y Sus promesas. Es la gran expectativa que el Dios quien ha cumplido Su palabra en el pasado ciertamente la cumplirá en el futuro.

Mientras que esta esperanza es cierta y segura, no es cierta y segura en sí misma. Tal esperanza es sólo un ancla segura porque es una esperanza que entra en el lugar santo donde Jesús ha ido como nuestro precursor. Y no sólo ha ido como nuestro precursor, Él también se ha hecho un sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (v. 20).

Nuestra esperanza es una esperanza segura porque está basada en nuestro fiel e inmutable Dios. Nuestra esperanza nos recuerda que nuestra existencia presente y problemática va a terminar, y que vamos a morar para siempre en el lugar santísimo donde experimentaremos al Señor cara a cara. Es un ancla porque nos lleva hasta el lugar donde vamos a estar con Dios para siempre.

Pero sólo podemos ser llevados a este lugar porque Jesús ha ido antes de nosotros. Sólo podemos ir allí porque Jesús primeramente ha ofrecido el sacrificio que abre la puerta. Sólo podemos entrar porque Cristo intercede para siempre por nosotros como sacerdote según el orden de Melquisedec. John Owen acertadamente nos recuerda que “aún el cielo no sería un lugar seguro para nosotros para fijar el ancla de nuestra confianza y esperanza si Cristo no estuviera allí.”

Coram Deo

Durante las próximas semanas vamos a ver cómo Cristo, estando en el orden de Melquisedec, nos beneficia. Basta decir por ahora que el estar en el orden de Melquisedec hace de Jesús un sacerdote eterno quien siempre media entre nosotros y el Padre. Esta mediación nos permite morar para siempre en Su presencia. Gracias a Cristo Jesús para Su obra de mediación.

Pasajes para Estudio Adicional

Sal. 72
Isa. 11:6-9
1 Cor. 13:12
Ap. 21:1-4


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