Jesucristo, El Ungido

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English: Jesus Christ, Anointed One

© Ligonier Ministries

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Por R.C. Sproul sobre Jesucristo

Traducción por Laura Coloma


A lo largo del Nuevo Testamento, encontramos muchos títulos para llamar a Jesús de Nazaret – “Hijo de Dios,” “Hijo del Hombre,” “Señor,” y otros. Sin embargo, el título que más se le da a Jesús en el Nuevo Testamento, es uno que nos es muy familiar, pero que no entendemos muy bien. Es el título de “Cristo.”

¿Por qué digo que no entendemos bien este título? Lo digo porque “Cristo” es utilizado tantas veces junto con “Jesús” que tendemos a pensar que es Su apellido. Sin embargo, “Cristo” no es un nombre secundario para Jesús; a Él se le hubiese conocido como “Jesús bar-José”, que significa “Hijo de José.” Más bien “Cristo” es el título supremo de Jesús. Pero, ¿qué significa?

El significado de Cristo proviene del Viejo Testamento. Dios prometió a los antiguos israelitas que un Mesías vendría a liberarlos de sus pecados. La idea del Mesías pasó al Nuevo Testamento bajo el título de Cristo. La palabra griega Christos, de la cual se origina la palabra Cristo en español, es la traducción del término hebreo Mashiach, que es la raíz de la palabra Mesías en español. Mashiach, a su vez, está relacionada con el verbo hebreo masach, que significa “ungir.” Por lo tanto, cuando el Nuevo Testamento habla de Jesucristo, se refiere a “Jesús el Mesías,” que literalmente significa, “Jesús el Ungido.”

En tiempos del Viejo Testamento, la gente era sometida a ungimiento cuando eran llamados a los oficios de profeta, sacerdote y rey. Por ejemplo, cuando Saúl se convirtió en el primer rey de Israel, el profeta Samuel ungió su cabeza con aceite de forma ceremonial (1 Sam. 10:1). Este ritual religioso se hacía para demostrar que el rey de Israel era elegido y dotado por Dios para el reinado. De igual manera, los sacerdotes (Ex. 28:41) y los profetas (1 Reyes 19:16) eran ungidos por orden de Dios. En cierto sentido, en el Viejo Testamento toda persona seleccionada y consagrada para un trabajo de servicio era un mesías, pues era quien recibía una unción.

Pero el pueblo de Israel esperaba a ese individuo prometido quien sería no solamente un mesías sino el Mesías, el que sería escogido y consagrado de forma suprema por Dios para ser su Profeta, Sacerdote y Rey. Así que, al momento del nacimiento de Jesús, existía un fuerte sentido de anticipación entre los judíos, quienes habían estado esperando a su Mesías durante siglos.

Asombrosamente, cuando Jesús comenzó Su ministerio público, pocos lo reconocieron por quien era, a pesar de la evidencia abrumadora de que poseía una unción de Dios que superaba a la otorgada a cualquier otro hombre. Sabemos que existía gran confusión sobre Él aun después de haber ministrado por algún tiempo. En una ocasión, Jesús preguntó a Sus discípulos, ¿“Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mat. 16:13b). Estaba sintiendo el pulso de Su cultura, buscando información acerca de los rumores sobre Él. Respondiendo la pregunta de Jesús, los discípulos repasaron algunas visiones: “Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías, pero otros Jeremías o uno de los profetas” (v. 14). A Jesús se le identificaba con muchas personas, pero ninguna de estas especulaciones era correcta.

Entonces, Jesús preguntó a sus discípulos, “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (v. 15b). Pedro respondió con lo que se conoce como la gran confesión, una declaración de la que creía que era la identidad de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Con estas palabras, Pedro declaró que Jesús era el Christos, el Mashiach, el Ungido.

Luego Jesús dijo algo interesante. Le dijo a Pedro que estaba bendecido por tener este conocimiento de la identidad de Jesús. ¿Por qué dijo eso? Jesús explicó: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” (v. 17). Pedro había recibido un conocimiento divino de que Jesús era el Mesías; no era algo que había percibido por habilidad propia. De nuevo, esto me sorprende porque uno pensaría que todo el que encontraba a Jesús lo reconocía inmediatamente como el Mesías. Después de todo, no falta información en el Viejo Testamento acerca de la venida del Mesías - dónde nacería, cómo se comportaría, y qué poder demostraría – y todos podían ver lo que Jesús había hecho – resucitar a los muertos, curar todo tipo de enfermedades y enseñar con mucha autoridad. Pero, por supuesto, no lo reconocieron. La unción de Jesús no fue evidente de inmediato.

Muchas personas hoy en día tienen cosas positivas que decir acerca de Jesús como un modelo de virtud, un gran maestro, entre otras, pero no llegan a decir que Él es el Mesías. Esta es la gran división entre los cristianos y los no creyentes. Sólo quien ha vuelto a nacer puede confesar que Jesús es el Cristo. ¿Ustedes pueden?


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