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Por Jackie Hill Perry sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Natalia Micaela Moreno


El deseo es algo complicado. Tiene el poder de conducirnos a un trono o a una tumba, a la esclavitud o a la libertad, a la verdadera alegría o a los espejismos de la satisfacción.

La guerra de fe y deseo comenzó en el Jardín. En Génesis 3:5, Satanás está terminando su ataque conversacional contra la fe de Eva al influir en su lógica, haciendo que ella cuestione no solo el mandamiento de Dios sino la persona de Dios. Él usa su astucia demoníaca para mentir sutilmente a Eva, diciéndole que Dios no hará lo que dijo, que él no es tan bueno como ella cree que es.

¿Deseos Pecaminosos?

Cuando la persona de Dios entra en tela de juicio, la mente y el corazón comenzarán a redirigir sus deseos hacia otra cosa. Después de todo, las preguntas van hacia el lado de: ¿se puede confiar realmente en Dios? Eva comenzó a transitar este camino, que luego la llevó a ver cosas en un árbol que no existían. Sus deseos anhelaban satisfacción, y su corazón se alejó de su Creador.

Eva creía que el árbol sería "bueno" como comida. Ella creía que sería la "delicia" que anhelaba. Ella lo "deseaba" para volverse sabia.

Pero, ¿estos deseos eran pecaminosos en sí mismos? ¿Quién no desea algo placentero para los sentidos? ¿O quién no querría sabiduría? ¿Está mal querer conocimiento? Salomón oró por ello y fue elogiado por Dios por pedírselo.

Todos tenemos esta misma fábrica de placer escondida en lo profundo de nuestras almas, haciéndonos desear consuelo cuando estamos heridos, sanación cuando estamos enfermos, paz en medio del caos o provisión cuando estamos necesitados. Estos deseos no son inherentemente pecaminosos o malvados, solo humanos.

Pasar por Alto Fatalmente

Entonces, ¿cómo es que cuando Eva decidió tomar el fruto y comer, junto con Adán, que el pecado y la muerte entraron en el mundo?

Es porque Eva pasó por alto la suficiencia de su Creador y quería estar satisfecha "aparte" de él. Ese es el pecado. Su apetito, ya no contento con lo que Dios le había dado, anhelaba más, incluso a expensas de su alma. Su corazón latía con la capacidad de apreciar la belleza, pero ya no veía a Dios como el ser más atractivo del universo. En cambio, ella creía que la belleza se encontraba en lo mismo que conduciría a su destrucción. Hizo caso omiso de la sabiduría infinita de Dios al buscar conocimiento a través de un árbol, que irónicamente la hizo tonta (véase Romanos 1:22–23).

Tú y yo somos propensos a repetir este mismo ciclo malvado. Está en lo profundo de nuestra caída. Cuando anhelamos la seguridad, con demasiada frecuencia la buscamos en sustitutos débiles y temporales, como si el sexo, las drogas y las relaciones humanas puedan llenar el vacío en el centro de nuestro ser. Si estamos enfermos, con demasiada frecuencia buscamos promesas trucadas de paz. Si tenemos necesidades, preferiríamos dinero rápido sobre el camino de la paciencia.

Incluso para los cristianos, el deseo de ser conocido, apreciado y afirmado "aparte de Dios" causa estragos en el alma, haciendo que engañemos el ministerio del Espíritu para nuestro propio beneficio.

Aferrándose a Él

Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo dejamos de replicar el error de nuestros primeros padres?

Fe en Jesús.

Aunque la humanidad cayó cuando Adán y Eva comieron el fruto prohibido, la ruina comenzó cuando dejaron de confiar en Dios. No creían que fuera verdad lo que había dicho, creían que no era tan bueno como prometió. Pero sabemos mejor. Hemos visto su amor y fidelidad no sólo en la historia de su pueblo, sino más vívidamente en la persona de su Hijo. Jesús es la afirmación segura de que Dios es bueno, de que es suficiente, de que se le puede confiar.

Las promesas de gozo del mundo aparte de Dios están expuestas a ser la mera ilusión que son, absolutamente incapaces de satisfacer los deseos de un alma creada para disfrutar de Dios. Debemos creer y aferrarnos firmemente a quien Dios se ha revelado a sí mismo como en Jesús. Nuestra fe en "quién" es Dios provocará una mayor confianza en "lo" que Dios ha dicho en su palabra, aumentando nuestra obediencia y conduciendo a la satisfacción del deseo de nuestra alma, para la gloria de Dios.


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