La Oración, el Remedio para la Ansiedad

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English: Prayer, the Cure for Care

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Por Charles H. Spurgeon sobre Oración
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles


“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4: 6, 7.

Nosotros tenemos la facultad de la previsión; pero, como todas nuestras facultades, ha sido pervertida y a menudo ha sido objeto de abuso. Es bueno que un hombre tenga un santo afán, y preste la debida atención a cada detalle de su vida; pero, ¡ay!, es muy fácil convertirlo en un afán profano, y tratar de arrebatar de la mano de Dios, ese oficio de la providencia que le pertenece a Él, y no a nosotros. ¡Con cuánta frecuencia le gustaba a Lutero hablar acerca de los pájaros, y de la manera en que Dios cuida de ellos! Cuando estaba lleno de sus ansiedades, solía envidiar constantemente a los pájaros porque llevaban una vida tan libre y feliz. Lutero habla del ‘doctor Gorrión’ y del ‘doctor Zorzal’, y de otros pájaros que solían acercarse y hablar con el ‘doctor Lutero’, y decirle muchas cosas buenas.

Ustedes saben, hermanos, que a las aves del cielo, cuidadas por Dios, les va mejor que a los pájaros cuidados por el hombre. Una pequeña niña londinense que fue al campo, dijo en una ocasión: “¡Mamá, mira a ese pobre pajarito; no tiene ninguna jaula!” Eso no me habría parecido a mí como una pérdida para el pájaro; y si ustedes y yo estuviésemos sin nuestra jaula, y sin la cajita de semillas, y sin un recipiente de agua, no sería una gran pérdida, si fuésemos arrojados a la ventura hacia la gloriosa libertad de una vida de humilde dependencia de Dios.

Esa jaula de confianza carnal y esa caja de semillas que siempre estamos esforzándonos por llenar, constituyen la preocupación de esta vida mortal; pero aquél que tiene gracia para extender sus alas y remontarse a lo lejos hasta llegar al cielo de la confianza divina, puede cantar todo el día y tener esta tonada como propia:

“Mortal, cesa de afanarte y de afligirte;
Dios provee para el mañana”.

Entonces, aquí está la enseñanza del texto: “Por nada estéis llenos de cuidado”. La palabra “llenos de cuidado” no significa exactamente ahora lo mismo que significaba cuando la Biblia fue traducida (1); al menos, me transmite un significado diferente del que transmitía a los traductores. Yo diría que debemos ‘tener cuidado’. “Tengan cuidado” es una buena lección para los muchachos y los jóvenes cuando comienzan en la vida; pero, en el sentido en que la palabra “cuidado” era entendida en el tiempo de los traductores, era que no debemos tener ‘afán’, esto es, que no debemos estar ‘llenos de afanes’. El texto quiere decir: no estén ‘ansiosos’; no estén pensando constantemente acerca de las necesidades de esta vida mortal. Voy a leerlo otra vez, estirando un poco la palabra, y entonces entenderán su significado: “No estén llenos de afán por nada”. ¡Oh, que Dios nos enseñara cómo evitar el mal que es prohibido aquí, y a vivir con esa santa despreocupación que es la mismísima belleza de la vida cristiana, cuando toda nuestra ansiedad es echada sobre Dios, y nosotros podemos gozarnos y regocijarnos en Su providencial cuidado de nosotros!

“¡Ah!”, -dice alguien- “no puedo evitar afanarme”. Bien, el tema de esta noche es para ayudarte a abandonar el afán; y, primero, consideren aquí lo que sustituye a la ansiedad. Por nada estén afanosos, sino que deben orar por todo; éste es el sustituto del afán: “oración y ruego”. En segundo lugar, noten el carácter especial de esta oración, que ha de convertirse en el sustituto de la ansiedad: “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Y luego espero que nos queden unos minutos para considerar el dulce efecto de esta oración: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

I. Para comenzar, entonces, aquí está, primero, EL SUSTITUTO DE LA ANSIEDAD.

Yo supongo que para muchos de nosotros es cierto que nuestros afanes son múltiples. Una vez que te vuelves afanoso, ansioso e inquieto, nunca serías capaz de contar tus afanes, aun cuando pudieras contar los cabellos de tu cabeza. Los afanes son propensos a multiplicarse para quienes están llenos de ellos; y cuando estás tan lleno de ansiedades que piensas que has llegado al límite, con seguridad recibirás otra cosecha de ansiedades que han crecido a tu alrededor. La propensión a dejarse dominar por este hábito maligno de la ansiedad conduce a permitirle que establezca su dominio sobre la vida, hasta el punto de que no vale la pena vivir la vida en razón de la ansiedad que tenemos por ella. Los afanes son múltiples; por tanto, las oraciones suyas deben ser múltiples. Conviertan en una oración todo lo que sea un afán. Las ansiedades deben ser la materia prima de sus oraciones; y, así como los alquimistas esperaban convertir la escoria en oro, así ustedes, por una santa alquimia, de hecho convierten en un tesoro espiritual lo que naturalmente habría sido un afán, en la forma de una oración. Bauticen cada ansiedad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y así, conviértanla en una bendición.

¿Tienes ansiedad de poseer? Ten cuidado para que la ansiedad no te posea. ¿Quieres realizar una ganancia? Preocúpate de no perder más de lo que ganas con tus ganancias. Te suplico encarecidamente que no tengas ansiedad de ganar más de lo que te atrevas a convertir en una oración. No desees tener aquello que no te atrevas a pedirle a Dios que te dé. Mide tus deseos de acuerdo a una norma espiritual, y así serás guardado de todo lo que se asemeje a la codicia. A muchas personas les vienen sus afanes por sus pérdidas; pierden lo que han ganado. Bien, éste es un mundo en el que existe la tendencia a perder. Los reflujos siguen a las crecidas, y los inviernos aplastan a las flores del verano. No se sorprendan si ustedes pierden como lo hacen otras personas; antes bien, oren acerca de sus pérdidas. Acudan a Dios con ellas y en vez de inquietarse, conviértanlas en una ocasión para esperar en el Señor, y para decir: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. ¡Hazme entender por qué contiendes conmigo, y libra a Tu siervo de quejarse alguna vez de Ti, sin importar lo que Tú permitas que pierda!”

Tal vez tú digas que tu ansiedad no es ni por tus ganancias ni por tus pérdidas, sino sólo acerca de tu pan diario. ¡Ah, bien, tú tienes promesas para eso, y lo sabes! El Señor ha dicho: “Habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad”. Él te da un dulce aliciente cuando dice que Él viste a la hierba del campo, y ¿no te vestirá mucho más a ti, hombre de poca fe? Y el Señor Jesús te manda que consideres a las aves del cielo, que ni siembran ni recogen en graneros y, sin embargo, tu Padre celestial las alimenta. Acude a tu Dios, entonces, con todos tus afanes. Si tienes una gran familia y un ingreso raquítico, y enfrentas muchos problemas para subsistir y para proveer cosas honestas a los ojos de todos los hombres, tienes muchas excusas para tocar a la puerta de Dios, y muchísimas razones para ser encontrado a menudo en el trono de la gracia. Yo les ruego que conviertan los afanes en algo de mucho provecho. Yo me siento en libertad para apelar a un amigo cuando realmente tengo que tratar algo con él; y ustedes pueden ser osados para apelar a Dios cuando las necesidades los opriman. En vez de preocuparse por cualquier cosa con un inquieto afán, conviértanla de inmediato en una razón para una renovada entrega a la oración.

“¡Ah!”, -dirá alguno- “pero yo me encuentro perplejo; yo no sé qué hacer”. Bien, entonces, querido amigo, deberías ciertamente orar cuando no puedes saber si debes tomar el camino de la mano derecha, o de la mano izquierda, o debes continuar en línea recta, o si deberías regresar. En verdad, cuando estás en medio de tal niebla que no puedes ver la siguiente lámpara, entonces es tiempo de que ores. El camino se esclarecerá delante de ti muy repentinamente. Con frecuencia he tenido que probar este plan yo mismo; y doy testimonio de que, cuando he confiado en mí mismo, he sido un gigantesco insensato, pero cuando he confiado en Dios, entonces me ha conducido y me ha mantenido en la vía correcta, y no ha habido ningún error al respecto.

Yo creo que los hijos de Dios cometen a menudo mayores disparates en cuanto a cosas sencillas, de los que cometen en cuanto a asuntos difíciles. Ustedes saben lo que pasó con Israel cuando llegaron aquellos gabaonitas con sus zapatos viejos y recosidos, y mostraron el pan que estaba mohoso, que, según dijeron, habían tomado caliente de sus hornos. Los hijos de Israel pensaron: “Este es un caso claro; estos hombres son forasteros y han venido de un país lejano; podemos hacer alianza con ellos”. Estaban seguros de que la evidencia de sus ojos confirmaba que ellos no eran cananeos; así que no consultaron a Dios; todo el asunto parecía tan claro, que hicieron una alianza con los gabaonitas, lo cual fue un problema para ellos posteriormente. Si acudiéramos a Dios en oración para todo, nuestras perplejidades no nos conducirían a más errores que nuestras simplicidades; y, en casos simples, y en casos difíciles, debemos ser guiados siempre por el Altísimo”.

Tal vez otro amigo diga: “Pero yo estoy pensando en el futuro”. ¿Lo estás? Bien, primero, me permito preguntarte qué tienes que ver con el futuro. ¿Sabes tú lo que traerá un día? Has estado pensando acerca de lo que será de ti cuando seas viejo; pero, ¿estás seguro de que serás viejo alguna vez? Yo conocí a una mujer cristiana que solía preocuparse acerca de cómo sería enterrada. Esa pregunta nunca me turbó a mí; y hay muchos otros asuntos acerca de los cuales no debemos preocuparnos. Pueden encontrar siempre un palo para golpear a un perro; y si necesitan una ansiedad, ustedes pueden generalmente encontrar una ansiedad con la cual golpear a sus propias almas; pero ésa es una pobre ocupación para cualquiera de ustedes. En lugar de hacer eso, conviertan cada cosa que pudiera ser un tema de ansiedad, en un tema de oración. No pasará mucho tiempo antes de que tengan un tema de ansiedad, así que no pasará mucho tiempo sin que tengan un tema de oración. Eliminen esa palabra: “ansiedad”, y escriban simplemente en su lugar esta palabra: “oración”; y entonces, aunque sus afanes sean múltiples, sus oraciones también serán múltiples.

Noten, a continuación, queridos amigos, que un afán indebido es una intrusión en la esfera de Dios. Es hacerte, tú mismo, el padre de la casa, en lugar de ser un hijo; es hacerte, tú mismo, el señor, en vez de ser un siervo para quien el señor provee sus raciones. Ahora, si en lugar de hacer eso, convirtieras el afán en oración, no habría intrusión, pues puedes acudir a Dios en oración sin ser acusado de presunción. Él te invita a orar; es más, aquí, por medio de Su siervo, te manda que “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.

Además, los afanes no nos sirven de nada, y nos causan un gran daño. Si fueras a preocuparte tanto como lo desearas, no te podrías hacer una pulgada más alto, ni hacer crecer otro cabello en tu cabeza, ni cambiar el color de un cabello a blanco o a negro. Eso nos dice el Salvador; y Él pregunta: si el afán falla en cosas tan pequeñas, ¿qué podría hacer el afán en los más elevados asuntos de la providencia? No puede hacer nada.

Un agricultor visitó sus campos y dijo: “No sé qué sucederá con todos nosotros. Si esta lluvia continúa, el trigo será destruido; no tendremos ninguna cosecha a menos que tengamos algún buen clima”. Caminaba de arriba para abajo, estrujando sus manos, y preocupándose, e incomodando a todos los miembros de la familia; pero no produjo ni un solo rayo de luz del sol, a pesar de toda su preocupación; con todo su lenguaje petulante, no pudo dispersar ninguna nube ni pudo detener ni una sola gota de lluvia, no obstante todas sus murmuraciones.

Entonces, ¿de qué sirve que sigan royendo su propio corazón, si no pueden obtener nada con ello? Además, eso debilita nuestro poder de ayudarnos y, especialmente, nuestro poder para glorificar a Dios. Un corazón lleno de ansiedades nos impide juzgar rectamente en muchos asuntos. A menudo he usado el ejemplo (no conozco otro mejor) de tomar un telescopio, soplar sobre él el cálido aliento de nuestra ansiedad, acercarlo al ojo, y luego decir que no podemos ver nada sino nubes. Por supuesto que no podemos, y nunca lo haremos mientras exhalemos aliento sobre él. Si fuéramos imperturbables, tranquilos, serenos y poseídos por Dios, haríamos lo correcto. Deberíamos tener, como decimos, “presencia de ánimo” en el tiempo de dificultad. El hombre que tiene la presencia de Dios, puede esperar tener presencia de ánimo. Si olvidamos orar, ¿se sorprenden de que estemos todos inquietos, y preocupados, y que hagamos lo primero que se nos ocurre, que es generalmente lo peor, en vez de esperar hasta ver lo que deba hacerse, y luego hacerlo confiadamente y con fe, como a los ojos de Dios? La ansiedad es perjudicial; pero basta que conviertan esta angustia en oración y entonces toda ansiedad se tornará en un beneficio para ustedes.

La oración es un material maravilloso para construir la estructura espiritual, pues nosotros mismos somos edificados por la oración; crecemos en gracia por la oración; y si acudimos a Dios con peticiones en todo momento, seremos cristianos que crecen rápido.

Yo le dije a una persona esta mañana: “Ore por mí, porque es un tiempo de necesidad”; y ella me respondió: “No he hecho otra cosa desde que desperté”. Les he hecho la misma petición a varias personas más, y todas me han dicho que han estado orando por mí. Me sentí tan contento, no solamente por mí mismo, al recibir el beneficio de sus oraciones, sino por causa de ellos mismos, pues seguramente crecerán por ese motivo. Cuando los pajaritos se mantienen batiendo sus alas, están aprendiendo a volar. Los tendones se fortalecen, y los pájaros abandonan el nido en breve; ese preciso batir de alas, es una educación, y el intento de orar, el gemir, el suspirar, el clamar de un espíritu lleno de oración es, en sí mismo, una bendición. Acaben, entonces, con ese hábito perjudicial de la ansiedad, y practiquen el hábito enriquecedor de la oración. Vean cómo logran así una doble ganancia: primero, evitando una pérdida, y en segundo lugar, obteniendo aquello que realmente los beneficiará a ustedes y a otros, también.

Luego, además, los afanes son el efecto del olvido de la cercanía de Cristo con nosotros. ¿Notaron cuál es el sentido del contexto? “El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos”. El Señor Jesucristo ha prometido venir de nuevo, y Él podría venir esta noche; Él podría aparecer en cualquier momento. Entonces Pablo escribe: “El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.

¡Oh, si sólo pudiéramos estar en esta tierra como en una mera sombra, y vivir como aquellos que habrán terminado pronto con esta pobre vida transitoria; si sostuviéramos toda cosa terrenal con una mano muy laxa, entonces no estaríamos afanándonos, y preocupándonos, e inquietándonos, sino que nos dedicaríamos a orar, pues así asiríamos lo real y lo sustancial, y plantaríamos nuestro pie sobre lo invisible, que es, después de todo, lo eterno!

¡Oh, queridos amigos, que el texto que les he leído una y otra vez, caiga ahora dentro de sus corazones así como un guijarro cae dentro de un lago de montaña, y al penetrar, genere círculos de consuelo sobre la propia superficie de sus almas!

II. Ahora necesitamos analizar el texto un poco más detenidamente para ver, en segundo lugar, EL CARÁCTER ESPECIAL DE ESTA ORACIÓN. ¿Qué tipo de oración es la que apaciguará nuestra ansiedad?

Bien, primero, es una oración que trata con todo. “En toda oración y ruego”, “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Ustedes pueden orar acerca de la cosa más insignificante y acerca de lo más grande; no sólo pueden orar pidiendo el Espíritu Santo, sino que pueden orar por un nuevo par de botas. Pueden acudir a Dios acerca del pan que comen, del agua que beben y del vestido que usan, y orar a Él sobre todas las cosas. No pinten ninguna raya, diciendo: “Hasta aquí las cosas han de estar bajo el cuidado de Dios”. Válgame Dios, entonces, ¿qué van a hacer con el resto de su vida? ¿Ha de ser vivida esa parte bajo el añublo marchitante de un tipo de ateísmo? ¡Dios no lo quiera! ¡Oh, que vivamos en Dios en cuanto a la totalidad de nuestro ser, pues nuestro ser es de tal naturaleza que no lo podemos dividir! Nuestro cuerpo, alma y espíritu son uno, y mientras Dios nos deja en este mundo, y nosotros tenemos necesidades que surgen de la condición de nuestros cuerpos, debemos presentar nuestras necesidades corporales delante de Dios en oración. Y ustedes descubrirán que el grandioso Dios los oye en estos asuntos. No digan que son demasiado nimios para que Él los note; todo es pequeño en comparación con Él. Cuando pienso en cuán grande Dios es Él, me parece que este pobre mundito nuestro es simplemente un insignificante grano de arena en la costa del universo, y que no es digno de ser advertido del todo. La tierra entera es una simple mota en el grandioso mundo de la creación; y si Dios condesciende a considerarlo, muy bien puede inclinarse un poco más bajo, y considerarnos a nosotros; y Él hace eso, pues dice: “Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”. Por tanto, ‘sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego’.

El tipo de oración que nos salva de la ansiedad es la oración que es repetida: “En toda oración y ruego”. Oren a Dios, y luego oren de nuevo: “en… oración y ruego”. Si el Señor no les responde la primera vez, estén muy agradecidos por tener una buena razón para orar de nuevo. Si no les concediera la petición la segunda vez, crean que Él los ama tanto que quiere oír su voz nuevamente; y si los mantiene esperando hasta haber acudido a Él siete veces, díganse: “Ahora sé que adoro al Dios de Elías, pues el Dios de Elías dejó que fuera siete veces antes de que la bendición fuera otorgada”. Consideren un honor que se les permita luchar con el ángel. Ésta es la manera en que Dios hace a Sus príncipes. Jacob no hubiera sido nunca Israel si hubiera obtenido la bendición del ángel al pedirla la primera vez; pero cuando tuvo que seguir luchando hasta prevalecer, entonces se convirtió en un príncipe con Dios. La oración que mata la ansiedad es una oración que es continua e importuna.

A continuación, es oración inteligente. “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Me enteré de un musulmán que pasaba, pienso, seis horas en oración cada día; y para no dormirse, cuando estaba a bordo de un bote, se mantenía erguido, y sólo tenía una cuerda estirada a todo lo largo, de tal manera que pudiera apoyarse contra ella, y si se dormía, caería. Su objetivo era proseguir durante seis horas con lo que él llamaba: oración. “Bien”, -le dije a una persona que lo conocía y que le había visto a bordo de una ‘dahabeya’, (una típica embarcación egipcia) en el Nilo: “¿Qué tipo de oración era esa?” “Bien”, -me respondió mi amigo- “se mantenía repitiendo: ‘No hay Dios sino Dios, y Mahoma es el profeta de Dios’; decía lo mismo, una y otra vez, y una vez más”. Yo pregunté: “¿Pedía alguna cosa?” “¡Oh, no!” “¿Le suplicaba a Dios que le diera algo?” “No, simplemente seguía con esa repetición perpetua de ciertas palabras, justo como una bruja podría repetir un ensalmo”.

¿Piensan que hay algo en ese estilo de oración? Y si se ponen de rodillas y simplemente repiten una cierta fórmula, sólo será un desembuchar de palabras. ¿Qué le interesa a Dios ese tipo de oración? “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Ésa es la verdadera oración. Dios ciertamente conoce cuáles son tus peticiones; pero has de pedirle a Él como si Él no las conociera. Debes hacer conocer tus peticiones, no porque el Señor no sepa, sino porque, tal vez, tú no las conozcas; y cuando le has dado a conocer a Él tus peticiones, como te dice el texto, tú te las habrás dado a conocer a ti mismo más claramente. Cuando has pedido inteligentemente, sabiendo lo que has pedido, y sabiendo por qué lo has pedido, tal vez te detendrás, y te dirás: “No, después de todo, no debo hacer esa petición”. Algunas veces, cuando has seguido orando y pidiendo aquello que Dios no te da, podría ser que entre subrepticiamente en tu mente la convicción de que no vas por el camino correcto; y ese resultado de tu oración, en sí mismo, te hará bien, y será una bendición para ti.

Pero debes orar dando a conocer tus peticiones delante de Dios. Eso es, en claro inglés, decir lo que necesitas, pues ésa es la verdadera oración. A solas, dile al Señor lo que necesitas; derrama tu corazón delante de Él. No imagines que Dios exija un lenguaje refinado. No, no necesitas correr escaleras arriba por tu libro de oración, y buscar una breve oración que contenga una invocación, una petición y una conclusión; te tomaría mucho tiempo encontrar una oración así descrita que te sea útil si realmente estás orando. Ora pidiendo lo que necesitas tal como si le estuvieras diciendo a tu madre o a tu más querido amigo cuál es tu necesidad. Acude a Dios de esa manera, pues ésa es una oración real, y ese es el tipo de oración que echará fuera tu ansiedad.

Además, queridos amigos, el tipo de oración que trae libertad de la ansiedad es comunión con Dios. Si no le has hablado a Dios, no has orado realmente. Se ha sabido de un niñito (me atrevería a decir que sus hijos también lo han hecho) que fue y puso una carta debajo de la rejilla de un desagüe; y, por supuesto que no hubo nunca ninguna respuesta a una carta enviada de esa manera. Si la carta no es puesta en el buzón para que sea enviada a la persona a la cual está destinada, ¿de qué serviría? Entonces, la oración es una comunicación real con Dios. Tienes que creer que le hay, y que es galardonador de los que le buscan, o de lo contrario no podrías orar. Él tiene que ser una realidad para ti, una realidad viva; y tienes que creer que, en verdad, Él oye la oración, y entonces debes hablar con Él, creer que vas a recibir la petición que le haces a Él, y así habrás de recibirla. Él todavía no ha dejado de honrar nunca una oración de fe. Puede ser que te haga esperar por un tiempo, pero las demoras no son denegaciones, y Él ha respondido a menudo una oración que pedía plata, dando oro. Podría haber denegado el tesoro terrenal, pero ha otorgado riquezas celestiales equivalentes a diez mil veces el valor, y el suplicante ha quedado más que satisfecho con el intercambio. “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios”.

Yo sé lo que haces cuando tienes problemas; recurres a tu vecino, pero tu vecino no quiere verte tan a menudo en relación a una cierta carencia. Posiblemente recurras a tu hermano; pero hay un texto que te advierte que no vayas a la casa de tu hermano en el día de tu calamidad. Cuando estás en apuros de dinero, no puedes visitar a un amigo con demasiada frecuencia; él podría estar muy contento de verte sólo hasta oír qué pretendes. Pero si acudes a tu Dios, Él nunca te dará la espalda; Él nunca dirá que acudes con demasiada frecuencia. Por el contrario, incluso te reprochará porque no acudes a Él con suficiente frecuencia.

Hay una palabra que acabo de pasar por alto ahora, porque quería dejarla para mi última observación sobre este punto: “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Ahora, ¿qué quiere decir eso? Quiere decir que el tipo de oración que mata al afán es una oración que pide alegremente, gozosamente, agradecidamente. “Señor, yo soy pobre; he de bendecirte por mi pobreza, y entonces, oh Señor, ¿no suplirás todas mis necesidades?” Ésa es la manera de orar. “Señor, estoy enfermo; yo te bendigo por esta aflicción, pues estoy seguro de que quiere decir algo bueno para mí. ¡Ahora yo te suplico que te dignes sanarme!” “Señor, me encuentro en una gran tribulación; pero yo te alabo por la tribulación, pues yo sé que contiene una bendición, aunque el sobre tenga una cinta negra; y entonces, ¡Señor, ayúdame a lo largo de mi tribulación!” Ese es el tipo de oración que mata a la ansiedad: “oración y ruego, con acción de gracias”. Combinen bien estas dos cosas; un dracma, no, dos dracmas de oración -oración y ruego- y luego un dracma de acción de gracias. Agítalas juntas muy bien, y constituirán un bendito remedio para el afán. ¡Que el Señor nos enseñe a practicar este arte santo del boticario!

III. Concluyo con este tercer punto, EL DULCE EFECTO DE ESTA ORACIÓN: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Si pueden orar de esta manera, en vez de entregarse a la ansiedad maligna, el resultado será que una paz inusual se introducirá furtivamente en su corazón y mente, pues será “la paz de Dios”. ¿Qué es la paz de Dios? Es la plácida serenidad del Dios infinitamente feliz, la eterna compostura del absolutamente muy contento Dios. Ésto poseerá tu corazón y mente. Noten cómo la describe Pablo: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. Otras personas no lo entenderían; no serían capaces de explicarse por qué estás tan tranquilo. Es más, tú no serías capaz de decírselos, pues si sobrepasa todo entendimiento, ciertamente sobrepasa toda expresión; y lo que es todavía más maravilloso es que tú mismo no lo entenderás.

Será una paz tal que para ti será insondable e inmensurable. Cuando uno de los mártires estaba a punto de arder en la hoguera por Cristo, le dijo al juez que estaba dando las órdenes para encender la pira: “¿Quisiera acercarse y poner su mano sobre mi corazón?” El juez lo hizo. “¿Late muy aprisa?”, preguntó el mártir. “¿Muestro alguna señal de miedo?” “No”, respondió el juez. “Ahora ponga su mano sobre su propio corazón, y compruebe si no está más excitado usted que yo”. Piensen en ese hombre de Dios que en la mañana debía ser quemado, pero que estaba tan profundamente dormido que tuvieron que sacudirlo para despertarlo; tenía que levantarse para ser quemado y, sin embargo, sabiendo que así debía ser, tenía tal confianza en Dios que dormía profundamente. Ésta es “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.

En aquellas antiguas persecuciones de Dioclesiano, cuando los mártires iban al anfiteatro para ser destrozados por bestias salvajes, cuando uno era colocado en una silla caliente al rojo vivo, y otro era untado con miel para ser picado hasta morir por avispas y abejas, nunca se acobardaron. Piensen en aquel hombre valiente que fue colocado sobre una parrilla para ser rostizado hasta la muerte, y que les dijo a sus perseguidores: “Ya me han cocido de un lado; ahora denme vuelta hacia el otro lado”.

¿Por qué existía esa paz bajo tales circunstancias? Era “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. Nosotros no tenemos que sufrir así en nuestros días; pero si se llegara a ese punto alguna vez, es portentosa la paz que goza un cristiano. Después de que había habido una gran tormenta, el Maestro se puso de pie en la proa del barco, y le dijo al viento: “Enmudece”, y leemos que “se hizo grande bonanza”.

¿Han sentido ésto alguna vez? Ustedes, en verdad, lo sienten esta noche, si han aprendido este arte sagrado de hacer que sean conocidas sus peticiones en todo ante Dios, y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento habrá de guardar sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Esta bendita paz que guarda sus corazones y sus pensamientos es una paz que custodia. La palabra griega implica una guarnición. ¿No es acaso algo extraño que un término militar sea usado aquí, y que sea una paz que actúa como un custodio para el corazón y la mente? Es la paz de Dios que debe proteger al hijo de Dios. ¡Es una extraña pero hermosa figura! He oído que el miedo es como el ama de llaves para un cristiano. Bien, el miedo puede ser un buen guardián para mantener alejados a los perros; pero no tiene una alacena llena. Pero la paz, aunque parezca debilidad, es la esencia de la fortaleza y, mientras vigila, también nos alimenta y suple nuestras necesidades.

Es también una paz que nos vincula a Jesús: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos”, esto es, sus afectos y su mente, sus deseos y su intelecto; guardará su corazón, de tal manera que no temerá; guardará su mente, de tal manera que no conocerá ningún tipo de perplejidad. “La paz de Dios… guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Todo es “en Cristo Jesús”, y por tanto, es doblemente dulce y precioso para nosotros.

Oh mis queridos oyentes, algunos de ustedes vienen aquí los jueves por la noche, y no saben nada acerca de esta paz de Dios, y tal vez se pregunten por qué, nosotros los cristianos, hacemos tal alboroto acerca de nuestra religión. Ah, si lo supieran, ustedes, tal vez, harían más alboroto acerca de ella del que hacemos nosotros; pues aunque no hubiera un más allá –y nosotros sabemos que lo hay- el hábito bendito de acudir a Dios en oración, y de echar toda nuestra ansiedad sobre Él, nos ayuda a vivir de manera sumamente gozosa, incluso en esta vida. Nosotros no creemos en el secularismo; pero si lo hiciéramos, no habría preparación para la vida terrenal como este vivir para Dios, y vivir en Dios. Si ustedes tienen un dios falso, y simplemente van a la iglesia o a la capilla, y llevan su libro de oración o su himnario y por eso piensan que son cristianos, se están engañando a ustedes mismos; pero si tienen a un Dios viviente, y tienen una comunión real y constante con Él, como un hábito, y viven bajo la sombra de las alas del Todopoderoso, entonces gozarán de una paz que hará que los demás se asombren, y los conducirá a ustedes mismos a asombrarse, también, pues es “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. ¡Que Dios les conceda eso, mis queridos oyentes, por Cristo nuestro Señor! Amén.


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