La Paz que Sobrepasa
De Libros y Sermones BÃblicos
Por R.C. Sproul sobre Miedo y Ansiedad
Traducción por Javier Matus
La Biblia es un libro que es más grande por dentro que por fuera. Míralo desde una perspectiva, y es un libro más o menos pequeño. Ocupa menos espacio en una repisa que un diccionario. Algunas versiones incluso se pueden llevar en el bolsillo. Sin embargo, si tenemos en cuenta todo lo que hay dentro de ella, es un libro bastante grande. Nos prepara para toda buena obra (2 Tim. 3:16). Su riqueza puede y va a ocupar nuestras meditaciones hasta la eternidad.
Muchas, si no todas, las partes de la Biblia tienen la misma calidad. Jesús nos da el más famoso y más importante sermón de mayor alcance en toda la historia, y sin embargo, cubre sólo tres capítulos, Mateo 5-7. En esos capítulos cortos, Jesús nos dice cómo podemos recibir la bendición de Dios. Él habla de cómo su pueblo debe relacionarse con el mundo exterior, llamándonos a ser sal y luz. Él explica cómo el Sermón del Monte se refiere al primer “Sermón del Monte”, la entrega de la ley en Sinaí. Él amplía nuestro entendimiento de la ley de Moisés, diciéndonos cómo amar a los que están dentro del reino, y nos muestra cómo servir a los de afuera. Él nos enseña cómo orar y cómo ayunar, luego nos recuerda que nuestro tesoro está en el cielo.
Todo esto encaja muy bien en un sermón tan significativo. Estos son asuntos de primera importancia; temas aptos para esta exposición cósmica. Pero luego, Jesús hace algo más que la mayoría de nosotros no esperaríamos — Él nos dice que dejemos de preocuparnos. ¿Por qué? ¿Por qué aquí? Seguro, el evitar la ansiedad es importante y valioso. ¿Pero no pudo haber esperado a otro sermón, para una ocasión menos auspiciosa? Muy pocos de los recién graduados de seminarios incluirían tal advertencia en su primer sermón. No muchos candidatos pastorales escogerían esta aplicación para cerrar su sermón de candidatura. Pero Jesús lo incluye. ¿Por qué?
Nuestra primera pista es esta — Jesús no sólo nos dice que no nos preocupemos. En cambio, Él nos dice que no deberíamos preocuparnos por esto: “Por eso les digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, ni qué habéis de vestir” (6:25). Más extraño aún, en este breve sermón, Jesús reitera este punto: “No os preocupéis, pues, diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos cubriremos?’ Porque los gentiles buscan todas estas cosas.” (vv. 31-32a).
Jesús, en el Sermón del Monte, antes de que Él nos diga que busquemos el reino, nos dice cómo se ve la vida dentro del reino. Así es como amas, así es como oras, así es como obedeces. Y esto, nos dice, es lo que no haces — no se inquieten por lo que van a comer, lo que van a beber, lo que van a vestir. Esta mentalidad define a los habitantes del reino; nos separa de los gentiles. Esta es la marca de los cristianos. Les reconocerán, Jesús nos dice, no porque no tienen comida, bebida o ropa. Su Padre celestial sabe que, como los gentiles, ustedes necesitan estas cosas. Lo que te distinguirá del mundo a tu alrededor, lo que te va a separar, es que no te vas a preocupar. Estarás en paz. Vas a tener sólo una prioridad — buscar primeramente el reino de Dios y su justicia.
Debemos ser animados a recordar que Jesús predicó este sermón “al coro”. Es decir, Jesús no está regañando aquí a los escribas y fariseos. Está hablando a los suyos. Lo mismo es cierto con ese primer sermón del monte (Ex. 20). Mientras que todos los hombres en todo lugar no deben adorar dioses falsos o construir ídolos, mientras que todos los hombres deben honrar el nombre de Dios y su día de reposo, mientras que todos los hombres deben respetar a aquellos en autoridad, mantener el pacto, etc., aquí Dios está hablando a su pueblo. Él está diciendo, "Yo te rescaté de Egipto, porque eres mío. Te estoy llevando sobre alas de águila, porque eres mi pueblo. Te voy a establecer en una tierra que fluye con leche y miel, porque eres mi amado. Al llegar allí, asegúrense de no matarse unos a otros. No robes la propiedad de tu prójimo. Mantén el pacto con tu esposa.” De la misma manera, Jesús nos está diciendo que no nos preocupemos no porque nunca somos tentados a hacerlo, pero precisamente porque somos tentados de esa manera. Él está predicando “al coro” porque no somos “niños del coro”. Nos preocupamos. Tenemos miedo. Seguimos los patrones de los gentiles.
Nuestro llamado, entonces, es doble. En primer lugar, tenemos que aprender a creer que nuestro Padre celestial se preocupa por nosotros. Jesús, en este sermón, hace esto muy claro. Dios provee para los pájaros y para los lirios del campo. Él sabe lo que necesitamos, y Él proveerá. En segundo lugar, sin embargo, debemos arrepentirnos de nuestros temores. Al final, esto es lo que marca al cristiano, no que estamos sin pecado, sino que por su gracia nos arrepentimos cuando caemos. Cuando nos arrepentimos, Él nos ha prometido que “Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y de limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Cuando sobrepasa la paz, cuando se escapa de nuestras manos desesperadas, descansamos aquí, y así descansamos en la paz que sobrepasa todo entendimiento.
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