La cosecha de las tareas del hogar

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English: The Harvest of Homemaking

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Por Rachel Jankovic sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Paula De Monte


He sido ama de casa por más de dieciocho años, y puedo decir con seguridad que es un trabajo difícil y exigente. Además, es un trabajo con un enorme problema de relaciones públicas. “Es una rutina que te rompe el alma”, dicen algunos. Otros preguntan: “¿Usted trabaja?”.

La opinión pública sobre la naturaleza de las tareas del hogar no ha sido sutil. Durante al menos una generación, se ha hablado de las tareas del hogar como una existencia prisionera que reprime los dones de las mujeres, como si las amas de casa tuvieran menos ambiciones, capacidades, alcance y entendimiento que las demás. Este esfuerzo propagandístico ha sido radicalmente eficaz, al dar forma a la imaginación de muchas mujeres que se encuentran en el hogar por cualquier motivo. No hay que esforzarse demasiado para ver nuestro llamado y el trabajo que implica a través de la lente del resentimiento.

Últimamente, ha habido algo de resistencia a la opinión pública de que las tareas del hogar constituyen una vida de aburrimiento y comodidad, pero ha sido del peor tipo: publicaciones en las redes sociales que expresan descontento y se lamentan de que nadie aprecia su trabajo; videos de TikTok que les dicen a todos que como su familia no notó el trabajo que hizo, no se siente valorada como persona. Este también es el fruto de la propaganda mundana, y también tendrá efectos devastadores.

Los hogares en guerra

Las amas de casa a menudo sentimos que no tenemos apoyo: no hablo del apoyo físico, cuya ausencia se nota llamativamente, sino del apoyo espiritual de comprender por qué este campo de trabajo es glorioso, digno, esencial, estratégico y honra a Dios. Necesitamos comprender el valor del hogar que es lo suficientemente fuerte como para soportar las agitadas revoluciones culturales que nos rodean. Necesitamos ver con claridad cómo estamos sirviendo a Dios en y con nuestro trabajo.

El hogar cristiano es un trabajo fundamental de la resistencia cristiana. En cualquier guerra, es habitual apuntar a las líneas de suministro, las plantas de fabricación y los cuarteles del enemigo. En nuestra guerra espiritual, el hogar cristiano es todas esas cosas. ¿Por qué entonces nos sorprendería que el enemigo quisiera ver el hogar destruido? ¿Por qué nos sorprenden los obstáculos que enfrentamos, por la triple resistencia del mundo, la carne y el diablo?

Se nos ha engañado astutamente para que pensemos que los obstáculos que enfrentamos en el hogar se deben a que el trabajo no tiene importancia, es insignificante, poco apreciado o sin sentido. Deberíamos haber notado que cualquier cosa que esté bajo ese ataque desde afuera y desde adentro debe ser desesperadamente importante.

¿Hermoso o vergonzoso?

“Cuando comas del trabajo de tus manos,
dichoso serás y te irá bien.
Tu mujer será como fecunda vid
en el interior de tu casa;
tus hijos como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.
He aquí que así será bendecido el hombre
que teme al Señor” (Salmo 128:2-4).

Las Escrituras son la base de mi compromiso de ser ama de casa, y si nunca vi otro motivo para amarlo, nunca vi los frutos, nunca entendí la importancia de la función, aun eso debería ser suficiente. Pablo expresa la importancia de que las mujeres mayores enseñen a las más jóvenes a “ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:5). Y en Proverbios 31 se describe la imagen gloriosa de la mujer que se viste de fuerza y dignidad y se entrega a las necesidades de su hogar.

En este momento, es posible que algunos lectores hayan puesto los ojos en blanco porque mencioné Tito 2 y Proverbios 31 en el mismo párrafo tan vergonzosamente pasado de moda. ¿A qué se debe esto? ¿Podría ser que se nos ha entrenado para despreciar pasajes como este? ¿Podría ser que hemos escuchado a muchas personas encontrar una explicación convincente para esto? ¿Podría ser que hemos consumido tanta propaganda mundana que nos sentimos libres para menospreciar el tono de la palabra de Dios y a aquellos que lo aceptan?

Le pido que considere que tal vez la han engañado. Ha recibido las mentiras del mundo en su hogar y les ha dado autoridad en su vida. Decir: “Mujeres, sean amas de casa prudentes y puras que amen a sus esposos y sus hijos” es expresar una declaración bíblica y temerosa de Dios. Ahora le pido que escuche la respuesta que sale de su propio corazón. ¿Está molesto su corazón? ¿Está enfadado? ¿Está listo para publicar comentarios enojados sobre mis caminos ignorantes y retrógrados? Bueno, piense en lo que está haciendo. No es a mí a quien desprecia, sino a las palabras de Dios. ¿Qué dice su respuesta acerca de dónde está puesto su corazón?

La cosecha de las tareas del hogar

Yo digo que la simple obediencia a la palabra de Dios es suficiente, y en cierto sentido así debería ser. Pero está lejos de todo lo que se nos da. Cuando leo esos tristes monólogos acerca de la carga mental, de cómo todo recae sobre la pobre mujer, de lo injusto que es todo, de cómo los esposos deberían responsabilizarse mucho más de las tareas del hogar, todo lo que veo es que las mujeres están sufriendo por la terrible paradoja de tratar de hacer la obra del Señor con la actitud de aquellos que lo odian. Allí no habrá gozo en la obediencia. Allí no estará el fruto de dar libremente. Allí no habrá fortaleza, risas y dignidad, porque hay una espesa niebla de acusaciones, descontento y envidia.

He llegado a entender a lo largo de los años que las innumerables tareas que hago, aunque nadie las note dan forma a nuestro hogar y sus integrantes. Cada comida que pongo sobre la mesa es una pequeña imagen de la alimentación de los cinco mil. Mi humilde ofrenda, partida en las manos de Jesús, alimentará a generaciones de niños. Este hogar, los sabores, los olores y el ambiente amoroso, por la gracia de Dios formarán a las personas que algún día serán madres y padres de miles. ¿Hay algún otro trabajo que podría hacer que pudiera ser tan fructífero o influyente? Dentro de cien años, espero que haya personas que no me conozcan ni me recuerden, pero que aun así lleven con ellos semillas de la vida fiel que se plantaron por primera vez en el suelo de este hogar.

¿Tiene la carga de un millón de tareas para hacer en su mente? Pídale al Señor que establezca la obra de sus manos. Él convierte en valioso todo lo que se hace para Él, así que pídale que haga esto con sus innumerables quehaceres. Regocíjese en Él mientras se ofrece como sacrificio vivo, un sacrificio que cocina, limpia, suena narices, dobla ropa, pone la mesa y se ocupa de que todo esté bien en su hogar. El Señor le está dando forma a algo de gran belleza y fortaleza que está mucho más allá de nuestra capacidad imaginar. Que Dios nos dé a todos ojos para verlo y corazones para imaginarlo. Que el fin de lo poco que plantemos cada día pueda ser una cosecha de asombrosa belleza.


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