La fortaleza que necesitas hoy
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Blasi
La fortaleza que más deseas puede no ser la fortaleza que más necesites, porque la debilidad que sientes quizás no sea la principal razón de tu debilidad.
Cuando comenzamos a sentirnos débiles o agotados, puede ser que estemos físicamente agotados por el trabajo, las relaciones, la crianza y la vida. Todos tenemos días en los que nos iríamos a dormir temprano y seguiríamos durmiendo hasta el mediodía, si no fuese al menos por, digamos, la vida.
La dieta, el ejercicio y el descanso contribuyen a nuestra fortaleza diaria, pero su impacto es menor en comparación con los recursos espirituales que requerimos. La fuerza que realmente más necesitamos hoy de Dios no se mide en calorías ni se define por los ciclos de sueño REM, porque las cosas más importantes a las que Él nos ha llamado hoy son más profundas y elevadas de lo que normalmente vemos y sentimos.
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¿Qué tipo de fortaleza?
Hay siete palabras que saltaron a mi vista recientemente al leer la historia de Saulo en Hechos 9, probablemente porque me he sentido especialmente débil en el proceso de vender nuestra casa y mudar nuestra joven familia a un nuevo hogar. “Saulo cobraba cada vez más fuerza” (Hechos 9:22).
El Cristo resucitado cegó a Saulo luego de que lo confrontó en el camino a Damasco. Saulo estaba tan desorientado y sorprendido que se negó a comer o beber por tres días. Estaba físicamente agotado, por así decirlo. Cuando Ananías le impuso sus manos sobre la cabeza de Saulo, Lucas dice que: “Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas y recobró la vista. Luego se levantó y fue bautizado. Comió y recobró las fuerzas” (Hechos 9:18-19). La comida ayudó. Comenzó a recuperar la fuerza física que había perdido por falta de alimento y agua.
Pero el término que utiliza Lucas para fortaleza, tres versículos más adelante, es diferente. “Pero Saulo cobraba cada vez más fuerza y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es el Cristo” (Hechos 9:22). Lucas utiliza la raíz griega de esta “fortaleza” de diferente maneras, 86 veces en su evangelio y en el libro de los Hechos —y ninguna de ellas hace referencia a la comida ni al sueño. Estamos hablando de poder y capacidad, y muy a menudo del poder y la capacidad de hacer lo sobrenatural: comprender y explicar la palabra de Dios (Hechos 18:24), para curar (Lucas 9:1), para hacer el bien (Hechos 10:38) para realizar milagros (Hechos 8:13), o para ser testigo de Jesús (Hechos 1:18).
De hecho, muchos de los textos se refieren, directa o indirectamente, a lo que Dios puede hacer (por ejemplo, en Lucas 1:37; 5:17; Hechos 2:24), incluso cuando decidió hacerlo a través de gente como Saulo. Cuando Saulo “cobraba cada vez más fuerza”, Dios no estaba revitalizando su cuerpo para sobrevivir otro día, estaba llenándolo de poder para hacer lo imposible. Esa es la fuerza que tú y yo más necesitamos hoy.
Más fuertes en Dios
Entonces, ¿cómo vivimos, servimos y trabajamos con esa clase de fortaleza? Saulo, a quien todos conocemos como el apóstol Pablo, escribió trece cartas a las iglesias y utilizó el mismo verbo siete veces en sus escritos. Cada uno descubre un aspecto de la fortaleza real y genuina que necesitamos para hacer lo que es espiritualmente imposible.
FORTALECIDO EN LA FE
Ninguna incredulidad hizo que vacilara respecto a las promesa de Dios, y se fortaleció en su fe a medida que le daba la gloria a Dios, totalmente convencido que Dios era capaza de hacer lo que había prometido. (Romanos 4:20-21)
La fuerza que necesitamos no comienza en los brazos o en las piernas o la espalda, pero en algún lugar profundo de nuestra alma. La fatiga que sentimos físicamente debería recordarnos lo rápido que nuestro corazón es proclive a deambular y fracasar. La sabiduría le pedirá a Dios que fortalezca la fe más veces de la que le pide que fortalezca el cuerpo.
FORTALECIDO POR LA GRACIA
Así que tú, hijo mío, fortalécete por la gracia que tenemos en Cristo Jesús. (2 Timoteo 2:1)
La fortaleza que más necesitamos no se gana, alcanza ni se micro gestiona. Es ofrecida como un don a quienes no lo merecen. Si crees que puedes programar, seguir una dieta o incluso dormir hasta alcanzar una verdadera fortaleza, siempre te faltarán los recursos que necesitas para glorificar a Dios. No, la verdadera fortaleza sabe que, aparte de Él, nada podemos hacer.
FORTALECIDO CON LA FUERZA DE DIOS
Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. (Efesios 6:10)
Cuando experimentes una verdadera fortaleza, no será porque finalmente hayas aprovechado tu propia fortaleza sino porque has finalmente dejado de confiar en ella. La sociedad puede querer que creas que estás lleno de un potencial ilimitado para lograr lo imposible, pero la clave para alcanzar algo realmente significativo y duradero es darse cuenta de que no lograremos nada verdaderamente significativo ni duradero por nuestra cuenta. Si te sientes débil, no necesitas más de ti, necesitas más de Dios.
FORTALECIDO CONTRAL EL MAL
Próximo versículos: “Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, pero… contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. (Efesios 6:11-12)
Dios nos colma con su fuerza y nos provee de su armadura más allá de los que el ojo puede ver. No se limita a prepararnos para sobrevivir un día de trabajo, un matrimonio, una familia o incluso un ministerio. Nos está preparando para derrotar al diablo, para mantenernos firmes en su fuerza contra el mal —el mal que nos engaña desde dentro y el mal que nos ataca desde fuera. Si intentas luchar contra Satanás y sus demonios por tu cuenta, el agotamiento será el menor de tus problemas.
FORTALECIDO PARA SERVIR
Doy gracias al que me fortalece, Cristo Jesús nuestro Señor, pues me consideró digno de confianza al ponerme a su servicio. Anteriormente, yo era un blasfemo, un perseguidor y un insolente […]. 1 Timoteo 1:12-13)
Adversamente, Dios no fortalece contra el mal. Positivamente, Dios nos fortalece para servir. La fortaleza que más necesitas hoy no está destinada a que la guardes para ti mismo, sino a que la utilices para el bien de los demás. Cuando Dios nos colma con su gracia y nos envía su fuerza, quiere que se vuelque en amor en las necesidades e intereses de la personas en nuestras vidas. Cuando utilizamos la fortaleza que recibimos de Dios para servir a otros (y a nosotros mismos) en el nombre de Jesús, él recibe la gloria (Mateo 5:16). Nosotros servimos “[…] con la fortaleza que Dios proporciona. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo […]” (1 Pedro 4: 11).
FORTALECIDO PARA HABLAR
El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que por medio de mí se llevara a cabo la predicación del mensaje y lo oyeran todos los paganos. (2 Timoteo 4:17)
No solo servimos con la fuerza de Dios. También nos fortalece para hablar acerca de él. No necesitamos de una fortaleza simplemente para hacer el bien —en casa, en el trabajo, en nuestro vecindario— sino para hablar con valentía y osadía sobre Jesús. Cuando le pidas a Dios la fuerza para llevar a cabo lo que él te ha llamado a hacer hoy, recuerda tu primera y mayor llamado: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes” (Mateo 28:19-20).
FORTALECIDO ANTE TODA CIRCUNSTANCIA
“[…] he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:11-13)
Cuando Saulo “cobraba cada vez más fuerza” como nuevo creyente y embajador de Cristo, Dios lo estaba fortaleciendo y equipando para enfrentar cualquier cosa —hambre y abundancia, necesidad y abundancia. Es un recordatorio de que necesitamos esta fuerza tanto en la bendición como en el sufrimiento, tanto en el éxito como en el fracaso, tanto en la salud con en la enfermedad.
Dios nos fortalece no solo para desafiar al mal y servir a los demás, y compartir con osadía, pero para estar satisfechos en toda circunstancia —para expresar un gozo profundo y confiado en él independientemente de nuestras propias flaquezas y pruebas.
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