La plaga de langostas y el día del Señor

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English: The Locust Horde and the Day of the Lord

© Desiring God

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Por John Piper sobre Los Tiempos del Fin
Una parte de la serie The Minor Prophets

Traducción por Karla Alvarado


Joel

El libro de Joel se divide de forma natural en dos partes. En los versículos del 1:1 al 2:27 leemos acerca de una terrible plaga de langostas que llegó a Israel como juicio de Dios, y sobre cómo el pueblo se arrepintió y Dios restauró sus heredades. Luego, desde el versículo 2:28 y hasta el final del libro, leemos sobre cómo Dios, en algún momento en el futuro, va a derramar su Espíritu a lo largo y ancho para bendecir a su pueblo, y cómo vendrá para el juicio de las naciones que lo han rechazado a él y a su pueblo. En otras palabras, la primera mitad del libro describe cómo Dios luchó contra su propio pueblo para que ellos le honraran solo a él, y la segunda mitad del libro describe cómo luchará contra las naciones que se niegan a honrarlo solo a él. Lo que me gustaría hacer esta mañana es guiarles a través de todo el libro de una manera resumida, y luego enfocarnos en los mensajes principales de las dos partes según se aplican a nosotros al día de hoy.

Contenido

La terrible plaga de langostas

Comencemos con Joel 1:1, “La palabra del Señor vino a Joel, hijo de Petuel”. Sabemos muy poco acerca de este profeta, y eso no importa mucho al final, ya que su intención es ser el portavoz de Dios, no de sí mismo. En los versículos 2 y 3 él dice que su mensaje debe transmitirse de generación en generación. Luego, en el versículo 4, describe la catástrofe de la plaga de langostas: “Lo que dejó la oruga, lo comió la langosta; lo que dejó la langosta, lo comió el pulgón; y lo que dejó el pulgón, lo comió el saltón”. Las secuelas de esta plaga de langostas fueron completamente devastadoras. El versículo 5 dice: “vino dulce que os es quitado de la boca”. El versículo 7 dice: “Ha hecho […] astillas de mi higuera”. El versículo 9 dice: “Han sido cortadas las ofrendas de cereal y la libación de la casa del Señor”. Así, en el versículo 13 Joel llama a Israel a clamarle al Señor, porque él ve en esta catástrofe el juicio de Dios que conduce al gran y terrible día del Señor.

Ceñíos de cilicio, y lamentaos, sacerdotes; gemid, ministros del altar. Venid, pasad la noche ceñidos de cilicio, ministros de mi Dios, porque sin ofrenda de cereal y sin libación ha quedado la casa de vuestro Dios. Promulgad ayuno, convocad asamblea; congregad a los ancianos y a todos los habitantes de la tierra en la casa del Señor vuestro Dios, y clamad al Señor. ¡Ay de ese día! Porque está cerca el día del Señor, y vendrá como destrucción del Todopoderoso (versículos 13-15).

Anuncio del día del Señor

El capítulo 2 inicia con otra advertencia de que el terrible día del juicio llamado “el día del Señor” se acerca y que esta plaga de langostas es el inicio de este día del Señor. “Tiemblen todos los habitantes de la tierra, porque viene el día del Señor, porque está cercano; día de tinieblas y lobreguez, día nublado y de densa oscuridad”. Luego, en los versículos 3-11, Joel describe la plaga de langostas nuevamente como un ejército furioso con caballos y carros y guerreros. El versículo 3 dice: “Como el huerto del Edén es la tierra delante de él; y detrás de él, un desierto desolado, y de él nada escapa.” El versículo 9 dice, “Se lanzan sobre la ciudad, corren por la muralla, suben a las casas, entran por las ventanas como ladrones.” Y el versículo 11 los llama el ejército del Señor, “El Señor da su voz delante de su ejército, porque es inmenso su campamento, porque poderoso es el que ejecuta su palabra”. Luego, se describe por tercera vez la plaga de langostas como las tropas de avanzada del día del Señor: “Grande y terrible es en verdad el día del Señor, ¿y quién podrá soportarlo?”

El propósito de Dios en la lucha contra su pueblo

Hasta el momento, entonces, hemos aprendido que Dios está luchando contra su pueblo por alguna razón. No se nos dice por qué. Lo que probablemente significa que la intención de Joel es que aprendamos más acerca de Dios que de nosotros mismos. Dios ha enviado a su ejército de langostas contra Israel y amenazó con que el fin está cerca. Él está luchando contra su pueblo, pero ¿sólo piensa en destrucción? No. Los versículos 12-14 nos dicen más acerca de este Dios guerrero:

“Aun ahora —declara el Señor— volved a mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos; volved ahora al Señor vuestro Dios, porque El es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal. ¿Quién sabe si volverá y se apiadará, y dejará tras sí bendición, es decir, ofrenda de cereal y libación para el Señor vuestro Dios?”

Aunque Dios ha amenazado con la destrucción de su propio pueblo (ya que él puede darle hijos a Abraham de las piedras, Mateo 3:9), de igual manera ofrece la oportunidad de arrepentimiento y salvación en el último momento. Si ellos se arrepienten, él se arrepentirá. Si rasgaran su corazón, él dejará de destruir su tierra.

Así que en los versículos 15-17, Joel exige el ayuno, y los sacerdotes le piden a Dios que no entregue su heredad al oprobio entre las naciones. Ellos se humillaron y apelaron a los celos de Dios por su pueblo elegido; y él respondió en el versículo 18: “Entonces el Señor se llenará de celo por su tierra y tendrá piedad de su pueblo”. Apartó el juicio; postergó el día culminante de Jehová, con el que había estado amenazando, a un futuro más lejano; y los versículos 19-27 describen la gran restauración que Dios promete a la tierra.

Los versículos 25-27 muestran el verdadero propósito de Dios en luchar contra su pueblo.

Entonces os compensaré por los años que ha comido la langosta, el pulgón, el saltón y la oruga, mi gran ejército que envié contra vosotros. Tendréis mucho que comer y os saciaréis, y alabaréis el nombre del Señor vuestro Dios, que ha obrado maravillosamente con vosotros; y nunca jamás será avergonzado mi pueblo. Y sabréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el Señor vuestro Dios y no hay otro; nunca jamás será avergonzado mi pueblo.

El objetivo final de Dios al enviar la plaga de langostas contra su pueblo es asegurar su lealtad total: “y que yo soy el Señor vuestro Dios y no hay otro”. Evidentemente, la causa de la plaga de langostas había sido la lealtad a medias del pueblo. Habían centrado algunos de sus sentimientos en otras cosas y no en Dios. Él no era su amor consumador. Así que él luchó contra su propio pueblo, pues algunas de las cosas que más deshonran a Dios y que son peligrosas para nosotros es el amor a medias a Dios.

El día del Juicio y bendición venidero

Esa es la primera parte del libro de Joel. Él había dicho que el día del Señor estaba cerca (en los versículos 1:15; 2:1, 11). Pero luego Dios se arrepintió, y el juicio final no llegó. ¿Qué pasó? Evidentemente estaba “cerca” no en el sentido de que ocurriría pronto, sino en el sentido de que estaba a punto de suceder; las condiciones eran propensas a ello; las tropas amontonadas estaban al otro lado de la frontera; la trompeta estaba en los labios, cuando el comandante levantó la mano e hizo la paz con su pueblo rebelde. Pero, ¿qué pasó entonces con el día prometido?

En la segunda mitad del libro, Joel levanta sus ojos hacia el futuro, e inspirado por el Espíritu, predice los acontecimientos que han de ocurrir en el día del Señor. El versículo 28 dice: “Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones”. En algún momento en el futuro Joel ve un tiempo de abundantes bendiciones espirituales, más allá de la prosperidad que Dios proveyó después de la plaga de langostas. Pero este beneficio es sólo a los que “invocan el nombre del Señor” (según el versículo 32), porque el día del Señor se acerca de nuevo con oscuridad y destrucción. Los versículos 30-32 dicen:

Y haré prodigios en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y terrible. Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.

Joel ve dos cosas conforme se acerca el día del Señor: una es un gran derramamiento del Espíritu Santo (2:28, 29), y la otra es un tiempo terrible de juicio divino. Él luchó contra su propio pueblo en el pasado para llevarlos a la salvación. En el futuro, él luchará contra las naciones que rechazan su salvación y a su pueblo.

Este juicio del fin del mundo se describe en el capítulo 3. En primer lugar, los versículos 1 y 2 dicen, “Porque he aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando yo restaure el bienestar de Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré bajar al valle de Josafat. Y allí entraré en juicio con ellas”. La palabra Josafat significa “Jehová juzga”. Joel ve que se acerca un gran día cuando Dios hará justicia a su nombre al juzgar a todos los que le han rechazado. El versículo 12 describe la escena como un gran juicio: “Despiértense y suban las naciones al valle de Josafat, porque allí me sentaré a juzgar a todas las naciones de alrededor.” El versículo 14 describe multitudes en el valle: “Multitudes, multitudes en el valle de la decisión. Porque cerca está el día del Señor en el valle de la decisión”. Esto no significa que la gente viene a tomar una decisión, sino que vienen a experimentar la decisión de Dios. Dios es el que Decide en el valle de la decisión. El valle de la decisión es el mismo que el valle de Josafat, y “decisión” (o veredicto) es prácticamente lo mismo que “juicio.”

Así que Joel ve un futuro con dos partes: la salvación y bendición para los que invocan el nombre del Señor, y el juicio y la destrucción de aquellos que siguen su propio camino. Finalmente, el contraste se presenta en los versículos 16-21: “El Señor ruge desde Sion y desde Jerusalén da su voz, y tiemblan los cielos y la tierra. Pero el Señor es refugio para su pueblo y fortaleza para los hijos de Israel”. Al final de los tiempos, cuando llegue el día del Señor, Dios vendrá ya sea como un león rugiente para devorar o como refugio pacífico de deleite.

Y ahora, al igual que en la primera mitad del libro se termina en el versículo 2:27 con el propósito de Dios: “y que yo soy el Señor vuestro Dios y no hay otro“, de igual manera la segunda mitad del libro, acercándonos al final del versículo 3:17, se termina con el mismo propósito: “Entonces sabréis (en vista de todo lo que ha pasado) que yo soy el Señor vuestro Dios”. El propósito de Dios durante la histórica plaga de langostas y el propósito de Dios en el día final del Señor es el mismo: hacer saber que él es el único Dios y que debe de amarse y adorarse y servirse por encima de todas las cosas.

El propósito de Dios en la historia

Eso es un resumen del mensaje de Joel por parte del Señor. Ahora, ¿cuál es la palabra de Dios a nosotros en estas dos partes de la profecía de Joel? Hay cuatro cosas que creo deberíamos tomar en serio. En primer lugar, nunca debemos perder de vista el propósito de Dios en la historia, desde enjambres de saltamontes, al juicio de todo el mundo, a la disolución del sol y la luna, su propósito es ser Dios a los ojos de todo el mundo. “Y sabréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el Señor vuestro Dios y no hay otro” (2:27, 3:17). Si somos el pueblo de Dios, todo lo que hacemos debe tener esto como objetivo. La iglesia estadounidense está cansada de tener al hombre y sus relaciones, sentimientos y conceptos de sí mismo como el centro de nuestra atención desde hace mucho tiempo. Nos aburrimos con los resultados ordinarios de la psicología y la antropología y la sociología. Ya es hora de que, al menos en la iglesia, pongamos nuestros ojos en el telescopio de la teología. Miles de problemas personales insignificantes se solucionarían si pudiéramos aprender a estar de pie sobre la cima del Monte Palomar de la revelación divina y ver al Dios cuyo propósito es ser el único Dios, y ante cuya inefable majestad se doblará toda rodilla en el cielo y en la tierra y por debajo de la tierra. Mi oración, al estudiar los profetas en este otoño, es que podamos ver a Dios de la manera en que ellos ven a Dios, y que la palabra se difunda, “Ellos tienen un gran Dios en Belén”. La primera lección del profeta Joel para nuestro siglo 20, centrado en el hombre, es la siguiente: desde saltamontes devoradores hasta galaxias que desaparecen, Dios tiene un propósito, y él lo va a alcanzar, ser el único Dios ante los ojos del mundo entero.

La buena Intención de Dios al oponerse a su pueblo

En segundo lugar, si nuestros corazones se alejan de este Dios, él luchará contra nosotros para llevarnos al arrepentimiento. Lo he visto en mi propia vida: si comienzo a ser orgulloso y autosuficiente y la oración parecer ser innecesaria, Dios obstruye mi camino, me pone los pies sobre la tierra, las cosas se complican en casa, surgen tensiones en el trabajo, dormir no es placentero, aflora la depresión, donde quiera que vaya, no hay alegría. Él me encierra y obstruye mi camino; lucha contra mí en mi orgullo, porque él es un Dios celoso y quiere la confianza de nuestros corazones al 100%. Cuando dice en el versículo 2:12, “volved a mí de todo corazón”, es evidente la razón por la cual lucha, no es así: todo nuestro corazón, no una parte el domingo, ni una parte a la hora de comer, ni una parte a la hora de acostarse. Si usted es suyo, él luchará contra usted hasta que le des todo tu corazón en todo momento.

Oseas describe al pueblo de Israel en pos de otros dioses como una novia que deja a su marido. Y Dios dice en Oseas 2:6, 7:

Por tanto, he aquí, cercaré su camino con espinos, y levantaré un muro contra ella para que no encuentre sus senderos. Y seguirá a sus amantes, pero no los alcanzará; los buscará, pero no los hallará. Entonces dirá “Iré y volveré a mi primer marido, porque mejor me iba entonces que ahora”.

Dios peleará contra nosotros y obstruirá la alegría de nuestras vidas hasta que nos volvamos con todo nuestro corazón a él. Su propósito es ser el único Dios en medio de su pueblo.

Rasguemos nuestros corazones y no nuestras vestiduras

En tercer lugar, por tanto, como lo declara Joel, rasguen sus corazones y no sus vestiduras, despertad (1:5), laméntate (1:8), avergonzaos y gemid (1:11), promulgad ayuno, y clamad al Señor (1:14) por misericordia. Vuélvanse del pecado que estiman y por el cual se sienten culpables cada día. “Volved ahora al Señor vuestro Dios, porque El es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia” (2:13). No te llenes de amargura contra Dios por obstruir tu camino y frustrar tu día. Cada golpe divino es la disciplina de un padre amoroso y un golpe a nuestro orgullo, a nuestra autosuficiencia, y a nuestro amor por el mundo. Vuélvanse y besen la vara de Dios, y el Señor se convertirá en un pastor gentil.

El cumplimiento de la profecía de Joel

En cuarto lugar, y por último, vamos a orar y buscar a Dios fervientemente para que el Espíritu Santo se derrame según la promesa de los versículos 2:28, 29. Es cierto que el día de Pentecostés, Pedro dijo que la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús fue en cumplimiento de la palabra en Joel 2:28, 29: “esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel” (Hechos 2:16). Pero eso fue sólo el comienzo de la bendición. Sólo hemos probado el poder del siglo venidero, sólo hemos recibido el pago inicial del Espíritu. La profecía no se ha completado. ¿Cuántos de nuestros ancianos sueñan sueños de Dios? ¿Cuántos de nuestros jóvenes ven visiones de Dios? ¿Dónde están los hijos e hijas que oyen la palabra de Dios y nos traen profecías para guiarnos? ¿Se ha cumplido realmente la esperanza de Moisés en Números 11:29: “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos!”? Sabemos que aún no se ha cumplido, no sólo porque la iglesia está muy lejos de ser ideal, sino también porque el pueblo de Israel persiste en ser incrédulo. Han sido quebrantados a causa de su incredulidad, y nosotros, los gentiles hemos sido injertados en la gran raíz del pacto y hemos sido hechos descendientes de Abraham y herederos de la promesa (Gálatas 3:14, 29; Romanos 11:17ss). Pero la Escritura promete que un día Israel se convertirá, aceptará a Jesús como el Mesías, y entonces, la profecía del Espíritu se cumplirá finalmente. Así que oremos fervientemente y pidámosle a Dios que derrame su Espíritu para que haya un gran despertar en Belén, y por la conversión de Israel para que podamos unirnos como un solo pueblo santo de Dios. Luego, cuando el día del Señor venga y todas las naciones se reúnan para el juicio en el valle de la decisión, el Señor será nuestro refugio, y le confesaremos con gozo inexplicable que sólo él es Dios en medio nuestro, y no hay otro.


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