Las cosas de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por R.C. Sproul sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por David Acuña Astorga
Una cosa es que un estudiante esté en desacuerdo con su profesor, pero otra cosa muy diferente es que un estudiante reprenda a su profesor por su forma de enseñar. Sin embargo, eso es lo que hizo el Apóstol Pedro precisamente. Él tuvo la desfachatez de confrontar la encarnación de la Palabra de Dios, al que encarna toda la verdad, y le reprendió por lo que Él estaba enseñando (Marcos 8:32).
Para empeorar las cosas, la palabra griega traducida como "reprender" se utiliza en la biblia en conexión con la condenación de los demonios. Cuando Jesús hizo callar a los demonios, Él lo hizo al reprenderlos, juzgándolos como dignos de condenación (Mateo 17:18; Marcos 1:25; 9:25; Lucas 4:35; 9:42). Es claro que la protesta de Pedro no fue suave. Él se paró frente a Jesús con gran hostilidad. El Apóstol que había dicho "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" y que había escuchado a Jesús decir "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás" (Mateo 16:16–17a) se atrevió a corregir y a amonestar a su Maestro.
¿Cuál fue la naturaleza de la reprensión de Pedro? Él dijo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá" (Mateo 16:22b). Pedro estaba diciendo que todas las cosas que Jesús había predicho (su traición y ejecución), seguramente, no le pasarían a Él. ¿Por qué? Porque Pedro estaba preparado para evitar que pasaran. O eso creía él.
La respuesta de Jesús fue igual de fuerte. Marcos nos dice: "Mas Él volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo*: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres" (Marcos 8:33). Aquí aparece nuevamente la palabra griega que los escritores de los evangelios utilizaron para describir cómo Jesús le hablaba a los demonios. Allí, Marcos la utiliza para describir lo que Jesús le dijo a Pedro y las palabras de Jesús le hicieron entender a Pedro la gravedad de su corrección, pues el Señor llamó a Su discípulo "Satanás".
¿Por qué equiparó Jesús a Pedro con el Diablo? Yo creo que fue porque Pedro presentó la misma tentación que el Diablo llevó a Jesús en el desierto, a comienzos de Su ministerio. En su registro de la tentación final de Jesús, Mateo escribe:
"Otra vez el diablo le llevó* a un monte muy alto, y le mostró* todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrándote me adoras. Entonces Jesús le dijo*: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: "AL SEÑOR TU DIOS ADORARÁS, Y SOLO A ÉL SERVIRÁS." (Mateo 4:8–10).
Satanás le pidió a Jesús que se postrara ante él. "Nadie lo verá", le sugirió. "Si lo haces, te daré todos los reinos de este mundo. No tendrás que pasar por la Vía Dolorosa. No habrá cruz, no habrá copa de ira, no habrá sufrimiento". La promesa de su tentación era la adquisición de un trono sin la experiencia de dolor y sufrimiento.
Nuestro Señor resistió esa tentación tal como Él resistió todas las ofertas de Satanás. Sin embargo, Lucas nos dice que Satanás "se alejó de Él esperando un tiempo oportuno" (Lucas 4:13b). Aquí se deja entrever que Satanás no había terminado de tentarle.
¿Quién habría previsto que el "tiempo oportuno" le seguiría al mismo momento de la mayor confesión de fe entre los discípulos? ¿Quién habría previsto que Satanás hablaría a través del portavoz de los discípulos, el hombre que dijo "Tú eres el Cristo"? Pero Jesús reconoció el trabajo de Satanás de inmediato.
Jesús le dijo a Pedro: "No tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres" (Marcos 8:33). Pedro no estaba mirando al Mesías desde el punto de vista de Dios, sino que estaba pensando en el Mesías como un líder político que libraría a los judíos de la subyugación de los romanos. Para Pedro, era inconcebible que el Mesías debiera sufrir, aún cuando el Antiguo Testamento decía que Él tenía que hacerlo.
Jesús le mostró a Pedro que existen dos maneras de mirar las cosas: la manera de Dios y la manera de los hombres. Esta es la división entre la devoción y la impiedad. La persona devota se preocupa profundamente por las cosas de Dios, pero la persona impía no se preocupa por las cosas de Dios. Por el contrario, se preocupa por este mundo.
Necesitamos evaluarnos a nosotros mismos según este criterio de vez en cuando. Tenemos que preguntarnos: "¿Dónde está mi corazón? ¿Cuál es mi preocupación principal? ¿Me preocupan las cosas de este mundo o mi corazón late por las cosas de Dios? ¿Estoy buscando primero el reino de Dios y Su justicia? ¿O hay alguna otra prioridad, alguna ambición, alguna meta a la que está dedicada toda mi energía?
Necesitamos preguntarnos estas preguntas especialmente si descubrimos que las enseñanzas de Jesús nos ofenden y nos motivan a cuestionarlo o, incluso, reprenderlo a Él. Que nunca seamos tan insensatos.
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