Mentiras consoladoras sobre el sufrimiento

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Vaneetha Rendall Risner
Indice de Autores
Leer más sobre Sufrimiento
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: Comforting Lies About Suffering

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento

Traducción por Marcia Barrientos


Contenido

Mentiras consoladoras sobre el sufrimiento

¿Cómo el evangelio de la prosperidad perjudica a las personas?

Me han dicho que el sufrimiento no puede ser lo que Dios quiere para mí. Me han aconsejado que ni siquiera hable del sufrimiento. Me han prometido que si tengo suficiente fe, gozaré de sanidad y plenitud total.

Estos comentarios procedían de seguidores del evangelio de la prosperidad, personas que estaban convencidas de que yo podía evitar el sufrimiento. Recuerdo que hace veinte años le conté a un hermano en la fe sobre mi diagnóstico del síndrome pospolio y le expliqué que con el tiempo podría quedar tetrapléjica. Mientras le explicaba las diversas implicaciones, me interrumpió y me dijo: "Tienes que dejar de hablar de esto ahora mismo. El mero hecho de hablar de este diagnóstico es estar de acuerdo con Satanás, que puede hacerlo realidad. La voluntad de Dios jamás contempla el sufrimiento. Sé que Dios solo quiere sanidad y plenitud para ti".

Sus palabras me sorprendieron. Ya había oído estas afirmaciones antes, pero esta conversación desencadenó una oleada de recuerdos dolorosos: cuando en un auditorio lleno de gente, un sanador me dijo que no tenía suficiente fe para sanarme. Que desconocidos oraran por mí, en lugares que iban desde tiendas de comestibles hasta acontecimientos deportivos, convencidos de que podían sanarme. Contarle a una amiga la grave afección cardíaca de mi hijo no nacido y que me dijera simplemente que pidiera por su sanidad.

Todas estas personas afirmaban que si "nos poníamos de acuerdo en la oración" y "atábamos a Satanás", yo sanaría, mi bebé sanaría y el dolor acabaría. Me dijeron que debía tener fe y me advirtieron que nunca hablara de sufrimiento, miedo o pérdida.

Incluso los apóstoles malinterpretan el sufrimiento

El apóstol Pedro tampoco quería que Jesús hablara de su inminente crucifixión. Cuando Jesús les habló a los discípulos de su futuro sufrimiento, muerte y resurrección al tercer día, Pedro le reprendió diciendo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá" (Mateo 16:22). Para Pedro, era inconcebible que Jesús sufriera y fuera asesinado. Eso no podía ser parte del plan de Dios.

Puede que Pedro reprendiera instintivamente a Jesús porque las palabras de Jesús sobre su sufrimiento y su muerte iban en contra de lo que Pedro entendía por el reino de Dios. Poco antes, Jesús había dicho a Pedro que todo lo que él atara en la tierra sería atado en el cielo, y todo lo que él desatara en la tierra sería desatado en el cielo (Mateo 16:19). Puede que Pedro pensara que podía anular los vaticinios si hablaba en contra de ellos.

Independientemente del motivo del arrebato de Pedro, Jesús respondió con una dura reprimenda: "¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres" (Mateo 16:23).

La reacción de Jesús también se aplica a la falsa enseñanza del evangelio de la prosperidad, una doctrina que afirma que el sufrimiento no tiene cabida en la vida de un cristiano. A menudo, los defensores del evangelio de la prosperidad afirman que debemos atar el sufrimiento en la tierra y ni siquiera hablar de él, porque la aflicción nunca será la voluntad de Dios para los que conocen a Cristo. Eligen versículos aislados para respaldar su postura, haciendo hincapié en el derecho a una salud perfecta, ignorando las Escrituras que destacan la bondad y soberanía de Dios a través de nuestro sufrimiento.

A partir de la conversación de Jesús con Pedro, considero que el evangelio de la prosperidad se equivoca en tres aspectos.

1. "El sufrimiento obstaculiza la fe".

Aunque las palabras de Pedro pueden parecer una reacción cariñosa, nacida del afecto a Jesús, Jesús las consideró obra de Satanás, que lo distraía de su propósito. Jesús vino para sufrir y morir, y Pedro intentó apartarle de lo que era la voluntad de Dios. En aquel momento, Pedro no sabía que el sufrimiento de Cristo no solo lo salvaría a él, sino a todos los que confían en Jesús.

El sufrimiento de Jesús tenía un propósito divino, al igual que todo nuestro sufrimiento. El mismo Pedro reconocería más tarde que Dios llama a algunas personas a sufrir como llamó a Cristo (1 Pedro 2:21) y que el sufrimiento puede reforzar nuestra fe y glorificar a Dios (1 Pedro 1:6-7).

Esto no significa que no debamos orar por sanidad y alivio cuando llegan los problemas. Dios nos dice que le llevemos nuestras peticiones (Filipenses 4:6), que elevemos grandes oraciones y esperemos grandes respuestas (Santiago 5:16), que pidamos lo que queramos (Juan 15:7). Sabemos que Dios puede sanar con solo una palabra: con su voz creó el universo, calmó el mar y resucitó a los muertos. Pero su respuesta no siempre es "sí". Si Dios dice "no" o "espera", como hizo con Job, Jesús y Pablo, no debemos pensar que nuestra fe es débil o que hemos hecho algo mal.

Nos reconforta el hecho de que si Dios niega nuestras fervientes peticiones, tiene sus razones (quizá diez mil razones) y un día nos regocijaremos en ellas. Dios tiene el propósito de que el sufrimiento produzca en nosotros resistencia, carácter y esperanza (Romanos 5:3-5). as pruebas nos hacen firmes (Santiago 1:3), profundizan nuestra confianza en Dios (2 Corintios 1:8-9) y nos ayudan a consolar a los demás como Dios nos ha consolado a nosotros (2 Corintios 1:3-4). Aunque no sepamos todo lo que Dios hace en nuestro sufrimiento, podemos estar seguros de que obra siempre para nuestro bien (Romanos 8:28).

2. "Dios siempre quiere consolarnos".

El vaticinio de Jesús sobre su muerte no tenía sentido para Pedro. Jesús acababa de elogiarlo por reconocer que era el Mesías (Mateo 16:16-17). ¿Acaso Pedro pensaba que el Mesías establecería un reino terrenal, un reino del que Pedro sería una pieza vital?

A menudo, nuestra visión del reino de Dios se centra en lo que queremos. Nos consumen nuestros planes y nuestra gloria, que se basan en esta vida. Pero las cosas de Dios se centran en la voluntad y la gloria de Dios, que están basadas en la eternidad. Como Pedro, los seguidores del evangelio de la prosperidad suelen comenzar con una fe ferviente y una revelación de Dios, pero sus mentes están tan centradas en las bendiciones mundanas que terminan trabajando en contra de los propósitos de Dios. Las personas que no pueden aceptar que el sufrimiento e incluso la muerte pueden ser parte del plan de Dios tienen sus mentes puestas en las cosas del hombre.

¿Cómo ponemos nuestra mirada en las cosas de Dios? Empezamos por reconocer que sus caminos no son nuestros caminos (Isaías 55:8) y que solo el Espíritu conoce las cosas profundas de Dios (1 Corintios 2:11). No podemos garantizar la sanidad de las personas ni asegurarles que sabemos que Dios quiere poner fin a su sufrimiento si tan solo creen, pero podemos orar al Señor en su nombre y confiarle el resultado.

3. "Esta vida es todo lo que hay".

Pedro reprendió a Jesús sin tener en cuenta sus últimas palabras en Mateo 16:21: Jesús no solo moriría, sino que resucitaría al tercer día. Se trata de un desenlace asombroso, que supera el horror de las palabras iniciales de Jesús. Ni el sufrimiento ni la muerte tendrían la última palabra. La resurrección de Jesús significa un final glorioso para todo nuestro dolor terrenal.

Los seguidores del evangelio de la prosperidad a menudo pasan por alto el peso de la gloria que vendrá en el cielo, pues prefieren enfocarse solo en esta vida. El sufrimiento nos prepara para esa gloria futura, incluso puede engrandecer nuestra vivencia, y nos hace anhelar el cielo (2 Corintios 4:17).

La eternidad es tan importante para nuestra fe que, si el cielo no nos espera, si esta vida es todo lo que hay, si nuestra esperanza en Cristo es solo para esta vida, Pablo dice que "somos los más dignos de lástima" (1 Corintios 15:19). Pero si las afirmaciones del evangelio de la prosperidad son ciertas (que seguir a Jesús siempre significa prosperidad terrenal), incluso si Cristo no resucitó de entre los muertos, los cristianos no deberían compadecerse en absoluto. El cielo sería algo extra, pero las bendiciones materiales de esta vida serían recompensa suficiente.

Una lección para todos

Pedro tuvo que aprender estas lecciones sobre el sufrimiento y nosotros también. Para el creyente, el sufrimiento no es una maldición, no es una señal de fe débil o de falta de bendición, sino una parte integral de la vida cristiana. Dios puede disciplinarnos para despertarnos y perfeccionarnos, pero su disciplina es una misericordia amorosa. Utiliza el sufrimiento para moldearnos a imagen de Cristo, algo que el evangelio de la prosperidad, en su obsesión por la salud física y la riqueza terrenal, pasa por alto.

Jesús sufrió por nosotros, y si seguimos sus pasos, no debería sorprendernos nuestro propio sufrimiento. De hecho, Jesús anunció nuestro sufrimiento al decir: "En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).

Por eso, si estás sufriendo, clama a Dios. Ora y lee la Biblia, aunque parezca que no te escucha. Si conoces a otras personas que sufren, apóyalas. Anímalos, ora con ellos y señálales los propósitos eternos de Dios.

El verdadero evangelio no promete una vida libre de sufrimiento, sino un Dios que está con nosotros en nuestro sufrimiento, un Dios que redime y transforma nuestras penas y nos prepara para la eternidad. Por eso, pon tu mirada en las cosas de Dios y recuerda que tu recompensa final no está aquí en la tierra, sino en el cielo, donde no habrá más sufrimiento, ni lágrimas, ni dolor.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas