No tienen que casarse para ser felices

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English: You Don’t Have to Get Married to Be Happy

© Desiring God

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Por Marshall Segal sobre Matrimonio

Traducción por Carlos Diaz


No tienen que casarse para ser felices. De hecho, hasta que nos damos cuenta que no tenemos que casarnos para ser felices, realmente no estamos listos para casarnos.

Exoneración: Ahora estoy felizmente casado. Si están solteros, pueden alistarse para alejarse con un clic, y puedo entender la razón. Muchas personas casadas tienen demasiado que decir sobre la soltería. De seguro, no toda persona casada sabe su dolor y circunstancias particulares, pero algunos lo hacen. Y ellos pueden tener una perspectiva de la soltería, citas y matrimonio que ninguno de sus amigos solteros tiene.

Estuve bastante enamorado más de una vez, locamente enamorado de las citas, fascinado por el matrimonio. Comencé a tener citas en la escuela media, seguida por una larga relación seria luego de otra pasando por la secundaria y universidad. Pensé que me casaría a los 22, y en vez de eso me casé casi una década después. Dije cosas que desearía no decir, y crucé límites que desearía regresar y reconstruir. No soy un tipo casado escribiéndoles a los solteros de ustedes. Estoy escribiendo para el soltero de mí. Lo conozco mejor que a mi esposa — sus debilidades, sus puntos ciegos, su impaciencia — y tengo bastantes buenas nuevas para él. Y para ustedes.

Cuando digo que no tienen que casarse para ser felices, digo eso como alguien que devoraba el romance buscando desesperadamente la alegría duradera — y que sabe lo que se siente terminar más de ella en cada ruptura.

Contenido

¿En verdad el matrimonio significa felicidad?

Uno de los obstáculos más grandes de casarse es nuestra obsesión con el casamiento. Creemos demasiado fácil en la mentira que la vida nunca será tan buena como pudiera haber sido si nunca nos casamos. La Biblia en realidad dice lo opuesto a eso, incluso si tiene muchas cosas buenas que decir acerca del matrimonio.

“Para ser verdaderamente feliz en el matrimonio, no puede ser la última fuente de nuestra felicidad”. Tuitear Compartir en Facebook El apóstol Pablo celebra la soltería por encima del matrimonio: “Quisiera más bien que todos fueran como yo. . . . Digo pues a los solteros y a las viudas, que bueno les es si se quedaren como yo” (1 Corintios 7:7–8). Según él, ni siquiera tenemos que casarnos para ser verdadera y profundamente felices. De hecho, el matrimonio puede en verdad amenazar la única cosa que nos hará felices (1 Corintios 7:32–35).

No es un mandamiento (1 Corintios 7:6) dice, sino que lo consuela de alguien que escribió la mitad de los libros en el Nuevo Testamento. Además, también celebra el amor y el matrimonio tanto como alguien en las Escrituras (Efesios 5:25–33). Pero lo que él escribió sobre la soltería tiene todo que ver con nuestros deseos de casarnos.

No tienen que casarse para ser felices, pero para ser verdaderamente felices en el matrimonio — y en la vida —, el matrimonio no puede ser la última fuente de su importancia o felicidad. Para ser verdaderamente felices con un esposo o esposa, ustedes deben ser más felices en Alguien más primero. Ustedes deben estar más satisfechos en Él.

La Cacería solitaria por la felicidad

El amor romántico es un corazón terrorista a menos que esté anclado a un amor más alto.

Jesús advierte al soltero, “El que ama padre o madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí no es digno de mí” (Mateo 10:37). El que ame a un futuro esposo o esposa más que a mí no es digno de mí. Jesús, ¿por qué escupirías mi amor por ti contra mi amor por mis padres, o mi cónyuge, o mis hijos? Ya que incluso el mejor amor aquí se empalidece en comparación a ese amor, y cualquier amor que compita con nuestro amor por él pone en peligro nuestra felicidad.

Elisabeth Elliot escribe, “La cruz, a medida que entra a la vida del amor, revelará la verdad del corazón. Mi corazón, lo supe, por siempre será un cazador solitario a menos que esté asentado donde las verdaderas alegrías van a encontrarse” (Pasión y Pureza, 41).

No persiga el matrimonio imprudentemente por las cosas que en verdad encontrará completamente en Dios. La plenitud de felicidad no se encuentra en el altar, y los placeres eternos no yacen en el lecho matrimonial. No, las Escrituras cantan acerca de un amor más alto y una felicidad más grande: “Me mostrarás la senda de la vida: Hartura de alegrías hay con tu rostro; Deleites en tu diestra para siempre” (Salmos 16:11).

Una lámpara para mi Corazón

Jesús cuenta una historia sobre diez mujeres esperando por el novio, cada una llevando una lámpara mientras esperan (Mateo 25:1). Cinco llevaron aceite adicional para mantener sus lámparas encendidas, mientras las otras cinco llevaron lámparas, pero no aceite. Ambos conjuntos de lámparas se quemaban brillantemente por un tiempo, pero cuando el novio llegó finalmente - cuando las mujeres más necesitaban las lámparas - cinco fueron dejadas en la oscuridad y lejos del banquete del matrimonio (Mateo 25:10).

La lámpara muestra, entre otras cosas, la diferencia entre enamorarse y mantenerse enamorado. No lleva mucho tiempo comenzar una llama romántica, pero es mucho más difícil sostenerla a través del sufrimiento, decepción, y conflictos. Los matrimonios más felices tienen almacenes de aceite espiritual que otros matrimonios nunca han conocido. Su amor no está lleno de atracción física o química relacional, sino por un afecto mutuo y devoción hacia Cristo.

Mientras más felices son ustedes con Dios antes que estén casados, más felices serán con alguien más si y cuando estén casados. Las únicas personas que lo harán verdaderamente felices en el matrimonio amarán a Jesús más que a usted. Y las únicas personas a las que harán verdaderamente felices en el matrimonio son las personas que aman menos que ustedes aman a Jesús. Esto es verdadero para cada persona soltera.

Necesitan enamorarse

No tienen que casarse para ser felices, pero necesitan enamorarse. Cuando le preguntaron a Jesús sobre el mandamiento más importante en la Biblia, respondió, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con tota tus fuerzas y con toda tu mente” (Lucas 10:27). Para encontrar el amor que su alma anhela, deben dar su corazón primero a Dios, no a un esposo o a una esposa. La mejor forma de perseguir el matrimonio que desean hoy día es perseguir a Dios con todo su corazón, mente, alma, y fuerza.

De nuevo, Elliot escribe, “Cuando la obediencia de Dios contradice lo que creo que me dará placer, permíteme preguntarme a mí misma que Lo amo. Si puedo decir sí a esa pregunta, ¿no puedo decir sí para complacerlo? ¿No puedo decir sí incluso si significa un sacrificio? Una pequeña reflexión tranquila que me recordará que sí a Dios siempre lleva al final de la alegría. Absolutamente podemos contar con eso” (Pasión y Pureza, 90).

Diez mil años a partir de ahora, su matrimonio puede ser una nota dulce pero corta y pegajosa en el gabinete de archivo masivo de nuestro matrimonio feliz con Jesús. En nuestro aniversario mil con Cristo, ¿cómo pensarán sobre su matrimonio terrenal? ¿Cómo pensarán sobre su novio o novia (o pretendiente) actual? Luego de siglos sin ninguna confusión o temor o tristeza, ¿cómo reflejarán sus días de dolores de cabeza y soledad aquí? Los deseos dolorosos y espera aún habrán sido muy reales, pero ahora pequeños e insignificantes comparados con el amor perfecto y continuo y la felicidad que disfrutaremos por siempre.

No esperen para darse cuenta de la fuente de su felicidad hasta que encuentren un esposo o esposa. Esperen a encontrar a un cónyuge hasta que se hayan dado cuenta de la verdadera fuente de la felicidad. Si sabíamos qué tan felices Jesús nos haría, nos detendríamos a observar tan desesperadamente esa felicidad en un esposo o esposa.

Y luego podremos estar verdaderamente felices con ese esposo o esposa un día.



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