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English: You Become What You Eat

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carlos Diaz


La esperanza es para nuestra alma lo que la energía es para nuestro cuerpo. Tal como nuestros cuerpos deben tener energía para mantenerse, nuestras almas deben tener esperanza para hacerlo.

Cuando nuestro cuerpo necesita energía, comemos alimentos. Pero cuando nuestra alma necesita esperanza, ¿con qué la alimentamos? con Promesas.

¿Por qué alimentamos nuestra alma con promesas? Porque las promesas tienen que ver con nuestro futuro, y la esperanza es algo que solamente sentimos acerca del futuro — aproximadamente diez minutos desde ahora, o diez meses, o diez mil años.

Nunca tenemos esperanzas sobre el pasado. Podemos estar agradecidos con el pasado. El pasado puede inspirar o incluso garantizar un futuro esperanzador para nosotros. Pero todas las cosas maravillosas que nos han sucedido en el pasado no abastecerán nuestra esperanza si nuestro futuro es desolador.

Sin embargo, si nuestro futuro es prometedor, nuestra alma tendrá esperanzas incluso si nuestro presente es miserable, porque la esperanza es la que mantiene operando el alma.

Así que “comemos” promesas, las cuales nuestra alma digiere (al creerlas) y convierte en esperanza.

Alimentos tóxicos para el alma

Cuando alimentamos el cuerpo, existe la “comida saludable” y la “comida basura”. Ambas, a corto plazo, producen energía. Pero la comida saludable brinda los tipos correctos de energía, mejora la operación de los complejos sistemas del cuerpo, aumenta su resistencia contra la enfermedad, y mejora su durabilidad y longevidad. Por otro lado, la comida basura tiene esencialmente el efecto contrario en todas estas áreas, y contribuye al deterioro del cuerpo con el tiempo.

De forma similar, existen “promesas saludables” y “promesas basura”. Ambas, a corto plazo, producirán esperanza. Pero las promesas saludables brindan el tipo correcto de esperanza y promueven la salud a lo largo de las complejidades del alma humana. Las promesas basura acaban demostrando ser altamente tóxicas y llevan a la muerte del alma.

Tanto la nutrición física como la espiritual son importantes, ya que siempre nos convertimos en lo que comemos. Por tanto, debemos poner un mayor cuidado sobre qué damos de comer a nuestras almas, porque hay mucho más en riesgo.

El mundo y el demonio están al tanto de que alimentamos nuestras almas con promesas, por esta razón, como suecede con la comida basura, las promesas basura están en todas partes. Son ampliamente comercializadas (noten que cada tentación a pecar es una promesa de algún tipo de felicidad), empaquetadas de forma atractiva, sabrosas (aunque no ricas en realidad), convenientes, y tienen un atractivo especial cuando nos estamos quedando sin esperanzas. Proporcionan una descarga rápida de falsa esperanza y arruinan nuestro apetito por promesas verdaderamente saludables.

Pero las promesas basura siempre decepcionan porque, tras la descarga inicial, son seguidas por una caída de nuestra esperanza en la culpa, la vergüenza, y el vacío. Nunca entregan la felicidad que prometen porque nuestras almas están diseñadas para una esperanza mucho mejor. Y aún así, las promesas basura pueden ser adictivas, ya que la caída de nuestra esperanza puede enviarnos de vuelta a buscar esa descarga rápida y falsa.

Alimento vivo

“No sólo del pan vivirá el hombre, sino . . . de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Deuteronomio 8:3; Mateo 4:4, LBLA). Nuestras almas están diseñadas para ser nutridas por las “preciosas y maravillosas promesas” de Dios (2 Pedro 1:4).

Pero estas promesas no son simples palabras humanas; están vivas y activas (Hebreos 4:12), procediendo directamente de la Palabra viva, Jesúcristo (Juan 1:1). Él es la Palabra de Dios (19:13) y “todas las promesas de Dios encuentran su Sí en Él” (2 Corintios 1:20).

¿Qué podría dar más esperanzas a nuestras almas pecadoras que las promesas de Jesús de perdonar completamente todos nuestros pecados, quitar todo el juicio y la ira del Padre en contra de nosotros, estar siempre con nosotros (Mateo 28:20), y darnos vida eterna en la presencia de Dios con plenitud de gozo y deleites para siempre (Salmos 16:11)? Sólo en Él encontramos “un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11).

Esta es la razón por la cual Jesús se refirió a sí mismo como el pan de vida (Juan 6:35). La gracia pasada de su muerte y resurrección garantizan una corriente interminable de gracia venidera proveedora de esperanza, para que nosotros nos extendamos hacia la eternidad. Comer estas promesas es comer este pan vivo y vivir por siempre (Juan 6:51).

Y Jesús ha hecho de la Biblia el almacén de alimento vivo y nutritivo para el alma de sus santos. ¡Está llena de promesas, y Él nos invita a venir a comer gratis (Isaías 55:1)!

Podemos cambiar

Este alimento vivo para el alma es, finalmente, más vital para nuestra salud que el alimento corporal. Pero aprender a comer bien por el bienestar de nuestro cuerpo tiene lecciones valiosas en cuanto a comer bien por el bienestar de nuestra alma. Y una de esas lecciones valiosas es que nuestras preferencias gustativas pueden cambiarse.

Nuestros gustos están condicionados por hábitos y formas erróneas de pensar en la comida. Al igual que comer comida saludable, comer promesas saludables requiere un mayor trabajo de planificación — nuevos hábitos de disciplina que no son tan cómodos y divertidos como las promesas basura. Y si nos hemos acostumbrado a promesas altamente procesadas, edulcoradas, con carbohidratos vacíos y diseñadas artificialmente para ser adictivas, podemos encontrar el sabor y la textura de la verdadera comida menos disfrutable al principio.

Pero estos hábitos y preferencias gustativas cambiarán a medida que nos acostumbremos a ella y experimentemos cada vez más los beneficios de las promesas sustanciosas, profundas y sustentadoras de esperanza.

La única forma de romper el hábito de comer promesas basura es cultivar un gusto por las promesas ricas, nutritivas, duraderas, profundamente satisfactorias y verdaderas. Es necesario comer verdadera comida para desarrollar el gusto por ella. Debemos ser pacientes. Los viejos gustos no disminuyen y los nuevos sabores no se adquieren de la noche a la mañana. Pudiéramos encontrar útil cambiar algunos hábitos de alimentación corporal al mismo tiempo, y dejar que la experiencia ilustre la realidad espiritual. Pero, a medida que nos esforzamos, Dios se encontrará con nosotros y nos ayudará a “probar y ver” que Él es bueno (Salmos 34:8).

“El Dios de la esperanza” desea que nosotros hagamos un festín con sus promesas y estemos llenos “de todo gozo y paz en el creer, para que por el poder del Espíritu Santo [nosotros] abundemos en esperanza” (Romanos 15:13).



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