Póngale con cánticos una emboscada a Satán

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English: Ambushing Satan with Song

© Desiring God

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Por John Piper sobre Alabanza

Traducción por Ana Villoslada


2 Crónicas 20:1-25
Y aconteció después de esto, que los hijos de Moab y los hijos de Amón, y con ellos algunos de los meunitas, vinieron a pelear contra Josafat. Entonces vinieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Viene contra ti una gran multitud de más allá del mar, de Aram y, he aquí, están en Hazezon-tamar, es decir, En-gadi. Y Josafat tuvo miedo y se dispuso a buscar al Señor, y proclamó ayuno en todo Judá.
Y se reunió Judá para buscar ayuda del Señor; aun de todas las ciudades de Judá vinieron para buscar al Señor. Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa del Señor, delante del atrio nuevo, y dijo: Oh Señor, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos? ¿Y no gobiernas tú sobre todos los reinos de las naciones? En tu mano hay poder y fortaleza y no hay quien pueda resistirte.
¿No fuiste tú, oh Dios nuestro, el que echaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste para siempre a la descendencia de tu amigo Abraham? Y han habitado en ella, y allí te han edificado un santuario a tu nombre, diciendo: "Si viene mal sobre nosotros, espada, juicio, pestilencia o hambre, nos presentaremos delante de esta casa y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y clamaremos a ti en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás."
Y ahora, he aquí, los hijos de Amón y de Moab y del monte Seir, a quienes no permitiste que Israel invadiera cuando salió de la tierra de Egipto (por lo cual se apartaron de ellos y no los destruyeron), mira cómo nos pagan, viniendo a echarnos de tu posesión, la que nos diste en heredad.
Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás? Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia ti. Y todo Judá estaba de pie delante del Señor, con sus niños, sus mujeres y sus hijos.
Entonces el Espíritu del Señor vino en medio de la asamblea sobre Jahaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, y dijo: Prestad atención, todo Judá, habitantes de Jerusalén y tú, rey Josafat: así os dice el Señor: "No temáis, ni os acobardéis delante de esta gran multitud, porque la batalla no es vuestra, sino de Dios.
"Descended mañana contra ellos. He aquí ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis en el extremo del valle, frente al desierto de Jeruel. "No necesitáis pelear en esta batalla; apostaos y estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros, oh Judá y Jerusalén." No temáis ni os acobardéis; salid mañana al encuentro de ellos porque el Señor está con vosotros. Y Josafat se inclinó rostro en tierra, y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron delante del Señor, adorando al Señor. Y se levantaron los levitas, de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar al Señor, Dios de Israel, en voz muy alta.
Se levantaron muy de mañana y salieron al desierto de Tecoa; y cuando salían, Josafat se puso en pie y dijo: Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén, confiad en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros. Confiad en sus profetas y triunfaréis.
Y habiendo consultado con el pueblo, designó a algunos que cantaran al Señor y a algunos que le alabaran en vestiduras santas, conforme salían delante del ejército y que dijeran: Dad gracias al Señor, porque para siempre es su misericordia.
Y cuando comenzaron a entonar cánticos y alabanzas, el Señor puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte Seir, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. Porque los hijos de Amón y de Moab se levantaron contra los habitantes del monte Seir destruyéndolos completamente, y cuando habían acabado con los habitantes de Seir, cada uno ayudó a destruir a su compañero.
Judá llegó a la atalaya del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí, sólo había cadáveres tendidos por tierra, ninguno había escapado. Al llegar Josafat y su pueblo para recoger el botín, hallaron mucho entre ellos, incluyendo mercaderías, vestidos y objetos preciosos que tomaron para sí, más de los que podían llevar. Y estuvieron tres días recogiendo el botín, pues había mucho.

Existen tres formas mediante las que Dios protege a su pueblo del peligro:

  1. A veces impide el peligro incluso antes de que aparezca en el horizonte.
  2. En otras ocasiones, permite que el peligro ataque y nos da la victoria para que vivamos y le sirvamos con gozo.
  3. Pero al final hay un enemigo que nunca es ahuyentado, la muerte. Todos nosotros moriremos si el Señor no regresa durante nuestra vida pero Dios también nos protege aquí. Nos protege de la incredulidad y nos guarda para su reino celestial.

Contenido

Dios permite el ataque del enemigo

Anteriormente en 2 Crónicas 17:6 vimos que Josafat fue un buen rey de Judá: "Y su corazón se entusiasmó en los caminos del Señor”. Y el versículo 10 nos dice que en aquellos días el modo en que el Señor los protegió fue impidiendo que ningún enemigo se levantase: "Y el terror del Señor vino sobre todos los reinos de las tierras que estaban alrededor de Judá, y no hicieron guerra contra Josafat."

En el capítulo 20 sin embargo, aflojó su lazo soberano sobre las naciones alrededor de Judá y permitió que los enemigos de Josafat fueran a atacarle. En el versículo 1: “Y aconteció después de esto, que los hijos de Moab y los hijos de Amón, y con ellos algunos de los meunitas, vinieron a pelear contra Josafat".

Al soltar a sus enemigos, Dios dejó de proteger a Josafat. Él podría haber seguido reteniéndolos pero no lo hizo, era el momento para que Josafat y el pueblo de Judá experimentasen la protección de Dios de otra manera.

Josafat buscó al Señor en oración

¿Qué debemos hacer cuando Dios suelta a nuestros enemigos contra nosotros? Debemos hacer lo mismo que hizo Josafat. Versículo 3: "Y Josafat tuvo miedo y se dispuso a buscar al Señor, y proclamó ayuno en todo Judá.

Y se reunió Judá para buscar ayuda del Señor; aun de todas las ciudades de Judá vinieron para buscar al Señor". Cuando nuestra vida está amenazada (cuando nuestra fe se vea amenazada o nuestro matrimonio, la moral de nuestros hijos, la ortodoxia de nuestro seminario o el fuego de nuestra alabanza) cuando estemos amenazados por cualquier artimaña de Satán, debemos buscar al Señor y ayunar en ferviente oración.

¡Tendríamos que aprender a orar como lo hizo Josafat en los versículo del 6 al 12! Comienza atribuyéndole el poder soberano a Dios: "Oh Señor, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos? ¿Y no gobiernas tú sobre todos los reinos de las naciones? En tu mano hay poder y fortaleza y no hay quien pueda resistirte".

¡Oremos así en nuestra iglesia de Bethlehem! Incluso cuando estemos más desesperados y el miedo esté deshaciendo nuestro interior, vamos a atribuirle el poder soberano a Dios. “En tu mano hay poder y fortaleza y no hay quien pueda resistirte”. Cuando comenzamos a orar atribuyéndole todo poder y toda gloria a Dios, fuerza, esperanza y seguridad vienen a nuestra oración y nos sentimos conectados con el Gobernador del universo.

Recordando el pasado y suplicando ayuda

Luego Josafat trae a la memoria un ejemplo de este poder soberano del Dios de Israel. Versículo 7: “No fuiste tú, oh Dios nuestro, el que echaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste para siempre a la descendencia de tu amigo Abraham?" Cuando oramos deberíamos exaltar a Dios frecuentemente por lo que ha hecho en el pasado. Refuerza nuestra confianza en su poder y su amor.

Después en los versículos 8 y 9, recuerda cómo el pueblo le ha construido un santuario a Dios y lo ha consagrado a su nombre y ha jurado buscar su ayuda siempre allí. Entonces en los versículos 10 y 11 describe la situación apremiante en la que se encuentran con Moab y Ammon y el monte Seir contra ellos. Y finalmente, en el versículo 12 suplica ayuda y confiesa su impotencia. “Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás? Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia ti”.

"No temáis, la batalla es mía"

Como respuesta a su oración, Dios envía su Espíritu sobre un profeta llamado Jahaziel que le dice a todo el pueblo de Judá que Dios los va a proteger. Versículo 15: “Prestad atención, todo Judá, habitantes de Jerusalén y tú, rey Josafat: así os dice el Señor: "No temáis, ni os acobardéis delante de esta gran multitud, porque la batalla no es vuestra, sino de Dios (…) No necesitáis pelear en esta batalla; apostaos y estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros, oh Judá y Jerusalén. No temáis ni os acobardéis; salid mañana al encuentro de ellos porque el Señor está con vosotros”.

Josafat había clamado al Señor "Oh Dios, ¡no tenemos fuerza alguna! Ayúdanos". Y Dios respondió: “No temáis, ¡la batalla es mía!"

Adoración y canción

La respuesta de Josafat a esta palabra de promesa fue caer rostro en tierra y adorar. Versículo 18: "Y Josafat se inclinó rostro en tierra, y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron delante del Señor, adorando al Señor”.

Entonces ocurre algo distinto: mientras que todo el mundo está postrado delante del Señor, un grupo de personas se levanta y al mismo tiempo empieza a alabar al Señor. Versículo 19: " Y se levantaron los levitas, de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar al Señor, Dios de Israel, en voz muy alta”. ¿Fue una canción espontánea por parte de unos espíritus libres? ¿Quiénes eran estas personas?

Vuelva conmigo a 1 Crónicas 6:31 donde el autor está enumerando las familias de la tribu de Leví. En el versículo 31 dice: “Y estos son los que David puso sobre el servicio del canto en la casa del Señor, después que el arca descansó allí. Ministraban con el canto delante del tabernáculo de la tienda de reunión, hasta que Salomón edificó la casa del SEÑOR en Jerusalén, y servían en su oficio conforme a su orden. Y estos son los que servían con sus hijos: de los hijos de los coatitas (…)” Y de ahí vienen los descendientes de Coat, hijo de Leví.

Dicho de otro modo, este grupo que se levantó para alabar al Señor en 2 Crónicas 20:19 no son simplemente un grupo carismático de espíritus libres. Son el Coro de Israel, son el grupo que desde el tiempo de David fueron designados para ministrar con el canto a Israel. Por eso se levantaron mientras que los demás estaban inclinados ante Dios y conducían y ayudaban al pueblo a alabar al Señor por su victoria prometida.

Cantores en la primera línea de batalla

Después de este gran tiempo de adoración en respuesta a la palabra de Dios, el pueblo se dispuso a enfrentarse al enemigo. Se levantaron temprano la mañana siguiente y se encaminaron hacia el desierto. Y mientras marchaban, Josafat les ordenó que confiasen en la promesa de Dios. En el versículo 20: “Y cuando salían, Josafat se puso en pie y dijo: Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén, confiad en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros. Confiad en sus profetas y triunfaréis".

Entonces Josafat se dirige a las tropas en primera línea pero estas tropas no son ni carros de guerra ni hombres con espadas. Son cantores. Josafat pretende salir a conquistar con un coro. Dios había dicho que la batalla iba a pelearla Él por tanto qué mejor manera para Israel que enfrentarse con el enemigo con cánticos de victoria en la primera fila.

Versículo 21: "habiendo consultado con el pueblo, designó a algunos que cantaran al Señor y a algunos que le alabaran en vestiduras santas, conforme salían delante del ejército y que dijeran: Dad gracias al Señor, porque para siempre es su misericordia”. Cuando Dios nos dice que la batalla es suya y que la victoria está asegurada, debemos enfrentarnos al enemigo con cánticos de agradecimiento.

Y creo que el autor de este libro quería dejar claro que incluso cuando la victoria le pertenece a Dios, el medio humano mediante el cual Dios da la victoria es el ministerio de canto. Porque dice en el versículo 22: “Y cuando comenzaron a entonar cánticos y alabanzas, el Señor puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y del monte Seir, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados”. Primero Moab y Ammon se volvieron contra el monte Seir y después se volvieron todos contra todos. Cuando todo acabó, la derrota fue tan grande que Josafat y su pueblo tardaron tres días en transportar todo el botín.

Guerra y adoración con cantos

Yo señalaría la siguiente exhortación de esta historia: tanto la adoración como la guerra espiritual deberían llevarse a cabo con cantos. En el versículo 19, cuando el pueblo se postra en tierra para adorar, el coro se levanta para cantar. Y en el versículo 21, cuando el pueblo salió a encontrarse con el enemigo, el coro iba delante de ellos con cánticos de victoria.

E incluso hay más, creo que el autor quiere que aprendamos del versículo 22 que los enemigos de Dios caen en la confusión mediante los cánticos del pueblo de Dios. O dicho de otro modo, Dios ha designado el uso de cantos espirituales como un arma efectiva contra su archienemigo, Satán.

Pablo y Silas en la prisión de Filipos

Personalmente, creo que hay una historia parecida en el Nuevo Testamento que confirma esta lección. En Hechos 16, Dios no protege a Pablo y Silas contra el ataque de sus enemigos pero son librados de la muerte. Los versículos del 22 al 24, dicen que les rasgaron las ropas y los azotaron con varas y después los echaron en el calabozo interior de la prisión y les aseguraron los pies en el cepo.

Ahora imagínese lo siguiente: está caminando por el centro de su ciudad cuando de repente una pandilla de hombres viciosos lo rodean, le quitan sus ropas, sacan sus porras y durante 15 o 20 minutos le golpean una y otra vez mientras que la policía permanece a un lado, mirando. Luego lo arrastran, le ponen cepos en sus pies y lo dejan en el interior de una alcantarilla durante la noche con heridas abiertas, contusiones, costillas rotas y lesiones internas. Si estaba pensando en nuestras bonitas prisiones antisépticas, no podrá ni hacerse una idea de lo que Pablo y Silas soportaron.

Ahí está usted en mitad de la noche, sin saber si lo colgarán, lo decapitarán o azotarán de nuevo, ¿y qué hace? ¡Orar! Es cierto que todos oraríamos, gritaríamos por ayuda igual que Pablo, pero eso no fue todo lo que hizo. El versículo 25 dice: “Como a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los presos los escuchaban”.

¿Y qué estaban cantando? Era medianoche. Tenían dolores, estaban cansados, incomunicados de sus compañeros de viaje. Estaban en las manos de hombres sin escrúpulos. Agotados por falta de sueño, gritando, rogándole ayuda a Dios, cosas comprensibles. ¡Pero cantar himnos! Si alguien nos dijese hoy en día: “cuando toque fondo, cántele himnos a Dios”, seguramente le diríamos “déjese de soluciones simplistas. Está claro que nunca ha tocado fondo”.

Y Pablo y Silas habían tocado fondo, y cantaron himnos a Dios. En ocasiones, las soluciones sencillas son las únicas que quedan en la vida.

¿Por qué estaban cantando? Creo que estaban cantando porque necesitaban que se manifestase el poder de Dios. Habían aprendido que cantarle a Dios no es simplemente una respuesta a su gracia sino también un arma para la guerra espiritual. Ellos habían aprendido como Josafat y como muchos de nosotros que los enemigos de Dios caen en la confusión con los cánticos del pueblo de Dios.

Y en su gran misericordia, Dios hizo por Pablo y Silas lo mismo que por Josafat. Versículo 26: “de repente, se produjo un gran terremoto (…) al instante se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron”. Así que vemos que Dios acepta la ofrenda de alabanza y la convierte en una ocasión para usar su poder. Y vemos que la verdad se confirmó, que Dios ha fijado el uso de los cantos espirituales como un arma efectiva contra su archienemigo Satán.

El Espíritu Santo es nuestra gran esperanza contra Satán. ¿Pero cómo nos da poder el Espíritu Santo? Efesios 5:18–19 dice: “(…) sino sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor”. La plenitud del Espíritu Santo se experimenta con un corazón repleto de cánticos, por lo que si nos enfrentamos a Satán con la plenitud del Espíritu, luchamos contra él con cánticos.

El testimonio de los grandes santos

Si ha leído el libro de Dick Eastman, The Hour That Changes the World, puede que recuerde a Mary Slosser, que trabajó en China durante muchos años y solía decir: “yo canto la doxología y rechazo al diablo”. Y Amy Carmichael dijo: “Realmente creo que Satán no puede soportarlo y se sale de la habitación, más o menos, ante un canto verdadero”.

Martín Lutero lo dijo así:

La música es un bello regalo de amor de Dios que a menudo me ha despertado y movido al gozo de la alabanza… La música aleja al diablo y alegra a las personas… Después de la teología, el máximo honor y lugar es para la música. No cambiaría lo poco que sé de música por otra cosa maravillosa. La experiencia demuestra que después de la Palabra de Dios, sólo la música merece ser ensalzada como señora y gobernadora de los sentimientos del corazón humano. Sabemos que la música es desagradable e insoportable para los demonios. Mi corazón rebosa y fluye como reacción a la música que tantas veces me ha renovado y liberado de graves situaciones (Here I Stand, p. 266).

El clásico espiritual de William Law, A Serious Call to a Devout and Holy Life, dedica todo un capítulo a animarnos a que cantemos salmos en nuestra dedicación personal. Dice que,

“Igual que cantar es un consecuencia natural del gozo en el corazón, también tiene un poder natural para volver un corazón gozoso… No hay nada como las canciones de alabanza para despejar tanto el camino a nuestras oraciones, nada que disipe tanto la necedad de nuestro corazón, nada que purifique tanto el alma de las malas y pequeñas pasiones.
No hay nada que abra tanto los cielos o lleve tu corazón tan cerca de ellos. Crean una sensación y deleite en Dios, despiertan anhelos santos, te enseñan cómo pedir y convencen a Dios para dar. Encienden un fuego santo, convierten el corazón en un altar, las oraciones en incienso y las elevan como olor fragante ante el trono de la gracia (p. 168, 164).

No hay duda de que Satán odia los cantos del pueblo de Dios y hace todo lo posible para que una iglesia no sea una iglesia que cante. Y hace todo lo posible para que usted no sea una persona que cante.

No creo que los testimonios de Mary Slosser, Amy Carmichael, Martín Lutero y William Law sean tópicos piadosos. Creo que son rigurosa y terriblemente ciertos. Satán no puede soportar los cantos espirituales de los santos. Usted puede cantar para luchar contra él.

Guerra espiritual con cantos

Hace cuatro años, me llamaron tarde una noche para que acudiese a un apartamento donde supuestamente había una mujer endemoniada. Llamé a Tom Steller y acudimos juntos mientras que nuestras esposas oraban en casa. Lo que nos encontramos fue a una mujer retenida en una habitación por algunas jóvenes cristianas que estaban intentando expulsar al demonio de esta mujer. Durante dos horas, hablé con ella, le leí las Escrituras y oramos oraciones de liberación.

Cada vez se ponía más violenta, quitándome la Biblia de las manos, agarrando las páginas de oración y empujándome. Sobre la una de la mañana, cuando el conflicto llegó a un punto extremo entre la Palabra de Dios y la fuerza satánica en esta mujer, alguien comenzó a cantar. Se trataba de una de nuestras conocidas canciones de adoración. La cantamos una y otra vez y el Señor nos daba nuevas palabras cada vez. El efecto que tuvo en ella fue espectacular. Comenzó a temblar y a amenazarnos si no nos deteníamos.

Luego se tiró al suelo y gritó que Satán no la abandonase. Empezó a tener convulsiones y entonces se quedó sin fuerzas. Cuando volvió en sí, dijo no acordarse de nada de lo que había ocurrido y estaba dispuesta a leer las Escrituras y a orar.

Por esto Tom Steller y yo sabemos por experiencia que cantarle a Dios no es un pequeño y bello viaje emocional para avivar un servicio de adoración. Para nosotros es más bien un asunto de vida o muerte, lo mismo que para Pablo y Silas. Y así es para nuestra iglesia.

Dos aplicaciones prácticas

Termino con dos aplicaciones prácticas.

1. Cante en su dedicación personal y familiar

Primero, hoy habrá recibido en el boletín de la iglesia un marcador que algún miembro de nuestro equipo de oración puso para ayudarlo a que le tienda una emboscada a Satán con cantos en su dedicación personal. Fíjese en el título “Sencillas canciones de adoración”. Hay 32 canciones que cantamos frecuentemente en Bethlehem. Póngalo con su Biblia o su lista de oraciones y úselo para que le haga recordar canciones que cantar a Dios en su dedicación personal o familiar.

Le prometo que le dará nuevas fuerzas para llevar a cabo su lucha de fe. Satán no puede soportar los cantos de los santos. Puede expulsarlo con canciones y no caiga en su mentira de que no puede cantar. Todo el mundo puede cantar. No todos pueden cantar en público, dirigir, leer música o mantenerse en las notas pero todo el mundo puede cantarle a Dios.

¿Cómo se siente como padre si su hijo de cuatro años llega a casa después de la escuela dominical y le dice que quiere cantarle una canción nueva, y lo que escucha es una mezcla de tres melodías y cuatro tipos diferentes de letra? Se lo diré: se siente encantado porque hay una canción en el corazón de su hijo. Y si alguna vez viene un enemigo que se opone a esa canción, usted lo arrasaría como hizo Dios con los moabitas y en la cárcel de Filipos. A Dios le encanta escucharlo cantar, sin importarle lo bien o mal que lo haga. ¡Y contraríe a sus enemigos cuando cante cantos a su Padre en los Cielos!

2. Sepa que el ministerio de canto es guerra

Segundo; Dios ha ordenado que los cantores con don espiritual sean designados para el liderazgo espiritual en el coro. David designó a los levitas de la familia de Coat para el ministerio de canto. Querían servir en la casa de Dios para traer una ofrenda continua de alabanza y adorar al Señor. Tenían que liderar y ayudar al pueblo a cantar a Dios y tal y como vimos en 2 Crónicas 20, su trabajo es hacer la guerra. Cuando comenzaron a cantar, el Señor puso una emboscada contra el enemigo.

Y lo mismo ocurre en Bethlehem. Este coro no está aquí para convertir la alabanza en una bonita experiencia estética para el placer de pseudoartistas no espirituales. Dean Palermo no fue designado músico artista residente en el ministerio sino como comandante de la compañía. El enemigo es Satán y la guerra se hace con cantos. Y su misión es encargarse de la compañía en la primera línea del ejército para liderarnos hacia Dios en adoración, en amor los unos con los otros, y hacia el mundo para que saqueemos los campos de muerte de Satán. Cristo nos ha dado una promesa mucho mejor que la promesa de Jahaziel a Josafat: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos (…) y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás (…) (Mateo 28:18–20; Juan 11:26).

El canto triunfante de los mártires

8 de enero de 1956, Jim Elliot y cuatro jóvenes misioneros se acercaban a la parte de la jungla donde vivían los indios Auca. Lo último que quedó registrado según Elizabeth Elliot fue un himno que cantaron juntos:

“Vamos en fe sintiendo nuestra gran debilidad, y necesitamos conocer más de tu gracia cada día. Aún así, truena en nuestros corazones un cántico de triunfo, descansamos en ti y en Tu nombre vamos” (We go in faith, our own great weakness feeling, And needing more each day thy grace to know, Yet from our hearts a song of triumph pealing, We rest on thee, and in thy name we go).

Los cinco fueron asesinados esa tarde, pero ellos también fueron protegidos por Dios, protegidos de un destino mucho peor que la muerte. Fueron protegidos de la cobardía, la incredulidad y del miedo. Y creo que sería justo decirlo: protegidos por el cántico.

Tenemos dos grandes armas en la adoración: la Palabra de Dios y la canción. Así que hagamos caso a la Palabra de Dios y cantemos con todo nuestro corazón.


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