Para Liberarnos del Actual Siglo Maligno
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre La Muerte de Cristo
Una parte de la serie Galatians: Broken by His Cross Healed by His Spirit
Traducción por Maria del Carmen Zanassi
Gálatas 1:1-5
“Pablo, apóstol - no de parte de hombres, ni de hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios el Padre que le resucitó de entre los muertos – y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia: Gracia y paz a vosotros que proceden de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para liberarnos de este presente siglo maligno, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
Hoy vamos a comenzar con una serie de mensajes que nos explicarán la carta de Pablo a los Gálatas. La razón por la que elegí predicar sobre textos de los Gálatas en los próximos meses, es porque esta carta es más vívida que cualquier otra dentro del Nuevo Testamento. Lo que quiero decir es que Pablo muestra todo su vigor. La fuerza pura y emocional de este libro sigue cautivándome a través de los años. No se puede leer los primeros diez versículos sin sentir que algo absolutamente importante está en cuestión. No se puede leer Gálatas y pensar: “Bueno, esta es una obra de reflexión religiosa interesante” – de la misma manera que no se puede examinar un trozo de carbón encendido con nuestras manos. Gálatas es una declaración vigorosa de las verdades esenciales de la Cristiandad. Si nosotros como personas podemos hacer que estas verdades y este vigor sean parte de nuestro pensamiento y nuestra voluntad, los fundamentos de nuestra fe serán fuertes y no frágiles, y la fuerza emocional de nuestra vida en Cristo no será tibia, sino ardiente, intensa e íntegra.
El ministro escocés, P.T. Forsythe, dijo: “El secreto del Señor está en aquellos que se arrepintieron por su cruz y se sanaron por su Espíritu” En Gálatas se exaltan estas dos cosas: la cruz de Cristo como la única manera en la que una persona puede estar bien con Dios, y el Espíritu de Cristo como la única manera en la que una persona puede obedecer a Dios. Todo lo que pueda empequeñecer lo bueno y todopoderoso de lo que pasó en la cruz de Cristo es un anatema para Pablo. Todo lo que anteponga nuestra voluntad y control en el lugar que debe ocupar el Espíritu Santo es brujería para Pablo. Y la razón por la que percibimos una forma de ira compasiva detrás de esta carta es porque alguien embrujó a los Gálatas, ocupó el lugar del Espíritu y puso las obras de la ley donde debía estar la fe en la cruz.
Tengo la esperanza de que estudiemos juntos este gran libro. Que se “casen” con él y que “los dos sean uno”. No hay nada que me agradaría más que ser un Cupido espiritual, durante los próximos meses, para ayudarlos a volverse a enamorar del Cristo sublime de Gálatas.
Contenido |
El Saludo de Pablo y la Esencia de Su Mensaje
Empecemos hoy con 1:1-5. Primero, voy a resumirlo todo y luego voy a volver sobre cada parte con ustedes para examinarlas en detalle. En el versículo 1, Pablo hace referencia a la autoridad única que tiene un apóstol y que no depende en absoluto de otras personas, sino que viene de Cristo y de Dios, el Padre. En el versículo 2, afirma que los hermanos que están con él apoyan lo que dice la carta. Aunque la autoridad de la que habla Pablo no proviene de sus hermanos, lo distingue de ellos como apóstol (v 1), no obstante, el mensaje que Dios le dio como apóstol lo une a sus hermanos y juntos lo anuncian a los Gálatas: Esta carta es el verdadero Evangelio, no hay otro.
El contenido de los versículos 3-5 se puede resumir de esta manera: Que la gracia de Dios esté con vosotros (1:3), que la gloria sea con Dios (1:5), porque Cristo murió por nuestros pecados y nos liberó del actual siglo maligno (1:4). El versículo 3 es la ofrenda de gracia y paz a los Gálatas: “Gracia a vosotros, y paz de Dios nuestro Padre y de Nuestro Señor Jesucristo”. El versículo 5 es la atribución de la gloria a Dios “A quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. En el versículo 4, está el fundamento, intercalado entre gracia y gloria: La muerte de Cristo por nuestros pecados para liberarnos de este mundo maligno.
Por lo tanto, aunque 1:1-5 es formalmente una salutación o un saludo, Pablo ya ha ido directamente al punto del tema que nos ocupa: los versículos 1 y 2 afirman la autoridad para su mensaje; los versículos 3 y 5 nos dan un resumen de ese mensaje. Por consiguiente, el saludo mismo es un anticipo de toda la carta. Pablo toma esas dos cosas (la autoridad y el contenido de su mensaje) y los desarrolla en ese orden (cf. 1:6- 2:10, 2:11 -6:18).
Lo que Significa ser un Apóstol
Volvamos atrás y examinemos más profundamente lo que él dice. En el versículo 1, Pablo se llama a sí mismo “apóstol”. La palabra significa “el que fue enviado”. Esto se hace más obvio en Juan 13:16, donde Jesús dice: “En verdad, en verdad os digo que un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que lo envió”. En el Nuevo Testamento la palabra “apóstol” era de uso general y particular. En el sentido general se usaba, por ejemplo, para referirse a representantes enviados a misionar por una iglesia. En Filipenses 2:25, Pablo se refiere a Epafrodito como “vuestro mensajero y servidor para mis necesidades”. La iglesia filipense lo había enviado en una misión para darle sus dádivas a Pablo. En 2 Corintios 8:23, se llamaba “apóstoles de las iglesias” a los hombres designados por las iglesias de Macedonia, para ayudar a Pablo a llevarles dinero a los pobres de Jerusalén, es decir, hombres designados por las iglesias para que las representen en esa misión. En ese sentido, podríamos llamar a Tom Vamo nuestro apóstol, cuando lo enviemos a Uganda en unas semanas.
Pero, en Gálatas 1:1, Pablo niega ser un apóstol en ese sentido general solamente: “Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni mediante hombre alguno” No me incluyan a mí con aquellos que vienen con una carta de recomendación de parte de los hombres. Ningún consejo o iglesia me convirtió en apóstol. Más precisamente, como continúa el versículo 1: “por medio de Jesucristo y de Dios el Padre, que le resucitó de entre los muertos”. Cristo fue el que mandó a Pablo a cumplir con su misión. Por lo tanto, Pablo es “apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios” (2 Corintios 1:1).
Para Pablo, eso significaba que era muy diferente a un representante de la congregación que venía de Antioquía. Dice en 1 Corintios 9:1: “¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús Nuestro Señor? Y en 1 Corintios 15: 8-9, dice: “Último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, Jesús se me apareció a mí también”. Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios”. De estos dos textos podemos ver que “apóstol”, en un sentido más particular, significa el que vio a Cristo resucitado, y no solo lo vio, sino, como la palabra implica, que Él lo envió o comisionó (Hechos 26: 16-17; Gálatas 1:16). Esto significaba que Pablo estaba entre el grupo irrepetible de apóstoles, que junto a los profetas de antaño, fueron el fundamento de la iglesia. Efesios 2:20 dice que la iglesia “está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular”. El apostolado de Pablo prácticamente era similar al de Pedro, pues Gálatas 2:8 dice: “Aquél que obró para con Pedro en el apostolado para la circuncisión, también obro para conmigo en mi apostolado para los Gentiles”
Por consiguiente, podemos concluir que el Cristo resucitado, que está a la derecha de Dios, supremo sobre toda creación y cabeza de la iglesia, se le apareció a Pablo camino a Damasco y lo envió a predicar, enseñar y hacer milagros, dándole la misma autoridad que Cristo le había dado a los Doce. En Mateo 10:40, Jesús les había dicho a los doce apóstoles: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (cf. Lucas 10:16; Juan 13:20). Pablo sabía que tenía un lugar único en la historia redentora. Dios le había conferido una autoridad que no se transferiría a otra persona, sino solamente a un libro, el Nuevo Testamento. Pablo era muy consciente de que, como apóstol, tenía autoridad para regir y enseñar a las iglesias de Cristo. Por ejemplo, en 2 Corintios 13:10, dijo: “Os escribo estas cosas, estando ausente, a fin de que cuando llegue, no tenga que ser severo en el uso de la autoridad que el Señor me dio para edificar y no para destruir”. Este poder radica en su apostolado: Había visto a Cristo resucitado. Cristo lo había enviado como representante suyo con poder para predicar y enseñar; y (como dice 1 Corintios 2:13) el Espíritu de Cristo obró en él para que sus palabras reflejen la verdad.
La Autoridad de Cristo en las Palabras de Pablo
Debemos detenernos para asimilar, por un momento, las consecuencias que esto tiene para nosotros. Dentro de tres semanas, vamos a hablar de cómo Pablo argumenta su poder (en 1:1ff). Hoy, voy a suponer que aceptamos esta afirmación. Pero, ¡que suposición! ¿Se dan cuenta de lo que significa? Significa que cuando leen Gálatas, están escuchando a Cristo. Un apóstol dice con autoridad el mensaje del que lo envió. Gálatas es la palabra misma del Rey de reyes. Cuántos de nosotros nos sentimos tentados de pedir a Jesús que nos de algún mensaje, alguna revelación, alguna visión o sueño, pero no hacemos ningún esfuerzo serio para entender la profundidad de las Escrituras, la verdadera Palabra de Cristo. Muchas veces, los cristianos vienen a pedirme consejo sobre algún problema, pero cuando les pregunto si buscaron en las Escrituras algo relacionado con el tema, se ponen nerviosos y empiezan a dar excusas. Realmente, no hay un acatamiento disciplinado a la Palabra de los apóstoles en la iglesia contemporánea. Consideramos a la Biblia como una clase de estímulo espiritual para incentivar nuestras emociones. Es poco común que sometamos nuestras ideas, actitudes y hábitos a la mirada y autoridad absoluta de los apóstoles.
Para algunos de ustedes, las actitudes actuales y los hábitos de relacionarlas en el hogar se contradicen claramente con las enseñanzas de los apóstoles. Pocos son los que continúan de esa manera, porque Cristo no es el Amo glorioso de sus vidas y por lo tanto las instrucciones de los apóstoles pierden peso. Para otros, el problema es diferente, quieren que Cristo sea el Amo de sus vidas, pero durante años, desarrollaron una relación con las Escrituras, en la cual éstas son solo nociones confusas. No existe un cambio de vida verdadero entre el concepto lúcido y vivo de las Escrituras y las reflexiones de ustedes, porque los hábitos de lectura que heredaron confunden la perspectiva contundente y rígida de las enseñanzas bíblicas.
No es toda la culpa de ustedes. Hoy día, muchos maestros y predicadores no conocieron nada mejor, por lo tanto, en sus clases o congregaciones, desarrollan un enfoque de las Escrituras que le confiere autoridad, pero que solo ve generalidades vagas e imprecisas, que no pueden perfeccionar nuestra teología ni transformar nuestro comportamiento. Usan una técnica manipuladora de la Biblia. Le dan al texto una manipulación fantasiosa y confusa, hasta que surge una idea o un concepto, entonces hablan sobre esa idea o ese concepto como si estuvieran interpretando las Escrituras (generalmente se alejan bastante de la gramática del texto). Se sorprenderían si supieran cuantos pastores, cuando se reúnen y discuten un tema, rara vez, si alguna, sacan sus Biblias y argumentan sus ideas con las palabras, las frases y el flujo del texto. ¿Por qué? Porque esa técnica manipuladora no produce nada suficientemente preciso como para inducir otro pensamiento y discutirlo.
¿Se dan cuenta cómo posiciona eso a la iglesia? Esclavizada a la tradición, sin ninguna oportunidad de renovación y reforma bíblica. No es una coincidencia, que la reforma y la renovación llegaron a la iglesia en el siglo XVI, cuando Juan Calvino y Martín Lutero volvieron a la gramática y la sintaxis de las Escrituras. Cuando los predicadores comenzaron a usar el texto y los laicos comenzaron a leerlos, poniendo atención en sus palabras, frases, conexiones lógicas, el hilo del pensamiento y el contexto inmediato, se liberó a la Biblia de lo que la relacionaba con lo confuso, y cambió el mundo.
Sé que todavía me falta mucho para ser el predicador que quiero ser. Pero tengo un objetivo: que los predicadores y maestros de la Escuela del Domingo, en la iglesia Bautista Bethlehem, no solamente digan que creemos en la gran autoridad de la Biblia, sino que entreguemos nuestras mentes y corazones y leamos dándole precisión, cuidado y severa atención al significado de las palabras dentro de un contexto y a las relaciones deliberadas entre la secuencia de declaraciones y la reflexión coherente a través de los párrafos completos. Esto no es opcional. No es un juego esotérico para académicos. Es cuestión de humildad y sumisión a la Palabra de Dios. Es la única manera de reconocer las implicaciones de Gálatas 1:1, “Pablo, apóstol, no de parte de hombres, ni de hombre alguno, sino por medio de Jesucristo”. Esta carta es la Palabra de Cristo vivo a través de su representante autorizado. Si creemos eso y tenemos en cuenta a Jesús como Nuestro Señor, no estaremos de acuerdo con la manipulación del texto o con nociones imprecisas y confusas sobre el significado de los textos. Estudiaremos, analizaremos, definiremos, haremos un bosquejo, escribiremos, investigaremos, consideraremos, meditaremos, reflexionaremos, encararemos, haremos correcciones y sintetizaremos hasta que veamos el pensamiento del apóstol lúcido, contundente, claro e inevitable. Entonces lo respetaremos y cambiaremos nuestros conceptos por los suyos, y así alcanzaremos el pensamiento de Cristo.
El versículo 2 agrega dos cosas más a la declaración sobre la autoridad, que menciona el versículo 1. Primero, Pablo dice que todos los hermanos que están con él respaldan su mensaje. Su autoridad lo distingue de cualquier otro hombre; su mensaje lo une a ellos. Pablo no se jacta de ser distinto. Se pone contento cuando comparte sus enseñanza con otros. Lo veremos nuevamente en 2:1-10. El segundo punto del versículo 2 es que la carta va dirigida a las iglesias de Galacia. Galacia era una provincia romana que se extendía desde Ponto, en la zona del mar Negro, hasta Panfilia, en la del Mediterráneo. Atravesaba la parte céntrica de Asia Menor, o lo que hoy es Turquía. Por lo tanto, “las iglesias de Galacia” podían ser las iglesias de Pisidia, Antioquía, Iconio, Listra y Derbe, con las cuales comenzó Pablo en su misión en el sur de Galacia. O podrían ser iglesias desconocidas, más al norte, con las cuales Pablo continuó posteriormente. Tengan en cuenta, que la carta es para más de una congregación. La falsa enseñanza a la cual Pablo se oponía se había extendido bastante.
Gracia a Vosotros y Gloria a Dios
Observemos brevemente los versículos 3-5 para volverlos a relacionar con el enfoque en la autoridad que describe el versículo 1. Puedo representar estos tres versículos con la manera en la que estoy parado y la posición de mis manos. Mi mano derecha ligeramente levantada por encima de mi cabeza, extendida y abierta representa la ofrenda de gracia y paz a los pecadores de Galacia, pecadores como ustedes y como yo. La ofrenda de Dios de gracia y paz es mi cuerpo con la cabeza inclinada que representa a Cristo entregándose por nuestros pecados para liberarnos del actual mundo maligno, conforme a la voluntad de Dios, nuestro Padre (v.4). Pablo puede brindarme la ofrenda de amor, protección y paz de Dios solo porque Jesús murió para redimir mis pecados. La cruz acredita lo que dice el Evangelio. El gran sacrificio y la liberación que logró sucedieron de acuerdo a la voluntad y al plan de Dios, por eso Pablo prorrumpió (en el v. 5) con una fórmula de alabanza a Dios, “a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Casi llamo a este mensaje “Gracia a vosotros y Gloria a Dios”. El centro y fundamento de todo Evangelio (la mano derecha extendida) y toda alabanza (la mano izquierda levantada), es Cristo crucificado para nuestra liberación, conforme a la voluntad de Dios (el cuerpo). Gálatas habla de gracia al hombre y gloria a Dios, porque predica a Cristo crucificado para liberarnos del mundo maligno actual.
¿Qué significa ser liberados del mundo maligno actual? Jesús oró por nosotros, Juan 17:15: “Padre, no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno”. La era actual es una era maligna, porque el pecado controla nuestras vidas y las instituciones de nuestra sociedad y porque le otorgamos a Satán mucho poder. De hecho, en 2 Corintios 4:4 Pablo dice: “el dios de este mundo ha enceguecido el entendimiento de los incrédulos, a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de Cristo.” (cf. Lucas 4:6)
Pero, para los que confían en Cristo, la liberación empezó a tener lugar. Colosenses 1:13 dice: “Dios nos liberó del dominio de las tinieblas y nos hizo entrar en el reino de su Hijo amado”.
La razón por la cual no somos más esclavos del miedo, de la culpa, de la ira, del pesimismo, del egoísmo, de la codicia y del orgullo del siglo maligno actual es que “probamos los poderes del siglo venidero”.(Hebreos 6:5) o como Jesús dijo: “el reino de Dios ha llegado a vosotros”.(Lucas 11:20). “De modo que si alguno vive en Cristo, es una criatura nueva; he aquí, que lo viejo ha desaparecido y lo nuevo se ha hecho presente” (2 Corintios 5:17). El nuevo siglo, con nuevos poderes y nuevas formas se introdujo en este siglo maligno para liberarnos.
La experiencia de liberación del siglo maligno actual nos permite dar testimonio con nuestras vidas de que pertenecemos a otro Rey, a otro reino y a otro siglo. Comienza con un cambio en el corazón y en la mente. Pablo dice, en 2 Timoteo 4:10, “Demas, me ha abandonado, por amor a este mundo”. La liberación significa un cambio del corazón para que amemos el siglo nuevo y nos regocijemos en las formas nuevas y superiores que nos ofrece. En Romanos 12:2, Pablo dice: “No os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente”. La liberación de este mundo maligno significa libertad para no pensar como este mundo. Libertad para sentirse horrorizado por la mentalidad que hay detrás del editorial más importante de El Tribuno de ayer (Roe v. Wade una década después).
¡Libertad! “Para la libertad es que Cristo nos hizo libres; por tanto permaneced firmes y no os sometáis otra vez al yugo de la esclavitud” (Gálatas 5:1). Jesucristo murió para liberarnos de la maldición de la ley- ¡misericordia gloriosa! – y también murió para liberarnos de los conceptos de nuestro mundo – ¡libertad gloriosa y pensamiento independiente!.
El mensaje de hoy es una de esas paradojas bíblicas maravillosas. Versículo 1: Yo, Pablo, soy un apóstol, no por mera autoridad humana, sino por la autoridad de Jesucristo y de Dios, el Padre, que lo resucitó de entre los muertos: Entréguense a Su Palabra, sométanse a esta autoridad. Versículo 4, Cristo murió para liberarnos de este mundo maligno: ¡Libérense del mundo, no piensen o sientan como este mundo piensa y siente, sean libres! Versículo 1: ¡Sométanse! Versículo 4: ¡Sean libres! ¿Es una contradicción? No, porque las personas más libres son aquellas que se someten completamente a la autoridad de Cristo en las Escrituras.
Lo que hoy les quiero pedir es esto: Recuerden que Cristo murió para resguardarnos de todos nuestros pecados a fin de que un Dios santo pueda llegar a nosotros con su poder misericordioso y liberarnos de la malignidad de este mundo. Tengan fe en Él en cada momento de sus vidas y así no pensarán o sentirán de la misma manera que lo hace el mundo. Recuerden que este Jesús resucitó de entre los muertos, se le apareció a Pablo camino a Damasco para delegarlo como apóstol, ahora nos habla a nosotros a través de la carta de Pablo a los Gálatas. Él murió para liberarnos de una actitud mental que nos lleva a la destrucción; y resucitó y confirió la autoridad para escribir este libro con el fin de imbuirnos del pensamiento que nos lleva a la vida eterna. Confíen en Él. Conózcanlo a través del estudio . ¡Será gracia para ustedes y gloria para Dios!
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