Por el amor de Dios, Volumen 1/2 de abril

De Libros y Sermones Bíblicos

2 DE ABRIL

Levíticos 5; Salmos 3-4; Proverbios 20; Colosenses 3

IMAGÍNESE UNA SOCIEDAD COMPLEJA Y BIEN ORDENADA tal que en cada área de la vida hay acciones que hacen a una persona sucia y otras acciones ordenadas que hacen a esa persona limpia. Cuando te levantas en la mañana, usas ropa de cierto tipo de tela, pero no otras. Hay alimentos limpios y alimentos impuros. Si un punto de moho aparece en la pared de su casa, hay procedimientos para tratarlo. Los hombres deben seguir un rumbo determinado después de un sueño húmedo, las mujeres en relación con sus períodos. Ciertas cosas sucias ni siquiera deben ser tocadas. Además hay un sistema religioso complejo y sacrificial que supone que cada persona debe guardar, y el fracaso en guardarlo en cualquier momento trae su propia inmundicia. Y todo esto se ajusta a un más amplio conjunto de limitaciones que incluyen lo que normalmente llamamos categorías morales: como hablamos, el decir la verdad, como tratamos a otros, asuntos de propiedad, integridad sexual, acciones de buena vecindad, imparcialidad judicial, etcétera. Entienda, también, que en esta sociedad las reglas han sido establecidas por Dios mismo. No son el resultado de algunos elegidos del Congreso o del Parlamento, que pueden ser fácilmente anuladas por un público inconstante o frustrado ávido de algo más. Ignorar o desafiar estas reglas es desafiar al Dios vivo. ¿Qué clase de ejemplos serían enseñados en tal sociedad?

Bienvenido al mundo de Levíticos. Esto, también, es parte de la herencia del Monte Sinaí, parte del Pacto Mosaico. Aquí el pueblo de Dios está por aprender que Dios ordena lo que es está bien y lo que está mal, y que Él tiene el derecho a hacer eso: que la santidad abarca toda la vida; que hay una diferencia entre la conducta del pueblo de Dios y la conducta de los paganos que los rodea, no simplemente una diferencia en las creencias abstractas. Aquí el Señor mismo ordena que los sacrificios son necesarios, junto con la confesión de pecado (Levíticos 5:5), cuando una persona cae en la inmundicia; y aunque el sistema en sí no es la respuesta definitiva, puesto que constantemente caen bajo otro tabú y vuelven a ofrecer los mismos sacrificios que han ofrecido antes. Uno comienza a preguntarse si habrá un sacrificio definitivo por los pecados.

Pero eso es más adelante. Aquí en Levíticos 5, los lectores cristianos se deleitan en obedecer que mientras Dios forma su pueblo del pacto en el pensamiento religioso básico, el provee los medios de tal manera que aún los más pobres de la sociedad pueden recuperar la limpieza. La persona que no tenga los recursos para sacrificar un cordero puede traer un par de palomas o un par de pichones; la persona que no tenga los medios para esto puede traer una pequeña cantidad de harina. La lección continúa; siempre hay esperanza y una manera de huir del castigo que la rebelión atrae.