Por el amor de Dios, Volumen 1/2 de enero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 4 del Libro Por el amor de Dios, Volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
2 DE ENERO
Génesis 2, Mateo 2, Esdras 2, Hechos 2
Qué manera extraña, pensaríamos, el finalizar este relato de la Creación: “El hombre y su mujer estaban desnudos y no sentían vergüenza” (Gén 2:25). A Hollywood le hubiera encantado; que excusa para la provocación sexual, si alguien trata de poner la escena en la pantalla grande. Nos apresuramos adelantándonos a la narración.
Sin embargo, el verso está estratégicamente ubicado. Vincula el relato de la creación de la mujer y el establecimiento del matrimonio (Gén 2:18-24) con la historia de la Caída (Gén 3). Por un lado, la Biblia nos dice que la mujer fue tomada del hombre, hecha por Dios para ser "una ayuda idónea para él" (2:18), incluso un doble de él: ella es hueso de sus huesos y carne de su carne (2:23), y ahora los dos están unidos como uno en el matrimonio, una sola carne (2:24), el paradigma de los matrimonios por venir, de nuevas hogares y nuevas familias. Por otra parte, en el siguiente capítulo leemos acerca de la Caída, la rebelión miserable que introduce la muerte y la maldición. Parte de esa historia, deduciendo por la lectura de mañana, encuentra a el hombre y la mujer escondiéndose de la presencia del Señor, porque su rebelión les abrió los ojos a su desnudez (3:7, 10). Lejos de ser desvergonzados, su instinto es ocultarse.
No fue así como se suponía que iba a ser. En el principio, “el hombre y su mujer estaban ambos desnudos, y no se avergonzaban.” El campo sexual está en primer plano, sin embargo, hay una profundidad simbólica en este pronunciamiento. Es una manera de decir que no hay culpa, no había nada de qué avergonzarse. Esta feliz inocencia significaba apertura y sinceridad absoluta. No había nada que ocultar, ya sea de Dios o uno al otro.
¡Cuán diferente después de la Caída! El hombre y la mujer se esconden de Dios, y culpan a otros. La sinceridad se ha ido, la inocencia se ha disipado, la apertura se ha cerrado. Estos son los efectos inmediatos del primer pecado.
¿Cuánto más graves son los mismos efectos que trabajados en la psiquis de una raza caída y desarrollados en personas como nosotros con mucho que ocultar? ¿Le gustaría que su pareja o su mejor amigo conocieran las dimensiones de cada uno de sus pensamientos? ¿Le gustaría que sus motivos fueran desplegados públicamente? ¿No hemos hecho cosas de las que estámos tan avergonzados que queremos el menor número de personas posible sepan de ellos? Incluso la persona cuya conciencia se dice que esta “saturada” (por ejemplo, 1 Tim. 4:2) y que por tanto se jacta de que su pecado lo hace sólo en algunas áreas, pero no en otras.
Que dimensiones sorprendentes caracterizan a la salvación que se ocupa de problemas tan profundos como estos.
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