Por el amor de Dios, volumen 1/12 de julio

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English: For the Love of God, Volume 1/July 12

© The Gospel Coalition

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Por D.A. Carson sobre Vida Devocional
Capítulo 195 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1

Traducción por Arturo Valbuena M.


12 DE JULIO

Josué 16-17, Salmo 148, Jeremías 8, Mateo 22

TODOS LOS CINCO SALMOS FINALES comienzan con la sola palabra hebrea Aleluya, “Alabado sea el Señor”. Este salmo (Sal 148) se destaca por su énfasis en la enorme gama y el alcance de los seres y las cosas del universo que unen a toda la creación en la alabanza. Los primeros seis versículos comienzan con ángeles, bajando rápidamente a través de participantes inconscientes en los cielos. En los próximos seis versos, similares a los primeros seis, comienzan con los participantes inconscientes en la tierra, y suben a los seres humanos (148:7-12). Los últimos dos versículos (148:13-14) señalan a la gente en alianza con él. Algunas notas:

(1) Siempre han habido personas que adhieren sus afectos y de culto a los ángeles, por ejemplo Col. 2:18, a pesar de que los ángeles son nuestros compañeros en servicio (Rev. 22:8-9). Otros tontamente creen que sus destinos están controlados por las estrellas, aunque las estrellas son nada más que la creación de Dios. Los ángeles y las estrellas, uno consiente y el otro no, dan testimonio de la grandeza de Dios, en ese sentido se unen en la adoración (148:2-3).

(2) La frase “altísimos cielos” es literalmente “el cielo de los cielos”, una forma de expresar el superlativo como el “santo de los santos”. La expresión “aguas arriba de los cielos” es una forma poética hebrea que se refiere a la lluvia (148:4). Si uno piensa en “los cielos”, como la esfera en que la lluvia se condensa en la atmósfera, o como la morada de Dios Todopoderoso, no hay nada que no se ha creado: “él ordenó y fueron creados” (148:5). Así que no hay nada que no da testimonio al Dios Creador.

(3) Los habitantes de los océanos de la Tierra, la precipitación variada que riega la tierra, la furia de las tormentas desatadas, la majestad y la belleza de las montañas y colinas, la espectacular diversidad, color y belleza de la flora y la fauna de la tierra, el despliegue inimaginable de los nacimientos de la tierra, son testigos, en silencio pero con fuerza, a la bondad y la grandeza de Dios. Como parte de esa creación, los seres humanos, en toda la diversidad de sus rangos y situaciones de la vida, se unen a este coro universal de alabanza (148:11-12), no sólo porque es más grande que nosotros sino porque no importa cuán grande nos imaginamos su glorioso esplendor, es más alto, sin embargo, mayor que cualquier cosa en toda la creación (148:13).

(4) Este Dios inimaginablemente grande no sólo ha llamado a su propio pueblo, pero ha levantado para ellas un “cuerno” (el símbolo de un rey), la alabanza de todos sus santos (148:14). Viviendo de este lado de la encarnación, la muerte y resurrección de Jesús, sabemos quién es en realidad el máximo Rey en la línea de David. Y así, nuestra alabanza se une a la del resto del universo con peculiar intensidad y gratitud.


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