Por el amor de Dios, volumen 1/17 de agosto

De Libros y Sermones Bíblicos

1 Samuel 9, Romanos 7; Jeremías 46; Salmo 22

OCASIONALMENTE APARECE ALGUIEN que promete ser excepcional desde su juventud, y entonces llega a realizar ésa promesa. Pero eso no parece ser la forma común de las cosas. ¿Quién iba a pensar que un pintor de menor importancia de Viena podría convertirse en el coloso monstruo que el mundo conoce como Adolfo Hitler? ¿Quién iba a pensar que una sastre de Missouri, un tipo con una educación de liceo, tendría éxito remplazando a Roosevelt, lanzado la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, despedir al general Douglas MacArthur, y el ordenar de la integración racial de las fuerzas armadas?

Considere a Saúl (1 Sam. 9). Él pertenecía a la tribu de Benjamín, y por lo tanto de la tribu decimada en número y prestigio por los horribles acontecimientos relatados en Jueces 19-21 (ver las meditaciones para Agosto 5 al 7). Ni siquiera era de un clan importante dentro de esa tribu (9:21). Físicamente era un hombre joven y robusto, que seguía con los trabajos agrícolas que su padre le asignó, sin ningunas pretensiones, hasta donde sabemos, de gloria o de poder. De hecho, en el capítulo siguiente tiene que ser persuadido desde su escondite en el equipaje para salir y aceptar los elogios que la gente quería darle.

Todavía no es la hora para buscar todas las cosas que salieron mal. Algunas de ellas serán mencionadas en las meditaciones siguientes. Pero incluso las personas con un conocimiento superficial de las Sagradas Escrituras saben qué tipo de personaje Saúl resultó ser, y lo trágico de su final. ¿Qué hemos aprendido?

(1) Si nosotros en un camino ascendiente de gran promesa, debemos resolver a perseverar en las pequeñas señas de fidelidad y humildad. Un buen comienzo no garantiza un buen final.

(2) Si somos responsables de la contratación de personas, ya sean pastores y otros líderes cristianos o ejecutivos de una corporación, a pesar de que algunos de nosotros seamos más perspicaces y previsores que otros, todos cometemos errores por la sencilla razón de que, al margen de las malas decisiones que tomemos, una buena opción puede convertirse en una mala opción, y viceversa, porque la gente cambia.

(3) Se dice que todas las organizaciones, incluso la iglesia local, necesitan algún tipo de mecanismo para la eliminación de líderes piadosos que resultan ser malos o tristemente inadecuados. Esto no era posible en el antiguo Israel, en lo que concierne al rey. No es sólo posible, sino obligatorio la medida en que el liderazgo del Nuevo Testamento se refiere.

(4) Sólo Dios conoce el fin desde el principio. Después de que hemos ejercido nuestro mejor juicio, nada es más importante que como nos debemos presentar a Dios, buscando a agradar a Dios, tratando de conformar nuestras decisiones a lo que él ha revelado a sí mismo en su Palabra, confiando absolutamente en el Único que sabe el fin desde el principio.